Seré Isla

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SERÉ  ISLA
(1996)

I PREMIO DE TEATRO
“DOÑA MENCÍA DE SALCEDO”

1999
Del Excmo. Ayuntamiento de
NOALEJO (Jaén)

a Mercedes Escolano.

   Isla está rodeada de mar, diríase que de un mar "amniótico", pero su corazón y su casa son el esqueleto de una desproporcionada caracola que vino a abandonarse a sus orillas. Sus huellas han rubricado caprichosas imágenes marinas sobre la arena multicolor: delfines, hipocampos, estrellas, tritones y medusas. Suspira el océano en calma. Isla está sola y perdida en la inmensidad de un sueño del que no puede despertar y, en tal sopor de subconsciencia, la vemos emerger de las aguas cargada con una gran concha en la que hay un pez dando volteretas. Conviene saber que Isla es un alevín de sirena de, tan sólo, seiscientos cincuenta años... unos nueve meses si los computamos desde nuestros ridículos criterios de tiempo terrestre. Con suma destreza, Isla se desliza hasta la base de la caracola y, soltando la concha con desamparo, se sacude de la sal y de las gotas que también se vinieron con ella después de su jornada de pesca submarina.
   Isla es hermosa. Sus pechos, recién nacidos y coronados en forma de estrellas, están erguidos y rebosantes de la primera juventud. En su larga cabellera viven miles de rémoras, pequeños crustáceos, erizos y corales que, tan sólo bajo el mar, se dejan ver tímidamente en todo su colorido. Cuando Isla vive sobre la tierra, todo su microcosmos marino se apaga y se reseca, casi dejando de existir, pero aún se despiden por sus hombros varias anémonas y un retrasado camarón. Aunque su aspecto más espectacular reside, verdaderamente, en su larga y fulgente cola, bien conservada y casi sin cicatrices de las hélices o los escollos, con tan sólo algunas lapas y parásitos adheridos que ella, durante horas y no sin dolor, muerde y acaba por despegar. Pero, ahora, desde hace ya algún tiempo, Isla está inquieta y preocupada. Con cierto temblor y remordimiento, saca el pez de la concha y, tras tragar salada saliva, cierra los ojos y abre su boca para comérselo... Mas no puede cometer el crimen. Lo vuelve a intentar...



