La personalidad de José Martí desborda toda contención ortodoxa. Fue un hombre preocupado, primero, por la armonía de los fenómenos, que por su contradicción. Indagó en la raíz de las manifestaciones más allá de las concepciones fragmentadas, que las diferentes culturas ofrecen de las verdades esenciales, que como él mismo diría, caben en el ala de un colibrí. Y esto, con frecuencia desorienta a quienes están acostumbrados a clasificar y ordenar según métodos que sí cambian con el batir de los vientos.
Quizás ésa sea la razón, por la cual con la obra de Martí ocurre como con la Biblia donde todos entran a saco y encuentran ideas para sus propias banderas, que, por otra parte, suelen ser totalmente opuestas entre sí. A veces, de la indagación se pasa a la hipótesis y de ésta a la especulación apasionada, y no pocos han llegado a la más pura ficción “sin ciencia”. Por eso, por esa grandeza de raíz, por esa visión abarcadora de las esencias, a más de cien años de su muerte, José Martí continúa siendo el centro de las más variadas controversias, y, como dijera Lezama Lima, el misterio que siempre nos acompaña. Un ejemplo de lo dicho anteriormente es su relación con la masonería.
Ni la magnitud de la personalidad de José Martí, ni la historia de la masonería variarán por el hecho de que el gran cubano haya sido o no miembro de la institución. Pero el hecho es que Martí sí fue masón, y lo que es mucho más significativo, es que sus vínculos con el pensamiento masónico fueron coincidentes y constantes. Como en otros aspectos de la vida de José Martí, sobre sus vínculos masónicos pende un velo de misterio. Pero no misterio en la acepción que remite a cierto grado de oscuridad, sino de aquel concepto cuyo referente, mucho mas antiguo, relacionado con el silencio: ese silencio al que aludían los misterios de las arcanas sociedades iniciáticas.
Las primeras informaciones
Como aceptan la generalidad de sus biógrafos, José Martí se inició en la masonería durante su primera deportación a España, que tuvo lugar entre febrero de 1871 y diciembre de 1874. Los testimonios indican que la logia donde tuvo lugar su ingreso fue “Armonía no. 52”, que funcionaba en Madrid bajo la obediencia del Gran Oriente Lusitano Unido. La estancia estable de Martí en la capital española está documentada entre febrero del 71 y mayo del 73, así que éste es el período en que debió ocurrir; pero, más adelante, tendremos oportunidad de regresar sobre este punto. Detengámonos primero en una inexactitud que durante años se ha venido repitiendo respecto a cuándo se conoció públicamente la condición de masón de Martí. Reiteramos que de manera pública, pues en vida del Maestro otros lo reconocieran como tal y hasta él mismo se identificó como masón, como es posible comprobar en la polémica que sostiene en México en 1876.
La primera información publicada sobre la condición de masón de José Martí no es, como se ha repetido insistentemente, el famoso artículo que Fermín Valdés Domínguez publicó en el periódico habanero El Triunfo en 1908, aunque éste fuera el de mayor trascendencia, debido, sobre todo, a su posterior reproducción en las Obras de José Martí de la Editorial Quesada,[2] y, por que sin dudas ofrece datos mas precisos.
Pocas semanas después de comenzar la guerra de independencia de 1895, el Capitán General de la Isla, el general Callejas, volvió a prohibir el funcionamiento de la masonería en Cuba. Al cesar el dominio español y tomar funciones oficialmente el gobierno interventor de Estados Unidos, el 1º de enero de 1899, se reorganiza la Gran Logia de la Isla de Cuba en marzo de ese año. A partir de ese momento comienzan las reaperturas de las logias antes existentes. Tan temprano como el 26 de mayo de 1899 la logia habanera “Fe Masónica” dedica la sesión de ese día a la memoria de José Martí, a quien se refieren como “mártir de nuestra libertad” e “insigne masón”. La nota, aparecida en el número del 1º de junio de 1899 de la revista La Gran Logia refiere que:"
En la sesión celebrada en la noche del viernes ú1timo (26 de mayo) por la Logia
Regular Fe Masónica, el Dr. Valdés Ragués propuso a los miembros de la misma se dedicara dicha sesión a la memoria del mártir de nuestra Libertad, el insigne masón José Martí"
[3]
Este debió ser el primer homenaje que la masonería de Cuba rindió al fundador del Partido Revolucionario Cubano. Nótese que el aspecto noticioso recae sobre el homenaje realizado, quizás hasta en la semblanza que pudo hacer del Apóstol Valdés Ragués, quien lo conoció en el colegio “San Anacleto” donde Martí cursó estudios primarios entre 1862 y 1865, pero no hay mayor expectativa al mencionar su filiación masónica. De no ser así, Aurelio Miranda Álvarez,[4] director de la publicación y quien seguramente redactó la nota, en su carácter de acucioso historiador masónico, no hubiera dejado pasar una oportunidad como esa. Es de suponer que esto no encerrara ninguna novedad para quien durante la guerra del 95 vivió en Nueva York, lugar de residencia de Martí durante los últimos quince años de su vida. Allí pudo tratar a muchos de los que le conocieron. Lo que evidentemente desconocía Miranda era el taller donde se había iniciado el líder cubano. Pero de eso tuvo noticias muy pronto.
