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   Diálogo en MI menor

Diálogo en MI menor
Larrondo visto por Larrondo


   Los acontecimientos que se relatan a continuación no son estrictamente verdaderos, pues fueron escritos con alevosía y premeditación, siendo incluso censurados repetidas veces por su autor.
   Estamos en la casa del escriba. Sobre el escenario, el ordenador, mis perros, el temblor del océano gaditano y un poco de nocturnidad. Durante el inicio del drama, la Luna ha empezado a menguar y los mosquitos han llegado a beber a las orillas del entrevistador y del entrevistado, que conforman el único personaje de este diálogo.


PREGUNTA : ¿Estás dispuesto a responder a todas mis preguntas?.

RESPUESTA: No lo sé. No me quiero sentir obligado a nada. Y aunque haya confianza, tráteme de usted. Pregunte y si le salgo con tangencias, trate de ser más inteligente que yo. Le advierto que me tomaré tiempo. Además, si quiero, le mentiré.

PREGUNTA: A me lo va usted a contar. (Encienden un cigarro). Esta noche no ha sonado el teléfono ni ha venido nadie a visitarle. ¿Se siente solo?.

RESPUESTA: A veces sí, hay momentos en que sí. Por eso le concedo esta entrevista. Pero no me siento solo con dolor. Es una soledad conocida, deseada inconscientemente. Están mis perros, que dormitan a nuestros pies. Los mosquitos que al picarnos extienden nuestra presencia al resto del Universo…

P: Ya. Creo que no le gusta el mundo en el que vive.

R: Dicho así sería una afirmación demasiado simple. Quizás no aprecie la época o sienta fastidio, simplemente, por la mala fortuna de no poder vivir eternamente o viajar a través del tiempo para comparar, saltar, borrar o para empezar una vez más de nuevo. Aunque podría haber sido peor. De hecho, lo es. En fin... No es fácil de explicar.

P: ¿De qué quiere que hablemos entonces?.

R: No sé. Usted es quien hace esta entrevista.

P: ¿Yo?. Bueno pues... Separémonos un poco más. (Lo hacen). ¿Quiere que me marche?

R: No. Quiero que vuelva a donde estaba. Cállese un momento y luego pregúnteme lo que quiera.


Varios meses después....

P: ¿Por qué es usted escritor?. (Si es que se puede serlo o usted se lo considera).

R: Podría responder muchas cosas. Sería conveniente que me hiciera esta pregunta varias veces a lo largo de toda mi vida. Lo primero que se me ocurre ahora es que soy escritor por que el primer lenguaje que aprendí a escribir fue el del alfabeto. Si, por ejemplo, me hubiesen enseñado antes que nada a interpretar los signos del solfeo, sin lugar a dudas, hoy sería un músico. Y probablemente, sería mucho mejor músico que escritor. (Perdone la inmodestia).

P: Nunca es tarde...

R: Para ciertas cosas, sí. Digámoslo de otra manera si lo prefiere. Soy escritor por que no he podido ser músico. Muy pocas personas saben que, cuando escribo, es música lo que brota de mi cabeza. A veces soy un poco clásico, otras insultantemente pop...

P: Y también un poco cursi. En fin,... Llegó el tercer milenio. ¿Le molesta pensar que ya nunca será uno de los genios del siglo XX?.

R: ¡Qué barbaridad!. No necesito ser reconocido, ni subrayado, ni aparecer en ningún elenco de celebridades. Desde hace ya bastantes años, tanto el tiempo como los genios sólo son conceptos comerciales o sociales. Mi vanidad se nutre de cosas mucho más auténticas o mucho más superficiales, según el caso. Al final, la posteridad no sirve más que a los vivos. Después de , todo lo que de quede o de se diga o escriba, jamás será cierto. La Humanidad se equivoca. Vivir no es una competición, ni el arte es un negocio. Ni quiero ni puedo ser medido por la mentalidad de nadie. Puede ser que mi siglo haya pasado o que no haya llegado todavía. Estos tiempos son demasiado injustos y demasiado falsos como para dar crédito a cualquier tipo de genialidad. Todos estamos manipulados; nuestra obra y nuestra memoria también.

... Pero varios meses después...

   Casi idéntica decoración. El escriba ha engordado un poco, sobre todo se le nota en la panza y en la papada que trata disimular bajo la barba. Sólo son 34 años, pero tampoco se le ve últimamente con la autoestima muy alta. Ha vuelto a leer mucho. Se gana la vida trabajando en una biblioteca. Pero en el fondo, sigue aspirando a hacer otras muchas cosas. Sigue dialogando en exceso consigo mismo y escribiendo demasiadas utopías. Seguramente, los premios, las riquezas, los reconocimientos definitivos por parte de la crítica y su gran obra maestra están a punto de llegar.

Al tercer intento, consigue, por fin, atrapar en su puño a un mosquito que planeaba, amenazador, delante de su cara.
(Nota importante para el director del drama: no confundir al insecto con ninguno de los que aparecen en la escena primera.).

