Suspira la madrugada, difuminándose en
su propia oscuridad. Todas las flores se quedan compungidas, muertas
de miedo. Relámpagos. Un rugido seguido de una grosera carcajada
sobrecoge a todas las criaturas del bosque. Algunas estrellas se caen,
fugaces, del susto. MEDUSA irrumpe en el bosque, cortando lianas de
madreselvas con su espada de quimeras. Las flores, aterrorizadas,
se esconden en los pantalones de los hombres, que yacen todos dormidos
bajo las hojas del libro del dramaturgo. Los tentáculos de
la Medusa se extienden y se enroscan en la foresta, provocando un
holocausto. Cada tentáculo reproduce, en su extremo, la cara
de Gorgona, que repta, enorme, sobre las ruinas. Goza de un harem
de voces distintas en cada una de sus bocas.
LA MEDUSA
(Malísima). ¡Qué repugnancia!. ¡Luz!.
¡Haya luz!. (Las bocas enfocan sus luces e iluminan a la
principal). ¡Ah!. ¡No tanta, no tanta…!. ¿Es
que soy estúpida?. Yo misma soy capaz de dejarme ciega…
(Presumida). Cuando todo el Universo sabe cuán encantadores
y fulminantes pueden llegar a ser mis ojos…, ¿verdad?…(Ríe
en todos los idiomas, malvada). ¿Pero cómo podía
vivir este planeta con tantos hierbajos?. ¡Fuera!. ¡Fuera
malas hierbas!. Yo seré la nueva jardinera de este patético
Edén… ¡Yo, con mi poder -por que me da la gana
y la regana- construiré sobre este insoportable vergel mi trono
de piedra!. ¡Mi jardín de piedra!. Un jardín de
piedra que ya empieza a ser Historia…
Ríe
a carcajadas, mientras, con su mirada, petrifica los árboles,
toda la vegetación, y posa con elegancia ante los disparos
de flash que emiten las Luciérnagas. Las Hadas, las Damas,
los Galanes, los Nardos y los Jazmines se transforman en cariátides
y en atlantes de piedra apenas cubiertos de musgo: es el último
recuerdo que les queda de su pasado vegetal. El bosque, por poder,
por brujería y por la real gana de la Medusa, se va convirtiendo
en un enorme pedestal de piedra con columnas e inauditos relieves
de Ídolos aún desconocidos. La Medusa se va aposentando
-en toda su extensión- sobre, dentro y fuera de su nuevo trono,
mientras ríe y grita eufórica…
¡A ver!.
¿Qué noche es ésta?. ¿Santa Juana?. ¡Tonterías!.
¡Esta es mi Madrugada!. ¡Esta es una noche histórica!.
¡Yo!. La belleza multiplicada por sí misma, la esencia
de la perfecta esfera… He vuelto, tras cinco mil millones de
años de injusto exilio, a reinar sobre todo lo que se extiende
desde mi ombligo hasta los espejos convexos del otro extremo de la
Vía Láctea. Por cierto, desde hoy, ya oficialmente mía...
¿Cómo?. ¿Nadie aplaude?. ¡Oh!. (Ruge,
victoriosa). ¡Se me olvidaba que están muertos!…¿O
dormidos?… Bueno, ¿no es acaso lo mismo?… Es…
Es…como tener el corazón de piedra, es como dar besos
de piedra o parir piedras que se reproducen en más piedras
hasta que se consumen en arena, en nada…en piedra….¡en
mí!…¡Ah!. ¡Qué vértigo siento
de ser tan ancha y tan todopedregosa!. (En un instante varias
piedras enormes se levantan del suelo y van a estrellarse contra las
Luciérnagas, que perecen aplastadas). ¡Basta!. (Seductora).
Pongamos una luz más cálida…
Con
sus manos cubiertas de guantes de piedra, la Medusa da una palmada
y, la chispa que desprende, provoca una enorme hoguera en blanco y
negro: el famosísimo “Teatro en Blanco y Negro”
inventado para esta ocasión tan especial por el dramaturgo
sin miedo, en un delirio de solidaridad con la Medusa.
¡Mmmmm!…Perfecto.
(Todo ojos). Gracias, señor dramaturgo. Esta luz me
relaja mucho más la vista: es más tenebrosa y más
adecuada al mensaje que traigo. (Entre diva y colegial).
Pero, venga, ¡venga que le explique!… (Una voluminosa
marioneta del dramaturgo, desciende y escenifica oír a la Medusa.