El Dr. Francisco Solano Ramos y la iniciación de Martí
Tres meses después, y en la misma publicación, aparece otra nota sumamente interesante para el tema que estamos tratando: por primera vez se indica la posible potencia a la que pertenecía la logia que recibió por primera vez a José Martí. La información, escrita por Aurelio Miranda, dice que
"El Dr. Francisco Solano Ramos nos había ofrecido un artículo sobre la iniciación, en Madrid, en una logia del Gran Oriente Lusitano Unido, del hermano José Martí; pues él la presenció y fue quien propuso al ilustre cubano para ingresar en la Institución. Con la muerte de aquel hermano no podemos dar a conocer esos datos, a no ser que su familia los encuentre y tenga la bondad de facilitárnoslo".[5]
Los papeles nunca fueron hallados y el velo del silencio cayó de nuevo, pero antes dejó entrever puntos de sumo interés.
Existen razones para pensar que el ofrecimiento de Solano Ramos tuvo lugar dos semanas antes de su repentino fallecimiento. El médico Francisco Solano Ramos (1851-1899) murió el 28 de agosto de 1899, cuando sólo contaba con 48 años de edad. En esos momentos ocupaba la responsabilidad de Diputado Gran Maestro para el Distrito de Pinar del Río. A penas unos días antes de su lamentable descenso convocó a una reunión en su casa en la ciudad de Pinar del Río. Su propósito era tratar la reapertura de la logia “Paz y Concordia” y lograr apoyo para crear la "Liga contra la ignorancia de la provincia de Pinar del Río”.[6] Entre los asistentes ese día se encontraban Aurelio Miranda Álvarez. ¿Sería en esa ocasión cuando Solano Ramos le ofreció a Miranda el mencionado artículo?
Nada extraño habría en ello. Es posible que esa haya sido la primera y única vez que los dos se encontraron después de la guerra. Recordemos que Miranda hacía sólo siete meses que había regresado a Cuba y que vivían en dos provincias distintas. Por otra parte, el encuentro tuvo lugar dos meses después de publicada la nota sobre el homenaje realizado a Martí en la logia habanera “Fe Masónica” y que debió haber leído Ramos, pues apareció en el órgano oficial de la Gran Logia de la Isla de Cuba. Pero para nosotros lo más significativo fue descubrir que en ese encuentro participó también el doctor Fermín Valdés Domínguez, amigo de toda la vida de Martí, con el que compartió la vida madrileña y masónica junto a otros cubanos como el propio Solano Ramos. Resulta absolutamente lógico que aquella ocasión haya resultado muy a propósito para la rememoración de aquellos días juveniles. Es presumible que hiciera muchos años que Valdés Domínguez no se encontrara con Solano Ramos y Martí había muerto en 1895, y a los tres —Ramos, Valdés y Miranda— los unía la masonería. Nada más natural que ese día el recuerdo del genial cubano y la masonería ocupase un espacio en sus conversaciones.
Antes de continuar, analicemos brevemente la confiabilidad de la fuente de información. Solano Ramos era dos años mayor que José Martí. Inició su carrera de medicina en la Real Universidad de La Habana en el curso 1869-1870, cuando tenía 18 años. Al año siguiente se traslada a España donde continúa estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Madrid.[7] Llegó a España al menos seis meses antes que Martí, quien arriba a la capital de la antigua metrópoli en febrero de 1871.
