Las teorías clásicas sobre el
liderazgo ofrecen una visión parcial y
mecanicista.
Todos sabemos que un líder
necesita visón y energía. Pero para ser verdaderamente inspirador
requiere otras cuatro cualidades que sólo puede desarrollar si
estudia a fondo su verdadera personalidad.
“¿Por qué creen que alguien desearla ser
liderado por uno de ustedes?”. En los últimos diez años hemos hecho
esta pregunta a docenas de ejecutivos de EE UU y Europa. Y la
respuesta ha sido siempre un repentino y profundo
silencio.
No se puede hacer nada en los
negocios sin gente que te siga, y los seguidores no son hoy fáciles
de encontrar. Por eso, los directivos deben conocer mejor lo que les
puede facilitar un liderazgo más efectivo. Pero la mayoría no sabe
cómo informarse, y no es de extrañar: sólo en el último año se han
publicado más de 2.000 libros sobre liderazgo. En general, todos
coinciden en lo obvio: el líder debe tener visión, energía,
autoridad y dirección estratégica. Nosotros consideramos que
comparten además cuatro cualidades necesarias: muestran sus
debilidades, son hábiles sensores intuitivos, manifiestan una
empatía no exenta de autoridad y realzan sus
diferencias.
Nuestra investigación sobre el
liderazgo, iniciada hace unos 25 años, se ha desarrollado en tres
vertientes. Como académicos, hemos rastreado en las principales
teorías del siglo XIX para desarrollar nuestro propio modelo de
trabajo. Como consultores, hemos comprobado nuestra teoría en
talleres de trabajo con cientos de ejecutivos y clientes de todo el
mundo. Como ejecutivos, hemos estudiado, y aplicado, estas teorías
en nuestras propias organizaciones.
Y
hemos concluido que las cuatro cualidades son imprescindibles, no
basta con reunir una o dos. Los líderes que proclaman sin pudor sus
diferencias, pero, pongamos por caso, esconden sus debilidades, son
ineficientes: nadie quiere un líder
perfecto.
Mostrar
debilidades
Cuando
los líderes manifiestan sus debilidades, se muestran con
naturalidad, lo que puede significar admitir su mal genio los lunes
por la mañana, que son algo desorganizados o, incluso, un tanto
huraños. Esto funciona ya que la gente necesita que los líderes
muestren algún defecto para acometer con entusiasmo cualquier
desempeño. Si un líder pretende dar la imagen de que es perfecto en
todo, será que no necesita a nadie para nada y que todo lo puede
hacer por sí mismo. Richard Branson, fundador de Virgin y brillante
hombre de negocios, es particularmente efectivo a la hora de
comunicar su vulnerabilidad. Y aunque se muestra incómodo y torpe
cuando le entrevistan en público, no importa, él es Richard Branson.
Y de eso se trata: de mostrar a tus seguido‑res que eres sincero y
cercano, humano.
Otra
ventaja de que un líder muestre alguna debilidad es que se protege
de rumores. Los famosos y los políticos lo saben y, de vez en
cuando, dan a la opinión pública algo de carnaza: si no lo hacen,
los periódicos se inventarán algo peor. Pero los líderes más
eficaces saben que demostrar una debilidad se debe hacer con cuidado
y reconocen que son selectivos a la hora de hacerlo.
Saber
qué debilidad se puede mostrar en público es todo un arte. La regla
de oro consiste en no revelar nunca un grave defecto que pueda hacer
creer que afectará a los aspectos esenciales de su actividad
profesional. Un líder sólo debe revelar un defecto poco
trascendente, o quizá varios, lo que paradójicamente le ayudará a
desviar la atención de los más
importantes.
Ser
sensores instintivos
Los líderes inspiradores confían
fuertemente en su intuición para saber cuándo deben mostrar una
debilidad o una diferencia. Saben ver e interpretar los pequeños
detalles y pueden detectar por pequeños indicios lo que sucede sin
que necesiten grandes explicaciones al respecto. Además, los grandes
sensores pueden medir los sentimientos no expresados, juzgando con
notable acierto qué relaciones funcionan y cuáles no. Saben
interpretar los silencios y sacar partido de los momentos no
verbalizados en la organización. Un peligro relacionado con esta
habilidad sería proyectar, es decir, atribuir las propias ideas a
otras personas y situaciones. 0 bien cuando un líder manifiesta una
gran hipersensibilidad al detectar situaciones, puede tener
problemas si no las coteja con la
realidad.
