Título: EL LÍDER NACE O SE
HACE... Autor: María Luisa
Mateo Fecha: 17/05/2005
Haciendo un repaso a la literatura que trata
sobre el tema de liderazgo, encontramos dos enfoques que
se derivan de la pregunta : “El líder, ¿ nace o se
hace?”
Así, una primera línea de opinión
también conocida como enfoque personalista, vendría
representada por aquellos autores que consideran que un líder
nace. Aquellas personas que no sean “ líderes naturales” y
posean carisma, difícilmente adquirirán por aprendizaje
estas cualidades, puesto que el liderazgo es una cuestión de
personalidad.
La otra, es una perspectiva situacional y
defendería la idea de que es la situación la que determina la
aparición de un líder en el momento oportuno.
De estas dos perspectivas, saldría una
tercera, que aunque apunta que no existe un retrato robot de
líder, puesto que el liderazgo es adaptativo (depende de la
situación), si que tendría como base unos rasgos que deben ser
comunes a todos y que esbozarían el perfil de líder más
idóneo.
Según D. Goleman, doctor en Psicología por la
Universidad de Harvard, la tarea del líder exige un amplio
abanico de habilidades personales que vendrían incluidas en
tres grupos de competencias que mostramos a continuación:
- Primer grupo: Motivación de logro,
confianza en sí mismo y compromiso.
- Segundo grupo: Influencia,
conciencia política (control de todas las corrientes de
opinión existentes en el seno de su grupo) y empatía
- Tercer grupo: Habilidad para sacar
el máximo partido de una situación, esto es, capacidad de
pensar estratégicamente, recabando la mayor cantidad posible
de información y articular un plan de acción claro y
convincente.
Así, el primer y segundo grupo serían
competencias emocionales y el tercer grupo habilidades más
técnicas o de gestión. Con lo cual observamos la importancia
del aspecto emocional que adquiere el liderazgo en su
definición y posterior desarrollo.
El primer grupo de competencias alude
al líder como guía. Es la persona que tiene clara la
misión y presenta a sus colaboradores los
objetivos que se han de cumplir. De este modo, se
evitan muchos malentendidos e incomprensiones. Las energías de
los colaboradores se focalizan cuando tienen claro lo que se
espera de ellos y los objetivos que han de cumplir. Las
personas tienen la necesidad de sentirse útiles, de entender
el para qué del esfuerzo que realizan. Al clarificar
expectativas y objetivos se ejerce esa autoridad que no
violenta ni oprime, sino que, convence y entusiasma.
Un líder eficaz quiere colaboradores fuertes
y capaces, por eso les animará, reconocerá sus logros y
les ayudará a que den lo mejor de ellos mismos.
El líder educará a través del ejemplo,
que no es otro que el del trabajo. Pero no hay educación sin
disciplina, dice no cuando es no, cede cuando hay que
ceder y delega cuando hay que delegar. Corrige y
enseña. No pasa por alto el error, hace ver el porqué y
aporta soluciones.
Si llega el fracaso, el líder asumirá la
responsabilidad. Y del mismo modo, verá los triunfos de
sus colaboradores como suyos propios, y no como amenazas.
Cuando el líder se equivoca, también sabe
pedir perdón. El saber rectificar y el atender a
nuevos planteamientos sin mezclar el orgullo personal hace
atractiva a la persona a la que lo realiza.
Merecer confianza es clave. Un líder
tiene seguidores. Y sin confianza no hay líder.
Pero para confiar en alguien no es necesario
estar de acuerdo con esa persona. Se genera confianza desde el
momento en que uno es consecuente. Es decir, actúa como
piensa.
El segundo grupo de competencias
englobaría todo aquel conjunto de habilidades sociales:
disposición para dialogar y capacidad para
comunicar.
Los mejores líderes están orientados hacia
las personas. Son cordiales, sociables, expresivos,
democráticos y honrados, cualidades que afectan a todos sus
subordinados.
Se relacionan con todo el mundo,
interesándose por su familia y por sus cuestiones personales.
También destacan por su deseo de mantenerse informados, y por
crear un clima de sinceridad que favorece la comunicación.
Estos líderes saben que la unidad y la
cohesión se construyen a partir de los vínculos
personales. Por eso no dudan en promover climas de
distensión y cordialidad, lo que configura una fuerte
sensación de identidad común, que favorece el rendimiento.
