CUENTOS COMPLETOS (textos originales) Franz
Kafka
Traducción
de José Rafael Hernández Arias Editorial
Valdemar. Colección Clásicos, 4 446 páginas |
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Se lee en la página 438 de este
libro que Kafka empezó La metamorfosis la noche del 17 al 18
de noviembre de 1912. Un año
exacto después escribiría en su Diario:
"En el fondo, soy un incapaz y un ignorante que, de no haberse
visto obligado, sin ningún mérito por su parte y sin notar apenas la
coacción, a ir a la escuela, ahora sería apto para agazaparse en una
casa de perro, para saltar al exterior cuando le arrojasen la pitanza,
y retroceder después de engullirla". No entraremos en si de verdad
se veía como un incapaz, un ignorante, un perro, un escarabajo que acabará
muriendo de hambre, solo, despreciado por la familia, en una habitación
pintada de excrementos. No busquemos al escritor sincero. ¿Es cierto que quiso que su amigo
M. Brod quemara todas estas páginas? ¿Es cierta la importancia de la
relación con su padre? ¿Sus amores epistolares y raramente correspondidos? ¿Qué trascendencia tiene? Lo que conmociona es que podría
ser. Que es verosímil. Y, aún más, que con todo eso que suponemos que
fue Franz Kafka, un escritor de Praga escribió estos ochenta y tres
relatos, tres novelas, miles de cartas, catorce años de diarios. Y La metamorfosis. También La
metamorfosis. Si usted ha leído ya El
proceso, o El Castillo,
quizá piense que ya es suficiente. Una página tras otra de letra compacta,
de párrafos sin fin, de un estilo antipático, árido, imposible para
una tarde completa de lectura plácida. Se equivoca. Es cierto que raramente se disfruta
de Kafka. Se recuerda alguna página, un comienzo, cierta frase, aquel
momento de un hombre perdido que se gira y ve de pronto que ha aparecido
en una pared un pasillo de oficinas donde seguro no se encontrará. Pero
no hay placer. Permite definir todo el absurdo de una realidad que nos
agobia y nos desespera. Que parece ficción. Pero aun así uno se pregunta
si ha valido la pena el esfuerzo. Porque eso es al fin, un esfuerzo. Hasta este libro. Hasta La metamorfosis. No es fácil olvidar su
hora y media de lectura. La historia de un corredor de comercio que,
antes de levantarse un día convertido un gigantesco insecto, entretenía
las noches en un sofá del salón, junto a sus padres, escuchando como
su hermana tocaba el piano y leyendo ensimismado horarios de trenes. Con humildad les invito a tener
ese recuerdo. Decir que está editado por Valdemar me ahorra explicarles
lo bello y agradable de leer que es este volumen. La longitud de los
cuentos (que se dicen originales, no tocados por las manos de Brod)
es perfecta para gozar por fin del escritor más visto en las camisetas
de los adolescentes que vuelven cada verano de Centro Europa. Y, para qué negarlo, no sé si
ese escarabajo era realmente Franz Kafka. Lo que sí sé es que todos
hemos sido, somos, seremos un día mirados con asco.
Antonio
Campoy |
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