UNIVERSIDAD YACAMBU

ASIGNATURA: PLANIFICACIÓN

PROFESOR: CARLOS SÁNCHEZ

 

FORO: PROSPECTIVA

 

REALIZADO POR: Aris María Mateo Matheus

CI.- 9.587.458

 

SUBTEMA: LA PROSPETIVA EN AMERICA LATINA

 

INTRODUCCIÓN

 

El presente trabajo se constituye con resumen de artículos donde se analizan: historia, presente, visiones y estudios realizados  sobre la prospectiva en América Latina.

 

1. AMERICA LATINA: RAÍCES DE LA INTEGRACIÓN

En el difícil y complejo proceso hacia la integración latinoamericana, nuestra historia nos ha mostrado ya los grandes problemas que hay que superar: en primer lugar, la diversidad cultural regional, que tiene sus raíces en esa mezcla de lo indio, lo negro y lo español, y que ha llegado al extremo de preguntarse si hay una América Latina o Muchas; en segundo lugar, La distancia geográfica entre numerosos países, que han hecho difícil un intercambio permanente de conocimiento y de bienes; y en tercer lugar, la rivalidad política entre gobiernos vecinos ha llevado en ocasiones al extremo de guerras fratricidas absurdas. Sin embargo, en toda esta profunda diversidad se empezó el proceso de independencia durante principios del siglo pasado, con la aspiración de Simón Bolívar de expresar la identidad de esta región y con el deseo de construcción de la gran patria americana desde el río Bravo hasta la tierra del fuego.

Bolívar expresaba en su Carta de Jamaica, de 1815: "Ya que tienen un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse". Y añadía: "No somos europeos, no somos indios sino una especie media entre los aborígenes y los españoles. Americanos por nacimiento y europeos por derechos, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión y de mantenernos en el país que nos vio nacer, contra la oposición de los invasores; así nuestro caso es el más extraordinario y complicado" (Bolívar. Discurso de Angostura. UNAM, 1986:101).

 

Pero el proceso de la independencia llevó históricamente a la diversificación en repúblicas independientes: la gran Colombia quedó en el pasado y se fueron formando las naciones de Colombia, Ecuador, Venezuela, etc; La Federación centroamericana se separó de México y posteriormente, de 1822 a 1842 se pulverizó en los 5 países centroamericanos a pesar de los intentos de unidad de Francisco Morazán. La idea inicial de Bolívar que fracasó era "la ideal concepción de toda Hispanoamérica como entidad nacional única, a realizarse por medio, sea de una sola república continental, sea de una pluralidad de repúblicas unidas entre sí por liga o confederación" (Arturo Ardao. UNAM, 1986:37).

La idea de Bolívar se planteaba en dos niveles: primero, la idea de una sola nación que englobaría a Venezuela, Nueva Granada (Colombia) y Ecuador, y segundo, la idea más amplia de la Confederación de repúblicas, a través de la convocatoria del Congreso continental que se reunió en Panamá en Junio de 1826.

Sin embargo, de manera paralela a la diversidad política de naciones independientes, empezó a expresarse un proceso de identidad. Simón Rodríguez (1771-1854), Juan Bautista Alberdi (1810-1884) y José Martí (1853-1894) fueron personajes importantes que hicieron surgir con vigor focos colectivos de pensamiento que reclamaron no solo la identidad de un "nosotros", refiriéndose a la parte de Latinoamérica, con habla española y portuguesa, sino que abrieron la incipiente prospectiva de una lucha de liberación frente a la hegemonía de los Estados Unidos, buscando un futuro con mayor justicia social.

La primera lucha por la identidad del “nosotros” dentro de la diversidad fue la gran batalla del siglo XIX. Como dice Francisco Miró Quezada: “la actividad ideológica fue probablemente la primera y más directa expresión del creciente deseo latinoamericano de autoafirmación” (Miro Quezada. UNAM, 1986:134). En un eje parecido se sitúa Juan B. Alberdi cuando hace sentir la necesidad de una filosofía americana y no una América que diga solo lo que piensa Europa: "es preciso -decía- que hagamos ver que ella (la filosofía americana) puede existir... Americana será la que resuelva el problema de los destinos americanos" (Alberdi. UNAM, 1986:150). Martí prefería hablar del término "Nuestra América" para referirse al pueblo que va "del Bravo a la Patagonia" (Martí. UNAM, 1986:153-4), aunque también en ocasiones utilizó el término de América Latina.

Si bien, desde el punto de vista del pensamiento filosófico, la lucha era por afirmar un pensamiento americano, ya al interior del continente, la lucha por la identidad fue también expresión de la contradicción con el Norte, con los Estados Unidos, no sólo a nivel cultural y de ideología, sino en la experiencia empírica de dominación económica y política.

El historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna, en 1856, ante el hecho ineludible de la diversidad de repúblicas independientes, expresaba lo siguiente: "Seamos sudamericanos frente a la América del Norte. Que nuestra mutilada familia, que cuenta tantas denominaciones de mutua hostilidad, `peruanos`, `chilenos`, `colombianos`, `argentinos`, sea un solo nombre delante del nombre americano, de ese Pluribus Unum que es único y por eso es todopoderoso. Que nuestras divididas Repúblicas sean una sola América delante de las repúblicas unidas del Norte" (Cita en Arturo Ardao, UNAM, 1986:50).

Las virtudes que vio Alexis de Tocqueville en "La democracia en América" no se expresaron para nada en la relación de dominación que empezaban a imponer los norteamericanos en el Sur con su lema "América para los americanos".

En la segunda parte del siglo XIX se manifestó culturalmente un símbolo de esa identidad al comenzar a adoptarse precisamente el nombre de América Latina, designando con ello a todas esas naciones del continente americano que habían sufrido la dominación española y portuguesa, teniendo como contenido el más grande mestizaje de la historia moderna entre indio, negro y blanco, y oponiéndose en consecuencia al bloque anglófono dentro de América.

El vocablo de "América Latina" llegó de Francia, como se refiere en el prólogo del libro de Sergio Marras, "América Latina, marca registrada", junto con el intento imperial de Maximiliano (1862-1865), como una primera idea de unificación, bajo un propósito político: servir de contrapeso a los nórdicos de origen anglosajón y protestante que obstaculizaban la influencia de Francia de Napoleón III en este continente; así nació el invento del término "América Latina".

Aunque de manera clara hubo gran solidaridad de los pueblos latinoamericanos con México frente a la intervención francesa y para ello baste recordar el llamado de Francisco Bilbao en 1863 donde señala que "todo se perderá... si no hacemos de la causa mexicana la causa americana" (Cfr. UNAM, 1986:169), el nombre de América Latina, heredado de Michel Chevalier, quien buscara una identidad cultural que justi-

ficara el expansionismo francés frente al Norte anglosajón, empezó a prevalecer.