Los hilos son alambres de espinas). ¡Qué listo es!.
Envía una replica para que no pueda fulminarle con mi mirada…¡por
favor, señor dramaturgo!, que una no es de piedra…toda
entera…
(Monstruosa, realmente monstruosa). ¡La luz que yo
traigo es la No Luz!. Es el reino de lo equívoco, de las tinieblas…¡El
teatro en blanco y negro!…¡Mira como lapido al mundo y
lo sepulto bajo una losa de terror, de miedos y de dolores interminables!.
¡Mira, excrementísimo poeta, que lo que te vomito es
tu palabra!. ¿Querías un momento de amor?. (Risas).
¡Una eternidad de desamor es lo que tendrás!. Una eternidad
de adulterios, de mentiras, de cobardías, de amores imposibles,
de laberintos y de muerte; una infinita sucesión de errores,
de amores prohibidos, de enfermedades, de egoísmos, de vacío,
de soledad y de silencio. Silencio…sí, porque no late
ya ningún corazón en este reino de piedra. (¿Angelical?).
¿No te parece un frase “lapidaria”?. (La repite,
peripatética).
Repentinamente
sincera, la Medusa habla multiplicada con desesperación. La
marioneta no para de rascarse la cabeza, pensando, pensando…
Se deshace un poquito en serrín.
¡Hagamos
un trato, autor!. (Susurra, como para que no le oiga nadie más).
Tú sabes de mi vida pasada, de cosas que casi ya no puedo hablar
sin que la saliva se me vuelva lava, tú sabes porqué
es de piedra mi corazón…y que estaría dispuesta
a… a todo por … (Valiente, furiosa). ¡Te
cambio esta desgracia, toda esta maldición, todo este fatuo
destino, toda esta eternidad de amargura por tu …por tu momento
de amor!… (Llora lacrimosa arena. Las estatuas, por un momento,
se retuercen de una fugaz y primitiva presencia de vida. La Luna aprovecha
para descolgarse y rodar entre algunas estrellas petrificadas hasta
la parte más elevada del trono). ¡Dame ese instante
de amor verdadero que sólo los poetas que sufren saben dar!.
¡Truécalo conmigo y te prometo volverme a mi exilio,
morirme con mis infiernos y mis cielos!. ¡Dame el amor que perdí!.
(Bajando la voz). ¡Dame ese suspiro de vida!…
La
Marioneta, con decisión y martirio, le responde ahorcándose
con sus propios hilos. La Medusa, sin entenderlo y toda furiosos ojos,
petrifica a las Parcas, que caen sobre el cadáver del muñeco,
decapitándolo. Gritos. Las estatuas vuelven a morir. Todo parece
estar muriendo incluso después de muerto, pero Gorgona no ha
comprendido lo que la ama el dramaturgo.
¡Entonces, maldigo a los hombres y a sus estelas, y les condeno
a la locura, a una insoportable eternidad de desamor!…. (Risas.
Todo se estremece). ¡Y a que me imiten!. ¡A eso también
les condeno!. A que construyan estatuas mías, y a que me idolatren
como a la bestia que soy…a que trabajen como esclavos haciendo
ladrillos para la cárcel que me voy a construir… ¡Sí!…
¡Que todos los enamorados del mundo se conviertan en los ladrillos
que han de levantar mi gran ciudad de Petrópolis!. (Se
ilumina un negroide luminoso con el nombre de la ciudad). ¡Petrópolis!.
(Risas. La Luna, recostada sobre unos riscos, enciende su largo
pitillo, y empieza a llenar de humo el trono de la Medusa).
LA LUNA
(Enseñando, impúdica, su cara okulta). ¿Ya
has acabado de maldecir, pulpo de tierra?.
LA MEDUSA
¡Calla trozo ingrávido!. ¡Ya no tienes sentido
aquí!. ¡Vete!. Búscate otros poetas a los que
alunizar… ¿Y cómo te atreves a echar ese humo
tan odioso por la boca?. (Tose). ¡En mi reino está
absolutamente prohibido fumar!.
LA LUNA
(Socarrona). ¡Qué decrépita te veo, Gorgona!.
(Se apaga el cigarro sobre el mar de la Serenidad, estremeciéndose
del gusto. La Medusa echa chispas por los ojos; literalmente).
¡Y no me mires así, por que no me vas a convertir en
más pedregosa de lo que ya soy!. Sabes que digo la verdad.
