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Los
rostros azorados de los niños testigos del crimen, Hernan Bonías
(izq.) «acólito de la Iglesia, a quien José manifestó
que iba a matar al cura» y Arturo Paulino Nisi (der.), «acólito
que junto con Hernan oyó la manifestación del criminal».
Podemos imaginar el impacto emocional en estos dos niños de pueblo
que habrá causado el acontecimiento
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El
cura de un carácter violento e irascible, reprochaba duramente al hermano
su conducta, que calificaba de licenciosa y el joven no llevaba bien las reprensiones,
alguna vez acompañadas de correcciones violentas. El día de que hablamos habíanse
renovado la contienda y como estuviera presente el menor Arturo Nisi, envióle
José a que pusiera la mesa en el comedor, para quedarse solo con su hermano.
Agrióse la discusión y el joven corrió a su cuarto y volviendo con un revólver,
desde la puerta de la cocina hizo cinco disparos sobre el sacerdote, hiriéndole
tan gravemente que con dos de ellos, cortándole la aorta le causó una muerte
instantánea.
Al ruido de las detonaciones acudieron el menor Arturo, el padre de éste,
un vecino que desde la acera presenció la escena sin poder prestar auxilio
al agredido y poco después las autoridades del pueblo, deteniéndose al fratricida
que confesó su crimen llorando. El vicario era muy apreciado de los feligreses
por su celo religioso y su caridad inagotable»
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