De la relación entre el estudiante de medicina y el de derecho dan fe testimonios y documentos. Cuando Fermín Valdés Domínguez recuerda la vida de Martí en la península, dice que no quiere olvidar “el cuarto de estudio de nuestro querido compañero Francisco Solano Ramos (...) un pequeño templo consagrado a la patria en donde se hablaba bajo, se leían y comentaban los periódicos filibusteros de Nueva York y se aplaudían los artículos de Martí...”.[8] Por otra parte, Emilio Roig de Leuchsering, en su libro Martí en España, reproduce un documento que demuestra cómo desde los primeros momentos de su llegada a Madrid, Martí encontró en el joven Solano Ramos una persona de su confianza. El 31 de mayo de 1871 cuando Martí solicita matrícula de Derecho Civil en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid, quien aparece como su fiador es Francisco Solano Ramos. Por ese mismo documento se conoce que entonces los dos vivían en la calle Lope de Vega: Martí en el número 40, cuarto 3ro y Solano Ramos en el número 34, cuarto 2do.[9] Tenía entonces Martí dieciocho años y Ramos se aproximaba a los 21. Al mes siguiente arriba a Madrid Fermín Valdés Domínguez.
Ni Martí ni Solano Ramos olvidaron aquellos lazos afectivos que forjaron en sus días madrileños. Veinte años después, el autor de Ismaelillo “consideró un regalo para el corazón” una carta que acababa de recibir del amigo a quien apreciaba como “uno de los hombres más delicados y meritorios de Cuba —del médico, y hermano mío—, Francisco Solano Ramos” (el subrayado es nuestro).[10] No aseguramos que el calificativo de “hermano” tenga la connotación de vínculos fraternales que se dan los masones en su trato entre sí. Pero si consideramos los antecedentes expuestos, y que el texto citado pertenece a una carta dirigida a otro masón, Néstor Ponce de León, esta resulta una hipótesis tentadora.
El testimonio de Valdés Domínguez
En aquel brevísimo testimonio de Solano Ramos, que recogió Aurelio Miranda, o al menos lo que él publicó, aparecen tres afirmaciones dignas de la mayor atención y que tendrían que ser comprobadas. Por primera vez se publica que: Martí se inició en Madrid, que lo hizo en una logia del Gran Oriente Lusitano Unido y que para su ingreso lo propuso Francisco Solano Ramos.
Nueve años después Fermín Valdés Domínguez da a conocer en el diario habanero El Triunfo (19 y 20 de mayo de 1908), su artículo “Ofrenda de hermano”, en el cual ofreció mayor precisión sobre este hecho y el que se ha tomado siempre como punto de partida en este tema. En un momento de su artículo, el entrañable amigo del Maestro recuerda:
"Las noches las dedicábamos —en Madrid y en días de tregua en el estudio— a los teatros o a la logia masónica, aquella logia Armonía que presidía el General Pierrad o el músico notable Max Marchal en la que Martí era el orador, lugar donde —semanalmente— nos dábamos cita todos los cubanos jóvenes que estábamos en Madrid, y a donde también iban muchos notables literatos y periodistas
notables".
El testimonio de Valdés Domínguez confirma aspectos ya adelantados por Solano Ramos casi una década antes: las labores en la logia madrileña, y agrega su nombre: “Armonía”. Sus palabras están avaladas por su tan conocida relación que mantuvo con Martí desde la adolescencia y su vida en común como estudiantes en España. Además —y esto es algo que las hace particularmente significativas—, el artículo “Ofrenda de hermano” fue escrito con la intención de rendir homenaje al gran amigo desaparecido y no para participar en una inexistente polémica sobra la filiación masónica del autor de los Versos sencillos. En el trabajo habla de toda su relación con quien siempre consideró como a un hermano. Las referencias a la masonería a penas ocupan dos pequeños párrafos cuando se refiere a su común vida madrileña. Si Valdés Domínguez hubiera imaginado que alguien dudaría de la condición de masón del Apóstol, con toda seguridad habría añadido mayor precisión a la información.
Crucemos entonces los datos que ofrecen Solano Ramos y Valdés Domínguez. El primero habló de la iniciación en una logia madrileña del Gran Oriente Lusitano Unido. Valdés Domínguez plantea, que el taller al que asistían se llamaba “Armonía”. Se ha comprobado que en el Madrid de esos años existió la logia “Armonía no. 52”[11] Su fundación se registra el 20 de julio de 1870 bajo los auspicio del Gran Oriente Lusitano Unido, que desde dos años antes venía propiciando talleres en España.[12] Con esto se complementan los dos testimonios.
