Liderazgo en la Teoría, en la Ética y
en la Mujer
Por Tatiana Gayán Jiménez
El propósito de una organización es
permitir que hombres comunes hagan cosas poco comunes, palabras de Drucker (1).
Sin embargo, no todas las organizaciones lo consiguen. Lograr este propósito
depende, en cierta medida, de la existencia de un líder en su puesto de
dirección, el cual propicia que los miembros de la organización sean más
eficientes de lo que lo eran antes de su llegada.
¿Qué entendemos por liderazgo?
Líder/liderazgo es un tema en alza en
los últimos tiempos en el mundo empresarial, aunque se viene hablando de forma
extensa acerca del mismo desde mediados del siglo pasado. Son múltiples las
investigaciones que se han llevado a cabo en estos años y abundantes los autores
que se han atrevido a dar su propia visión del tema. A pesar de este sinnúmero
de referencias, el término líder sigue siendo ambiguo, porque como dice Álvarez
de Mon “dice tanto que no dice nada si la uso tanto para referirme a Stalin
como a Gandhi". El concepto de líder proviene del término inglés leader,
que significa guía. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua el
líder es la «persona a la que un grupo sigue reconociéndola como jefe u
orientadora» ; es la persona que a través de su conducta o comportamiento,
pretende modificar la conducta de otras personas. A lo largo de la historia se
ha visto que las personas que son líderes no tienen por qué serlo en todos los
momentos y circunstancias, por lo que se ha pasado de hablar de ser líder, que
tiene una connotación permanente y vitalicia, a usar la denominación: ejercer
el liderazgo. Una persona puede tener el liderato en una faceta determinada de
su vida, por ejemplo en su vida laboral, porque tenga un grupo de seguidores, y
no tenerlo en otras facetas, como en su vida familiar. O puede ejercer el
liderazgo en un grupo determinado y ser seguidor en otro grupo.
Las organizaciones invierten una
parte muy importante de sus presupuestos anuales en la formación de sus
directivos con el objetivo de que estos se conviertan en auténticos líderes de
sus subordinados.
La persona que tiene el liderato,
antes de dirigir a las demás, ejerce el autoliderazgo, es decir, deja surgir su
propio yo, se conoce a sí misma, sus capacidades y sus limitaciones. Es una
persona coherente y con afán de superación que predica con el ejemplo. No se
deja amedrentar por el error. Como dice Drucker de la persona de la que se debe
desconfiar es de aquella que nunca se equivoca. El líder establece metas, tanto
profesionales como personales, ambiciosas, pero siempre proporcionadas a sus
capacidades, lo que le lleva a tener éxito en ellas. Del mismo modo, supera a
los demás en aspectos tales como la sociabilidad, la iniciativa, la
adaptabilidad y la cooperación.
El liderazgo, por tanto, es una
acción que abarca sentimientos, actitudes, intereses y valores. Pero además implica relaciones humanas, porque para que
una persona sea líder es necesario que haya un grupo de personas que le sigan,
que confíen en él, que se sientan estimulados, apoyados y entendidos por él.
El líder por su parte se tiene que
sentir como un miembro del grupo que consigue que se produzca un cambio. Aunque
el liderazgo implica poder y autoridad, no significa que los tres sean términos
sinónimos. El poder es la capacidad latente para utilizar la base de todas las
relaciones en las sociedades. El término poder encierra un concepto mucho más
amplio que el término autoridad. Autoridad es poder pero dentro de una
organización, es el poder que tiene un puesto y, por ello, la persona que lo
ocupa. En este sentido autoridad sería sinónimo de dirección. Por su parte, el
liderazgo requiere poder, que cuando es ejercido, se convierte en influencia,
en liderato. Aunque todos los líderes requieren poder, no todas las personas
que tienen poder ejercen el liderazgo.
Vemos que tanto autoridad como
liderazgo se sustentan en el poder, pero mientras que la autoridad basa su
poder en el puesto, el liderazgo lo basa en la relación que tiene con las
personas que trabajan con él. El liderazgo conlleva establecer una dirección,
desarrollando tareas y orientando el trabajo del grupo. Puede ejercerse de
forma inconsciente, mientras que el término dirección no puede
utilizarse en este sentido. La dirección se caracteriza por administrar, buscar
el control de la situación, organizar a las personas, centrarse en los
objetivos a corto plazo, necesitar que otros obedezcan y evitar los riesgos;
sin embargo, el liderato se caracteriza por centrarse en el futuro, en los
objetivos a largo plazo, innovar, confiar en las personas, tomar la iniciativa
e incitar a los demás a cambiar.