LA MEDUSA
(Provocando aludes de dolor). ¡Sí, Luna agorera!.
¡Sí!. Ya sé que tienes ese defectillo en tu verborrea.
(Sísmica). ¿Pero por qué me lo dices
en público, mala estrella?.
LA LUNA
¿En público?. Yo sólo veo piedras, piedras, avenidas
de piedras… (El luminoso se funde como una chapuza).
LA MEDUSA
(Soñando, orgullosa…). ¡Petrópolis,
querida!. (Vuelve a encenderse el luminoso). ¿Qué
te parecen los cimientos de la nueva era?.
LA LUNA
(Sincera). Grises, desconchados, feos… tristísimos.
Propios de su reina.
LA MEDUSA
(Muy enfadada). ¡Basta de insultos!. ¿Cómo
te atreves?. ¿Es que no sabes que puedo desorbitarte y volverte
cuerda?. ¡Fuera de aquí!. (Le saca todas sus lenguas).
LA LUNA
¡Eso quisiera!. Pero…¿es que no te das cuenta de
lo que has hecho?. ¡Lo has convertido todo en piedra!…El
planeta pesa tanto ahora que…¡hasta ha dejado de dar vueltas!…
y yo, que sabes que sin esta Tierra no puedo dar ni un paso, me he
estrellado sobre ella y aquí permanezco inquieta. Por tu capricho
todo lo estás trastornando… ¡La galaxia entera!…
(Medusa se retuerce como si se sintiera retorcida). ¡Desdeñosa
Gorgona!. ¡Resentida eternamente estás!. Tú, la
menor de las Medusas, la que fuiste hermosa. Sabes que obras mal por
que de todas las hermanas, tú eres la única mortal.
LA MEDUSA
(Hace girar todos sus ojos, furiosa, provocando terremotos).
¡Luna traicionera!. ¿Por qué has de ser espejo
de todas las locuras?.
LA LUNA
Digo lo que es verdad. El castigo y el premio de los mortales es el
de tener un reloj llamado corazón. ¡Y el tuyo es un reloj
de arena!.
LA MEDUSA
¡Habladurías!. ¡Yo no tengo conciencia, Luna!.
(Ríe). Y no me importa que perezcas tú también
en mi reino de piedra. Te quedarás ahí, y excavaré
túneles por tus entrañas para construir un teatro en
blanco y negro. ¡Serás una atracción más
de mi ciudad!.
LA LUNA
(Inspirada en Greta Garbo, enciende un nuevo pitillo, desafiante).
¿Y qué?. Tarde o temprano yo volveré de plata
la estela de tu tumba. Estás muerta. Fea, vieja y muerta.
La
Medusa da un aullido de dolor que hace estremecerse a la Tierra. Diluvia
lava en un llanto casi humano.
LA MEDUSA
¡No me digas más que soy fea!. (Gime desconsolada,
diríase que se derrumba casi).
LA LUNA
¡Lo sabía!. ¡Sabía que te pondrías
a llorar!. ¿Y dices que no tienes conciencia?. ¡Ah, qué
desdichada!. ¡Detén esas cascadas, que vas a inundar
tus pesadillas!.
LA MEDUSA
(Repta entre los charcos hirvientes). Soy fea, soy fea…¡Soy
fea!. ¡Lo sé!. Mira mis manos… mis dedos que parecen
guijarros, antes eran de bronce… y una vez hubo…¡una
vez!… en que se derritieron en caricias de amor… Mira
mis bocas, todas desgastadas, erosionadas del tiempo… Ya no
son brillantes mis colmillos, ni volverán a besar al dios salado
que una vez me amó. Y mira mis alas, que antes desafiaban al
Sol por ser de oro y hoy, hoy parecen crestas nevadas, un escenario
de terror, un plumaje de recuerdos convertidos en odio…
Soy fea…y tengo que morir siendo fea hasta el mismísimo
instante en que me muera. Pero nací la más hermosa…¿Recuerdas
Luna?. Tú alumbraste mis noches de amor en las playas de Gerión
y mis sueños de eternidad en las Hespérides. Yo me hice
fango, orilla entre los brazos del mar… ¡Mi Dios Poseidón!…
¡Y también iluminaste mi parto el día en que los
hombres y los dioses, aliados, me cortaron la cabeza!…
La
Medusa se despega la cabeza principal del tronco. La sangre de luz
negra brota y se derrama hasta sus cimientos.