      Perdóname, hermano. Pero tengo hambre. (Muerde a su semejante, pero se lo arranca súbitamente de la boca). ¡Está bien, no grites!. ¿Y qué quieres que haga, eh?. ¡Ya sé que duele!. ¿Acaso tengo yo la culpa?. Es la ley del mar, nuestra ley. ¡Qué más quisiera yo que cambiarla!. Otro pez, más grande, acabará un día haciéndomelo a mí. ¡Pero no lo conseguirá sin lucha!. (Atiende al pez, aún en su mano, que le recrimina con sus coletazos). Ya... ¿Y te crees que a mí me apetece comerme a un semejante?. (Ríe). ¿Piensas que no preferiría un puñado de ermitaños o unas tiernas crías de medusa antes que devorarte hasta la espina?. Sí, y también podría comerme los corales y las algas de mi cabeza, pero no quiero terminar calva... Además, no me gustan los corales...(Angustiada). Está ocurriendo, pececillo, me estoy volviendo por dentro toda de coral. Ya, hasta nadar me duele, ¿sabes?. ¡Parece que voy a quebrarme y a deshacerme en diminuta arenilla!. ¿Será el hambre?. No lo sé. Antes todo me gustaba. Antes ya te habría devorado y ¡mira ahora!. Aquí estoy soltándote un discurso... Ahora todo lo que antes comía, me parece repugnante, y en el fondo del mar ya sólo hay un desierto de basura. Todo está yermo, gris, vacío...(Mirando al océano). ¡Ese maldito continente que se acerca!. (Al pez). Están terminando el puente, hoy lo he visto porque me he recorrido más de seis mil leguas y he rastreado durante toda la marea, buscando alimento y, ya ves, sólo te he encontrado a ti y a varias almejas llenas de oscura arena... (Huele al pez). ¿Y tú, qué has comido últimamente?. Basura. Sólo basura, ¿verdad?. ¿Y no te habrás encontrado con mi hermano el delfín?.(Decepcionada). Es que hace días que a él tampoco le veo. ¡Oh, si pudiese nadar hasta algún recóndito mar que aún no esté contaminado!. Abrir mi boca, sin temor a tragar el agua limpia y a expulsarla por mis branquias, llenándome entera de la vida microscópica... (Desolada). ¡Ah, basta ya!. (Suelta al pez en el agua). ¡Vete y devuélveme algún día el favor que te hago!. No sobreviviré si no dejo de ser tan sentimental... (Suspira). ¡Me comeré las almejas!. (Se va hacia la concha, extrae algunas almejas y, desesperada, las abre, pero todas están vacías, llenas de tierra). ¡Oh, no!. ¡No!. ¡No!. (Lloriquea). ¡Ay, si al menos pudiese dormir y despertar para descubrir que todo esto no es más que una pesadilla!. Ya no me quedan fuerzas para seguir resistiendo. El continente se aproxima, todo se está volviendo más pequeño, el mar ya no me quiere, ni me da alimentos, y ningún banco de sirenas escuchará desde lejos mis lamentos... Si es que existen, si es que el continente no las ha encontrado ya. (Grita hacia la caracola, suena un eco metálico) ¡Qué lamentable asistir a la extinción de tan mítica especie!. (Ríe). Pero, ¿qué estoy haciendo hablando así?. (Bordean su costa una bandada de gaviotas. Isla las observa, anhelante). ¡Gaviotas!. ¡Eh!. ¡Eh!. ¿De dónde venís?. ¿Adónde vais?. (Las gaviotas se alejan desoyéndola). No me entienden... ¡Rencorosas!. ¡Eso es lo que sois!. Y aunque me entendieran, ni siquiera se acercarían. Son las espías del continente. Ellas le cuentan dónde estoy: náufraga de mi propia naturaleza, exiliada en mi casa, sola, única, extraña, claro... saben que soy Isla. Sólo los pájaros y el viento conocen mi paradero y el futuro que me aguarda. La próxima vez que pasen me esconderé en mi caracola, así les costará más encontrarme. (Dolida, a las aves). ¡Estúpidas!. Ni siquiera un diminuto excremento que llevarme a la boca me habéis dejado. ¡Ay, si yo tuviera alas!. Pero no, aún no me han crecido del todo las aletas y ni casi puedo ya nadar, pero lo que sí que tengo también es miedo. Miedo a intoxicarme si trato de alcanzar otros archipiélagos, miedo a morir de hambre, o a morir asfixiada, porque cada vez me cuesta más trabajo respirar. ¿Tendré algún plástico entre las branquias?. ¿Cómo podría escapar de aquí?. ¡Qué más da!. ¿Y dónde se supone que podría ir?. Huya hacia donde huya, siempre iré a embarrancar junto al continente... Porque está ahí, dejándome aislada, rodeándome con su fango y sus montañas de basura. Desde la superficie aún no se le ve, pero, desde el fondo, oigo perfectamente como se acerca cada vez más y más... (Se acaricia el corazón). Antes oía este latido multiplicado por todo el mar, pero desde que se ha detenido ya sólo oigo el mío. Y en el silencio, escucho la melodía de un final... ¡Están construyendo un puente!. Un puente para llegar hasta aquí y hacerme desaparecer en el continente. ¿Y por qué?. (Se eriza la superficie de la orilla. Las algas del pelo de Isla se conmueven ya casi secas). ¡Mmmm!. ¿Qué es esto?. ¿Euros o Pontos?. ¡Viento!. ¡Viento!. ¡Húmeda brisa!. (Casi incorporada sobre su cola, extiende los brazos). ¿No traerás hoy para mí ninguna exquisita semilla, ningún minúsculo manjar?. (Lo huele, se lame, buscando alimentos). ¿Qué noticias me traes?. ¡Oh, viento!. ¿Soy ya la última isla?. ¡Viento que pasas!. ¿Hay algún semejante mío en cualquier extremo de los pétalos de tu rosa?. ¿Hay otro mar detrás del continente o ya todo es desolación?. Mira que me siento tan sola... ¿Has visto saltar a mi hermano el delfín?.
      ¿Te vas?. Y no me dices nada. Sólo viento. Llega la bajamar, ¿verdad?. ¡Oh, qué caótica monotonía!. Apenas me quedan fuerzas para entonar una canción pero, por si acaso vas a morir donde viven mis hermanos, llévate contigo esta última melodía.


Pude ser de tu proa mascarón
vanguardia, victoria alada
despojada de sandalias,
describiendo con mis agallas
tu impulso a mi espalda
y la ruta de un mar de amor.
Mas no soy más que una isla
que a tu deriva flotante nada
condenada a la sequía,
desandando con mi alma
tu lastre a mi espalda
y la ruta de un mal de amor.

   Llega la Bajamar. Isla se queda dormida con su propia canción. Desde el interior de la caracola, surgen, casi distorsionadas, las voces de la realidad. Isla parece sufrirlas en su propio sueño.
Dicen las voces...


- Despacio. ¡Despacio!. ¡Con cuidado!.

- ¡No hay quien aguante el olor de la descomposición!.

- Todo está listo en el paritorio, doctor.

