LO QUE MAISIE SABÍA. EN LA JAULA Henry James Editorial Valdemar. Colección Avatares, 21 |
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Henry James suele padecer lectores
distraídos que se resignan a la sola perfección de su estilo. La ingenuidad
o la pereza o la fervorosa admiración sintáctica no perdonan esa distracción
deplorable que anula la discusión de las posibilidades que ofrecen los
argumentos y los personajes siempre complejísimos que Henry James maneja.
Para confirmarlo basta leer los dos cuentos que forman este volumen.
Son dos ejercicios ejemplares sobre la retórica del punto de vista y
dos aventuras quietas y sutiles del alma humana. En el segundo cuento,
En la jaula,
Henry James parece haber imaginado todas las lentas evoluciones de uno
de los laboriosos lectores anónimos enfrentado a cualquiera de sus obras
y, sin excluir la buena ironía, refiere sus probables esperanzas y seguras
decepciones. Hacia el final sentimos, un poco molestos, como quien entiende
que el personaje del que se compadecía era él mismo, que el destino
de la protagonista puede ser el nuestro como lectores de Henry James.
En el primer cuento, Lo
que Maisie sabía, los muchos adulterios notorios o secretos
que ocurren alrededor de una niña son el principio desde el que Henry
James arma una serie de sórdidas ambigüedades entre las que adivinamos,
como asomados a una griete del infierno, enteras devociones personales
que no ignoran el desprecio, la licencia, la recta voluntad de lujo
y aún el mero amor. Las sucesivas brutalidades que la niña acepta como
una decoración más de su exquisito mundo de juguete las esperaríamos
en las páginas más feroces de William Faulkner. Entre los elegantes
escenarios de porcelana azul esas
brutalidades suponen una íntima discordia apenas tolerable que la reticencia
delicadísima de Henry James resuelve con una precisión asombrosa en
la que no es menos decisiva la sospecha que la evidencia. Se han aproximado
el carácter de Maisie y el de aquellas lánguidas niñas disfrazadas que
Lewis Carroll fotografió para sus álbumes privados. Acaso comparten
la incómoda impresión de un grato desorden físico y moral que su edad
o nuestro pudor no consienten. Esa oscura duda enriquece la aventura
subterránea de Alicia y el drama apasionado de Maisie. El vaivén entre
la inocencia y la perversidad es característico de una parte de la obra
de Henry James. Recordemos su pieza más reconocida, Otra
vuelta de tuerca. Henry James siempre exploró con lucidez
el estricto impulso de la virtud y sus corrupciones. En todo momento
le inquietaron las ramificaciones del Mal y le ocuparon su naturaleza
esencial, sus causas y su presencia. Algo perduró en sus hábitos literarios
del compartido fervor familiar por las doctrinas de Swedenborg. Esta
narración, como muchas otras de Henry James, no es menos densa, siniestra
o hermosa que sus infiernos visitados.
Marcos González Mut |
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