II. DE LA INCONDICIONALIDAD
4. Incondicionalidad es una virtud que inclina a no exigir requisitos previos, ni poner condiciones ni restricciones cuando se trata de obedecer y servir a la Santa Iglesia. Esta virtud debe caracterizar a los incondicionales y la han de cultivar y promover con interés en todos los ambientes.
5. Incondicionalidad es la respuesta, radical-ciertamente, pero coherente y lógica, que se sienten obligados a dar a la Iglesia al contemplar lo que ésta es en el plan divino de la salvación de los hombres y al conocer su naturaleza y su misión.
Cristo, Mediador único, estableció y mantiene continuamente a su Iglesia Santa en este mundo, como comunidad de fe, esperanza y caridad y como una trabazón visible, por la cual comunica a todos la verdad y la gracia (cf.LG 8). Ella es, por voluntad de Cristo, como un sacramento, signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano (cf.LG 1). Pueblo mesiánico constituido por Cristo en orden a la comunión de vida, de caridad y de verdad, es empleado también por él como instrumento de la redención universal y enviado a todo el mundo como luz del mundo y sal de la tierra (LG 9). Siendo esto así, los incondicionales entienden que nada pueden hacer mejor que entregarse incondicionalmente a su servicio. Esta creen que puede ser su mejor respuesta.
Actuando ellos así no niegan la legitimidad de otras respuestas, de otros modos de entender la fidelidad a la Santa Iglesia, antes bien, respetan profundamente, aprecian, valoran y tienen en gran estima todos los modos de servida, aunque ellos prefieren la incondicionalidad.
6. Los incondicionales asumen la incondicionalidad, también, como compromiso firmísimo de no poner obstáculo alguno, ni en la cosa más mínima, a la unidad, la paz y la concordia en la Santa Iglesia, y de contribuir así a que "se manifieste toda la Iglesia como una muchedumbre reunida por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (LG 4).
Aceptan, respetan, alaban y admiran la diversidad de carismas, dones y ministerios, las distintas maneras de pensar y de ser, de vivir y de actuar que se dan, fruto del Espíritu Santo que "guía a la Iglesia a la plenitud de la verdad, la unifica en la comunión y en el ministerio, la instruye y dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos y la embellece con sus frutos" (LG 4).
Pero, los incondicionales son muy sensibles a todo lo que es división y desunión. No pueden aceptar como algo normal, natural o inevitable las rupturas, enfrentamientos, desobediencias y resistencias a la sagrada jerarquía. Dan gracias a Dios por la pluralidad dentro de la unidad. Oran, trabajan y se sacrifican para que la pluralidad no sea fruto ni consecuencia de la diversidad ni conduzca a ella. Tienen un gran sentido de solidaridad en Cristo y de compensación en su Cuerpo místico; en su virtud, se entregan incondicionalmente a la Santa Iglesia a fin de evitar fracturas en la comunión ec1esial y fraterna y reparadas si se dan.
La incondicionalidad, así vivida, se convierte en un servicio a la Santa Iglesia, siempre necesario, y en activa y eficaz colaboración para el restablecimiento de la paz, la unidad y la concordia en la Iglesia y en el Mundo.
7. La incondicionalidad es ahora más necesaria y urgente. En tiempos de' crisis y cambios, cuando nos encontramos ante nuevas perspectivas, es necesario y urgente reafirmar nuestra solidaridad en Cristo con todos los problemas de la Iglesia y de los hombres, para lo cual es especialmente conveniente extremar la fidelidad y provocar espléndidas actitudes de compensación.
Frente a una contestación bastante generalizada a la sagrada jerarquía, frente a resistencias y desobediencias al magisterio de la Iglesia, el incondicional se compromete a una obediencia y disponibilidad total. Frente a egoísmos y reticencias cuando se trata de entregarse a los demás, frente a tantas quiebras y fracturas en la comunión ec1esial y fraterna, los incondicionales quieren vivir en fidelidad plena. Frente a las crisis económicas que afectan gravemente a los pobres; frente al despilfarro de tantos y a la adoración del becerro de oro de los que buscan sólo el dinero y el placer, los incondicionales se comprometen a vivir el desprendimiento y desapego de los bienes materiales.
Entienden que ha de haber quien voluntariamente haga, y gozosamente, más de lo que está obligado a hacer, para compensar por los que no hacen lo que deben. Los incondicionales optan por la incondicionalidad aún en cosas sobre las que es lícito dialogar, discrepar y poner condiciones perfectamente compatibles con la obediencia y fidelidad a la Santa Iglesia y a los superiores. Y esto lo hacen libre y conscientemente, voluntaria y deliberadamente, porque quieren compensar con ese "exceso" las deficiencias en el amor y en la entrega de los que se resisten a darse y no hacen ni llegan a lo que deben hacer y llegar.
8. La incondicionalidad no es una teoría, sino un compromiso de vida, que se concreta en compromisos determinados, cuales son: fidelidad plena, obediencia incondicional, disponibilidad total a la Santa Iglesia, y donación completa de sí mismos al Señor por la paz, la unidad y la concordia.