Esta distinción entre los términos
dirección y liderazgo implica que no siempre el líder debe ser la personas que
ocupa un cargo de dirección, puede ocurrir que el verdadero líder sea uno de
los subordinados, es decir, que se produzca un liderazgo informal. A pesar de
esto, en toda organización lo que se busca es que sea la persona que ocupa un
puesto de dirección quien ejerza el liderazgo, de forma que la estructura
formal y la informal de la organización coincidan, lo cual ayuda a que todos
los miembros de la organización vayan por un mismo camino y en una misma
dirección.
A lo largo de todos estos años se han
relevado una multitud de teorías distintas sobre el liderazgo. Todas ellas
pueden agruparse en tres enfoques básicos que se relevan a lo largo de la
historia:
TEORÍAS DE LOS RASGOS: pretenden encontrar las características sociales,
físicas, intelectuales o de personalidad que poseen los líderes y que los
distingue del resto de la población. Estos rasgos son innatos a la persona.
Este tipo de teorías están superadas en nuestros días porque ya no se considera
el liderazgo como algo innato sino como un conjunto de características que se
pueden aprender.
TEORÍAS DE LAS CONDUCTAS: consideran que el liderazgo se debe a una serie de
conductas que realiza el líder y no a los rasgos que posee. Lo que conlleva que
se puede entrenar a las personas para llegar a ser líderes.
TEORÍAS DE CONTINGENCIA: el énfasis se encuentra en los factores situacionales. No
es suficiente con que el líder tenga unas características o unas conductas
determinadas, sino que entran en juego otros factores como son las
características de los seguidores, las circunstancias ambientales, etc.
En la actualidad, en nuestro país,
las teorías que más se utilizan al hablar de liderato son la teoría del liderazgo
situacional, la teoría del liderazgo transformacional versus el
liderazgo transaccional y la teoría del liderazgo visionario.
La primera de estas teorías, la
teoría del liderazgo situacional defiende que no existe un único tipo de
liderazgo que sea eficaz en todas las situaciones sino que cada uno de los
cuatro tipos de liderazgo que define el autor (los define en función de que sea
alta o baja la importancia que se concede a la tarea y a la relación con los
demás) es eficaz en una situación determinada. Cada líder tiene un tipo de
liderazgo determinado pero un buen líder debe saber utilizar los distintos
tipos de liderazgo, y además debe saber utilizarlos en función del grado de
madurez por el que pase el equipo, es decir, cuando el equipo tiene un grado
bajo de madurez va a necesitar que el líder le guíe, que sea él quien tome las
decisiones que concierne al grupo, etc. Conforme el grupo vaya madurando va a necesitar
que el líder ejerza un tipo de liderazgo en que la guía del líder sea menor ya
que el grupo es más autónomo. En el momento en que el grupo es quien tome las
decisiones, el líder debe actuar como un miembro más del grupo.
El liderazgo transaccional
centra su atención en los intercambios interpersonales que se origina entre el
líder y sus seguidores; se refiere a la suplencia habitual entre el líder y los
colaboradores en situaciones cotidianas y estables del trabajo diario. Los
líderes transaccionales reconocen e identifican las exigencias de la tarea que
hay que realizar con el fin de que sus subordinados alcancen los resultados
deseados. El liderazgo transformacional lo ejercen aquellas personas que
defienden que es necesario realizar una transformación en la empresa en un
momento como el actual, en el que se está en continuo cambio; defienden que no
sólo es necesario adaptarse a estos cambios para que la empresa siga siendo
competitiva sino que además hay que adelantarse al cambio, hay que provocarlo.
Para realizar estas transformaciones es necesario tener en cuanta la visión de
la organización, posiblemente habrá que modificarla para que se puedan llevar a
cabo las transformaciones deseadas.
Unido a este tipo de liderazgo
encontramos el liderazgo visionario, que siendo una teoría diferente, en
ocasiones en la literatura se consideran ambos como uno sólo. El liderazgo
visionario se centra en la visión de la organización, considera que ésta debe
guiar toda la actuación de la empresa, para hacer esto realidad en la mayoría
de los casos es necesario llevar una transformación de la empresa. Se puede
entender el por qué la literatura confunde estos dos tipos de liderazgo en
muchas ocasiones ya que en ambos forma parte fundamental la visión de la
empresa y la transformación de la misma, pero la diferencia es que mientras que
el liderazgo transformacional busca la transformación y utiliza la visión como
un medio para conseguir la primera; el liderazgo visionario lo que tiene como
prioridad es la visión de la empresa y utiliza la transformación de la misma
como un medio para conseguir su fin.