LA LUNA
¡Tapa ese agujero, insensata!. ¿Es que quieres también
envenenar al mundo?. ¡Ponte la cabeza!. ¡Ponte la cabeza!.
LA MEDUSA
(Con voz sesgada, claro. Ríe). ¡Me la cortaron
delante de mis hijos recién nacidos!. ¡Y todo por envidia!.
No soportaban ni mi belleza ni mi felicidad… y me dieron por
muerta… pero, de algo me tuvo que servir ser la querida de un
dios, ¿no?. (Virulenta). Poseidón me resucitó,
satélite insignificante,… (Cesan los temblores)
…antes de volver a abandonarme luego para siempre…(Tragicómica).
¡Bien podría haberme dejado para eso muerta!.
Ya no hay amor para Gorgona. Dentro de mí ya sólo crecen
el odio y el dolor. Toda yo soy veneno y aguijón.(Poniéndose
la cabeza). ¡He vuelto para vengarme y envenenarlo todo
antes de morir!.
LA LUNA
Desvarías. No puedes huir de tu destino.
LA MEDUSA
¿Que no?.
LA LUNA
¡Ilusa!.
LA MEDUSA
¿Qué dijiste?.
LA LUNA
(Atrevida). Fea, quise decir fea.
LA MEDUSA
(Estallando en volcanes de lágrimas). ¡Noooooo!.
(Se revuelve, amenazadora). ¡Os vais a consumir todos
en un océano de piedra!.
LA LUNA
¡Los dioses lo impedirán!.
LA MEDUSA
(Ríe). ¿Qué dioses?. Aún no sabes
lo todopedregosa que soy…ja,ja…¡El amor ha muerto!.
Ya no quedan poetas, sólo templos e ídolos en ruinas.
¿Quién te mira ya?. ¿No dices que yo misma estoy
muerta?. (Risas) . ¡Refléjame, espejismo, y
muere tú también de desamor!. Ya no nos haces falta…
La
Medusa se dispone a darle muerte. El Universo se conmueve y gimen
los cuerpos celestiales. Hasta la Madrugada, que andaba despavorida
por el bosque fosilizado, atraída por el crimen, se interpone
con su cuerpo para evitarlo.
LA MADRUGADA
¡Piedad, reina Gorgona!. ¡Piedad!. ¡No sacrifiquéis
a la Luna!.
LA MEDUSA
(Se detiene en seco, casi se atraganta de dolor). ¿Qué?….
¿Qué es esto?.
LA MADRUGADA
Soy
la Madrugada, señora.
Cambiad
mi vida por la suya.
Yo
soy su cómplice, y sin noche,
sin
noches de Luna,
Preferir
muero
y
morir prefiero.
LA MEDUSA
¿Eh?. ¿Qué manera de hablar es esa?.
LA LUNA
(A la Madrugada, que suda rocío).¡No, criatura!.
¡No sabes lo que has hecho!.
LA MEDUSA
¡Qué estupidez!. ¡Os mataré a las dos si
quiero!.
LA MADRUGADA
(Valiente) ¡No os arrepentiréis
si
me escucháis primero!.
De
oídas os he oído
y
ni por eso os temo.
¿Por
qué hacéis esto?
¿Por
qué están todos muertos?.
LA LUNA
(Perigeando). No todos lo están. Alguien nos está
viendo.
LA MEDUSA
¿Cómo?. ¿Es que queréis engatusarme con
vuestros chismorreos?.
LA LUNA
Sabes Gorgona que nunca miento. Y desde mi cara okulta lo estoy ya
viendo. Viene hacia nosotros.
LA MEDUSA
(Girando todas sus cabezas en distintos sentidos). ¿Y
quién es?. ¡Habla centinela!.
LA LUNA
(Haciéndose de rogar). Es que con tanta penumbra…
LA MEDUSA
¡Aparta, Madrugada!. ¡Que venga el Sol corriendo!. ¡Quiero
luz para ver a quien nos ve!.
LA MADRUGADA
¿El Sol?. ¿Es que no lo sabéis?. El Sol, al volverse
el planeta de piedra y paralizarse, se cayó sobre el otro lado
del bosque y lo está incendiando todo sin remedio… ¡Por
eso vine a veros!. ¡Debéis parad la maldición
o vos misma os volveréis de fuego!.
