Arqueo Aegyptos

La Gran Morada

Las Cartas De Amen-Hotep IV

Durante los primeros años del reinado de Amen-Hotep IV, el uso de la diplomacia no varía demasiado. Amen-Hotep IV había crecido en un ambiente de paz, donde la palabra sustituía a las armas, pero no era fácil prevalecer ese estatus.  Sin embargo, aunque Amen-Hotep III parece tener los protectorados bajo su control absoluto, provincias como Bibblos ó Amurru ya arrastran las penosas políticas que se iniciaron tras las campañas asiáticas de ThutmosisIV. El archivo original de la Ciudad del Horizonte de Atón fue destruido en su gran parte. Sin embargo, sobre el doceavo año del reinado de Ajenatón, el imperio que ThutmosisIII había forjado, y que Amen-Hotep III había enriquecido como nunca había sido, ni lo sería jamás, se disgregaba ante los ojos del que ante el mundo era Ajenatón. En un inicio, tras la muerte de Amen-Hotep III, los reyes extranjeros continúan carteándose con la Casa Dorada, cuya máxima autoridad es Amen-Hotep IV, pero las súplicas se dirigen en primera instancia a su viuda, la gran reina Tiy.

 

"A Tiy, Señora de Egipto. Así le habla Dusratta, rey de Mitanni:

Todo esta bien para mí. Espero que todo esté bien para ti, con tu casa, con tu hijo, con tus soldados y con todo lo que te pertenece. Tú sabes que siempre he tenido amistad con Nebmaatre, tu marido, y que Nebmaatre sentía la misma amistad por mi. Y las cosas que dije y escribí a Nebmaatre, tu marido, y las cosas que Nebmaatre me escribió eran todas conocidas por tí. Pero es que tú sabes mejor que nadie las cosas que nos hemos dicho, nadie las sabe mejor... Debes continuar enviándome alegres embajadas, una tras otra, no debes suprimirlas. No olvidaré mientras la vida habite en mi, la amistad con Nebmaatre, tu esposo. En este momento y siempre, tengo diez veces más amistad para tu hijo Neferjeprure. Tu conoces las palabras de tu esposo, pero no me has enviado los regalos que Nebmaatre deseó que me fuesen enviados.  El oro es como polvo en tu país y en el de tu hijo, ¿por que han sido la razón de tal dolor, que tu hijo no me lo ha dado? Ni uno ni otro me ha dado lo que Nebmaatre se había acostumbrado a darme."

Las cartas de este período narran ceremonias grandiosas entre los distintos embajadores, pero el poder de Ajenatón no existe. El faraón sigue hablando de "mis posesiones", y sin embargo, las alianzas se suceden a sus espaldas, para tratar de debilitar al imperio egipcio. La zona de Siria y Palestina está bajo control egipcio. Dividida en tres zonas, está gobernada por tres funcionarios que dependen totalmente de Egipto. El primero de los funcionarios reside en Gaza, ocupa el país de Canaán y comprende Palestina, parte de la costa fenicia y el actual Beirut. El segundo reside en Sumer, que recoge el país de Amurru y se extiende desde Bibblos hasta el sur de Urgait y el río Orontes. El tercero se halla en Kudimu, y rige la provincia de Apu que va desde Qadesh hasta el norte de Palestina y Damasco. En un principio, todos los reyes siguen teniendo su agrado con el nuevo faraón. Dusratta, el rey de Mitanni, así se lo hace saber:

"A Neferjeprure, el rey de Egipto, mi hermano, el esposo de mi hija, que me ama y que yo amo. Así habla Dusratta, rey de Mitanni, el padre de su esposa, que le ama, su hermano:

Todo está bien para mi. Que para ti todo esté bien. Tu casa, tu madre la reina Tiy, Señora de Egipto; mi hija Tadu-hepa(1), tu reina, tus otras esposas, tus hijas, tus cortesanos, tus carros, tus caballos, tus soldados, tu país y todo lo que te pertenece pueda gozar de una excelente salud. Nebmaatre no ha muerto, si tú su hijo, traído al mundo por Tiy, su gran reina, ejerces el poder en su lugar. Antaño, en tiempos de tus antepasados, demostraron siempre amistad por mis antepasados. Ahora, de acuerdo con nuestra amistad constante y recíprocra, tú lo has hecho diez veces más grande que la amistad que Nebmaatre tenía con mi padre".