Líder sí, pero con ética
Este liderazgo visionario, al igual
que los otros tipos de liderazgo que se han mencionado hasta el momento, debe
tener en cuenta que no puede estar al margen de la ética, se debe ejercer un liderazgo
ético. No sólo el líder debe actuar de forma ética, sino que la
organización en su conjunto debe tener una actuación ética. La ética se basa en
la aplicación de la verdad y está demostrado que para que una empresa tenga una
vida larga e incluso permanente debe tener un actuar ético. Si el liderazgo de
una empresa es ético hace mejor y más rica a la misma.
El líder es una persona como las
demás, con la única diferencia de que ocupa un lugar especial porque se lo ha
ganado día a día con su trabajo. Como dice Moreno, el líder debe distinguirse
del resto de los empleados de la organización por su empeño en utilizar, en su
trabajo diario, las cualidades inherentes al ser humano: el respeto, la
generosidad, la paciencia, la dignidad, la capacidad de escuchar, no de oír,
sino de realizar una escucha activa y verdadera; la humildad y la ejemplaridad.
El liderazgo ético es también
liderazgo, es decir, debe incluir visión, coordinación y cambio, pero por el
hecho de ser ético, debe fundamentarse en las virtudes morales, especialmente
en la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. La prudencia es la
virtud empresarial por excelencia. La templanza se relaciona con el ánimo
sereno y es necesaria especialmente en momentos difíciles para no perder la
calma. La fortaleza es la virtud del ánimo. Pero todas estas virtudes no tienen
sentido si el líder no es justo, es decir, si no es una persona íntegra. Aunque
el reto ético es un reto personal, el liderazgo ético debe ser un desafío
empresarial, ya que influye en los líderes de los distintos niveles dentro de
la empresa y con ellos en todos sus seguidores.
Mujer líder
En la actualidad vemos que el
principio de igualdad de oportunidades no se cumple en la mayoría de las
organizaciones, ya que las mujeres tienen verdaderos problemas a la hora del
acceso al poder económico, social y político, comparándolo con los hombres. Si
bien es cierto que en los últimos años se ha producido uno de los grandes
cambios en la condición humana; consistente en que antiguamente los trabajos
que realizaban hombres y mujeres eran distintos, y actualmente realizan los
mismos; también es cierto que las oportunidades que tiene hombres y mujeres
difieren, y mucho.
Como recoge Álvarez de Mon, esta
diferencia se observa principalmente en puesto de responsabilidad, por ejemplo,
se advierte que las mujeres están al frente de sólo el 30 por ciento de las
empresas.
Las estadísticas demuestran que sigue
existiendo el denominado techo de cristal que impide que las mujeres accedan a
puestos para los que están preparadas.
Con el término techo de cristal se
hace referencia a una barrera poco visible que dificulta y, en ocasiones,
imposibilita la promoción profesional a las mujeres por el hecho de ser mujer.
Ha habido un aumento en la formación
de la mujer, especialmente en los niveles de estudios superiores. Sin embargo,
este aumento no se ve posteriormente reflejado en el aumento de representación
de la mujer en puestos directivos. Algunos de los principales factores que han
impedido que la mujer llegue en mayor número a puestos directivos son: el
dominio de los valores masculinos en el mundo laboral y la falta de modelos
femeninos de referencia ya que la mujer carece de historia en el mundo de los
negocios lo que dificulta su identidad.
A nivel del liderazgo también se
habla de un liderazgo femenino frente a un liderazgo masculino, aunque
los autores no se ponen de acuerdo en si es exclusivo del género femenino o
depende más de la personalidad propia de cada sujeto.
Hoy en día, momento en que en las
organizaciones se han dado cuenta de la importancia fundamental que tiene el
capital humano, el liderazgo femenino puede tener su protagonismo, puesto que
si algo caracteriza a las mujeres frente a los hombres es su sensibilidad,
intuición y su preocupación por los aspectos humanos de la organización, lo que
se concreta en facilitar la comunicación. La mujer suele tender a mirar más a
largo plazo y ve el trabajo como un elemento más de su propia identidad. Algunos
otros elementos que las mujeres han incorporado a su estilo de liderazgo son:
confianza, comprensión capacitación permanente, franqueza, creatividad y
sensibilidad.
Para concluir, hay que decir que
existen estudios que demuestran que realmente no existen diferencias
significativas en el estilo de liderazgo que hombres y mujeres ejercen.
Entonces cabría preguntarse: ¿cuáles son las razones para que exista esta
diferencia en el número de hombres y de mujeres que ocupan puestos de
responsabilidad?
(1) Peter F. Drucker Profesor de Management y Ciencias Sociales en la
Universidad para Graduados Marie Rankin Clarke de Claremont, California