Todavía en la segunda parte del siglo XIX se debatía el nombre que podría darse a esta parte de América. Se había querido resucitar el nombre de la Gran Colombia o Confederación Colombiana, debido a que ya en 1863 se había logrado efectivamente cambiar el nombre de la República de Nueva Granada por el de Colombia; sin embargo, culturalmente fue el nombre de América Latina o Latinoamérica el que prevaleció, como bien lo atestigua Eugenio María de Hostos, en un artículo publicado en 1874 precisamente con el título de "América Latina", cuyo nombre ya había utilizado desde 1868: "No obstante los esfuerzos hechos por... escritores latinoamericanos y por el autor de este artículo, reforzados por la autoridad de la Sociedad Geográfica de Nueva York, no prevalece todavía el nombre colectivo de Colombia, con que han querido distinguir de los anglosajones de América a los latinos del Nuevo Continente. En tanto que se logra establecer definitivamente la diferencia, es bueno adoptar para el Continente del Sur y América Central, México y Antillas, el nombre colectivo que aquí le damos y el de neolatinos... o latinoamericanos que yo uso para los habitantes del Nuevo Mundo que proceden de la raza latina y de la ibérica". (Citado en Arturo Ardao, UNAM, 1986:53).

La identificación latinoamericana ha prevalecido hasta la actualidad en donde encontramos numerosos instituciones de investigación en Europa y en Estados Unidos con el referente de "Centros de estudios latinoamericanos"; aun desde el punto de vista de la política internacional, el término es usado frecuentemente por gobiernos u organizaciones políticas para asignarlo a sus dependencias que tratan asuntos referentes a esta parte del continente americano.

Sin embargo, el fracaso del sueño bolivariano de integración como la gran patria americana quedaba cada vez más manifiesto. El mismo Bolívar sintió el fracaso cuando al Congreso de Panamá en 1826 sólo acudieron Colombia, Centroamérica, México y Perú. Posteriormente, a la diversidad de las raíces culturales se añadió todavía más la diversidad política de múltiples naciones diferentes, varias de las cuales combatieron con ferocidad entre ellas mismas por cuestiones diversas como límites territoriales, acaparamiento de recursos o enemistad de los dirigentes. Fue el caso, por ejemplo, de la guerra del Pacífico entre Perú, Chile y Bolivia, que tan bien está reseñado por Eduardo Galeano en "las Venas abiertas de América Latina".

Reconocía, por su parte, Francisco Bilbao, en 1865, en una iniciativa que planteaba la idea de un Congreso federal de Repúblicas, con ciudadanos provenientes de casi todas las naciones de Sudamérica:

"la idea de la confederación de la América del Sur, propuesta un día por Bolívar... no ha producido los resultados que debían esperarse. Los estados han permanecido desunidos" (Bilbao, UNAM, 1986:55).

 

Pero todo este proceso de identidad, aunque ideológicamente estaba confrontado con los anglosajones, llevaría también a un primer intento de integración económica y política de los países latinoamericanos bajo la égida de los Estados Unidos. La mentalidad del proyecto "América para los americanos" se expresaría claramente en la organización de la primera Conferencia Panamericana en 1889, convocada por el Secretario de Estado de Norteamérica, James G. Blaine, en la cual, como lo refiere ampliamente Salvador E. Morales ("Primera Conferencia Panamericana"), se encuentran las raíces del modelo hegemonista de integración. Ahí, con la presencia de 17 países americanos, hubo propuestas en materia de libre comercio, unión aduanera, propuestas de moneda común, tratados de extradición, derechos de marcas y patentes, uniformización de reglas sanitarias, etc. algunas de las cuales llegaron a adoptarse en alguna medida en la Conferencia Monetaria Internacional de 1891.

Los países representados en la Conferencia panamericana fueron los siguientes: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela.

Esta conferencia representó ciertamente, en el siglo XIX, otra perspectiva para la integración de América Latina pero bajo la tesis del panamericanismo lidereado y dominado por los Estados Unidos. La conferencia ocurrió en el contexto del debilitamiento del imperio económico inglés y la expansión de la economía norteamericana que quería controlar mejor sus mercados en toda América, que anteriormente tenían la tendencia a integrarse más a los polos industriales y financieros de Europa. Estados Unidos estaba en una gran producción maquinizada en serie y expansión de sus productos después de la guerra civil. "El interés de Estados Unidos hacia 1889... era el de romper un equilibrio económico euroamericano... a fin de establecer otro en que las ventajas gravitasen en su dirección" (Morales S., 1994:57). En el fondo de este proyecto, estaba "la necesidad agobiante de los magnates industriales de colocar sus mercancías menos demandadas que las europeas; el deseo del sector exportador de los países iberoamericanos de favorecer cambios modernizadores que pusiesen a los intereses dominantes en el carril de la prosperidad y el progreso material" (Morales S., 1994:117).

No cabe duda que se pretendía un modelo de integración de América Latina pero subordinada a las necesidades económicas del Norte. Este modelo ciertamente no era el que pensaba Simón Bolívar sino que representaba su contraparte. "La unidad americana propuesta por Bolívar difiere de la de Blaine no sólo por la participación de Estados Unidos, desechada por el Libertador, sino por el carácter hegemónico que le otorgó a ese país la unión concebida por Blaine" (Morales S., 1994:59).

En este largo proceso, los países latinoamericanos conservaron su independencia política y su identidad cultural pero con una pesada dependencia económica en relación con el desarrollo industrial del Norte.

Las aspiraciones hacia la integración han existido y se han expresado en múltiples momentos, pero, no es sino hasta mediados del siglo XX cuando se retoma el proceso de integración económico-comercial de manera expresa (Preciado J., Rocha V, 1997). Pero en el proceso contemporáneo se confunden las dos vertientes aunque, de manera específica, el proyecto de la Cumbre de las Américas de Miami de 1994, parece la proyección de la Primera Conferencia Panamericana, con la perspectiva del panamericanismo lidereado por los Estados Unidos en un nuevo contexto, en donde puede imponerse el punto de vista unilateral de la política de Washington.

Conviven, sin embargo, también en el siglo XX numerosos intentos de integración latinoamericanista que en alguna manera pueden expresarse en el plano político-diplomático de las cumbres iberoamericanas o en la formación de bloques regionales importantes como el Mercosur, el grupo de los Tres, el pacto andino, etc.

De hecho, en estas dos vertientes -la de Bolívar y la de Norteamérica-, encontramos las dos principales raíces de los procesos de integración, como dos tendencias contradictorias que se mezclan constantemente en el proceso de globalización de finales del siglo XX.

A partir de este contexto es urgente seguir profundizando nuestra identidad latinoamericana pero también en la perspectiva del futuro en el siglo XXI. Dice por ejemplo Miguel Rojas Mix que "no puede pensarse en una cultura de identidad que simplemente nos diga quiénes somos o de dónde venimos, tiene igualmente que decirnos a dónde vamos" (Preciado y Rocha, 1997:103).

