Un fenómeno sin antecedentes “Todo comenzó con ruidos subterráneos semejantes a los de un intenso cañoneo, que se oía a 200 kilómetros de distancia”, informaba el Almanaque del Mensajero de 1933. Casualmente, estos temblores fueron registrados por el Observatorio Meteorológico de Villa Ortúzar. Las consecuencias de la erupción volcánica producida en territorio chileno no se hicieron notar tanto en el país trasandino como sí en la Argentina. Las zona más afectada resultó ser la de los valles mendocinos. En estos sectores el manto de cenizas y piedrecilla volcánica alcanzó un espesor de hasta setenta centímetros, lo que produjo su anegamiento. Más allá del uso doméstico que los habitantes de la ciudad y de algunas provincias le dieron a las cenizas, la información con relación a los efectos que ésta generó en la población y el medio ambiente es contradictoria. El artículo del diario La Nación que se refiere al episodio cita un informe científico, difundido por el ministro de Agricultura Antonio de Tomaso, que aseguraba que la presencia de potasa, sílice, alúmina y otros elementos sería útil para la tierra. “Pero no en lo inmediato por estar en forma insoluble. Por el mismo motivo, el polvo caído no puede tener efectos sobre plantas y animales”, aclaraba el funcionario. Por el contrario, la revista Todo es Historia, en su número 288 de junio de 1991, consigna a través de la pluma de León Benarós que no puede decirse que el particular fenómeno haya causado víctimas personales, pero sí que afectó la economía de muchas provincias, cuyos suelos no pudieron librarse por largos años de ese componente extraño que alteraba ecológicamente el medio y comprometía la producción rural. “Enseguida de tener noticias del fenómeno -continúa el artículo- el profesor Doello Jurado, director del Museo de Historia Natural de Buenos Aires, envió a la provincia de Mendoza una comisión técnica encargada de estudiar el vulcanismo activo que tanto llamó la atención por su magnitud. Fueron designados para ese estudio el doctor Kittl, encargado del laboratorio mineralógico del Museo, y el doctor Catalano, miembro y colaborador científico del mismo, que fue jefe de la División Geología de la Nación y ha dirigido los estudios geológicos del país durante varios años”. |
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