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Y
hablando de obras de arte, por aquellos dias, mayo de 2002, el diario La Nacion
publicaba una curiosa nota: En Estrasburgo, Francia un ladrón de arte
provocó la ira de su madre, quien confeso haber destrozado más
de 60 obras valiosas argumentando que se habia tratado de un castigo destinado
a su hijo, que las había robado de museos europeos... Las piezas valían unos
US$ 1000 millones...
ESTRASBURGO, Francia.- El mundo del arte europeo quedó ayer sumido
en el estupor por un extraño caso de furia maternal, que derivó
en la destrucción de más de 60 obras, entre ellas, piezas únicas
de Brueghel, Watteau y Boucher, por un valor estimado en los 1000 millones
de dólares.
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Más escalofriante aún: la mujer asegura que quiso así
"castigar" a su hijo, que robó esas y otras antigüedades
de 172 museos europeos, incluído el parisiense Louvre. Toda una campaña
delictiva de cinco años destinada sólo a saciar su peculiar
obsesión por reliquias de los siglos XVI, XVII y XVIII.
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Mireille Breitwieser, de 53 años, confesó ayer a la policía
francesa haber emprendido su masivo acto de vandalismo poco después
de ser informada, en noviembre último, del arresto en Suiza de su hijo
Stephane, de 31 años, cuando intentaba hurtar un antiguo clarín
de un museo de Lucerna.
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Su primera reacción fue recoger más de un centenar de los objetos
preciosos que él guardaba en su dormitorio y estudio -incluidos jarrones,
instrumentos musicales y armas históricas- para arrojarlos en el canal
fluvial de Rhine-Rhone, distante unos 30 kilómetros al sur de su hogar
en Estrasburgo. De regreso, concentró toda la ira en los cuadros, cortando
cada uno de los lienzos en pedazos para pasarlos con mayor facilidad por la
máquina peladora de papas. Parte de la "masa" resultante
la enterró en el jardín; el resto fue a parar a la basura.
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Entre las pinturas perdidas así para siempre figuran "El fraude
saca provecho de su maestro", de Peter Brueghel; "La pelota del
mono", de David Teniers; "Los pastores durmientes", de François
Boucher; "Madeleine de France, reina de Escocia", de Corneille de
la Haye, y "La princesa de Cleves", de Lucas Cranach.
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"La destrucción de óleos originales en esta escala no tiene
casi precedentes. Es una verdadera tragedia", estimó Alexandra
Smith, curadora del Registro de Arte Perdido (Art Loss Register), la organización
con sede en Londres encargada de facilitar el rastreo de extraviadas piezas
artísticas.
Venganza
No todo, sin embargo, son malas noticias. Un golpe de suerte hizo que tres
días más tarde un hombre notara al pasear su perro por la vera
del canal, a la altura de la villa alsaciana de Gerstheim, el reflejo de uno
de los artefactos arrojados.
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Tras ordenarse un drenado, la policía halló en medio del barro
110 objetos cuya procedencia hasta ayer no lograba explicarse.
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"Era la única forma de vengarme de Stephane por arruinarme la
vida. Yo trabajo del otro lado de la frontera y sus locuras me iban a costar
la pérdida del permiso laboral suizo. A mi edad, nadie me va a dar
empleo. Así que decidí darle a mi hijo una lección que
estoy segura jamás olvidará", sostuvo la mujer.
Su extraordinaria confesión puso fin a una de las más largas
e infructuosas búsquedas internacionales de obras de arte.
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Stephane Breitwieser trabajaba de lunes a viernes como mozo en un bar de Basilea
para transformarse los fines de semana y feriados en un Rififí capaz
de robar a veces hasta cuatro museos y castillos, en compañía
de su novia, Anne-Catherine Kleinklauss, una enfermera de 29 años.
Táctica sencilla
La táctica empleada (tanto en Francia como en Alemania, Suiza, Bélgica
y Holanda) no podía ser más sencilla: la joven vigilaba mientras
el ladrón recogía lo que estaba a la mano para esconderlo de
inmediato en su abrigo.
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Los lienzos eran cortados delicadamente a partir del entorno de los marcos
y colocados en una bolsa.
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"Resulta sorprendente la facilidad con la que emprendieron los robos,
especialmente en instituciones donde era de esperar que contaran con alarmas
y vigías", destacó ayer el procurador general de Estrasburgo,
Pascal Schultz.
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La madre vandalista será procesada aquí no sólo por destrucción
de bienes artísticos, sino también por complicidad en el ocultamiento
de objetos robados. Similar cargo pesa sobre la novia de su vástago.
La
Nacion 17 de mayo de 2002 |