 

Pero algo ocurrió, un grave incidente que provocó la ira de Dusratta, que había enviado a dos de sus correos a Egipto. El incidente provocó una degradacion en las relaciones exteriores.

"Y ahora, mi hermano no deja partir a mis mensajeros Pirissi y Tulubri, y les ha sometido a una detención en condiciones estrictas. ¿Qué son mis mensajeros? Puesto que no son pájaros, ¿podrán emprender el vuelo? ¿Que te he hecho yo, mi hermano, para que te sientas tan herido a propósito de mis mensajeros? ¿Por qué no se pueden ver, siquiera el uno al otro?"

Sin embargo, el panorama ha cambiado sensiblemente desde la muerte de Amen-Hotep III. Las rutas parecen ya no ser seguras en estos años de Ajenatón, tal y como lo atestiguan varias cartas que envía Burnaburiash, rey de Babilonia, al soberano egipcio:

"Al rey Neferjeprure de Egipto, mi hermano, así habla el rey de Babilonia, Burnaburiash, su hermano: 

Estoy bien. A tu tierra, a tu casa, a tu esposa, a tus hijas, tus cortesanos, tus caballos, tus carros, muchos saludos. Yo y mi hermano Neferjeprure hemos firmado un trato, y así le dije: Así como nuestros padres, que eran hermanos, seremos hermanos nosotros también. Y ahora, mis comerciantes que viajaban con Ahutabu se han quedado en Canaan para sus negocios. Después de que Ahutabu precisara sus negocios en Hanatun, que está en Canaan, el hijo del hijo de BAluma y de Shutatna, de Shartum, envió a sus hombres allí, y batieron a mis comerciantes, y les robaron su dinero. Pregúntale a Ahutabu y él te lo dirá. Canaan es tu país, y sus reyes son tus siervos, y en tu país me robaron. Hazlos prisioneros y devuélveme el dinero que me robaron. Y los hombres que mataron a mis sirvientes deben morir para vengar su sangre. Porque si tú no matas a esos hombres, mi hermano, matarán otra vez a mis caravaneros e incluso a mis embajadores, y las embajadas entre nosotros deberán cesar. Si esto sucede, la gente de mi tierra te dejará".

 

No obstante, las relaciones entre Egipto y Babilonia siguieron conservándose, aunque con ciertos matices. De entre los posibles matices que fueron degradando estas relaciones, sacamos en limpio que uno de los problemas fue el envío del oro, tal y como el rey de Babilonia dice a Ajenatón, con cierto desencanto:

"A Neferjeprure, rey de Egipto, así habla Burnaburiash, rey de Karduniash (2), su hermano: Yo estoy bien, y tal vez tú, tu casa, tus esposas, tus hijos, tu tierra, tus cortesanos, tus caballos y tus carros, se encuentren en plenitud.