Una
enérgica empatía
Está muy extendida la idea de que
los líderes tienen que demostrar interés por sus equipos. Y para
ello, siguen programas de entrenamiento sobre habilidades
interpersonales que, en realidad, no conducen a ningún sitio. Los
auténticos líderes no necesitan nada de esto para convencer a sus
empleados de que se ocupan de ellos. Un líder carismático es aquél
que dirige a su equipo a través de un proceso de empatía, pero
siempre desde una posición enérgica. Se trata de dar a la gente lo
que necesita, no lo que quiere. Esta forma de abordar las relaciones
con los empleados tiene que combinar equilibradamente los aspectos
individuales de éstos con las tareas de la organización. Pero si las
personas están profundamente motivadas por algo, no sólo comunican
autenticidad –condición imprescindible del líder‑, sino que están
yendo más allá del mero cumplimiento de un rol. Y los empleados se
identifican con ellos, pues quieren alguien que no sólo cumpla con
su trabajo directivo, sino que manifieste una apasionada
preocupación por ellos y sus trabajos
Realzar
sus diferencias
Los líderes carismáticos dejan
ver sus diferencias y sacan partido de sus propias y personales
cualidades. Ésta es la principal cualidad de las cuatro que debe
reunir un líder efectivo, utilizar deliberadamente sus diferencias
para mantener una distancia con sus empleados. Y cuanto más pretenda
acercarse a ellos, más deberá remarcarlas. A menudo, los líderes
muestran sus diferencias mediante su aspecto físico o su forma de
vestir, pero lo normal es que traten de distinguirse mediante
cualidades como la imaginación, lealtad, competencia, o incluso un
apretón de manos. Cualquier diferencia sirve, pero hay que saber
comunicarla.
Las cuatro cualidades del
líder.
Nuestra
teoría sobre las cuatro cualidades esenciales del liderazgo no se
refiere a los resultados en sí, aunque la mayoría de los líderes que
hemos estudiado han mejorado sus logros financieros. Nos hemos
centrado en los líderes que destacan a la hora de motivar a su
gente, una habilidad que no lo es todo en los negocios, pero sí muy
importante para conseguir buenos
resultados.
1.Mostrar
debilidades.
Muestran
selectivamente sus debilidades.
Manifestando cierta vulnerabilidad, revelan su accesibilidad y un
carácter más humano. Establecen un clima de confianza que facilita
que la gente se apunte a un objetivo.
2.
Ser intuitivos
Confían
fuertemente en su intuición para captar y analizar los aspectos
sensibles (pequeños detalles), lo que les facilita saber exactamente
cuándo y cómo actuar. Son auténticos sensores de lo que se cuece a
su alrededor.
3.
Enérgica empatía.
Dirigen a sus empleados con lo que
podríamos
llamar una enérgica empatía. Los líderes carismáticos se compenetran
a fondo con la gente a su cargo y están en todo momento pendientes
del trabajo de sus subordinados.
4 Realzar Sus diferencias
Dejan ver sus diferencias y saben sacar partido a sus
propias y personales cualidades distintivas. Mantienen una cierta
distancia con sus empleados que, lejos de desmotivar a éstos, les
empuja a un mejor desempeño de sus
tareas.
Historia del gran
tópico.
Desde tiempos de Platón el
liderazgo ha sido objeto de todo tipo de teorías y estudios. ¿Por
qué esta obsesión? Una respuesta sería que hay una crisis de
confianza en el mundo moderno que arranca de la revolución
racionalista del siglo XVIII. Durante el Siglo de las luces,
filósofos como Voltaire preconizaban, que la gente sólo necesitaba
de la razón para tomar las riendas de su destino, lo que supuso un
giro tremendamente optimista en la historia de la humanidad.
En el siglo XIX surgieron dos
ideas de esta concepción racionalista: la creencia en el progreso y
en la perfectibilidad del hombre alentó una visión del mundo aún más
optimista.
No sería hasta finales de ese
siglo cuando, a partir de los escritos de Freud y luego de Max
Weber, empezaría a desmontarse esta estructura. Ambos pensadores
echaron abajo la confianza del hombre occidental en la razón y el
progreso.
Freud, creador del psicoanálisis,
expuso su teoría de que más allá de la mente racional está el
subconsciente, al que responsabilizó de gran parte del
comportamiento humano.