La fecha de iniciación
Ninguno de los que nos han antecedido en la investigación ha podido precisar la fecha de la iniciación. Ninguno de los testimoniantes la mencionó y no se han podido localizar los archivos de la logia, cosa por demás muy difícil de lograr por las duras condiciones que ha sufrido la masonería en España. Roger Fernández Callejas, tomando en cuenta argumentos plausibles desde el punto de vista masónico, supone que su ingreso debió ocurrir en 1872.[13] En este punto consideramos que existe un aspecto que los investigadores han pasado por alto, incluso el acucioso Fernández Callejas, a quien la historia y la jurisprudencia masónica le deben tantas páginas de interés.
Fernández Callejas basa su argumentación en los nombres de los maestros que presidían la logia en los días que Martí y Valdés Domínguez la visitaban, o sea, el general Pierrot y el músico Max Marchal. Como bien dice Fernández Callejas, “casi nunca una logia mantiene a su Presidente fundador sólo por unos meses, sino que lo reelige por lo menos, para un período completo”.[14]
Se conoce que “Armonía no. 52” fue instalada el 20 de julio de 1870 y que la primera maestría la ocupó Agustín Palmer. Considerando las razones antes citadas, presumiblemente —sólo presumiblemente— Palmer la presidió el resto de 1870 y el año siguiente. Comenzando 1872 podría haber tenido otra dirección que fuera la que conoció Valdés Domínguez. No ha fallado quien dio por sentado que fue Fermín Valdés Domínguez quien llevó a Martí a la masonería, cosa que él nunca dijo. El autor de “Ofrenda de hermano” lo que escribió fue que recordaba: “las noches que dedicábamos (…) a la logia, aquella logia Armonía…”. Valdés Domínguez llegó a España un año y cuatro meses después que su amigo. Por tanto, para ser su “padrino masónico” primero le sería imprescindible el grado de maestro masón, pues sólo a partir de alcanzar el tercer grado de la masonería estaría facultado para proponer candidatos. En todo caso, tendría que haber sido iniciado en Cuba, amén de que como ya vimos, Solano Ramos afirmó haber sido él quien presentó a Martí en la fraternidad.
¿Pudo ser iniciado Martí sin cumplir la mayoría de edad?
Las constituciones de las Grandes Logias plantean que: “Solo pueden recibirse masones hombres, de buenas costumbres y de edad adulta.” En nuestros días la mayoría de edad está identificada con los 21 años, pero este artículo ha tenido diferentes regulaciones a través del tiempo. En los Reglamentos Generales aprobados por la Gran Logia de Londres en 1721, la edad que se exigía era de 25 años; en otros tiempos y países fue de 23, y en otros, como Cuba y España, de 21. Entonces, ¿cómo pudo iniciarse José Martí en Madrid, si cumplió esa edad el 28 de enero de 1874 cuando ya estaba establecido en Zaragoza?.
No es nada excepcional que se inicien candidatos sin cumplir la mayoría de edad desde el punto de vista jurídico. Por ejemplo, George Washington fue recibido con 20 años. Según Fernández Callejas, el Gran Oriente Lusitano Unido se regía por los Estatutos Generales de Nápoles de 1820, y estos contemplaban una serie de condiciones bajo las cuales se autorizaban la iniciación con 18 años. Los Estatutos del Gran Oriente Hespérico Reformado, aprobados en España en 1845, admitían al candidato de 18 años, siempre que contara con el consentimiento del padre o tutor. Pero lo que más parece ajustarse a la situación del joven José Julián son las dispensas que contempla el artículo cuatro de esos Estatutos donde se lee, que: “Quedan relevados del consentimiento paterno los militares y empleados y los estudiantes de las Universidades”.[15] Este último sí puede comprender el caso de Martí. En enero de 1871 cumplió la edad mínima requerida, en mayo ingresa en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid, y en agosto de ese mismo año se cumplirían los seis meses de residencia en el lugar que exigía a los aspirantes. Digo, si este último trámite se cumplía siempre.
Por tanto, José Martí pudo haberse iniciado en la logia “Armonía” a fines de 1871 o en los primeros meses del siguiente año.
Queda otro aspecto susceptible de considerarse exagerado: los cargos ocupados y los grados alcanzados en tan poco tiempo.