LA MEDUSA
¡Qué astro inoportuno!. En pago de tus incordiantes noticias,
a ti te mataré primero… o mejor, me haré con tu
manto un velo. ¡Eso!.
LA LUNA
Dime Gorgona. ¿No tienes miedo?.
LA MEDUSA
¿Por qué habría de tenerlo?.
LA LUNA
Por que el que está llegando no lo tiene.
LA MEDUSA
¿No tiene miedo?. ¿Ni siquiera de mí?. ¿Cómo
se atreve?.
LA MADRUGADA
¿Qué es?. ¿Un poeta o un príncipe valiente?.
LA LUNA
Las tres cosas es, niña. Es Juan Sin Miedo.
En
el otro extremo del bosque un pirata de colores, casi albino y casi
negro, viene cabalgando sobre un excéntrico centauro que relincha.
El centauro Quitapenas posee el don prodigioso de hacer que, por donde
pise, crezca la hierba luego. Detalle éste que no pasa desapercibido
por la Gorgona y que la molesta sobremanera. Juan Sin Miedo porta
detrás de su espalda el gran Libro del ogrutamarD, un brujo
sabiondo con el que se había citado en el bosque y al que anda
buscando. A partir de esta parte del drama los niños que aún
queden despiertos, ya deben de estar todos con pesadillas. ¡Terrible!.
JUAN
(Deteniendo su montura en seco). ¿Yo?. ¡Detente
Quitapenas!. ¿Es que no has oído como alguien dijo mi
nombre?.
QUITAPENAS
Son obsesiones,
mi dueño.
Llevo años luz cabalgando y aquí
todo está petrificado y yermo…
(Casi a punto de llorar).
¿De qué voy a alimentarme ahora?.
Tengo sed, mi señor,
y hace milenios que no duermo…
¡Tengo hambre!. ¡Tengo frío!.
¡Tengo sueños!.
Nadie dijo vuestro nombre
fueron mis malos pensamientos.
Y los gorgoritos de mis tripas
y mis dientes que retiemblan
y la tierra que se agita
por no sé qué raros entuertos.
JUAN
Siempre con lamentos, Quitapenas. Cuando te compré por tu nombre,
no imaginaba yo este tormento. Si tienes hambre, come de la hierba
que al pisar haces crecer.
QUITAPENAS
(Escrupuloso). Mejor ayuno. Prefiero no hacerlo.
JUAN
Está bien, aquí hemos de detenernos. El brujo de Caldas
es tan lento que siempre llega el último y el primero. ¡Tengo
un buen presentimiento!.
QUITAPENAS
De súbito
se me quitó el hambre.
Sigamos entonces, amo Juan.
Que vuestros presentimientos…
JUAN
No son como los tuyos, siempre funestos. (Bajando del centauro).
¡Qué extraño está el mundo!. ¿Nos
habremos perdido, Quitapenas?. El brujo ogrutamarD nos citó
en este punto, pero antes, aquí había un bosque y reinaban
los galanes de noche y los jazmines… No lo entiendo… (Grita).
¡ogrutamarD!.
La Medusa,
La Luna y La Madrugada están calladas de asombro.
QUITAPENAS
¿No veis?. El hechicero no está, no hay nadie, vayámonos…
JUAN
¡Qué poco espíritu de aventura posees, Quitapenas!.
(Gritando otra vez). ¡ogrutamarD!. ¿Dónde
estás brujo agorero?.
LA MEDUSA
(Hablando bajito, ridícula). ¡Ese centauro me
está poniendo, con sus pezuñas, perdido de hierbajos
el suelo!. ¿Y a quién llama ese, ya no tan joven, mancebo?.
LA LUNA
(Rotando como un radar). ¡Busca a ogrutamarD!. ¡Pero
yo, ni por asomo cerca le veo!.
LA MEDUSA
Pero…¿Cómo no me teme?. ¿Es que no sabe
quién soy?.
LA LUNA
No os conoce, en efecto. Viene de lejos, del norte o del sur, seguramente,
por eso no ha sucumbido a tu embrujo. Además, no te teme, por
que es Juan Sin Miedo.
LA MADRUGADA
Valiente caballero.
LA MEDUSA
¿Ah, sí?. Pues por tener ese nombre tan ridículo,
a ese le mataré el tercero.
La
Medusa ríe a carcajadas. El suelo se estremece y se abre todo
entero en una gran grieta abismal. Juan y Quitapenas resbalan por
la fisura, pero consiguen quedarse a salvo, aunque atrapados en el
agujero.
