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PATRON DE NUESTRA TERTULIA
Miki etimológicamente significa "pequeño". Viene de la lengua hebrea.
Pablo Miki nació en Japón el año 1566 de una familia pudiente; fue educado por los jesuitas en Azuchi y Takatsuki. Entró en la Compañía de Jesús y predicó el evangelio entre sus conciudadanos con gran fruto.
Pablo era un jesuita japonés. Había predicado la palabra de Dios con elegancia y convicción. Quiso seguir las huellas de su predecesor san Francisco Javier.
El cristianismo lo habían enraizado los padres franciscanos. Habían fundado escuelas, casas de acogida, parroquias y leproserías. Sus palabras estaban refrendadas por sus obras de caridad.
Pero Japón sufría altercados y trastornos políticos. El shogun Taïcosama tenía la idea de unificar todo el inmenso país limitando la influencia de los daïmios locales.
Esta limitación afectaba también a la religión cristiana, otra gran influencia extranjera.
Entonces los shogun se echaron contra los cristianos. En 1587 expulsaron a los misioneros y se prohibió formalmente el cristianismo en todo el país.
Los misioneros huyeron buscando un refugio clandestino. Diez años más tarde, sin embargo, se recrudeció la persecución.
En 1597, se apresó a Miki y juntamente con él a otros 26 misioneros. Pertenecían a la Compañía de Jesús, a los franciscanos – padres y seglares de la tercera rama terciaria -, y a los niños que formaban parte de los coros parroquiales.
Entre estos mártires hay que situar a Pablo Miki, el primer jesuita que se distinguió por su predicación apasionada del Evangelio.
Se les llevó de ciudad en ciudad haciendo ver a la gente que la religión cristiana estaba prohibida.
Los torturaron de mil maneras, hasta que en la colina de Nagasaki fueron crucificados mientras perdonaban a sus verdugos y cantaban cánticos de acción de gracias.
Todos ellos fueron canonizados por Pío IX en 1862.
Monumento a San Pablo Miki y Martires.