- Es increíble. ¡Increíble!.

- ¿Cuánto tiempo dice que lleva muerta?.

- Cuatro días.

- Es imposible.

- El vehículo cayó al mar desde el puente.

- Seguramente sintió que el parto estaba cerca y ella misma decidió coger el coche hasta el hospital.

- Cuatro días muerta y la criatura viva. Eso no es posible, doctor.

- Despacio. Prepárenlo todo. Olvide el paritorio y prepare el quirófano.

- Todavía podemos salvarla. Todo el mundo atento.

   Isla se despierta súbitamente. Tiembla, aunque no de frío. Las voces de su sueño desaparecen. La pequeña repta hasta el labio de la caracola y se asoma, curiosa y asustada, a su interior.


      ¿Qué?. ¿Me habéis llamado?. (Despertando). ¡Me estoy volviendo loca!. ¡Oh, qué calma tan extraña!. Otra vez la pesadilla, otra vez... ¡Y tengo tanta hambre!. (Se acerca hasta la orilla, y se refresca con el agua. Descubre, aterrorizada, el cadáver de un delfín). ¡Oh, no, no, no!. ¡Qué espanto!. (Lloriquea). ¡Pobre delfín!. ¿Tú también estás muerto?. (Grita, dolorida). Pero, ¿qué es lo que está pasando aquí?.(Llora, agarrando hacia sí el cuerpo del delfín). ¿Dónde están tus alas, pequeñín?. ¡Ah!. El mar ya no nos quiere. Eso es. Antes todo era fácil, divertido... pero desde que el eco se detuvo, ya nada es como era. Todo está muriéndose dentro y fuera de mí. ¡Hasta tú, mi semejante y hermano!. Hasta tú...
      A morir has venido a mi isla. Pero, ¡cuántas veces viniste a jugar conmigo junto al arrecife!. ¿Es que ya no queda nadie aquí?. ¡Eh!. ¡Eh!. (Fatigada. Se retuerce sobre su vientre). ¡Qué dolor!. Tengo que comer, tengo que sobrevivir, tengo que... (Se detiene, mirando asustada el cadáver del delfín). ¡Eso es!. ¡Tú serás ahora mi alimento, hermano de las profundidades!. ¡Carne de mi carne!. (No sin esfuerzo, desgarra el pecho del delfín y extrae su corazón). Me comeré tu corazón, delfín. Así, si sobrevivo, tu siempre estarás vivo en mí. (Se lo come. Llora y devora compulsivamente). Yo había imaginado un futuro diferente... Bueno, en realidad, nunca me había tenido que imaginar nada, hasta ahora...no sabía que las cosas acababan, ni me habían asaltado antes tantas preguntas y tantos miedos. ¿Ya no voy a crecer?. ¿Y mis pechos?. ¿No se levantarán ya cuando llegue el temporal de los deseos?. ¡No, no, no!. Todavía no he vivido suficiente. ¡Si ni siquiera he alcanzado aún toda mi longitud!. (Ríe, acariciando al delfín). No tiene sentido. Todo esto no tiene ningún sentido. Pero yo escaparé antes de que el puente llegue hasta aquí. En algún rincón de esta caverna debe de estar la explicación, la salida, el océano infinito...

   Isla acurruca al delfín y, tras besarle, lo arrastra de nuevo hasta la orilla, para sumergirlo.

Ven... Déjame que te devuelva al abismo. Descenderé contigo hasta el fin del acantilado, y allí te diré para siempre adiós. Algún hipocampo nos servirá de escolta y yo misma te cantaré la oración de los ahogados...

Le corona la medusa
maradentro al extranjero
van por delante dos tritones,
marina parca y un coro de burbujas
relatando a los mares
la suerte del náufrago marinero.
Hombre de agua.
Delfín de aire.


   Isla se sumerge con el delfín y desaparece. Es en ese momento cuando se detiene la marea.

   Llega la altamar. Durante la ausencia de Isla, Las voces del exterior vuelven a surgir a través de la caracola.

   Dicen las voces...

- Hay complicaciones. En la monitorización se aprecian trastornos del ritmo cardiaco.

- Estamos perdiendo a la criatura.

- ¿Lista mesa operatoria?.

- Iniciamos la cesárea.

- Abriendo.

- Lo que nos temíamos. El agua de mar se ha mezclado con el líquido amniótico. No sobrevivirá.

- Aspiren líquido.

- Confirmado: es un embarazo gemelar. A uno ya lo hemos perdido.

- Si el otro vive, éste será un caso histórico.

- Vivirá. Si ha soportado cuatro días dentro de la matriz, lo conseguirá.

- ¡Vamos, vamos, vamos!.