QUITAPENAS
¿Habéis visto eso, mi señor?.
JUAN
¡Qué cosa más atroz!. (Ríe, temerario).
En este claro reté a ogrutamarD, para que me mostrase el lado
más siniestro del miedo. ¡Pero jamás imaginé
que el miedo fuese tan feo!.
La
Medusa, entre lágrimas, remueve sus entrañas de ira,
provocando nuevos temblores. Juan, en un acto de camaradería,
consigue poner a salvo a su compañero, pero él queda
atrapado por los dientes subterráneos de la Gorgona.
QUITAPENAS
¡Señor!.
JUAN
(Lanzándole el libro). ¡Huye, Quitapenas!. ¡Salva
el libro de los deseos y busca al Brujo ogrutamarD!. ¡Rápido!.
El
centauro huye a regañadientes. La Gorgona ríe en su
frenesí.
LA MADRUGADA
¡Por favor, salvadle!. ¡Se lo traga la tierra!.
LA MEDUSA
¡Sí, y está exquisito!. ¡Hacía tiempo
que no devoraba a un … ya no tan joven guerrero!. (A Juan).
¿Eh?. Dile a mis invitadas ahora que no tienes miedo…¡venga!…¡díselo!…
JUAN
Tengo miedo, sí, pero por ti, piedra horrenda… en cuando
coja mi espada y me vea libre te cortaré el cuello…
LA MEDUSA
¡Oooooh!…(Cínica, bromea). ¡Me tenéis
aterrorizadísima!. ¿Qué eres?. ¿Una parodia
de Perseo?. (Ríe).
JUAN
¿Por qué me haces esto?. ¿Quién eres tú?.
¿Un hechizo del brujo ogrutamarD?.
LA MEDUSA
(Ríe). Esa negra babosa no tiene ni imaginación
para crearme, reptil. (Aterradora). Yo soy el fin de tu rebeldía,
tu negación, todo lo que detestas y temes… tu peor pesadilla…
Eso soy yo, y te diré mi nombre para que sepas quién
te mata…Gorgona, la Medusa…, recuérdalo siempre
Juan Sin Miedo…
JUAN
No me asustas, Gorgona. Incluso aunque seas la criatura más
horrible que hayan visto nunca mis ojos… (Ríe, provocador).
LA LUNA
¡Huy, huy!. La que se va a liar…
LA MEDUSA
(Encendida de coraje). Mmmm…¡Qué joven
tan arrogante!. ¿Te crees acaso el más bello?. ¿Sí?.
LA MADRUGADA
Hermoso amante debe ser en las madrugadas de invierno…¡Y
qué genio!.
JUAN
¿Cómo me ves tú, Gorgona?. ¿Te parezco
hermoso?.
LA MEDUSA
(Mala). Espera que me fije con más detalle… (Acerca
sus ojos a Juan).
LA MADRUGADA
¡No la mires o en piedra te convertirás!.
Juan
aparta rápidamente sus ojos.
LA MEDUSA
(Riendo). En hermosa estatua de Apolo te puedo esculpir si
me miras, bello Juan…(Se retira de Juan y aplasta con una piedra
a la Madrugada, aprisionándola. Habla como una filósofa).
¡Ah, la vanidad de la belleza!. Seguro que eres un ser muy amado,
¿no?.
JUAN
No conozco el amor, señora. No sé qué es eso.
LA MEDUSA
(Súbitamente interesada). ¿No?.
LA LUNA
¡Por eso no tienes miedo!.
JUAN
¿Por eso?.
LA MEDUSA
Entonces… no sabes ni de celos ni de posesiones, ni de dolores
ni lágrimas, ni de odios y rencores…
JUAN
¿Es eso el amor?.
LA LUNA
También es dicha y ternura, entrega sin límites y alegría,
también es coraje y divinidad…Es todo lo que uno puede
llegar a ser…
JUAN
Entonces no le conozco y no me gustaría morir sin conocerlo.
¡A nada temo!.
LA MEDUSA
Ya le temerás. Y a ese castigo te condeno. Con una condición…
JUAN
¿Cuál?.
LA MEDUSA
Que cuando halles el amor, a mí me lo des en sacrificio.
JUAN
¿Sólo eso?. ¿Cómo?.
LA LUNA
¡Cuidado, Juan!.
LA MEDUSA
Con un beso.
LA LUNA
¡Eso no es el amor!.