También se crea unidad cuando se aprecian y
utilizan los talentos de los colaboradores. Cohesiona el hacer
a los demás corresponsables de la buena marcha de los
proyectos, de crear un clima de confianza, abrir más cauces
para que todos puedan contribuir a la mejora de las cosas. Hay
cosas que disgregan y entorpecen la unidad como el
“no me tienen en cuenta, les intereso en la medida
que soy útil...”
Liderazgo implica capacidad de activar la
imaginación de los demás e inspirarles a moverse en la
dirección deseada. Las bases desde las que actúa el líder
son influencia y persuasión, nunca desde
un poder inmediato y directo sobre la línea de mando.
El líder tiene la suficiente sensibilidad
para identificar los móviles que hay detrás de cada
comportamiento, pues tiene en cuenta que los recursos que
utiliza, dependerán de la mentalidad de sus interlocutores,
que no siempre serán sensibles a las mismas influencias y,
desde luego, de los objetivos que el líder tiene.
La comunicación y el diálogo se convierten en
una herramienta básica para conocer e influir en los
colaboradores
El líder deber ser un hábil
comunicador. Se ha de tener en cuenta que se convence a
la cabeza, pero se persuade al corazón. Ahí se encuentra la
gran oposición que indicaban los griegos entre el logos (la
razón) y el pathos (la emoción).
Para hablar al corazón se debe demostrar
mediante hechos, emocionar a través de los
sentimientos, sorprender con ideas e imágenes y
agradar mediante soluciones. También se deberá
personalizar el mensaje hacia el interlocutor que se
tiene delante. Algunos consejor útiles a tener en cuenta:
1.
Practicar la escucha activa
Escuchar resulta imprescindible para
aprender, y aprender resulta necesario para retransmitir
y enseñar a los demás. Un buen comunicador es un buen pedagogo
y viceversa. La gente al sentirse escuchada, tiene tendencia a
decir más de lo esperado. Por tanto es necesario el silencio.
Pero el líder, convierte el silencio en constructivo, es
decir, mira con atención a su interlocutor, se esfuerza por
reproducir en su propio rostro los sentimientos que puede leer
en el del otro y está preparado para reformular sus
planteamientos en todo momento. Escuchar nos lleva a entender
a la otra persona. Y cuando una persona se siente entendida,
se siente en conexión. Y esto se traduce en confianza con esa
persona.
Para que nos escuchen, hemos de escuchar
primero, y luego podremos “ir al grano”.
2.
Saber formular y preguntar
Para que la escucha sea verdaderamente
activa, debe desembocar en la reformulación, es decir, en la
repetición de los puntos esenciales de las palabras del
interlocutor. Esto sirve, al mismo tiempo, para comprenderlas
claramente y demostrar que se acepta lo que se oye. Se debe
evitar repetir lo negativo.
3.
Ser empático
Ser empático (palabra procedente del griego
pathos, que significa emoción y que se opone a logos, el
lenguaje del razonamiento lógico y el juicio) consiste en ser
capaz de sentir las mismas emociones que el interlocutor,
poder ponerse en su lugar y experimentar la situación como él
la experimenta...pero sin perder el control de sí mismo y
controlando las propias emociones. Porque ser empático no
significa forzosamente sentir simpatía por el
interlocutor.
Emplear alternativamente la escucha activa,
la interrogación y la reformulación, da coherencia y eficacia
a la comunicación.
Para terminar, señalar que el liderazgo tiene
lugar todos los días. No es por tanto, un acontecimiento
excepcional, ni las características de unos pocos, ni
una oportunidad única e irrepetible.
Si el liderazgo depende casi exclusivamente
de la Inteligencia Emocional, (algo que distingue a los
verdaderos líderes en cuestiones tales como saber lo que es
importante y tratar de alcanzar los objetivos propuestos,
ganándose el apoyo y la colaboración de los demás) entonces es
el resultado de comportamientos aprendidos.
Entonces, ¿Cuál es la conclusión?
La conclusión es que los
líderes se van haciendo a sí mismos. Usted ya conoce las
claves del liderazgo. Sólo le falta asumir el reto de
conocerse mejor a sí mismo, de aprovechar sus fortalezas y
pulir con tesón sus puntos débiles.
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