Cuando mi padre y tu padre repartían sus presentes en señal de amistad, se enviaron hermosos regalos, y nada fue rechazado. Ahora, mi hermano, me ha enviado solamente dos minas (3)de oro. Y esta es una cantidad muy pequeña. ¡Envíame pues, tanto oro como lo hizo tu padre con el mío! ¡Y si tienes poco oro, envíame la mitad de lo que tu padre envió al mío! ¿Por qué tu me has enviado solo dos minas de oro? Mi trabajo en las moradas de los dioses es muy grande, y ahora he emprendido la construcción de otra empresa. ¡Envíame oro! Y tú, lo que necesites de mi tierra, pídemelo y yo, tu hermano, te lo enviaré. No olvides que mi padre nunca pretendió el mal contra tu padre, cuando los habitantes de Canaan se lo  propusieron. Y mi padre les dijo: ¡Olvida esa idea con migo! ¡No me declararé en contra de mi hermano, el rey de Egipto, ni trataré con ningún otro! ¿No debo protegerlo, pues él es mi aliado? Mi padre no cometió ningún acto contra tu padre. Ahora, los asirios, vasallos míos,  acuden en su demanda. ¿Por qué han ido a Canaan? Si yo soy amado para tí, no les dejes hacer ningún negocio. ¡Que vuelvan a mi tierra con las manos vacías! Y como regalo, te enviaré tres minas de hermoso lapislázuli y cinco equipaciones de caballos para cinco carros de madera."

Ajenatón parecía estar haciendo oídos sordos a la multitud de sucesos que se desencadenaban en Asia, y como resultado de su sordera, el rey hitita Subbiluliuma destruye definitivamente el equilibrio que existía en todo el Oriente Próximo. Comienza a someter a las tribus que se hallan en el entorno de sus fronteras, a pesar de que con el motivo de la muerte de Amen-Hotep III había escrito al nuevo faraón diciéndole:

"Los mensajes que me había enviado tu padre y las peticiones que le había dirigido conviene que las renovemos entre nosotros. Ahora bien, rey, yo no he negado nada de lo que me pidió tu padre. Lo he concedido todo, y todo lo que yo le pedí a tu padre, el me lo concedió plenamente. Ahora, mi hermano, has subido al trono de tu padre y del mismo modo en que nos hacíamos regalos tu padre y yo, tenemos que ser buenos amigos. Puesto que yo había expresado un deseo a tu padre, no lo desdeñes. Hagamos realidad estos deseos. Se trata de dos estatuas de oro, una en pie y la otra sentada; de dos estatuas de plata de mujeres, de un pedazo de lapislázuli. No son regalos verdaderamente, sino objetos de una transacción comercial. Si mi hermano decide entregarme éstos regalos, envíamelos rápidamente. Tan pronto como mis carros estén listos, se los enviaré a mi hermano. Que tú, mi hermano, puedas desear escribirme."

Y sin embargo, las acciones bélicas comienzan tras esta carta. Dusratta, el rey de Mitanni, muere asesinado por los hititas. Los asirios invaden las zonas de influencia egipcias, a pesar de que el Faraón había mantenido con ellos buenas relaciones. Subbiluliuma impone su dominio en una tierra de Mitanni que no puede defenderse.  El rey hitita, viendo la pasividad de Ajenatón, fuerza un poco más la situación. Siria del Norte cae bajo sus espadas y el rey hitita se alía con varios príncipes locales. Establece una red de espionaje y corrupción. Así, poco a poco, los que ayer servían fielmente a Faraón, hoy están dispuestos a asesinarlo. Las alianzas que ha realizado, se materializan en disturbios que son totalmente favorables a su lucha. 

Inexplicablemente, Ajenatón no interviene con su ejército. Simplemente, se dedica a esperar que los las dos fuerzas se despedacen, esperando que el resultado sea una población diezmada de parte a parte. Es, a todas luces, un gravísimo error que tiene como resultado la desaparición del país de Mitanni. Y luego, Subbiluliuma, asesta el golpe definitivo al rey de Egipto, amenazándolo con la guerra:

"Y ahora, en cuanto a la tablilla que tú  me has enviado, ¿por qué has escrito tu nombre por encima de mi nombre? ¿Y quién es el que perturba las buenas relaciones entre nosotros? ¿Y tal comportamiento entra en las costumbres? Hermano mío, ¿me has escrito con la idea de que nos unamos? Y si eres mi hermano, ¿por qué has exaltado mi nombre, cuando en tu pensamiento no soy más  que un cadáver? Pero tu nombre, yo borraré..."

