--¡Ya yo estaba cansado! Cansado de serr piedra,
piedra inmóvil y muda, con el índice muerto.
Nada más que un adorno de avenidas y parques,
un silencio de piedra ¡Nada más que un silencio!
Cuando
a mis pies de piedra se quedaba dormido
un
niño peregrino, descalzo y harapiento,
yo
sufría mis brazos inmóviles, de piedra,
porque
en la pétrea boca me florecía un beso
¡y
mis brazos de piedra no podían moverse
para
alzar a mis labios el ángel macilento!
¡Ya
yo estaba cansado! Cansado de ser piedra,
piedra
inmóvil y muda, con el índice muerto
Por
un poco de lana y un pedazo de pan
bien
hubiera cambiado mi mayor monumento.
¡Ya
yo estaba cansado! Cansado de mi nombre,
cansado
de mi nombre convertido en anzuelo!
cansado
de mi nombre, manoseado estribillo
de
loros que chillaban por mayo y por enero.
¡Cansado
de mi nombre!
¡Asqueado
de mi nombre en labios embusteros!
¡Cansado
de las flores con espinas
al
pie del monumento!
¡Cansado
de escritores con luz en las palabras
y
sombras en los hechos!
Me
dolía ser piedra, ser piedra solamente,
Inmóviles
los brazos, en la boca el silencio.
Me
dolía la muerte de ser un nombre propio
porque
mi vida es verbo.
Por
eso fui a tocar los corazones
como
quien busca notas por un piano muerto
y
encontré teclas vivas, que vibraron
al
roce de mis dedos.
Encendí
las hogueras del joven heroísmo,
mostré
a la juventud lo fúlgido, lo bello
del
rostro de la muerte; visité los presidios
alumbrando
de estrellas la noche de los presos;
medité
en otras playas mirando hacia las costas
de
Cuba, y encendiendo la luz para el destierro;
atravesé
las aguas sobre un pequeño barco
quemando
con el Himno las banderas del viento;
desembarqué
en la Patria, le di un beso en la frente
y
fui montaña arriba, claramente resuelto;
desafié
los peligros dos años treinta días
bajo
un rayo constante y un continuado trueno;
fui
manigua también por las espesas barbas
y
el desbordado pelo.
Pero
al fin, victorioso, bajé del lomerío
a
realizar mi sueño,
mi
sueño interrumpido y olvidado
por
los que me siguieron.
Y
ya soy algo más que piedra.
Estoy
vivo y haciendo.
Ahora
no soy un simple nombre propio
tomado
como anzuelo.
Ni
tienen que decir el nombre mío.
Ya
mi nombre es un verbo.
Mirad
para la estatua, mirad para la estatua
¡y
me veréis sonriendo!
31 de enero de 1960