La posibilidad existe de cualquiera de las dos vertientes de la integración. Hay quienes piensan que el panamericanismo subordinado a los Estados Unidos es nuestro destino manifiesto, particularmente en la etapa contemporánea de la globalización, pero "¿no es esto un motivo suficiente para retomar el latinoamericanismo y empezar a ver de

nuevo, con otros ojos, y actuar decididamente hacia la integración con y del Sur, esto es hacia las potencialidades dormidas, si no es que aherrojadas, en cada una de nuestras patrias individuales y en el formidable conjunto que es la Patria Grande, para un desarrollo independiente de cada uno y de todos nuestros países?" (Morales S., 1994:15)

El nombre prevaleciente para esta parte del continente fue un símbolo de integración a pesar de la diversidad cultural, geográfica y los escenarios de pugnas políticas. "Pese a estos factores de diversificación, un motor de unidad e integración opera en América Latina, tendiente a uniformarla y unificarla... La unidad esencial de América Latina proviene... del proceso civilizatorio que nos plasmó... generando una dinámica que condujo a la formación de un conjunto de pueblos, no sólo singular frente al mundo, sino también crecientemente homogéneo... El proceso civilizatorio que opera en nuestro días, movido ahora por una nueva revolución tecnológica, tiende a reaglutinar a los pueblos latinoamericanos como uno de los rostros por el que se expresará la nueva civilización, y quizás engendre la entidad política supranacional que en el futuro será el cuadro dentro del cual los latinoamericanos vivirán su destino" (Darcy Ribeiro, UNAM, 1986:109). O también, como decía José Martí, en ese territorio que va "del Bravo a Magallanes" es donde podemos encontrar "la semilla de la América nueva" (Martí. UNAM, 1986:129).

 

2. PROSPECTIVA DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE- LA VISIÓN EN EL AÑO 2001

 

Hace menos de un cuarto de siglo, cuando la COPPPAL se fundó, América Latina y el Caribe era una región cuyo sentido histórico se cuestionaba, tanto por la crisis del sistema político construido y la instalación en la mayoría de nuestros países de regímenes militares inspirados en la doctrina de la seguridad nacional con el apoyo de la política que Estados Unidos proponía para América Latina, como por su iniquidad social y el agotamiento de sus modelos de desarrollo económico básicamente impulsado por la propuesta de la CEPAL. En estos tiempos, parece que la primera condición se ha superado en cierta medida; subsiste sin embargo, como el mayor problema, el de la solución a la demanda social por una mejor distribución de la riqueza y un desarrollo social equitativo, que tenga como sustento un desarrollo económico con capacidad de crecer y direccionar su economía en el marco de un mundo interdependiente. La crisis de la deuda agravó aun más la precaria situación de las economías del continente.

Por otra parte, a partir de los que se ha llamado el consenso de Washington liderado en su época por Ronald Reagan y Margaret Thatcher y el apoyo del Grupo de los Siete, se impulsó a escala planetaria un modelo neoliberal. Los organismos internacionales -FMI, BM, OMC, BID, entre otros-son los ejecutores de esas políticas que, con mas o menos regularidad, se implantan en muchas partes del mundo y en casi toda América Latina.

La diversidad cultural y el mosaico de Estados-Nación caracteriza a la región. Economías con incidencia mundial limitada coexisten en la región con aquellas pequeñas en magnitud. El siempre recordado postulado bolivariano de la integración latinoamericana y caribeña ahora está sujeto a revisión ante la presión de un fenómeno llamado globalización. Este proceso, si bien podría implicar una serie de beneficios en materia de comunicación, difusión del conocimiento y protección al medio ambiente y desarrollo tecnológico, entre otros, en su versión neoliberal obliga a una competencia entre naciones por el ahorro externo de los países más industrializados y por parcelas de mercado lidereado por las empresas transnacionales, competencia inspirada en la tesis de la ventaja competitiva y comparativa y sujeta a consideraciones cuya mejor expresión se sintetizaría en aquel concepto de "capitalismo salvaje".

Al interior de las naciones de la región subsisten los añejos y complejos problemas sociales derivados de esos otros problemas de desintegración y exclusión social que tanto nos han afectado. De manera destacada, los conflictos sociales que tienen como origen las demandas de los pueblos indios de la región y la tenencia de la tierra en general, son reflejo fiel de lo mucho que tiene todavía que lograrse para que la convivencia pacífica tome su curso. Existen en la región situaciones que rayan en la denominación de guerra civil, signo inequívoco de tensión política y social.

Diversos procesos complejos han venido caracterizando la región. De manera definitiva, la urbanización acelerada y desordenada es una constante. Las megalópolis y la pulverización demográfica rural, reflejan una estructura regional informe, donde coexisten múltiples demandas sociales. La estructura y el crecimiento demográfico en sí han tenido transformaciones considerables. Una vez más, coexisten los extremos, con tasas de crecimiento en zonas rurales sumamente altas, donde precisamente viven quienes menos tienen, con zonas urbanas y de latos ingresos que prácticamente no se reproducen. Pronto observaremos una polarización mayor.

La aplicación de acciones neoliberales en nuestros países ha debilitado enormemente a los Estados Nacionales, no sólo en lo institucional, sino además en la capacidad política para instrumentar acciones de interés para las grandes mayorías, dejando al mercado como el agente determinante para resolver conflictos. Nuestros Estados Nacionales, individualmente, no tienen ninguna capacidad de incidencia o de tomar decisiones autónomas frente a las grandes decisiones política y económicas definidas por la globalización.

En su conjunto, la satisfacción de las necesidades sociales básicas: educación, salud y vivienda, se encuentra en un futuro distante. La debilidad financiera de los Estados Nacionales, las condiciones de desempleo, subempleo, informalidad y otros elementos negativos de la estructura económica además de la presión demográfica mencionada, hacen ver un panorama poco alentador para los millones de latinoamericanos y caribeños que están en condiciones de vida deplorables.

El elemento fundamental, la educación, es uno de los grandes problemas de la región; para muchos el gran obstáculo del desarrollo. Millones de analfabetas enfrentan a un mundo complejo con presiones ocasionadas por políticas que premian el conocimiento sofisticado y ocasionan expulsiones masivas del mercado laboral. El crecimiento económico de los Estados nacionales tiene como referentes la competitividad sustentada en la inversión en el capital más que en el trabajo. La inversión extranjera y aún la nacional, busca el trabajo barato para calificarlo mínimamente y así maximizar su potencialidad de ganancia; tiene frente a sí una abundancia de mano de obra que les permite comprar barato lo que en sus países es caro, para vender los productos a los precios de sus mercados, incluso requiriendo de ventajas fiscales como supuestos exportadores nacionales. Las políticas salariales se subordinan a las necesidades de importación de ahorro e inversión externa y a los equilibrios macroeconómicos que, si bien son deseables y convenientes, siempre las variables de ajuste son las condiciones de vida de la mayoría de la población. De manera especial, la brecha educativa entre hombres y mujeres, a desventaja de las últimas, se agranda y contribuye sustancialmente a una mayor iniquidad en términos de género. Los educadores se encuentran mal pagados y a su vez con escasa capacitación y equipo para educar de acuerdo a prácticas avanzadas. El círculo vicioso que por siglos ha padecido la región parece ahora en vías de consolidación.

El panorama en materia de salud es igualmente sombrío. Los recursos que se requieren para las inversiones en hospitales y en programas preventivos rebasan por mucho la disponibilidad de los Estados nacionales. Ante ello, se agravan las desventajas con que inician su vida millones de niños y niñas. Similar que en materia, pero quizás con condiciones mas acentuadas, las mujeres sufren los problemas de la insalubridad y falta de políticas de salud especialmente dirigidas a sus problemas de salud. En circunstancias similares y adicionado un abandono familiar creciente se encuentran los ancianos.