El imperio egipcio parece al borde de la disgregación. Sin embargo, ante la sorpresa de todos, Ajenatón no interviene militarmente. Tal vez pesó que podía igualar el estatus de diplomático que había tenido su padre Amen-Hotep,  e invita al rey hitita a una mesa de negociaciones, y este acepta tras verse tratado como a un igual con el faraón de Egipto. Ahora, a Subbiluliuma nada le impide dedicarse en pleno a sus redes de espionaje y conspiraciones, manteniéndose él en la sombra de la trama.

Así sucede que, los hititas ayudan al rey de Amurru a someter una serie de puertos fenicios. Parece ser que Ajenatón envío un ejército a Fenicia, pero que fracasó en sus intenciones de pacificación. Se sospecha que el enviado del faraón se vendió a Aziru, el rey de Amurru. Éste último, asesina al gobernador egipcio de la ciudad de Simira. Luego, invade Tunip, y tras su conquista, lanza la vista hacia Biblos. Ribaddi, rey de Biblos, pide ayuda al rey. Tras muchas cartas, el faraón acaba por enviar carros y arqueros. Pero sin embargo, eran un número reducido, y el material era muy pobre. Los soldados fracasan, y casi en su totalidad perecen en combate. Y Ajenatón culpa a Ribaddi. La cosa se complica en demasía cuando Aziru sitia  Biblos. Aunque Ribaddi pide nuevamente ayuda, Ajenatón parece haber quedado sordo ante las súplicas de su aliado incondicional.

"Que el rey, mi señor, piense en su servidor. Espero ahora noche y día a los arqueros de mi rey. Si mi rey, mi señor, no cambia los deseos de su corazón, moriré. Soy viejo, y mi cuerpo padece una enfermedad muy grave. Con la presente, envío a mi propio hijo, un servidor de mi rey, su rey... Que el rey le preste la atención y las palabras de su servidor, y conceda arqueros para sostener la tierra de Biblos."

Ajenatón no hace caso de las cartas que le envía el príncipe de Biblos, el cual paga con la vida su lealtad con el Señor de las Dos Tierras. Ribaddi, el rey de Biblos, había pedido ayuda para repeler los ataques hititas, pero no pudo huir de la muerte. Los puertos fenicios ya no tratan con los comerciantes egipcios, Mitanni es borrado del mapa por culpa de una alianza entre los asirios y los hititas. Palestina es invadida. Se trata de los sutu y los habiru (tribus que, muy posiblemente, eran los hebreos) que se ceban totalmente con Palestina. El príncipe palestino envía una dramática carta a Ajenatón, en un tono servil y suplicante:

"Al rey, mi señor, a´si habla Abdi-Heba, su siervo, postrado siete veces siete ante los pies de mi señor, mi rey:

La ciudad... he entrado. Tal vez el rey sepa que los países están en paz, pero la guerra es contra mi. El país de Gaza, el país de Asqelón, y la ciudad de Lakhis han sido alimentadas necesariamente. Tal vez el rey  pueda enviar a sus arqueros contra aquellos que intentan perpetrar maldades contra la tierra del rey, mi señor. Si este año llegan las tropas de arqueros del rey, mi señor, habrá países y gobernadores para el rey, mi señor. Si no hay tropas de arqueros del rey, mi señor,  no habrá ni países ni gobernadores para el rey. Mireme, la tierra de Urusalim(4) no ha sido entregada por mi padre ni por mi padre. El brazo fuerte del rey había sido confiado a mis antepasados."

Y, tras el desastre, los saqueadores siembran el desastre y el desconcierto. Inexplicablemente, Ajenatón culpa a Abdi-Heba, y éste vuelve a dirigirse al soberano egipcio, intentando explicar la situación.

