Algunos chiquillos iban y venían nerviosos por lo que les
esperaba, aunque a decir verdad, los métodos
modernos son indoloros, siempre esta esa espinita....Después de observarlos a
todos, me puse a mirar las paredes. Los clásicos cuadros de una sala de
dentista, niñitos sonrientes mostrando sus cepillos, uno que otro
gráfico de montañas, y un gran aviso que decía: "Si quiere
sonreir confiada, visite a su dentista al menos dos veces al año...".
Pero, no me había dado cuenta que justo en un rincón, y como escondido, habia un
óleo, representando, una vieja casa de campo. Habia mucha vegetacion a su
alrededor. Me gustaba el colorido, y la textura del cuadro.
Pensé que el pintor había disfrutado pintando con todo detalle ese paisaje tan especial. Me lo quedé
mirando; me dije, ¿que pasará si entro a mirar lo que hay allí?
Entonces, crucé el espacio con la imaginación y me encontré en el jardín anterior de la casa. Parecía muy
descuidada.
Dí una vuelta alrededor de ella, en el patio, había un enorme olivo, y sobre sus altas
ramas, cantidades de gallinas, y sus familias plumíferas. Las
gallinas, como toda gallina que se precie de tal, hacían un gran
escándalo, reclamando no sé que cosas, y sus hijos, tratando de conciliar el
sueño. El gallo,l ver a sus gallinas todas reunidas, lo ponía nervioso, y se hacía el
dormido, pero no se perdía ni un detalle, ni
un chisme que contaban sus esposas.
Al ver ese espectaculo tan singular, deduje que era el atardecer.
Caminé un poco más, y ví allí a una mujer vieja ya, desdentada, agachada sobre una arteza donde lavaba la
ropa.
Sus cabellos grises estaban atados en un moño, y su prominente barriga mojada de agua
jabonosa.
Cada tanto se pasaba la mano enjabonada por la frente, por la que corria
el sudor del cansancio.
A pesar de ese cuadro de pobreza y cansancio físico, la mujer cantaba muy despacito una vieja
canción, que a mi parecer sólo ella conocía, porque mas que
canción, eran notas que parecían
escapársele del alma. Yo podía verla a ella, pero no ella a mí.
El olor a jabón era fuerte, sin embrago no era desagradable, olor a
jabón de lavar, olor a olivos...
Me alejé un poco mas; pasé bajo los naranjos perfumados, sus hojas muy
verdes y brillantes, cobraban vida al atardecer, no era sólo el rumor de sus
hojas lo que yo, mas que ecuchar, sentía, era el rumor de pájaros que se acomodaban en sus
nidos, grillos,
susurros del agua que corria por la acequia, hablando con las piedras
que tocaba al pasar, cantos de la prenoche se oían por doquier.
Los dengues, abrían a esa hora sus flores multicolores y las madreselvas cerrando las suyas
que sólo se levantaban con el sol; olor a tierra, a vida, olor a jabón
de lavar, olor a olivos...
Qué diferente a la selva de cemento llamada ciudad!
Aprovechando que mi presencia pasaba inadvertida, empujé la puerta y entré a la casa. Alli habian tres
niños, entre cinco y diez años. Dos niñas, las mas grandes y el
pequeñito. Las niñas jugaban con una muñeca de trapo, sucia y
simpática, a la que hacían hablar.
Con unas viejas cajas habían hecho una casa para LA MUÑECA.
El pequeño lloraba. con la carita llena de mocos y mugre.
La mayor de las niñas se acercó a el, y le pasó una manzana.
Santo remedio! Pero se la comió en un dos por tres, y siguió con su
letanía...mamiiiiiiiii.... mamaaaaaaaaaaá, manzana y mugre,
lágrimas y mocos...soledad.
Las chicas dejaron de hacerle caso y siguieron en lo suyo. Dí una mirada a lo que me
rodeaba. Una vieja mesa redonda, en el centro un florero con flores
secas, algunas sillas desvencijadas; en un rincón una cocina
rudimentaria, y algunos trastos negros por
el humo. Miré mas allá, y vi dos camas, muy bien tendidas y muy limpias. Las paredes de madera y
barro, lucían un color que una vez fué blanco, pero que con el paso de los
años, se veian resquebrajadas y sucias. Al piso que una vez debió ser de
madera, le faltaban pedazos, y dejaba ver la tierra.
Muchos cuadros viejos y desteñidos, colgaban penosamente de las paredes, como sujetos sólo por los
recuerdos.
Salí de nuevo al patio, la madre ya había terminado su faena del día, y la ropa colgada al
viento, jugaba con la noche que ya caía.
La madre se secaba las manos en su delantal, y se las pasaba por
el pelo, vio aparecer la primera estrella, y sonrió. Mañana seria otro
dia, ¿o la repetición del mismo?
Un estruendo me hizo volver la cabeza, la rama de olivo donde descansaban las
plumíferas, se habia roto, y toda la comunidad se habia venido al
suelo, entre gritos y plumas, las gallinas
olvidaron una vez más su compostura, y gallo cacareando
histérico, llamaba a su familia a la tranquilidad.
Los chiquillos salieron corriendo de la casa, y se pusieron a reir al ver
la lluvia de plumas que se esparcían por todos lados. De pronto, algo me llamó la
atención, álguien decía mi nombre...mi vecina me tocó el brazo, y mirándome de una manera muy
rara, me dijo; ¿Usted es
Teresa? Me volvi hacia ella. -Si, le respondi, ¿nos cnocemos?
.- No, me contestó, pero hace rato que la están llamando para su
turno....Miré a mi alrededor, todos los ojos estaban fijos en mi...Les
sonreí...Disculpen...Estaba distraída... Y pasé al sillón de los
tormentos.
Lyly
Enero/25/2001/