¿Un tránsito demasiado acelerado?
Según Valdés Domínguez, Martí fue orador en su logia; y según el propio Martí, alcanzó grados en altos cuerpos, o sea, perteneció también al Rito Escocés, Antiguo y Aceptado. Si atendemos a las insignias que atesora el Museo Nacional Masónico de Cuba “Aurelio Miranda Álvarez” debió obtener el grado 30, Caballero
Kadosh.
En efecto, José Martí vivió en Madrid unos 25 meses: desde febrero de 1871 hasta aproximadamente mayo del 73, cuando se traslada para la Universidad de Zaragoza. De probable vida masónica el tiempo tuvo que ser menor, pues no ingresó inmediatamente al llegar a la ciudad. ¿Podría en este tiempo alcanzar esos grados y ocupar esa responsabilidad? Si nos atenemos al poco tiempo de posible vida masónica en la capital parece muy difícil. Pero esto sería si lo juzgamos con engañosos patrones contemporáneos. Un análisis con sentido histórico demuestra no sólo que es posible, sino que además, no resulta nada extraordinario.
Estos tránsitos acelerados son muy comunes, sobre todo en etapas de organización precaria de la institución y cuando se trata de talentos destacados. Antonio Govín, por ejemplo, fue iniciado en julio de 1874 y ese mismo año fue nombrado orador de la logia “Amor Fraternal no. 5”, de La Habana. Tres años después de su ingreso era el Gran Maestro de uno de los cuerpos en que se dividió la Gran Logia de Colón. Otro, entre los muchos casos semejantes, es el de Francisco Sánchez Curbelo, quien en 1912 fuera electo Gran Maestro de La Gran Logia de La Isla de Cuba. Fue iniciado el 8 de mayo de 1909 y el 15 de junio de ese mismo año era exaltado como maestro masón y a los diez meses de ser recibido fue electo como Gran Secundo Diácono. Poco antes de cumplir los tres años como masón asumió la Gran Maestría en la cual fue reelecto por otros tres años consecutivos.
En cuanto a su posible condición de caballero Kadosh (grado 30), Fernández Callejas afirma que la logia “Armonía” era una logia capitular. Estas eran logias en las cuales se alcanzaba hasta el grado 18. Además, los grados a partir del tercero no se daban escalonados, sino que del maestro masón se pasaba al 18. En estos casos “los altos cuerpos” se consideraban a partir de los Consejos de Caballeros Kadosh o grado 30, que es a los que parece referirse Martí cuando en México en 1876, escribió que sus ideas sobre la masonería las había expuesto “en otras tierras (…) ante altos cuerpos masónicos”[16]. Sólo podía haber sido en España, aunque no forzosamente en Madrid.
Lo que sí resulta notable es que el joven autor de El Presidio político en Cuba debió impresionar a aquellos masones españoles para que pensaran en él como el orador de la logia. Según los estatutos por los que se regía el Gran Oriente Lusitano Unido, se trataba del “famoso” orador fiscal con atribuciones mucho más amplias que las que poseen los actuales oradores de la logia. Sus facultades eran de tal naturaleza, que era el intérprete y representante de la ley. En el desarrollo de los debates su intervención revestía carácter de conclusiones, luego de la cual se pasaba directamente a la votación.
Esto implica que Martí no se interesó solo por el aspecto fraternal de la institución. Fue reconocido como intérprete de su jurisprudencia y exponente de la razón. Los mismos debates, que luego sostuvo en México en 1876, a través de las páginas de la Revista Universal, y otros a los que él mismo alude en la propia publicación que mantuvo en España, demuestran su interés por el funcionamiento orgánico de la masonería. Seguramente los espíritus conservadores de su época no lo comprendieron. Pero todavía, casi al final de su vida, cuando organizaba el Partido Revolucionario Cubano y, con él, la guerra con la que aspiraba a formar una nación, elogiaba en Patria a las sociedades como la masonería donde “en codeo mutuo y constante, limándose la vanidad o ayudándose de ella para la virtud, han de vivir los hijos de un pueblo que quiere ser dichoso”.[17]
También con respecto a la masonería su pensamiento demostró una clarividencia portentosa. Pudo dejar de utilizar con frecuencia el mandil, pero jamás dejo de ser un verdadero iniciado.
