Yoshie
Kamioke tenía 18 años cuando sobrevivió
al estallido de la bomba de Hiroshima. Hoy, a los 81, todavía
sólo habla japonés. "Estados Unidos arruinó
mi juventud, la de mis amigos y a mi familia", asegura
con bronca. Y los detalles de los momentos previos y posteriores
a la detonación son secuencias imposibles de olvidar.
-¿Qué
recuerdos tiene del lunes 6 de agosto de 1945?
Faltaban cuatro días para que cumpla los 19 años.
Estaba yendo a trabajar. Me encontraba en la estación
de tranvías "Hiroshima", a veinte cuadras
de la explosión. Eran las 8.10 de la mañana.
A esa hora debía pasar el tren que me llevaría
al centro, la zona en que minutos después cayó
la bomba. Por casualidad, sucedió que el tranvía
se retrasó y no alcancé a tomarlo. Creo que
a las 8.15 se produjo la explosión. Yo todavía
seguía en el andarivel y me salvé de milagro.
-¿Luego
qué ocurrió?
Apenas explotó la bomba vi una luz muy fuerte. Posteriormente
perdí el conocimiento. Cuando me desperté
estaba tirada en el piso, a unos cuántos metros desde
donde estaba antes de la detonación. El cielo se
mostraba oscuro, y de a poco se aclaraba. No entendía
muy bien qué era lo que pasaba. Por al lado mío
pasaba mucha gente gritando y pidiendo médicos. Recuerdo
ver personas que tenían toda la ropa quemada, con
los ojos ensangrentados y el pelo blanco.
-¿Qué
hizo en ese momento?
Con mucho esfuerzo me pude levantar. Me acordé de
mi familia y me volví para mi casa. Era un trayecto
que me demandaba veinte minutos. No me olvido que toda la
ciudad ardía y que tardé tres horas en llegar.
Cuando lo hice, pude constatar que mi familia estaba bien.
En casa todos los vidrios estaban rotos. Yo me sentía
sin fuerzas y me tiré en el suelo a dormir.
-¿Qué
heridas sufrió?
Estaba toda hinchada, tenía muchas quemaduras y secreciones.
Mi madre consiguió un médico que, por única
vez, me dio una pomada que me alivió. Pero no había
insumos, y tuvimos que arreglarnos con lo que podíamos.
Aún me acuerdo del dolor de las lesiones. Era terrible,
porque tenía carne viva en todo el cuerpo.
-Después
de la explosión, ¿cómo recuerda la
ciudad?
Estaba destruida por completo. No había comida en
ninguna parte. Nosotras subsistíamos con una "huertita"
que teníamos en el fondo de casa, pero la principal
comida era el arroz, y no había. Sólo se podía
conseguir en el mercado negro o comprándole, a bajo
precio, al Estado. Había mucha gente que para comer
robaba o recurría a los trueques.
-Usted
también se quedó. ¿Cómo intentó
normalizar su vida en Hiroshima?
Tres años después comenzó la construcción
de la ciudad. Los hombres que habían ido a la guerra
volvieron. En ese lapso volví a trabajar para el
gobierno. Ya estaba casi curada de las quemaduras, pero
la gente me veía y me señalaba las cicatrices.
Eso fue difícil. Me daba mucha vergüenza.
-¿Por
eso se vino a la Argentina?
Luego de la bomba ya no quise saber nada con la ciudad y
me había hecho a la idea de irme. Tenía una
tía que ya vivía aquí, en Munro. Mi
madre no quería que me fuera. Pero bueno, la convencí
y a los 29 años salí de Japón. Aunque
al principio me costó, ahora estoy bien, en paz.