EL LOBO Y LA PRINCESA

Salió la princesa en la noche de tormenta 
la lluvia se enredaba como hilos de seda. 
Los relámpagos, brillaban haciéndole 
el quite al viento, para iluminar la tierra. 

Se escondió bajo las hojas de hiedra, 
a la princesa la atemorizaba la tormenta. 
Un aullido rompió la noche, 
como si pidiera la luna de vuelta. 

Un lobo gris, se detuvo junto a las hiedras, 
sus ojos brillaron, ojos de fiera! 
La princesa lo miraba, con sus ojos de estrellas, 
el lobo iluminado tan sólo, por las gotas de lluvia, 
que se enredaban como sedas. 

Dejó de aullar el lobo, suavizó la mirada 
al ver a la princesa, escondida entre las hiedras, 
nada temas, le dijo, sólo soy un lobo 
que aúlla para llamar a la luna, y contarle mis penas. 


Cesó la lluvia, se detuvo el viento, 
apareció la luna, y las estrellas; 
puedes aullar ahora, ya puedes contarle tus penas... 

Ya no tengo penas dijo el lobo, 
para qué quiero la luna, si encontré una princesa. 
Se iluminó su pelaje, brillaron sus ojos de fiera, 
y en un rayo de luna, bajaron las estrellas.

El lobo que aullaba, ya no era una fiera, 
era un principe encantado, que encontró una princesa 
escondida entre las hiedras, en una noche de tormenta.