Si para la educación y la salud los Estado nacionales no tienen los recursos suficientes, mucho menos los tiene para la vivienda y el equipamiento urbano. Servicios tan elementales como el agua potable presentan todavía déficits considerables con relación a la población objetivo. En su conjunto los hacinamientos urbanos adolecen de carencias crónicas, que perpetúan el conjunto de enfermedades endémicas propias de esas condiciones. Del hacinamiento urbano surge también el hacinamiento habitacional, con los múltiples problemas que ocasiona en la familia. La tenencia de la tierra urbana está lejos de resolverse, permitiendo que los especuladores prevalezcan. Las instituciones públicas, con mecanismo obsoletos de promoción, son insuficientes en grado extremo.

Este panorama desolador es, infortanadamente, realista. Los avances que se han tenido han sido relativamente poco significativos en cada ámbito.

Ante este panorama, se argumenta que la democratización de las naciones de la región nos debe hacer creer que es viable un futuro mejor.

Sin embargo, si bien la democracia es una condición que se presume necesaria para el desarrollo de los pueblos, no es suficiente. Son los obstáculos que presenta un sistema económico cuya característica distintiva es la creciente iniquidad, lo que a final de cuentas presiona a los propios procesos de apertura política.

Incluso, la iniquidad social y el desarrollo desigual cuestionan y presionan a la democracia representativa, al no permitir que la toma de decisiones sobre políticas públicas sea socialmente compartida. Los propios partidos políticos no encuentran los conductos para ser catalizadores de las demandas populares. La lógica de los mercados se impone sobre las estructuras representativas del Estado. Ahora se habla de "golpes de mercado" en lugar de "golpes de Estado"; y la "bussiness politics" es la consecuencia lógica de la "real politik".

En este mismo plano, el papel de los medios de comunicación también juega a desacreditar a la democracia. Crea apetencias y genera realidades que, a menudo, involucran una actitud negativa hacia las instituciones democráticas, con lo cual los medios de comunicación se han transformado, esencialmente, en un mecanismo generador de poder político.

Es comúnmente aceptado que el sistema de mercado o capitalismo en su mas pura expresión tienen consecuencias sociales negativas considerables. Baste solo mencionar el hecho de que los países mas industrializados han crecido sustancialmente sin generar los empleos suficientes. De no ser por los mecanismos de transferencia de los seguros de desempleo, las crisis sociales en estos países serian constantes.

Es a través de esos mecanismos de transferencia que se logra sostener el proceso de crecimiento y de la demanda agregada.

Como es sabido, para que los sistemas de los países mas industrializados se sostengan, requieren de mantener unos términos de intercambio con los países menos industrializados que les favorezcan, de tal manera que se consolide su patrón de acumulación.

De ahí que la estabilidad de los países como los nuestros no tenga estos mecanismos de seguridad para su crecimiento sostenido en un sistema de mercado. Ni los gobiernos tienen los recursos para sostener políticas como el seguro de desempleo, ni tenemos un contexto favorable a nivel internacional para que importemos con ventaja para nosotros la cantidad de ahorro externo que requerimos; mucho menos tenemos las condiciones tecnológicas o de propiedad intelectual para hacer que nos favorezcan los términos de intercambio.

Más aún, el propio contexto político y económico de debilidad por parte de los países menos industrializados, hace imposible cuestionar al sistema de mercado e, infortunadamente, aparece también imposible encontrar la salida a las consecuencias negativas que acarrea.

Como en otros tiempos, nos encontramos en la necesidad de encontrar soluciones prácticas a los problemas que enfrentamos y también buscar la construcción de nuevos paradigmas conceptuales que nos permitan prever un mejor futuro, a través de cambios estructurales consistentes con un propósito social.

Por tanto, en lo que buscamos desarrollar estos nuevos paradigmas, todo aparenta que el sentido de la prospectiva para poder tener mejores condiciones de vida esta en el mejor aprovechamiento de los que tenemos, además de poder generar nuevos instrumentos para atacar la problemática social.

Académicos y estudiosos señalan que la región es un conjunto de mercados imperfectos que, salvo el caso de los países más grandes de la región, no presentan la escala suficiente para ser competitivos globalmente. De hecho, en la mayoría de los análisis, América Latina tiene viabilidad bajo un mejor manejo de las economías de escala. Este es un planteamiento equivalente al sueño bolivariano, es decir, la palabra mágica: integración.

Debemos retomar el sentido político de la palabra integración, con todas las dificultades que ello implica. Basta contemplar la experiencia europea, sin pretender emularla, para que tome sentido la propuesta. Los esfuerzos de integración que están en marcha, aún y cuando podrían ser cuestinados porque representan efectivamente mecanismos incipientes e inestables de integración, ya son una experiencia significativa.

Para el caso de la región latinoamericana, las propuestas futuras son todavía poco claras. Desde la propuesta de extender el Tratado de América del Norte a todo el Continente, hasta el sentido de tres bloques mayores (América del Norte y Centroamérica, la Región Andina y el Mercosur, que no considera al Caribe), hasta la recomposición de los mercados en función de una estrategia latinoamericana y caribeña por sectores.

Es claro que ninguno de estos planteamientos reúne un mínimo de condiciones de consenso y, caso a caso, provoca serios cuestionamientos e incluso posiciones de conflicto. En cada país podemos encontrar oposición seria a los esfuerzos de integración que consideren a los países más industrializados (como el caso de México con el TLCAN). Las condiciones que impone el proceso de globalización desde la perspectiva neoliberal, implica poner a competir a los países, más que integrarlos; reduce estos procesos a perspectivas economicistas funcionales a los procesos de concentración y centralización de capitales, dirigidos por las empresas transnacionales que agravarán las consecuencias sociales anteriormente descritas.

Es conveniente reseñar que las posiciones enfrentadas ante la globalización -globalofílicos y globalofóbicos- sólo vienen a sustituir otras formas dicotómicas de posiciones irreductibles.

En suma, el conjunto de condiciones de la región representan todavía retos mayores y generacionales para darle viabilidad y permanencia a un proyecto socialmente justo. La estabilidad política ha pasado de estructuras dictatoriales a problemas internos acentuados por la desigualdad; el contexto internacional promueve aún más esa desigualdad; los Estados Nacionales adolecen de una debilidad y vulnerabilidad financiera e institucional creciente que los limita para atender la demanda social y, además, el conjunto de las estructuras económicas nacionales son todavía ineficientes en sí mismas y requieren de una mayor consolidación para ser competitivas.

De la definición de los problemas se desprenden los retos y las posibilidades de acción. Sin embargo, es claro que la necesidad de nuevos paradigmas en los múltiples temas se vuelve el elemento clave, especialmente el que nos propongamos retomar el concepto de integración que debe corresponder a la región latinoamericana y caribeña en este nuevo siglo.

No es posible seguir igual puesto que significa, inequívocamente, un camino seguro hacia la inestabilidad en todos sus órdenes. El replanteamiento de las formas de asociación de los países para presionar y lograr reestructurar los flujos de recursos hacia la solución real de los problemas aparece también como elemento fundamental. Sin la fuerza y voluntad política conjunta, las tendencias negativas continuarán irremediablemente.