Notas:
[1] Texto presentado en el Coloquio “Martí y la masonería” como parte del Encuentro Masónico Internacional celebrado en La Habana del 24 al 26 de enero del 2003.
[2] Este artículo ha sido reproducido en varias oportunidades, entre ellas en el tomo XII de las Obras de José Martí, editadas por Gonzalo de Quesada y Aróstegui, y como introducción al Tomo I del Diario de Soldado, de Fermín Valdés Domínguez. Centro de Información Científico Técnica, Universidad de La Habana, 1972.
[3] “In memoriam”. Revista La Gran Logia, 1 de junio de 1899, p.110.
[4] Aurelio Miranda Álvarez (1861-1938), periodista e historiador, fue destacada figura de la masonería en Cuba en la cual llegó a ser Gran Maestro en el período 1910–1911. Autor de Historia documentada de la masonería en Cuba (1933). En 1895 era Gran Primer Vigilante en la Gran Logia de la Isla de Cuba y había alcanzado el grado 33 en el Supremo Consejo de Colón. Debido a sus ideas separatistas emigró a Nueva York al 20 de febrero de 1896 de donde regresó a la Habana el 15 de enero de 1899. En medio de una vida de privaciones e inmenso dolor familiar realizó en la ciudad norteamericana una destacada actividad masónica de la cual dejó testimonio en una serie de artículos que publicó en 1899 en la revista La Gran Logia, que entonces dirigía.
[5] Revista La Gran Logia. Tercera época. Año I, N. 13, 1 de septiembre de 1899, p 208.
[6] La información sobre esa reunión aparece en la revista La Gran Logia. Año I, N.12, 15 de agosto de 1899, p.182.
[7] Luis Rodríguez Rivero: Solano Ramos. Médico masón y animador de la cultura. La Habana, 1980.
[8] Fermín Valdés Domínguez: Diario de soldado. Centro de Información Científico Técnica, Universidad de La Habana, 1972. T. I, p.20.
[9] Emilio Roig de Leuchsenring: Martí en España. Cultural, S. A. La Habana, 1938, p. 98. El texto de la solicitud de matrícula mencionado aparece en la página 271.
[10] José Martí: Obras Completas. Editorial Nacional de Cuba. La Habana. 1963-1965, Tomo 20, p. 419.
[11] La Logia “Armonía no. 52” aparece fundada en España por el Gran Oriente Lusitano Unido en la relación publicada en el Boletín Oficial del Gran Oriente de Colón (Año 1, No. 4). El Gran Oriente de Colón era un cuerpo masónico existente en Cuba en esos años y del cual se deriva la actual Gran Logia de Cuba. La referencia puede consultarse en el artículo de Roger Fernández Callejas: “Martí fue masón regular” (revista La Gran Logia. No. 11, noviembre de 1956). También puede consultarse a Emilio Jorge Reyna Dubois: Espiritualismo masónico de José Martí.
[12] José Antonio Ferrer Benemeli: La masonería. Ed. Alianza, Madrid, 2001, p. 195. Según Ferrer Benemeli, el Gran Oriente Lusitano Unido se estableció en 1868 y su existencia duró hasta 1890 y tuvo un total de 83 logias. Años después de su fundación —cuando ni Martí, ni Solano Ramos, ni Valdés Domínguez vivían en España— perdió su regularidad. Enrique Trujillo en Álbum del Provenir (Vol. I, New York, 1890, p.108) y José María Izaguirre en Asuntos Cubanos (New York, 1896, p.136), dicen que Sagrada ordenó cerrar la logia “Armonía”. La referencia en Roig de Leuchsenring, Ob. Cit.
[13] Roger Fernádez Callejas: artículo citado, p. 488.
[14] Ibídem.
[15]José Antonio Ferrer Benimeli: Ob. cit., pp. 209–210.
[16] José Martí: “Al Federalista, II” Revista Universal, México, 6 de abril de 1876. Obras Completas. Instituto Cubano del Libro. La Habana, 1973. Tomo 28, p. 50.
[17 José Martí: Patria, 3 de abril de 1892. Obras Completas. Editorial Nacional de Cuba. La Habana, 1963, Tomo 5, p. 347.
*Eduardo Vázquez Pérez (La Habana 1949). Licenciado en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de La Habana. Escritor y conductor de los programas de radio y televisión sobre historia de Cuba La Isla y el Tiempo. Presidente de la Comisión Permanente de Cultura de la Gran Logia de Cuba.
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