V. DE LA DISPONIBILIDAD
38. Los incondicionales han de estar siempre disponibles y dispuestos a aceptar con prontitud, docilidad y diligencia, todo cuanto sea del agrado de la Santa Iglesia.
39. Algunos están disponibles, es decir, libres y pueden, pero no están dispuestos, es decir, no quieren. Otros están dispuestos y quieren, pero no están disponibles del todo ni pueden. La incondicionalidad invita a cuantos están disponibles a que estén también dispuestos. Los así disponibles y dispuestos perfeccionarán su disponibilidad si se ofrecen explícitamente a sus superiores, para que, sin otro requisito, puedan disponer de ellos según las necesidades de la Iglesia y de las comunidades.
40. Pueden ser incondicionales también los que no están del todo libres, por su situación personal o familiar"y se ven condicionados de alguna manera, si viven el espíritu de ía incondicionalidad o incondicionalidad afectiva, aunque no les sea posible vivir la incondicionalidad efectiva. Todos los incondicionales han de vivir intensamente, afectivamente, la incondicionalidad, cultivando la generosidad, longaminidad, magnanimidad, servicialidad y la entrega total en todo cuanto hagan. Han de estar siempre dispuestos a hacer más de lo que estrictamente tienen obligación. Realicen trabajos no remunerados. No sean nunca mezquinos. Compartan dinero y tiempo. No se contenten con dar dinero sólo, sino que se presten ellos personalmente al trabajo por los demás. No pongan límite asu entrega. Sean en todo prontos y diligentes. Estén siempre a punto.
41. Esta disponibilidad total se inspira en las palabras y el ejemplo de Jesucristo que vino a servir y no a ser servido y desea que todo el que le siga se haga "el último de todos y el servidor de todos" (Mc 9,35). Estimen y vivan la "ultimidad". Opten por lo que en la estima del mundo es "lo último", cuando así pueden mejor servir y amar.
Esta opción por 10 último la someten al juicio de sus superiores y obispos, sin presionar ni buscar su gusto, sin imponer sus preferencias personales aunque sean de ultimidad, dejando que sean ellos los que dispongan, manden y ordenen 10 que pastoralmente estimen más conveniente. Si elincondicional siente alguna preferencia o repugnancia, o si el superior le consulta, expondrá con sencillez lo que piensa, no con ánimo de que el superior satisfaga sus deseos, por buenos que sean, sino con la única intención de ayudarle en su discernimiento.
42. Esta disponibilidad total, afectiva y efectiva, contribuye a hacer más fáci¡ el ejercicio de la autoridad en la Iglesia y a resolver el problema de la distribución de los agentes de evangelización, eliminando los desequilibrio s en el propio territorio y acudiendo a otras iglesias particulares que tengan especiales dificultades (cf. PA 20).
43. Los incondicionales se proponen reparar los pecados de desobediencia y las actitudes egoístas de cuantos viven una vida instalada, individualista, inhibida, sin asumir ningún compromiso personal, sin hacer nada ni dar nada ni darse a nadie. Esta es una dimensión muy importante de la disponibilidad de los incondicionales.
44. La disponibilidad lleva consigo igualmente el compromiso de la oración. EIi vistas a la eficacia misma de la misión, es absolutamente indispensable que todos y antes que nadie los Pastores se dediquen a la oración. También es necesario que los Institutos religiosos conserven íntegramente su propia forma de entrega a Dios, tanto promoviendo la noble misión que en este campo llevan a cabo las comunidades contemplativas, como haciendo que los religiosos dedicados a la acción apostólica cultiven su propia unión con Dios y den testimonio de ella abiertamente Ccf. MR 16). El incondicional nunca puede olvidar ni descuidar la dimensión contemplativa de su vida activa.
45. La disponibilidad no se agota con la prestación de servicios ni con la entrega personal, sino que ha de extenderse también a los bienes económicos, siguiendo el ejemplo de las primeras comunidades cristianas que daban un signo palpable de fraternidad en la comunicación de sus bienes temporales, fomentada y practicada intensamente y de muchas maneras. La disponibilidad de los incondicionales en relación con los bienes se debe orientar por los siguientes criterios:
Sean sensibles a las desigualdades económicas en la sociedad y sientan una aguda preocupación por los pobres y una solidaridad mayor con ellos. No reduzcan su comunicación de bienes únicamente a remediar la indigencia a través de una asistencia inmediata, siempre necesaria y que no deben descuidar, sino que han de entrar por las vías institucionales de la promoción y la introducción en las estructuras sociales de las correcciones precisas para una mayor justicia social.
Colaboren con los intentos de equilibrar más audazmente las diferencias entre comunidades, instituciones y personas consagradas al servicio de la Iglesia, ayudando al Fondo Común Diocesano. Dejando a salvo sus deberes de justicia y de piedad, sea la Iglesia heredera del resto de los bienes que poseen; una vez cubiertos los gastos, pongan el resto al servicio del Evangelio, viviendo gozosamente la pobreza.