El énfasis en generar una nueva viabilidad financiera de los Estados Nacionales es también condición indispensable. No es posible sostener el principio de minimizar a los Estados, cuando su presencia es requerida para darle sentido social al desarrollo. De hecho, es necesario destacar que la viabilidad misma del sistema de mercado requiere de Estados Nacionales fuertes, que permitan generar las condiciones para que los propios mercados se fortalezcan y sean regulados de manera eficiente.

Por su parte, el sector privado debe tomar un papel más comprometido con los retos sociales, ya no sólo por un compromiso ético, sino también en razón de que está en juego su capacidad de crecimiento. Una mayor polarización en la distribución del ingreso significa una reducción de la demanda y por tanto un límite efectivo a la expansión de los mercados. Incluso, los países más industrializados así lo deben entender.

Por ello, la COPPPAL tenemos plena conciencia de que deberemos retomar el concepto de integración como un elemento catalizador para lograr mejores condiciones sociales en nuestros países. Nuestra propuesta es que deberemos establecer con claridad las bases de un paradigma integracionista ante un mundo globalizado. Si debemos avanzar en definir en qué podemos ser competitivos hacia el exterior y en qué debemos complementarnos para competir en esos mercados.

COPPPPAL, como partidos políticos, demandaran que los organismos regionales existentes retomen su papel para coadyuvar en esta labor y que o estén solamente siguiendo pautas típicamente globalizantes en beneficio de los mercados mundiales.

COPPPPAL, propondrán desarrollar un esfuerzo sistemático para dilucidar este nuevo paradigma, acorde con nuestra historia y firmemente sustentado en un análisis realista de nuestras ventajas comparativas y competitivas.

Con ello, la COPPPPAL contribuirá al debate público de una manera propositiva y constructiva. Si bien el panorama no es alentador. Es necesario aceptarlo como tal, para comprender la magnitud de los retos. Como Partidos Políticos responsables, asumiran, nuevamente, el compromiso de conjugar esfuerzos, llamar la atención social y diseñar soluciones viables. Este cambio de actitud debe consolidar la fuerza de los principios que nos han sostenido.

 

3. DESARROLLO DE LA PROSPECTIVA EN AMÉRICA LATINA Y DE LOS ESFUERZOS REALIZADOS POR UNESCO PARA DESARROLLAR LOS ESTUDIOS DEL FUTURO.

 

En América Latina en los 80s, la crisis de las imágenes del futuro propias de CEPAL, de la Escuela de la Dependencia y del Funcionalismo, unido a las consecuencias de la deuda externa y del ajuste neoliberal, dieron lugar a lo que se ha denominado la “crisis de paradigmas”, esto es, a una desconfianza radical con relación a las representaciones optimistas del futuro como modelo a construir.

 

Esta percepción, por un lado, contribuyó a un importante desarrollo de los estudios prospectivos en la región y, por otro, transformó la visión de lo que fue en ocasiones un ingenuo optimismo utópico, en vislumbres alarmados al observar el rumbo de ciertas tendencias en la región, en medio de la perplejidad que produjeron fenómenos como la revolución digital unida a la conciencia del carácter no ilimitado del progreso científico y de la explotación de la naturaleza. Antes de sintetizar los mencionados avances disciplinarios de la prospectiva en nuestra región en los 80s y los 90s resumiremos una encuesta que hizo la revista Nueva Sociedad en 1995, en su número 139, a un grupo representativo de intelectuales latinoamericanos.

 

Las respuestas de los intelectuales a la pregunta: ¿Cuáles han sido los cambios y/o fenómenos que mayor impacto han producido en la región durante los 80’s y los 90’s? arrojó como consenso y esencial percepción la siguiente: La incertidumbre acerca del futuro, la inestabilidad y la casi total ausencia de visiones alternativas al modelo neoliberal predominante.

 

En América Latina durante los 80s y los 90s se han desarrollado importantes esfuerzos con metodologías diversas con el objetivo de iluminar los escenarios y posibles alternativas estratégicas a adoptar, y se han llevado a cabo intentos importantes para aprehender la realidad del modo más científico posible con el objetivo de introducir modificaciones en las tendencias negativas. En este último sentido debe mencionarse el esfuerzo de agencias de Naciones Unidas como UNICEF, con su tesis y estudios sobre el desarrollo con rostro humano; PNUD, con sus índices de desarrollo humano e igualmente con sus informes globales sobre desarrollo humano y sobre países. También de relevancia son los estudios de CEPAL con la propuesta de un enfoque integrado en lo que respecta a equidad e integración productiva (transformación productiva con equidad). Igualmente deben mencionarse esfuerzos del SELA y el CLAD, así como de redes de ciencias sociales, entre otras, como CLACSO y FLACSO.

Se han realizado importantes estudios nacionales utilizando los métodos prospectivos. Debe mencionarse El futuro de América Latina (UNITAR) coordinado por Gonzalo Martner. La editorial Nueva Sociedad publicó a fines de los 80s un conjunto de estudios derivados de este Proyecto, tales como Repensar el futuro y Diseños para el cambio, volúmenes donde un grupo de autores latinoamericanos analiza las tendencias, opciones y perspectivas de la región con vistas al año

2000.

 

Otro estudio fue el realizado por UNDP-UNESCO-CLACSO coordinado por Fernando Calderón y Mario Dos Santos. De interés es también el trabajo de Carlos Mallman y Mario Albornoz sobre Escenarios Regionalizados de la Sociedad Mundial (América Latina), así como el modelo desarrollado para las predicciones por el primero de ellos. Heinz Sonntag y Lourdes Yero realizaron estudios en esta disciplina vinculados al Programa I de UNESCO. Esta Unidad Regional de Ciencias Sociales, además de apoyar los esfuerzos mencionados, publicó en 1987 el libro “La construcción del futuro en América Latina”, que contiene trabajos de Porfirio Muñoz Ledo y Lourdes Yero, entre otros autores.

 

El objetivo es completar y corregir en un espacio más amplio estas reflexiones iniciales y convertirlas en un compromiso colectivo de los principales actores de la región, con el fin de construir entre todos, sin exclusiones de ninguna índole, el futuro de la región del 2000 al 2020 con políticas que nos permitan enfrentar los desafíos de nuestro tiempo - el desafío de la paz; de la exclusión social; del desarrollo sostenible...- formulando proyectos a mediano y largo plazo que rebasen la tiranía de la urgencia y nos permitan construir una nueva ética asentada en cuatro nuevos contratos: el social, el natural, el cultural, y el ético.

 

UNESCO ha abordado la prospectiva vía diversos Foros y Programas tales como: el Foro de Reflexión; Comisiones como la de Cultura y Desarrollo y la de Educación. Desde 1984 UNESCO ha desarrollado un programa de estudios prospectivos. Primero se denominó “Reflexiones sobre los problemas mundiales y los estudios orientados al futuro”. Desde 1990 se denominó “Estudios orientados al futuro”.

 

A partir de 1994 UNESCO puso en marcha un Programa Internacional en Ciencias Sociales titulado "Gestión de las transformaciones sociales" (MOST) adscrito al Sector de Ciencias Sociales y se han constituido Comités MOST en distintos países de la región así como un Consejo Intergubernamental MOST . En este Programa se identificaron inicialmente tres áreas prioritarias de investigación - confirmadas en la Primera Conferencia Regional en Buenos Aires en marzo de 1995 - que son:

- El multiculturalismo y la multietnicidad en América Latina y el Caribe.

