La Ternura
Pensé que sabía
de ternura. No sabía. La conocí al tener entre mis brazos a una
pequeña princesa. De pronto, mis brazos volvieron a llenarse con el
calor de ese pequeño cuerpecito recién nacido. Una comunicación
profunda hizo que nos entendiéramos desde que nos conocimos...No sé
por qué digo nos conocimos, ese sentimiento que ha vuelto a renacer
en mi, no es nuevo, viene desde siempre...estaba ya destinado.
Llegó a mi vida,
un domingo de verano. La miré con asombro, sus ojitos me miraron
también. Recién nacida, la tomé en mis brazos, y el calor llenó mi
corazón. Entonces, conocí la ternura.
Cuando mi vida
está en el ocaso, una flor ha llegado a endulzarla. Su olor, su
tibieza, su suavidad, me hicieron dar gracias al Hermano Mayor, por
ese regalo. No debí llorar; ¿o si?
Entonces, conocí
la ternura.
Me siento con
ella en los brazos, le hablo de mil cosas, le gusta cuando le hablo de
Hadas, me lo dicen sus ojitos fijos en los míos. Le digo que tan
pronto como ella quiera, contaremos las estrellas, y si el nombre que
yo les he puesto no le gusta los puede cambiar, estoy segura que
sabrá exactamente el nombre de cada una. Le hablo de las flores, y le
digo que ella será la reina, la más hermosa del jardín, entonces
sonríe, si, sonríe, solo con 3 días de vida, sonríe. Sus manitas,
suaves, blancas, aletean como alas de mariposas, dibujando en el aire
figuras de amor.
Es mi princesa,
mi pequeña Hadita, mi sol, mi niña adorada. Mi nieta.
Con ella, he
conocido la Ternura.
Quizás algún día
encontrará entre mis papeles, su nombre escrito en letras de sueños.
Quizás encontrará mis fantasías en algún cuaderno olvidado entre
papeles sin importancia, los leerá, entonces entenderá que su abuela
era así, llena de sueños, de amor a la vida, y sabrá el día en que
conoció la Ternura.
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