SONETOS
VENECIANOS Y OTROS POEMAS
August
Von Platen
Editorial Pre-Textos. La cruz del sur, 395 |
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Hubo una época en la que los escritores
enfermos bajaban hasta Italia para morir de belleza. “¡Ven, extranjero,
a la gran Nápoles, mírala y muere!”. Así empieza uno de los poemas del
conde August Von Platen-Hallermünde. Su nombre fue como su tristeza:
largo y hermoso. Thomas Mann lo admiró y lo retrató tal como era en
el cuento La muerte en Venecia: invertido y fatal. Este libro
es el cuaderno de viaje del conde Von Platen. El viaje empieza y termina
en el alma. O sea: no sale de Venecia. El conde Von Platen celebra en
diecisiete sonetos apasionados una Venecia rota que es el símbolo de
su afantasmada vida íntima. Dice: “Venecia es sólo un sueño”. La decoración
de los poemas tiende al derrumbe físico y espiritual. Hay puertos sin
barcos, leones de bronce hundidos, mazmorras vacías, luces viejas, arcadas
sin mujeres, salas abandonadas en las que ya trabaja la humedad, banderas
gastadas, palacios donde el eco devuelve a quien los pisa noticias de
amor perdidas. Dice: “Venecia cayó...”. Dice: “Pudiera ya verte como
eras, Venecia, un día tan sólo / tan sólo una noche, bella como eras”.
Como la esperanza. El mundo del conde Von Platen es poroso. La belleza
y la muerte se pueden confundir. Las estatuas y las pinturas y los adorables
adolescentes venecianos también se pueden confundir: “Se mezclan con
las formas del arte las más bellas / floraciones de imágenes vivientes”.
Los momentos más emocionantes del libro son aquellos en los que el conde
Von Platen se serena y recoge imágenes de arquitecturas silenciosas
y leves que de alguna manera flotan sobre la decadencia general: “Ahora,
como tumbas, silentes se espejan en la alta marea / gráciles, altas
construcciones de góticas formas”. Aciertan de lleno en esa levedad
que Italo Calvino proponía como una de las claves de la literatura del
próximo milenio. Este libro pequeño y encendido es una piedra más del
edificio que los escritores de todo el mundo han ido levantando para
eternizar Venecia. Salvarán lo que se hunde.
Marcos González Mut |
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Cuando una honda tristeza mi alma acuna puedo encontrar radiante el mercado en Rialto; para el recogimiento del espíritu busco el silencio vencedor del día.
Acodado en el puente, miro a veces, en el suave retemblar del agua, por encima de un muro derruido, las ramas que un laurel salvaje inclina.
Y cuando, estando sobre las estacas, la mirada naufraga en las ondas oscuras, con las que no realiza nupcias ya ningún dogo,
apenas me perturba en la silente orilla, llegando de canales alejados, alguna que otra vez, la voz del gondolero. |
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