- Las ciudades como escenario de la transformación social.

- Las trasformaciones económicas, tecnológicas y del medio ambiente a nivel local y regional.

 

Posteriormente se creó la Unidad de Estudios Prospectivos adscrita al Director General de UNESCO, que luego se convirtió en la Oficina de Análisis y Previsión – Analysis and Forecasting Office (AFO) - El ciclo de “Encuentros del siglo XXI”, inaugurados en septiembre de 1997 y la organización de los “Diálogos del siglo XXI”, (en que se han reunido algunos de los principales pensadores de nuestro tiempo para hablar de temas tales como: las alternativas posibles ante los desafíos existentes y el papel de la ciencia ante las crecientes epidemias y pandemias).

 

I. DESAFÍOS, PREDICCIONES, PROYECTOS Y CONTRATOS (natural, cultural, social, ético): EL IMPERATIVO DE UNA ETICA DEL FUTURO.

1. Desafíos. Ética del futuro y cultura de paz.

Existen conceptos claves desarrollados por UNESCO, como ética del futuro y cultura de paz, que nos ilustran acerca de la necesidad de reflexionar sobre la necesidad de un nuevo contrato social planetario. "La ética del futuro no es la ética en el futuro. Es una ética del tiempo que rehabilita el futuro, pero también el presente y el pasado. Es una ética para el mañana, pero que debemos empezar a demostrar aquí y ahora."  La ética del futuro es la responsabilidad fundamental de las generaciones actuales con respecto a las venideras. Estos conceptos ilustran la necesidad de sentar las bases de esta ética en forma inmediata. Con este objetivo se ha creó el Comité Internacional de Bioética de la UNESCO; se formuló la declaración sobre la protección del genoma humano; y se elaboró la declaración sobre la responsabilidad de las generaciones futuras. La urgencia es la negación de la utopía. La ausencia de proyectos nos somete a la tiranía de la urgencia y no viceversa, de ahí la necesidad de una visión prospectiva a mediano y largo plazo.

Estamos viviendo una crisis planetaria de paradigmas y, peor aún, de estrategias, programas y proyectos. Ante la crisis de las utopías y de las representaciones propias de la cultura occidental vinculadas a un progreso lineal indetenible, el repliegue sobre el pasado deviene la compensación ante la ausencia de estrategias viables para construir un futuro colectivo en paz y democracia, lo que implica cerrar las brechas de la desigualdad.

En resumen, se trata , mediante la difusión de la educación, de la ciencia y de una cultura del futuro, dar a todos la capacidad de pensarse como seres en el tiempo, de reconciliarse con su pasado y de construir el futuro de acuerdo con los desafíos de nuestro tiempo, para que las generaciones futuras disfruten de felicidad en el próximo siglo y para que la tierra se convierta en nuestra patria. Para lograr estos ideales sería necesario un nuevo contrato social planetario. Adaptarse es en efecto reconocer que los acontecimientos, y no la capacidad de prevención y prospectiva, rigen el mundo.

Hay ciertos desafíos que son el tema de nuestro tiempo. El primero de ellos es el de la desigualdad, la exclusión y la guerra. ¿Acaso será el siglo XXI escenario de crecientes desigualdades, del llamado apartheid social, de nuevos dramas como los que acabamos de presenciar en Kosovo y Sierrra Leona . ? ¿ Podemos aceptar que en los países menos adelantados cerca de un tercio de la población no viva hasta los cuarenta años, o que el 20% de los habitantes del planeta se repartan el 1% del ingreso mundial?.

Para que esto sea una realidad debemos volver a formular, como ha afirmado Federico Mayor, el "cogito cartesiano" del ciudano del siglo XXI: "participo, luego existo". Si no participo, si sólo me cuentan en las estadísticas o me contabilizan en las elecciones, pero no cuento en las tomas de  decisiones, entonces no existo realmente como sujeto de la ciudadanía.

Para lograr esta presencia ciudadana a través de la participación democrática en el proceso de elaboración y toma de decisiones en instituciones ad hoc, es necesario enfrentar la educación como desafío auténticamente democrático.

Otro desafío se refiere a la posibilidad o no de lograr el desarrollo sostenible. La búsqueda del beneficio rápido y la falta de previsión han llevado a la explotación intensiva de los recursos naturales, a las catástrofes ecológicas, a la agravación de los problemas del agua y de la desertificación, a la contaminación en todas sus formas. ¿ Quien garantiza que, en el futuro, los avances científicos y tecnológicos traigan consigo soluciones y no nuevos problemas?. El poder de la ciencia jamás ha sido tan imponente, y sin embargo la ciencia se tambalea: el vínculo entre progreso científico y progreso social se distiende, nos amenazan la utilización desenfrenada de lo que se ha dado en llamar innovación tecnológica y los peligros que dimanan para la dignidad del ser humano de los progresos biotecnológicos.

Un cuarto desafío se refiere a la saturación a que estamos sometidos vía una información banalizada. Es imperativo pasar de la era de la información a la era del conocimiento para que las nuevas tecnologías de información y comunicación, prerrequisito de la globalización, hagan posible la educación permanente para todos a través de una rápida mejoría en la difusión y la calidad de la educación.

Hay un quinto desafío: ¿acaso tenemos un proyecto alternativo al orden actual?.

Es imperativo adoptar cursos de acción que nos permitan construir un futuro alternativo en la bifurcación en que nos encontramos.

Un sexto desafío, es la preservación de la diversidad en el seno de un proceso de globalización que tiende a la estandarización. Esto sólo será viable si logramos gobernar la globalización, si logramos que esta sea un proceso desde los valores y no bajo la sola hegemonía de los mercados financieros. El siglo XXI – ha dicho el Director General de la UNESCO-dependerá de nuestra capacidad y fuerza para encarnar ciertos valores que el siglo XX no ha sabido honrar adecuadamente: justicia, solidaridad y amor.

El futuro- ha afirmado el Director General de UNESCO- es nuestra única herencia aún intacta, nuestro verdadero patrimonio. El pasado y la memoria son esenciales, especialmente en el marco de una perspectiva ética. Sin embargo, el futuro es nuestra única responsabilidad. El futuro es también el horizonte de la ciencia, de la educación. “El futuro no surge de la nada: remite a estados de conocimiento anteriores, a reglas o una ausencia de reglas cuyos resortes es preciso captar. Al ligar el presente con el futuro, el esfuerzo prospectivo unifica el mundo y lo transforma en una totalidad, realizando esa posibilidad de "englobar", esa aprehensión general que corresponde muy exactamente a la definición del verbo "comprender".

Por último, este esfuerzo resultaría abstracto si no se profundizara y esclareciera gracias al trabajo de la imaginación. Reflexionar sobre el siglo XXI es también permitirse soñar, montar escenarios quizás contradictorios, recomendar alternativas, crear mundos y utopías. Permitirse entender lo real e imaginar lo imposible, realizar lo posible e intentar lo imposible.”  Es ese afán de imaginar y construir el siglo XXI como siglo de la inclusión, del desarrollo, de la educación, de verdadera democracia y de cultura de paz,  el principal objetivo de UNESCO en vísperas del tercer milenio, tal y como ha expresado su Director General.

