A
ambos lados de la Cordillera gobernaban las dictaduras, y ni siquiera
su afinidad ideológica y su mutua colaboración en
eliminar a sus opositores —como probó el Plan Cóndor—
había conseguido atemperar el delirio militarista y la verborragia
nacionalista que ponía a dos países hermanos al borde
de un conflicto de consecuencias tremendas e imprevisibles.
La
disputa de límites en el Canal de Beagle era centenaria.
En 1971 se sometió al arbitrio de la Corona británica.
Esta se limitó a suscribir, el 18 de abril de 1977, el laudo
de una Corte Arbitral integrada por cinco jueces de la Corte Internacional
de La Haya, cuyo resultado era un completo desastre para la Argentina.
Reconocía la soberanía chilena
de las islas y, lo más grave, Chile adquiría el derecho
a la proyección marítima de 200 millas en el Atlántico,
derrumbando ostensiblemente el principio bioceánico. La Argentina
rechazó el laudo y en 1978 hubo arduas negociaciones. En
El Plumerillo y Puerto Montt, dos cumbres Videla-Pinochet. En Buenos
Aires, el nuncio Pío Laghi y el embajador estadounidense
Raúl Castro buscaban evitar el conflicto. Hubo misiones secretas
de la Cancillería a Washington y al Vaticano.
Dentro de la dictadura pujaban "palomas"
—Videla, el jefe del Ejército Roberto Viola, un sector
aeronáutico— y "halcones": la Armada, los
dueños de los "fierros" en el Ejército (los
generales Suárez Mason, Vaquero, Galtieri, Luciano Benjamín
Menéndez).
La Argentina iba a empezar las hostilidades
el 22 de diciembre, a las diez de la noche. Horas antes hubo una
reunión de Videla y los comandantes.
En ese momento llegó el cable papal,
y su propuesta de un enviado. "Sobrevino una discusión
muy dura. No era fácil parar la maquinaria de la guerra porque
ya se había dado la orden, los buques navegaban rumbo al
objetivo (...). En ese clima era muy difícil decir 'Muchachos,
paremos...," recordó Videla.
La mediación se formalizó
con el Acuerdo de Montevideo. Seguirían años de tratativas,
y algunas tensiones. Desgastado, con problemas de salud, Samoré
murió de un paro cardíaco en Roma en febrero de 1983.
La restauración democrática en la Argentina abriría
una nueva fase con la firma del Tratado de Paz y Amistad de 1984,
que puso fin al conflicto, y fue ratificado de manera abrumadora—
por un 81,5 por ciento — en un plebiscito.
Por
Guido Braslavsky, 28 de agosto de 2005
Causas
y consecuencias
Las dictaduras que encabezaban Videla y Pinochet mostraban afinidad
en métodos e ideología, pero eso no atenuaba su delirio
militarista ni la verborragia nacionalista.
La
negociación del cardenal Samoré paró el conflicto,
pero no la tensión. Esta se diluyó tras el acuerdo
final sobre el Beagle y el discurso pacificador de las democracias
que finalmente llegaron. |