LA MEDUSA
¡Habrá de serlo!.
LA LUNA
¡Morirá en cuanto te bese!.
LA MEDUSA
Por eso.
JUAN
¡Lo acepto!.
LA LUNA
¡Estás muerto!.
LA MEDUSA
¡Ay, morir de amor!. ¿Habrá más hermoso
gesto?. Mira que aún estás a tiempo de arrepentirte…¡Hasta
tres te cuento!.
JUAN
No tengo miedo. Encontraré el amor, y luego te lo entregaré
como pides, Gorgona, con un beso. Ahora, ¡libérame de
este agujero!.
LA MEDUSA
¿Cómo dices?. ¿Crees que te creo?. ¡Ni
por un momento!.(Ríe a carcajadas y cuenta hasta tres,
pero muy rápido. De sus múltiples cuevas y barrancos
salen aullando los Lobos Guerreros. Son barbudos, de largas orejas,
velludos, cejijuntos, con ojos amarillos y moros, y visten brillantes
uniformes. Son también hermosamente letales).
Estos son mis fieles perros. Los soldados de Petrópolis. Fieros
amantes, de potentes miembros y de lenguas lascivas. Lobos en el la
batalla y lobos en el lecho. Nunca fallan. Aman a sus víctimas
hasta el frenesí y, luego, las matan de amor, devorándolas
a besos. (Ríe). ¿Decías que no conocías
el amor, Juan?. ¡Sufre ahora sus más terribles tormentos!.
(A los lobos, con cansancio). ¡Matadle de amor, perros!.
Los
Lobos rodean con hermosos rituales de apareamiento a Juan. Se le acercan
y empiezan a insinuársele. Le acarician, le guiñan,
le lanzan besos, le dicen cosas picantes a los oídos. Juan
se estremece. Algunos de los lobos, los más atrevidos, le arrancan
algunos de sus ropajes, en actos más apasionados que violentos.
Algunos luchan entre ellos por poseer a Juan en exclusividad. Uno
de ellos, el lobo Sinvivir, el más enamorado, le regala una
rosa y le besa delicadamente, otro le lame la nuca, los brazos y le
acaricia el cabello, otros buscan el amparo secreto de su sexo y llegan
a súbitos orgasmos de tan sólo imaginar el frote de
sus cuerpos. Juan acaba cediendo y participa del flirteo. Chasquidos
de dientes, miradas de complicidad y de posesión. Dos guerreros
se disputan al nuevo amado. Un tercero, más decidido, acaba
mordiéndole los labios… La sangre excita a las fieras.
Juan aúlla y de todos elige a Sinvivir que, bravo, aparta a
los demás, le libera de su cárcel de piedras y, decidido,
le abraza por la espalda, lamiéndole el cuello. Los demás
lobos les imitan, burlones, instintivamente obscenos. Juan, altanero
y atrevido, se gira y hace intento de besar a Sinvivir, pero le bromea,
e interpone la rosa entre sus bocas. Los ojos amarillos del lobo se
abren para verle mejor, para adorarlo. ¡Qué hambre de
hombre siente en su estómago!.
LA LUNA
(Estremecida). Los lobos aúllan porque tienen el corazón
roto y porque saben que les estoy viendo. Pero esto no es amor, Gorgona.
Eso es sólo deseo. Si devoran a Juan, ¿cómo podrá
entregarte su amor?.
LA MEDUSA
(Con males de ojo). Ya no hay amor para Gorgona. Soy fea,
sí, e incluso puede que absurda. No me lo digas más.
Unos delfines
alados pasan corriendo dando saltos, felices, como demonios. Les siguen
después los caballitos de mar y algunas esponjas y peces de
espuma… Todos se detienen para admirar el desfile. Juan lo mira
todo, maravillado, mientras Sinvivir le coge la mano y lo olfatea,
enseñándole los dientes.
LA MEDUSA
(Asombrada por la inesperada cabalgata oceánica).
¿Y ahora?. ¿A qué viene eso?.
La
piedra que estaba sobre la Madrugada empieza a temblar. La Medusa
la libera.
LA MADRUGADA
¡Aire al
fin!.
¿Es que no notáis el viento?.
Viene sobre la tierra,
llega desde su centro.
Es el mar que se ha deshecho
del viejo mundo de hielo.
Va cubriendo Petrópolis,
ya viene, ya está viniendo.
Maradentro.
Tierradentro.
