Cromañon:
La brasa ardiente
Incoherente,
desorbitada, injusta, caotica... pocos adjetivos de esta naturaleza podrian
quedar eximidos al describir la Argentina de hoy.
Ante
la tragedia de Cromañon, el Jefe de Gobierno, Anibal Ibarra, tan
afecto a figurar mediaticamente en cocteles e inauguraciones, fugado en
las dramaticas jornadas de diciembre de 2001 cuando su plaza se lleno
de violencia y muerte y ausente cuando una banda de forajidos quemaba
su legislatura con gente adentro se vio forzado a exhibirse en esta pesadilla
desviando culpas y responsabilidades, hacia bomberos o niños muertos.
La
casta politica, ante este suceso de desconocidas consecuencias, se replego
atemorizada y expectante.
Ninguno de ellos consolo, asistio o presto su auxilio a las desesperadas
victimas.
Tal
el caso de la añosa diputada Irma Roy.
Entrevistada a las pocas horas por "Chiche" Gelblung en Radio
10, la quejumbrosa diputada que nunca deja ocasion de lamentar su situacion
salarial, insistio en que "los argentinos no eramos asi, ahora hay
un tremendo individualismo y falta de solidaridad".
Ante
el comentario del periodista sobre la ausencia de politicos junto a las
victimas, Gelblung no obtuvo respuesta de la diputada, quien esquivo la
espinosa inquietud diciendo que, ante los sucesos, se habia encerrado
en su casa (la diputada justicialista vive sobre avenida Callao) para
seguirlos por television y radio.
Acaso
la actitud de la 'conmovida' diputada obedezca al hecho de ser consciente
del repudio que la sociedad siente por sus "representantes".
Identica conducta siguio el resto.
Temerosos de sufrir el escarnio y considerando que lo mejor, en estos
casos, cuando no hay viajes, ni espectaculos relumbrantes, ni pomposas
inauguraciones y demas circos mediaticos, sea ocultarse y pasar lo mas
desapercibido posible.
El
presidente Kirchner, que habla de todos y de todo, que interviene provincias
y cuya consigna es la de construir "un pais en serio" guarda
prudente silencio sin intervenir porque es una "cuestion ajena".
El
desconcierto extranjero y el estupor nacional (y acaso la conveniencia
aconsejada por sus intimos) lo obligan a intercambiar un par de palabras
con las victimas.
Cromañon
se ha convertido, y literalmente, en una brasa ardiente que esta nefanda
neooligarquia intenta rehuir sin exito.
La
corporacion politica desnuda su hipocresia y cinismo y se abroquela en
torno de la mano que distribuye bienes y privilegios: una Secretaria defiende
los Derechos Humanos de Ibarra sin importarle la de los muertos y una
'interpelacion' que debiera haber sido voluntaria queda trunca por un
puñado de calculados votos.
Ibarra por tercera vez fugado de sus responsabilidades.
Al
mismo tiempo, y cuando aun todo humea, una oscura trama de politica, violencia,
intereses y dinero comienza a entretejerse bajo las cenizas.
Un
pais enloquecido clama por respuestas, y, sobre todo, por justicia.
No
son suficientes las excusas, pretextos y descargos.
Clama por una victima propiciatoria, la principal, la primera, pues no
se conforma con las de segundo orden, facilmente desechables, mezquinamente
desdeñables.
Si
es verdad que la muerte no tiene precio, y si es verdad que el dolor no
se acalla con dinero, y si es verdad que este inabarcable dolor no tendra
limites ni olvido, este tremendo holocausto debera constituir el fin de
la hipocresia aferrada al poder y el comienzo de una nueva y verdadera
oportunidad de sincerarnos.
La
memoria de los muertos asi lo exige y asi lo merece.
Diario Accion, 8 de enero de 2005 |