Ninguna
oracion invoco su nombre en alguna misa celebrada en aquel templo
que Carmen Olascoaga, con tanto esfuerzo y dedicacion colaboro en
levantar, a ciento treinta y cinco años de distancia, para
que los habitantes de General Rodriguez pudieran impetrar la proteccion
divina.
Ninguna
boca murmuro su nombre frente al altar y la imagen de la Virgen
que, dulcemente socorre y auxilia a sus fieles, donada por aquella
mendocina que cultivo con sus propias manos los primeros eucaliptus
de estas tierras, para que sus descendientes se regocijaran con
su sombra y frescor.
En
el centenario del fallecimiento de su marido, don Bernardo de Irigoyen,
tampoco ningun acto oficial invoco su memoria.
Nulla
crux, nulla corona para aquel cofundador de General Rodriguez; para
aquel, uno de los primeros pobladores, que, instalado en estas uberrimas
aunque desoladas tierras supo convertirla con tenacidad y voluntad
vasca, en polo de desarrollo, prosperidad y progreso.
Nulla
crux, nulla corona para aquel que dono tierras para la fundacion
del pueblo y que dono dinero para levantar un hospital.
Que
brindo trabajo, carne y frutos de la tierra para sus pobladores.
A
100 años de distancia, aquellos beneficiados por su herencia,
han sido incapaces de llevar a cabo algun homenaje a su memoria,
recordandolo de la peor manera, con el olvido, el silencio y la
indiferencia.
Don
Bernardo de Irigoyen descubrio y amo estas tierras, y el futuro
supo premiarlo con una vergonzosa amnesia.
Ninguna
palabra de recuerdo, ninguna flor, ninguna mencion... General Rodriguez
ha demostrado una ingrata e injusta indiferencia hacia su benefactor.
No
debe extrañarnos este tipo de torpezas a pocos años
del Bicentenario; que nos presenta un inimaginable pais inimaginado
por aquella raza de hombres que cien años atras forjaron
y formaron parte del Centenario.
Extrañamos
la existencia de estadistas de la talla de un Irigoyen al recordarlo
solucionar sabia, pacifica y satisfactoriamente aquel enojoso desacuerdo
con el Uruguay en el año 1880; frente a la increible torpeza
de nuestros actuales "dirigentes" en similares circunstancias.
Dirigentes
que deberian imitar a don Bernardo, cuando se refugiaba en General
Rodriguez para darse sus -como el los llamaba- "baños
de silencio" para asi, meditar mejor sobre sus decisiones;
decisiones que siempre beneficiaron a la Republica, aun, resignando
sus propias aspiraciones.
Pero
hoy el silencio solo abunda sobre los olvidos de quienes merecen
ser ejemplos de dignidad y probidad; sin abundar, en cambio, sobre
aquellos que deberian imitarlos. |