LA NIÑA ENCANTADA

Lloraba la niña 
parada en la piedra, 
sus ojos buscaban 
quien sabe que cosa en la tierra.

Toda blanca era la niña,
blanco su cuerpo,
blanca su cara, blanco su pelo
blanca su alma.

Lloraba la niña
buscando su sombra,
en vano miraba, en vano buscaba,
su sombra no estaba.

Pidió a su ángel; dáme un color,
negro o rojo, verde o azul
o color de la tierra,
pero dáme un color!

Pasó un viajero, a la niña miró,
y acercándose dijo; 
por qué lloras mi niña,
cuán grande es tu dolor?

Lloro, le dijo,
porque no tengo color
mi cuerpo es blanco
como blanco mi corazón.

Tú crees en sueños, 
crees en la ilusion?
Te haré un hechizo, 
si me das tu corazón!

Levantó sus ojos la niña, 
al mago miró,
y abriéndose el pecho, 
el corazón le entregó.

Miróse la niña,
el agua del río le mostró su color,
color de tierra salvaje, 
ojos sin expresión.

Lloró de nuevo la niña, 
al mago buscó,
sintió que moría, 
no quería el color.

De qué vale, se dijo, tener color,
de qué vale tener sonrisa,
si un hechizo 
me dejó sin corazón!

En el jardín quedó su imagen,
una figura de barro, sin vida
desde que un Mago, a cambio de un color,
le quitó para siempre el corazón!