LA LUNA
Mira por donde, Gorgona, además de ciudad, vas a tener un puerto.
LA MEDUSA
¿El mar?. ¿Aquí?. (Se arregla, coqueta).
¡Mi antiguo amante, Poseidón!. ¡Después
de tantos millones de años!. Ahora que ya no quiero verlo…
LA MADRUGADA
El Sol, como no
sabe
qué hacer ni tiene sentido,
harto de tanto calor,
los Polos ha derretido,
Y al dios Poseidón,
vuestro reino le ha cedido.
LA MEDUSA
¡Dile que no le doy audiencia, que me construiré una
torre!.
JUAN
(Hechizado por el Licántropo). ¿Dónde
estabas antes, lobo Sinvivir, que ya nada recuerdo?.
SINVIVIR
(Hechizado también). Dentro de ti, aguardándote.
Multitud
de chorros de agua brotan en todas partes del bosque, inundándolo.
Los lobos, a duras penas, consiguen escapar. Juan y Sinvivir, por
no querer separarse, quedan atrapados en la cima de uno de los chorros
y tratan de no desplomarse.
LA LUNA
¡Ya está aquí para hacerte pagar tanta osadía!.
¿Ves lo que has conseguido, Gorgona, con tu espanto?.
LA MEDUSA
¡Que venga!. ¡Ya no le amo!. ¡A él le mataré
el cuarto!. (Ríe).
LA LUNA
¡Libérame, Medusa!. ¡O todos moriremos ahogados!.
LA MEDUSA
(Sin parar de reír). Sí, Luna. Haz lo que debes
hacer. ¡Controla esa maldita marea que yo construiré
mientras el alcantarillado de esta ciudad!. ¡Orden!. ¡Necesito
orden!. (Dando saltos sobre los charcos).
La
Luna sale despedida y empieza a girar sobre sí misma, ocupando
su lugar en el espacio y regulando las mareas. Bajamar. Cesa el viento
y los chorros de agua bajan hasta desaparecer. Juan y el Lobo son
atrapados en un remolino y acaban siendo absorbidos hacia el centro
de la Tierra.
LA MADRUGADA
¡Juan!. ¡Juan!. ¡Adiós a la esperanza!.
LA MEDUSA
¡Deja a ese infeliz!. ¡Corre a avisar al Sol!. Despiértale,
y dile que le exijo que se aleje todo lo que pueda de mi reino. ¡Hazlo!.
LA MADRUGADA
(Tembladora). Pero…si al Sol me acerco…¡moriré!.
LA MEDUSA
¡Pues amanece y muérete en el acto!. Tu vida me ofreciste
a cambio de la Luna hace un interludio, ¿no?. ¡Entonces,
págame!. Así que …¡volando!. (La Madrugada
obedece, espantada). ¡Ah!. ¡Cuánto cuesta
gobernar!. ¡Ya se acabó aquí el parlamento!. Hágase
todo mi imperio de piedra. Que todo se seque de una vez por todas.
No necesito al Sol, no necesito a la Luna, no necesito a la Madrugada
ni a este mar que sólo reaviva en mí odiosos recuerdos.
¡Basta de esperanzas!. ¡No quiero que nadie se detenga
ni un instante!. Sobre estas ciénagas nacerá mi gran
ciudad de Petrópolis y cuando la última de sus torres
quede construida, entonces, sólo entonces, se detendrá
esta locura y todo desaparecerá. Sobre el silencio, sobre la
tierra muerta, sobre el olvido y la nada, entonces, sólo entonces,
haré testamento y me prepararé para morir…
(Llora). Para morir sola, fea, vieja y sola. Sin mi beso
de amor…. (Enigmática, mira hacia el agujero por
donde Juan y Sinvivir desaparecieron). ¿…O quizás
no?. (Suspira, erosionándose el pecho). ¡Ay,
Juan, qué joven tan bello!…
Medusa
se oscurece entre risas y lágrimas. Y cuando ella dice de oscurecerse,
lo hará también el bosque, la vida, el cielo y el mar.
Todo se vuelve de basalto y carbón, consiguiendo por fin llegar
al Teatro absolutamente negro, también inventado por el autor
con el fin de no detener el drama y forzar así un amago de
entreacto.
Subterránea oscuridad y gemidos. Juan y el lobo Sinvivir yacen
sepultados bajo un mar negro de escombros y de huesos. Todo es dramáticamente
negro.
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