P: (Con los restos del mosquito aún en su mano). ¿Ha visto qué fácil es matar?.

R: Tiene razón. Pero, no se crea, a veces no suelo cazarlos con tanta facilidad. No vea cómo son de escurridizos esos bichos...

Risas. Luego, en serio.

R: La existencia es algo tan frágil como la pequeña llama de un cirio al viento. Puede consumirse lentamente o a causa del más leve suspiro, todos lo sabemos. Pero la vida del resto de los seres con los que compartimos este inseguro planeta parece que no nos preocupa suficientemente y, créame, la muerte de los animales o de las plantas va en proporción y está íntimamente relacionada con la nuestra. Cuando hemos matado a ese mosquito no le hemos quitado la vida a algo. Hemos matado a alguien y nos hemos quitado un poco de vida también a nosotros mismos.

P: Mejor no hablemos de la muerte. Vivimos anestesiados en tiempos de lujuria y si no le ponemos un final feliz a todo esto, no nos va a querer leer nadie. Mejor, alimente a sus contemporáneos con alguno de los pasajes de su escandalosa vida privada. Eso sí que le dará popularidad. Sincérese conMIgo: ¿A qué drogas es adicto?. ¿Sigue amancebado en el adulterio?. ¿Cuál fue la última puñalada que dio/recibió?.

R: Siento contradecirle, pero eso es como el virgo, lo estoy reservando para cuando me abra de piernas ante el primer editor que quiera publicar mis diarios. Sin embargo, me tomaré la licencia de revelarle una exclusiva: ¿Sabe que estoy escribiendo una novela?.

P: Naturalmente que lo sé. Pero, ¿cree que eso le puede interesar a alguien?.

R: A por lo menos me consuela. Es como una penitencia ante esa vida íntima tan pecaminosa que trata, inútilmente, de airear. ¿Quién no es capaz de mentir, de suicidarse en múltiples sentidos o hasta de matar por amor?. A todos aquellos que no entiendan o no conozcan algunos de esos interrogantes, seguramente, no les interesará ni la novela ni casi ninguno de los renglones que he escrito. Y deje de mirarme de esa manera, haga el favor.

P: (Poniéndose bizco). Le miro y veo, en efecto, a un hombre lleno de miedos. Pero como le veo doble, puedo quizás malinterpretarlo. Usted es uno de ésos a los que la fuerza se les va por la boca...

R: Y por las manos, y por los besos, y hasta por el pensamiento. Este mundo está lleno de vampiros y de injusticias. Son tantas las mentiras, tantas las vanidades y las agonías que arrastramos. Tengo tanta lástima de los hombres y de los tiempos en que vivo que sólo escribiendo consigo conciliarme conMIgo y con todo lo que me rodea. Mi padre fue un mecánico extraordinario, un “manitas”, como suele decirse, pero yo suelo amputarme siempre algún trozo de dedo cada vez que trato de arreglar cualquier desastre de la casa. Intenté, durante mis mocedades, dedicarme al dibujo, a la música, a la sobreinterpretación escénica e, incluso, hasta hice pruebas para trabajar como locutor de radio sin llegar jamás a conseguirlo. Al final, escribir era lo último que me quedaba para cantar los desvaríos que siempre me han martilleado la cabeza. Aún tengo que aprender a utilizarla mejor, a educarla, pero me gusta cómo suena mi voz escrita con palabras. Y perdone, de nuevo, el alarde de inmodestia. Pero no es nada fácil autoentrevistarse y salir airoso de tan impúdico trance.

P: No soy yo quien tiene que perdonarle. No creo que nadie lo haga ni que eso sea lo que usted persigue. ¿O acaso sí?. (Silencios). Osea, que si esta noche le sobreviniese la muerte, si al final, descubriese la cara okulta de la vida sin haberse confesado, ¿se haría cargo de que éstas iban a ser sus últimas palabras?.

R: Sería una lástima, ¿qué quiere que le diga?. Por que nunca se dice ni se escribe lo suficiente y porque, al mismo tiempo, siempre sobrarían todas las palabras. Al final, todo trascenderá de y me arrastrará hasta negarme.

P: Descansemos ahora, entonces, y aferrémonos al amor y a la vida. Por si acaso llega la eternidad y nos sorprende con sus prisas implacables.

R: Descansemos entonces.

   Guarda el archivo el autor en su computadora y se levanta de su poltrona a mirar un momento la Luna mora, como si no hubiese sucedido nada. Al hacerlo, deja caer el telón a sus pies, tropieza y se desploma sobre el suelo, quedándose tendido en una posición ridícula y hasta poco decorosa.
   Tardarán en descubrir su obra, su cadáver y hasta la causa de aquella existencia tan estrepitosa. Sólo el entrevistador es capaz de ver cómo su alma vuela, evaporándose, por la levantera del tiempo.


   ¿Continuará?


Rosa del Mar
El Puerto de Santa María
29 de abril de 2000

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© Juan García Larrondo -2004-