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DARDO
docente, Dardo historiador, Dardo deportista, Dardo vecino ilustre. Pero
sobre todo existe un Dardo persona, querido y respetado por todos. Un
Dardo que a los 83 años recorre las cuadras de a pie hasta "su"
biblioteca, y allí, con el entusiasmo redivivo de sus veinte años
enseña, investiga, ayuda a los alumnos... aconseja y son estas
cualidades de Dardo las que más impresionan y las más queribles,
por cierto. Lo hemos visto sobre su máquina de escribir, colaborando
para que un joven pueda hacer su curriculum y conseguir empleo; lo hemos
visto revolver papeles y libros buscando datos, mapas, fechas o documentos
para ese trabajo práctico de un alumno de 5º grado, secundario
o terciario; lo hemos visto con su lupa intentando descifrar los contornos
difusos y borrosos de rostros que vivieron hace mucho tiempo, identificándolos
a través de sus parecidos con otros vecinos, familiares o amigos...
muchas veces sus propios contemporáneos
¿Qué
emociones, qué escenas cruzan como relámpago su espíritu
cuando reconoce en una foto a Serafín Barlocco, su compañero
de potrero, fallecido a los 18 años el 12 de octubre de
1934? recordará seguramente que fué él, quien le
rindió con sus palabras, el homenaje de un pueblo atribulado por
el dolor... han pasado 65 años, y muchos más desde que aquel
viejo motor de tractor conmoviera los cimientos de la ciudad cada vez
que entraba a funcionar para dar luz a ese poblado de casas dispersas
con calles de tierra por donde Dardo iba descubriendo el mundo, la letanía
de aquel motor aún resuena en alguna parte de su vasta memoria.
De alguna manera, a veces quisiéramos que llegara ya el "invento"
que traduzca aquellas imágenes mentales atesoradas por Dardo...
veríamos a don Antonino Mastellone recorrer de a pie con su canasta
de quesos la avenida San Martín, de vuelta a su casa luego del
reparto; a su hijo "Chocho" de pantalones cortos cruzando
el terreno de la casa vecina para ayudarlo en la "fábrica",
aquella modesta casa de Hipólito Yrigoyen con sus tambores de cuajada.
La
escena iría cambiando, claro, las antiguas casas de altos techos
y puertas alternadas por terrenos baldíos darían mes a mes
paso a nuevas edificaciones, más bajas y más "modernas";
rostros desconocidos y autos cada vez también más "modernos".
Y
es este haber vivido tanto, haber visto tanto y sobre todo haber dado tanto,
lo que ha proporcionado a Dardo esa admirable -y envidiable-sabiduría
de la vida. Siempre afable al abrir la puerta de su casa, siempre dispuesto
a la ayuda y la conversación, siempre sorprendiéndonos con sus
salidas de buen humor y, muchas veces, cáusticos, siempre certeros
comentarios.
El
espíritu de Dardo sobrevuela, con esta profunda sabiduría de
la vida, nuestros fútiles egoísmos y mezquindades; codicias
y vanidades. Su mundo, que descansa en el estudio y la investigación
le ha otorgado ese admirable -y envidiable- sentido común, criterio
y sensatez de que tanto adolecemos.
A
veces, lamentamos que Dardo no se hubiera dedicado a la política; nuestra
Historia, seguramente, habría sido otra si entre los que la decidían
hubiera estado él. De todos modos, por otro lado lo agradecemos: quizás
no hubiéramos tenido el mismo Dardo que tenemos...
Es
a él, pues, a quien están dedicadas estas modestas páginas
de Historia de General Rodríguez. Y es, para nosotros, motivo de orgullo
poder mostrar al mundo, en base a su trabajo e inspiración, la historia
de este, su solar natal que tanto ama y nos enseñara amar.
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