2. Perspectivas del futuro.

En el epígráfe anterior hemos mencionado un conjunto de textos – algunos de ellos de fecha reciente como el de Bindé y “América Latina 2020: Escenarios, Alternativas”- con importantes visiones de futuro e incluso con recomendaciones concretas de cómo construir posibles futuros alternativos.

“No esperéis nada del siglo XXI – ha escrito Gabriel García Márquez- es el siglo XXI el que espera todo de vosotros”.

La mala noticia es que no podemos ni predecir ni construir el futuro como si fuera una maqueta que es posible reproducir a escala en forma exacta. La buena noticia es que el futuro no está predeterminado y que podemos escoger entre varios futuros o futuribles, esto es, futuros posibles. Buscando soluciones concretas a los problemas actuales, guiándonos por una ética del futuro que privilegie la cultura de paz, las libertades y el medio ambiente podremos construir un futuro alternativo que preserve al ser humano y a su habitat.

Las siguientes preguntas son de especial relevancia para la reflexión prospectiva: ¿es posible prevér el futuro en un mundo tan incierto?; ¿es acaso posible un contrato natural (con la naturaleza) que impida la destrucción creciente del medio ambiente, de la especie humana y de la biósfera?; ¿ nos llevarán las biotecnologías y la ingeniería genética a un mundo más feliz y humano ?; ¿Podremos vencer con los adelantos de la ciencia, voluntad política y una ética del

futuro a las epidemias y pandemias?; ¿ Qué por ciento de la humanidad tendrá acceso al agua en el siglo XXI?; ¿ podremos atenuar e incluso eliminar la polución química, la invisible y el efecto invernadero con nuevas fuentes de energía no contaminantes?; ¿seremos los amos de la inteligencia artificial o acaso esta nos convertirá en sus esclavos?.

¿Es que con un nuevo contrato cultural podremos establecer nuevas relaciones

entre creatividad, identidad y educación?; ¿ o acaso el choque de civilizaciones

predominará por encima de nuevas formas de culturas híbridas?; ¿desaparecerán las lenguas para dejar la hegemonía del inglés como latín del mundo moderno?; ¿es la educación para todos a lo largo de toda la vida una utopía inalcanzable?.

¿Seremos capaces de crear un nuevo contrato social que garantice los derechos humanos, la democracia, así como la convivencia armónica en las ciudades?.

La física de las partículas y la teoría del caos han eliminado la idea de que existe una realidad con la que estamos en interacción e igualmente la noción de las ciencias puras como ciencias exactas a diferencia de las ciencias humanas y sociales; la comprensión de la naturaleza del tiempo ha destruido la noción de un progreso humano indetenible; el desarrollo de la biotecnología nos ha puesto en nuestras manos nuestro propio desarrollo biológico, cuestionando el puesto del hombre en el Cosmos; los progresos en el terreno de la inteligencia artificial ponen en crisis la concepción del carácter único del espíritu y la mente del hombre/mujer; las nuevas tecnologías nos introducen a un ciberespacio virtual que tiende a modificar las relaciones del ser humano con su habitat.

En resumen, hemos pasado de un mundo de “certezas” a un mundo de incertidumbre, lo cual quiere decir que es necesario más que un nuevo paradigma para aprehender el nuevo mundo, un nuevo proyecto asentado en nuevas bases. Este nuevo proyecto pudiera cristalizar vía cuatro contratos: natural, cultural, social y ético.

3. Un nuevo contrato mundial para humanizar la tercera revolución industrial y la globalización. Necesidad de cuatro nuevos contratos: natural, cultural, social y ético.

3.1 Un nuevo contrato natural

El nuevo contrato mundial debe estar integrado por cuatro nuevos contratos articulados entre sí. El contrato natural “debe estar fundado en una alianza de la ciencia, el desarrollo y la preservación del medio ambiente”. Su puesta en práctica implicará cumplir los compromisos de la Cumbre de Río y lo acordado en Kyoto.

Este contrato deberá liberar a la ciencia de su afán prometeico productivista de dominar y destruir la naturaleza con el objetivo de resolver los problemas crecientes de contaminación ambiental, desertificación, falta de agua y convertir a la Tierra en nuestra Patria común.

“Si entendemos el problema de la insustentabilidad de la vida en el planeta – señala Enrique Leff en el libro ya citado América Latina 2020 -como una verdadera crisis de civilización --de los fundamentos del proyecto societaario de la modernidad--, podremos comprender que la construcción del futuro (sustentable) no puede descansar en falsas certidumbres sobre la eficacia del mercado y la tecnología --ni siquiera de la ecología-- para encontrar el equilibrio entre crecimiento económico y preservación ambiental. La encrucijada en la cual se abre camino el nuevo milenio es un llamado a la reflexión filosófica, a la producción teórica y al juicio crítico sobre los fundamentos de la modernidad, que permita generar estrategias conceptuales y praxeológicas que orienten un proceso de reconstrucción social. La complejidad ambiental y los procesos de autoorganización generan sinergias positivas que abren el tránsito hacia una sociedad sustentable, fundada en una nueva racionalidad.”

 “La crisis ambiental es crisis de las premisas ontológicas, epistemológicas y éticas con los que se ha fundado la modernidad, negando las leyes límite y los potenciales de la naturaleza y de la cultura; de un mundo homogeneizante que ha negado la potencia de lo heterogéneo y el valor de la diversidad. Los propósitos de la sustentabilidad implican la reconstrucción del mundo a partir de los diversos proyectos civilizatorios que se han construido y sedimentado en la historia. La racionalidad ambiental es una utopía forjadora de nuevos sentidos existenciales; conlleva una resignificación de la historia, desde los límites de la condición humana y las condiciones de vida de la naturaleza.”

“El tránsito hacia el tercer milenio es un viraje de los tiempos en nuevas direcciones. La sustentabilidad no podrá resultar de la extrapolación de los procesos naturales y sociales generados por la racionalidad económica e instrumental dominante. No será una solución trascendental fundada en la "conciencia ecológica" como emergencia de una dialéctica de la naturaleza , sino la construcción social de una racionalidad ambiental .”

Es esta una pequeña muestra de los desafíos que implicará establecer un nuevo contrato natural que debe abarcar desde la preservación del medio ambiente  hasta los complejos temas de las biotecnologías y la ingeniería genética. Las políticas que se adopten hoy con relación a estos temas condicionarán el futuro de las nuevas generaciones.

3.2 Un nuevo contrato cultural.

¿ Nos dirigimos hacia un choque progresivo y letal de civilizaciones (Huntington) o hacia la hibridación de las culturas (Canclini)?.

¿ Prevalecerá el apartheid educacional o es posible la educación para todos a lo largo de toda la vida?.

¿ Será posible pasar de la sociedad de la información a la sociedad del conocimiento?

¿Acaso será posible un contrato cultural que preserve la diversidad cultural, el plurilinguismo y la tolencia cultural o lo que prevalecerá será una creciente uniformización y banalización de los valores culturales?.

Según Huntington: “ En el plano universal, la división la división dominante es entre ‘Occidente y el resto del mundo’, y los conflictos más intensos tienen lugar entre sociedades musulmanas y asiaáticas, por una parte, y Occidente por otra.