"Al rey, mi señor, así habla Abdi-Heba, su siervo. En los pies del rey, mi serño, siete veces siete he de postrarme. ¿Qué le he  hecho al rey, mi señor? Me culpan ante el rey, mi señor, y dicen: ¡Abdi-Heba se ha rebelado contra Faraón, mi señor! Estoy aquí, y ni mi padre ni mi madre tienen la culpa de la situación. ¡Que el brazo fuerte del rey, de gran alcance, me conduzca hacia la morada de mi padre! ¿Por qué habría yo de jurar contra el rey, mi señor? Mientras que el rey, mi señor, viva, diré a la comisión del rey, mi señor: ¿porqué favorece a Hapiru y se opone a los reinados? Y me acusan a mi así ante el rey, mi señor. Porque han dicho: ¡Perdió los territorios del rey, mi señor! Así, vilmente, soy calumniado ante el rey, mi señor. Pero el rey, mi serño, sabe que cuando el rey envió un mensajero, Yanhamu (5) lo cogió todo y... la tierra de Egipto... ¡Oh mi rey, mi señor, todos los territorios del rey se han rebelado! ¡Permita que incorpore la presencia del rey, mi señor,  pero la hostilidad contra mi es fuerte, y no puedo incorporar la presencia del rey, mi señor! Todos los países del rey, mi señor, han desertado. Cada vez que se han presentado los comisarios les he dicho: Los territorios del rey, mi señor, se han perdido. Pero no me han escuchado. Se han perdido todos los alcaldes, y ya no queda ningún alcalde que siga perteneciendo al rey, mi señor. Tal vez el rey deba dirigir a sus arqueros y pueda enviarlas  a los territorios del rey. Si hay arqueros este año, todos lo territorios del rey permanecerán intactos. ¡Pero si no hay arqueros, los territorios del rey, mi señor, se habrán perdido!

Al rey, mi señor, así escribe Abdi-Heba, su siervo. Él transporta palabras elocuentes al rey, mi señor. Todos los territorios del rey, mi señor, se están perdiendo."

Jerusalem y  Meggidó son ocupadas por los beduinos Asia ya no pertenece a Egipto. Ajenatón da primer orden a sus preocupaciones espirituales y el intentar convertir a Egipto al dios Atón, y desprecia las intrigas y conflictos que se cuecen en los protectorados. No mantiene su sistema de espías y apoya su política exterior en hombres de dudosa responsabilidad. Pese a creer ciegamente en la diplomacia, el faraón se comporta como un soñador, incapaz de ver la tremenda crisis que se cierne sobre el valle del Nilo. Ajenatón, por su mala gestión, estuvo muy mal informado, y muchas de las cartas no llegaron hasta él. Hombres como Tutu, el intendente sirio del rey, es posible que fuese aliado de Aziru, y también lo es que Ajenatón fuese traicionado por algunos de sus hombres de confianza. Cegado por su sueño de llevar a Atón más allá de Egipto, y convertirlo en un dios pacificador, no supo ver la evolución política y militar que estaba cambiando a los países asiáticos. Ajenatón no visitaba los protectorados, como lo habían hecho sus antepasados, y su no presencia, no garantizaba una paz, que por otro lado, no podía existir a distancia. Con la muerte de Amen-Hotep IV, los sueños y la inteligencia de Amen-Hotep III quedarán para siempre escritas en letras de oro en la genealogía del Antiguo Egipto, pero el Imperio estaba al borde del desastre.

 

 Notas:

1- Tadu-hepa, hija de Dusratta, se había casado en un inicio con Amen-Hotep III. A su muerte, fue desposada con Ajenatón para así afirmar la paz y la amistad. -Volver

2- Karduniash, nombre del reino de Babilonia. -Volver

3- Una mina es el equivalente a medio kilo. -Volver

4-Urusalim, nombre de la tierra de Jerusalem. -Volver

5-La embajada egipcia en Palestina. -Volver

 

© 2005, Amenofhis III (Luis Gonzalez Gonzalez) amenofhis_29@hotmail.com