Por su parte, Max Weber,
destacado crítico de Marx y brillante sociólogo, también exploró los
límites de la razón, llegando a considerar que la fuerza más
destructiva para las instituciones es lo que llamó “racionalidad
técnica", es decir, la racionalidad sin moralidad. Ésta se encarna
en una particular forma organizativa: la burocracia. Las burocracias
no son alarmantes por su ineficacia, sino precisamente por su
eficiencia para deshumanizar a las personas.
Las novelas de Kafka ofrecen un
estremecedor testimonio en este sentido. Weber confiaba en el liderazgo carismático como
la única fuerza que podía contrarrestar la burocracia, pero esto
también tuvo una doble lectura en el siglo XX, que vio líderes
inspiradores y transformadores, pero también líderes carismáticos
que cometieron atrocidades.
En el siglo XX creció el
escepticismo sobre la fuerza de la razón y la habilidad del hombre
para progresar, y surgió un creciente interés por el liderazgo. Ya
en los años veinte se realizó la primera investigación seria al
respecto y surgió la teoría
del rasgo, que trató de identificar las características comunes
de los auténticos líderes. Para ello, eran pesados, medidos y
sometidos a una batería de test psicológicos. Pronto esta teoría se
desechó pues había buenos líderes que pesaban más o menos que la
media.
En los años cuarenta, sobre todo
en EE UU, la teoría del
estilo impuso un tipo de líder democrático y campechano y miles
de ejecutivos recibieron cursos para comportarse así. Esta teoría
trató de incorporar el espíritu de la América de F. D. Roosevelt,
pero cuando el macartismo y la Guerra Fría acabaron con el New Deal,
todo el mundo se vio compelido a comportarse como un auténtico
guerrero frío. Los pobres ejecutivos siguieron confundidos...
El pensamiento actual sobre el
liderazgo lo domina la teoría de la contingencia,
que considera que depende de cada situación particular. Esto es
cierto, pero nos llevaría a que cada situación debería tener su
propio tipo de liderazgo. Para este artículo hemos entresacado de
estas cuatro teorías las cuatro cualidades esenciales que debe
reunir el líder Con Weber, creemos que el liderazgo debe ser
antiburocrático y carismático. De la teoría del rasgo hemos extraído
las cualidades de mostrar debilidades y diferencias, pero no creemos
que todos los líderes deban tener las mismas; aunque sí que todos
muestran defectos. La empatía con exigencia surge de la teoría del
estilo, con la que hemos considerado distintas clases de relación
entre los líderes y sus seguidores, Y con la teoría de la
contingencia establecimos la necesidad de diferenciar las
habilidades del líder según las
circunstancias.
¿Una líder puede ser fiel a sí
misma?
Las
diferencias de género se pueden izar con efectos positivos o
negativos. Las mujeres suelen ser encasilladas por estas
diferencias, que en general no son las que ellas elegirían. Ello se
debe en parte a que hay muchas menos mujeres directivas que hombres.
Investigaciones de psicólogos sociales determinan que, en una
sociedad dada, si la representación de un grupo baja del 20%, éste
está abocado a recibir un trato estereotipado, le guste o no. Lo que
para las mujeres se traduciría en las etiquetas de "ayudante",
"cuidadora" o seductora", que pueden impedirles mostrar sus
diferencias.
En
un estudio que realizamos vimos que muchas mujeres ‑sobre todo a
partir de los 50 años‑ tratan de eludir esta dinámica haciéndose
invisibles. Visten ropas que esconden su figura e intentan pasar
inadvertidas entre los hombres usando un lenguaje rudo, Esta fórmula
evita los estereotipos negativos, pero cierra a la mujer la
posibilidad de considerarla un líder potencial, ya que no se muestra
como es en realidad, ni sus diferencias.
Otra
respuesta a los estereotipos negativos es enfrentarlos
colectivamente, por ejemplo, con una campaña que promocione los
derechos, oportunidades y más mujeres en la empresa. Pero a menudo
todo lo que pueden hacer es sobrevivir al día a día, sin posibilidad
de organizarse formalmente.
La
tercera opción es aceptar el trato estereotipado, pero para
conseguir ventajas personales. Así, algunas mujeres juegan
conscientemente en el trabajo el rol de "cuidadora" para sacar
provecho, Pero ¿a qué precio? Alimentan los peores estereotipos y
favorecen que continúen sus limitaciones para manifestar sus
verdaderas diferencias como individuos.