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El Ascensor

Cuando entre en el portal me alegre del cambio de temperatura, fuera hacía mucho frío, en cambio dentro, la calefacción se hacía notar. Me estaba desabrochando la cazadora justo cuando recogía el correo del buzón, sin levantar la cabeza de la correspondencia salude al portero, el cual, tan amable como siempre, pregunto acerca de mi gato. Después de responderle me encaminé al ascensor, pero su voz me detuvo.

- ¡No funciona!, dijo.

Mire de reojo a las escaleras, ¡ocho pisos!, madre mia, era la tercera vez en dos meses en la que se rompía el ascensor, y tenía que ser hoy, precisamente hoy, después de haber perdido el autobus y tener que haber andado desde el trabajo hasta el metro, joder.

Después de subir hasta el apartamento y tumbarme en el sofa no me quedaban ni pizca de ganas de ponerme a cocinar, el gato, que no hacía mas que frotarse con mi pierna, llegó a colmar la poca paciencia que me podía quedar, le grité, y él abandonó la habitación. Sintiendome mal conmigo mismo por gritarle fui a echarle algo de comer, y de paso así comía algo yo también, el gato arisco como todos los de su especie, me ignoró por completo al ver su plato lleno de comida, yo por mi parte, calente una lasagna en el microondas y al terminar de comer me eche la siesta.

Me despertó el fonoporta, con ese ruído estridente que tanto me molesta, frotandome los ojos fuí a ver quién era, por el pasillo pisé al gato, que con un maullido desgarrador consiguió acallar el timbre, intente acariciarle, pero se perdió tras una puerta.

Era la empresa encargada de arreglar el ascensor, por fín algo bueno.

Los ruídos en el portal no me permitieron dormir más, me puse manos a la obra en un proyecto que llevaba entre manos, cuando me quise dar cuenta estaba anocheciendo, con lo que decidí bajar al estanco antes de que cerrara.

Utilicé el ascensor con los técnicos aún en el portal, dijeron que iba bien y ya no tendríamos problemas durante un tiempo. Yo sin prestarles la menor atención mientras hablaban con el portero abandoné el edificio.

Eran las diez cuando regresé, después del estanco había estado tomándome algo en el bar de un amigo mío, realmente había bebido de más. El portero ya no estaba en su puesto, y no por eso deje de saludar su silla vacía.

Me planté en la puerta del ascensor y la sonrisa que afloraba en mi cara desde que salí del bar se borró al instante. Maldito, pensé. Pulsé la llamada sin apreciar que este ya estaba ahí, yo sólo veía que la luz del botón al tiempo que la pulsaba se apagaba, sin poder contenerme le propiné tal patada que fue un milagro que no se rompiesen los cristales de la puerta, fue entonces cuando ví que ya estaba ahí, y me sentí vencedor, el ascensor sólo respondía ante la fuerza física.

Entré en él y golpeé con fuerza los botones, no se bien que piso pulsé, pero lo importante es que el ascensor se puso en marcha, y volví a ser el campeón, mi alegría fue tan grande que no pude evitar soltar una gran carcajada, fue entonces cuando se fue la luz. Yo culpando de forma obcecada al ascensor no me percataba que era la electricidad y no el ascensor el que fallaba, siguiendo con la teoría de que sólo respondería a la fuerza bruta me puse a saltar para obligarle a obedecer, al tercer salto aún no había oído ese pequeño crujido, al cuarto salto, el suelo del ascensor se soltó, y yo caí dos pisos rompiéndome las piernas.


D.M.S