Duele
el rechazo del colegio
Luz Mari Zapata, madre de familia, Medellín
"No soy una mamá malcriadora, por eso empezó a
preocuparme que Vladimir, con dos años apenas, fuera tan necio e inquieto y
reaccionara en forma agresiva si algo lo molestaba o si no le daba gusto en
todo.
"Cuando cumplió tres años lo metí a una guardería.
Esperaba que los profesores me ayudaran a saber qué le pasaba. Pero solo me decían
que no trabajaba, que no estaba en el salón y que era tan agresivo que los demás
niños no querían jugar con él.
"Un día una de mis cuñadas nos inquietó con una pregunta: '¿Será
Vladimir uno de esos niños hiperactivos?' Mi esposo y yo nos documentamos sobre
el tema y empezamos a asistir a seminarios. Por entonces la maestra ya decía
que mi hijo era inmanejable e insoportable a sus 4 años. Luego la directora me
mostró una carta de la asociación de padres, exigiendo el retiro de Vladimir.
No valió llorar ni explicarle que no era culpa del niño, que era hiperactivo.
Me tocó sacarlo.
"Me aconsejaron llevarlo al neurólogo. Mientras llegaba la
cita buscamos un colegio en el que pudiera estudiar junto con su hermanito, que
le lleva un año. Ningún plantel quería hacerse cargo de Vladimir; en uno de
ellos el rector me aconsejó educarlo con maestros particulares. Ese día me
derrumbé, ¿quién concibe la vida de un niño como la de un marginado?
"La neuróloga que lo vio validó el diagnóstico:
hiperactivo. Le recetó una droga calmante que consume desde entonces. Lo
matriculamos en otro colegio donde terminó el grado de jardín, gracias a que
los profesores y nosotros trabajamos muy juntos.
"Vladimir mejoró, pero en el fondo sabía que algo más le
pasaba. Consulté al neurólogo de la Fundación Los Álamos, y este completó
el diagnóstico: síndrome de déficit de atención, acompañado de impulsividad
e hiperactividad.
"Le recetó otro medicamento, que ahora combina con el de la
hiperactividad. Ambas drogas, el trabajo en la casa, la ayuda del colegio y el
apoyo de la Fundación han hecho de él un niño más tranquilo.
"Es una experiencia difícil. Lo que más duele es el rechazo
de los colegios. Mi esposo, mi otro hijo y yo aprendimos mucho de todo esto. ¿Y
Vladimir? Ya tiene seis años, está en primero de primaria ... ¡Y ahí
va!".
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