El abismo
Alcé los brazos al infinito cielo
en una súplica de alivio a mi alma,
queriendo llegar en su loco desvelo
encontrar entre las nubes, la calma.
De pié ante el abismo tenebroso
la mirada se pierde en la melancolia,
desata el cizal que la ata rencoroso
para dejarla volar más allá de la lejanía.
Encuentra a su paso el desatino victorioso
que la hizo mirar mas allá de lo que veía,
rompiendo el hechizo de cristal jubiloso
de un sentimiento, que sin darse cuenta, poseía...
Qué puede responder el horizonte silencioso
ante la súplica de amor que es negado,
como pueden los ojos tristes y cautelosos,
llegar mas allá de un corazón solitario y callado.
Ruedan por las mejillas pálidas y heladas
lágrimas de dolor ante la soledad impuesta,
se muere de a poco el corazón en esas miradas
y el alma se aja, esperando una respuesta.
Le pregunta al mar que la rodea infinito,
si es justo tener que atravesar fronteras,
si para sentirse vivir plenamente es requisito,
dejar crecer las alas que atan a la tierra.
De pie, y ante el abismo que se abre
como fauces hambrientas esperando a su presa,
cae el velo del silencio, como un roble,
aplastando las palabras que fueran su entereza.
Nada hay ya que esperar que reviva
los sentidos que quedaron como muertos,
después de la última tormenta de la vida
que dejó los estragos de pensamientos inciertos.
Recibe, si aún te sirven para recordar,
las ultimas palabras que nacieron en sollozo
cuando alzando los brazos al cielo al despertar,
grité tu nombre, besé tu boca, en un sueño maravilloso...