   Isla emerge de las profundidades. Casi sin fuerzas se arrastra hasta la orilla de si misma. Pero al salir del agua ha sufrido una pequeña metamorfosis. Sus cabellos marinos han desaparecido casi por completo y su exuberante cola ha empezado a descomponerse. De entre las escamas le sobresalen dos sangrantes piernecillas que, más bien, podrían ser los restos de una espina bífida. Isla ha menguado. La marea, lentamente, también empieza a decrecer.


      ¡Se está secando!. ¡El mar se está secando por todas partes!. Ya, ni siquiera, he podido ver el cadáver de Ulises. Ha desaparecido. Y con él, los restos del "Argo" y sus tesoros. Ha llegado hasta aquí. El continente ha empezado a convertirme en su contenido... y yo... yo... (Descubre su cola destrozada, y el estado de sus cabellos). Yo ya nunca más volveré a cantar, ni a tocar la flauta o la lira a los bienaventurados. Hasta la memoria se me ha convertido en coral, porque ya no recuerdo ni mi nombre ni el genio marino que, cierto día, alguien me prometió que llegaría a ser. Una mitad de mí se está muriendo. Precisamente la que más me gustaba. ¡Oh, cómo duele la mortalidad!. (Se arranca los fragmentos de su cola). ¿Quién me dio estas alas para cortármelas luego?. ¿Quién me dio el don de la música, si jamás he podido atraer a ningún argonauta para devorarle?. ¿Quién me abandonó en este sarcófago si yo debía ser Isla Afortunada?.(Del interior de la caracola surgen violentos sonidos metálicos. Isla se asusta. Trata de incorporarse, aunque le resulta muy doloroso tener que apoyarse en sus piernas). ¿Quién está ahí?. ¡Fuera!. ¡Fuera de mi casa!. (Llora). Son ellos.. ya han llegado. Vienen atravesando el puente. ¡Ya no soy isla!. (Desesperada, se arrastra hasta la orilla, pero ésta ha desaparecido). ¿Dónde está el mar?. Ya ni ahogarme puedo siquiera. Todo se ha vuelto tierra: un istmo...sí, pero ¿hacia qué?. Yo quería ser eternamente joven, y ahora envejeceré y tendré que apoyarme sobre estos frágiles corales. ¿Es esto despertar?. Si, al menos, hubiese renunciado a todo por amor...(Se ilumina. Sonríe). Aunque, quizás... todavía... ¡No me cogerán sin lucha!. (Altiva, cada vez más infantil, se encamina hacia la caracola, como una amazona ante la última de sus batallas). ¡Canta Isla!. Aunque seas niña, canta y atrae a los navegantes hasta las rocas de tus pies. ¡Canta!. ¡Canta Isla!.

   Isla, temblorosa, entra cantando en su caracola. Todavía se gira un instante, antes de desaparecer, hacia el vacío que ocupó. Todo se va volviendo de un abisal oscuro, mientras el interior de la caracola se ilumina, dejando ver a los hombres su laberíntico interior: quizás una diminuta caracoleta humana a la que le late con fuerza el corazón. Las paredes de la caracola parecen, incluso, estar vivas, con un fluir constante de líquidos, músicas y latidos. Surgen del útero de la concha las voces de la realidad, distorsionadas sobre la última canción de Isla.


      Desde el Mar de fondo dicen las voces:

- ¡Es una niña!.

- Aspirando secreciones.

- Suturen a la madre.

- Auscultando.

- Hay latido, confirmado. ¡Está viva!.

   (Se oyen los palmoteos sobre el bebé).

- Parece que se ha alimentado en parte del otro feto muerto.

- Y del agua marina.

   (La niña, por fin, llega al mundo como todos los demás, llorando).

- ¡Bienvenida, pequeña!.

- Si me lo hubiesen contado, no me lo habría creído nunca.

- Es un milagro.

- ¡Huele a mar!.

   (Tras unos momentos de silencio).

- Es una niña casi acuática, ¿no?.

- (Riendo). ¡Una sirenita preciosa!.

   Y desde ultramar canta la sirena:


Mira Orfeo lo que tañe mi lira:
Imprudentes, los hombres,
entre sí se gestan y multiplican
buscando la inasible eternidad.
Pero oye, Plutón, el aire de mi flauta:
Ignorantes, los hombres,
a sí mismos se devoran
sin alcanzar la orilla de los consuelos.
Mirad que les venceré con mi canción,
que sabe de sueños perdidos.
Y triunfante volveré.


   Los balbuceos de "Isla" y las voces van desapareciendo lentamente, mientras se funden con el suspiro del océano, de nuevo en calma. Profundo oscuro y telón en picado hasta el abismo.

"Rosa del Mar". El Puerto.
Invierno 1996

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© Juan García Larrondo -2004-