Es probable que en el futuro los choques más peligrosos surjan de la interacción de la arrogancia occidental, la intolerancia islámica y la autoafirmación sínica Se afirma que “después del 2020, cuando la inteligencia artificial llegue a niveles humanos, habrá dos especies inteligentes en el planeta Tierra, una evolucionando mucho más rápido de lo que la biología permitiría jamás. Las investigaciones interestelares con inteligencias artificiales abordo se extenderán hasta las estrellas más cercanas” (Arthur C. Clarke).

En términos generales, podemos decir que la educación en América Latina se encuentra subfinanciada y que ésto se traduce en productos de baja calidad y en ineficiencia del sistema educativo. José Joaquín Brunner nos da las cifras siguientes: ‘En comparación con los países desarrollados, cuyo ingreso promedio per cápita es 3,5 veces superior, gastamos en educación 8 veces menos por habitantes; 13 veces menos en los niveles preescolar a secundario y 6 veces menos en el nivel de la educación superior.’ En conclusión, podemos afirmar que América Latina está subeducada y su Educación subfinanciada. 4.8 años es el promedio de escolaridad regional media (1990), mientras los “Tigres asiáticos” ostentan 8.6 años de escolaridad; Francia: 12 años; Estados Unidos: 11 años; Canadá: 12.2 años.”

Mientras que la invención de la imprenta marcó el paso del manuscrito a la letra impresa, ahora hemos entrado en la era de la letra impresa digital. En un mundo divido entre inforicos e infopobres, en el cual el acceso a la información debería convertirse en un derecho humano más para corregir esta asimetría.

El director general de la UNESCO Koichiro Matsuura, en el lanzamiento del informe conjunto UNESCO/Banco Mundial "Higher Education in Developing Countries, Perils and Promise" (La Educación Superior en los Países en Desarrollo: Peligros y Promesas), afirma que: " …es tiempo de actuar para asegurarse de que los países en desarrollo sean miembros plenos y participantes activos de la sociedad del saber". Esta invitación es un llamado a superar las cifras, realmente preocupantes, de la asimetría existente entre los países desarrollados y los países en desarrollo en cuanto al uso de nuevas tecnologías de información y a los niveles y formas de producción de conocimiento.

En cuanto a la asimetría en el uso de las nuevas tecnologías, Isidro Fernández-Aballí muestra una "desigualdad digital" que trasladaría la asimetría entre norte y sur, en el campo económico, al uso de nuevas tecnologías. Según su investigación, el 15% de la población mundial tiene el 71% de las líneas telefónicas, más del 60% de los habitantes del mundo nunca han hablado por

teléfono, sólo el 14% de la población mundial tiene acceso a Internet y en el 2005 habrá más usuarios de Internet que de teléfono (uso de teléfono celular y televisión para acceso a Internet). Bien podríamos hablar de un mundo "A", del 14% de la población que tiene acceso a Internet, un mundo "B" del 26% de los que usan el teléfono y un mundo "C" de aquellos que no usan teléfono e Internet. Por otro lado, existe una brecha tecnológica marcada, que deviene de la inversión en

tecnologías de información; 55 países gastan el 99% de los recursos mundiales destinados a tecnologías de información. Los datos sobre los usuarios de Internet por idioma muestran como el 67% de los usuarios hacen uso del Ingles, 11% usan el castellano, 1% el portugués y el 21% otros idiomas. Aquí hay un riesgo importante de hegemonía de una sola lengua en detrimento del multilingüismo y la hegemonía de una sola cultura a costa de la diversidad cultural. Manuel Castells ha afirmado, que en una era en que la tecnología de las redes, - en la cual es el software el agente de la mutación en curso y no ya la energía como en la primera y segunda revolución industriales - los estudios empíricos muestran que si bien el acceso a Internet favorece el proceso de aprendizaje de los niños culturalmente privilegiados, bloquea el de los niños desfavorecidos, aumentando por tanto “las desigualdades en términos de educación y de

información”.

Mientras Jean Baudrillard se pregunta (48): “Lo inmaterial, el ciberespacio, los clones:¿ hemos cesado de ser seres reales?”, Gianni Vattimo afirma que “el tercer mundo ,ampliamente hibridizado” ha tomado conciencia de la pluralidad. Ahí radica la amenaza: esos mundos, parcialmente impregnados de tradiciones, se ven invadidos por la pluralidad y, pese a la mundialización, tal vez escojan el repliegue sobre ellos mismos en los planos económico y cultural.

3.3 Un nuevo contrato social.

Un nuevo contrato social tendría que preguntarse que políticas debemos adoptar si queremos realmente eliminar la pobreza como se planteó en la Cumbre Social de Copenhague (1995). Problemas como la droga, la criminalidad, la exclusión social creciente, la discriminación racial y a las mujeres, entre otros, deberían ser parte esencial de dichas políticas ante un creciente apartheid social.

Hoy en día, –señala Jacques Attali- 1300 millones de seres humanos viven con menos de un dólar diario, de los que la mitad se encuentran en el Sahel, en la América Andina y al pié del Himalaya; 2800 millones de personas disponen de menos de 2 dólares diarios….En Estados Unidos, una de cada cuatro personas vive por debajo del umbral de la pobreza….

Para Wallerstein, “después de 2050 o 2075, podemos estar seguros tan sólo de unas pocas cosas. Ya no viviremos en una economía-mundo capitalista”.

3.4 Un nuevo contrato ético

¿Cómo promover la emergencia de una cultura de paz, de democracia y desarrollo fundado sobre la puesta en red de los conocimientos actuales? ¿Cómo pasar de la lógica de la reconstrucción a la lógica de prevenir y evitar los conflictos? ¿Cómo profundizar la democracia en su dimensión política y social? ¿Cómo rebasar la tírania de la urgencia y elaborar proyectos alternativos a mediano y largo plazo? ¿Cómo fortalecer las capacidades de anticipación y de prospectiva? ¿Qué políticas adoptar en los distintos ámbitos –medio ambiente, economía, sociedad, educación, salud, cultura e información…- para construir una alternativa distinta que no destruya las posibilidades de felicidad de las generaciones futuras?.

En resumen “¿Cómo poner en práctica una ética del futuro, que no es la ética del  futuro remitida a las calendas griegas, sino la ética del presente para el futuro, en la educación de nuestros niños en los próximos cursos escolares y universitarios?”

 

Seis principios de sabiduría- contenidos en el Manifiesto 2000, creado por un grupo de Premios Nobel de la Paz, con motivo del 50 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos - pudieran ayudar a construir esta ética del futuro:

1.- Respetar todas las vidas

2.- Rechazar la violencia

3.- Liberar mi generosidad

4.- Escuchar para comprenderse

5.- Preservar el Planeta

6.- Reinventar la solidaridad

Lo trágico de la situación actual es que conocemos las soluciones – nuevos contratos, tasa Tobin, impuestos a la producción y venta de armas, formas de reducir las emanaciones del dióxido de carbono, reducciones y/o condonación de la deuda externa-, sabemos que es necesario para evitar la catástrofe, pero en los “amos del mundo”, en las élites del Norte –y tampoco en las del Sur, salvo excepciones – no parece haber voluntad política para evitar que se imponga la geopolítica del caos.

 

4. VISIÓN PROSPECTIVA DE UNA LATINOAMÉRICA COMPETITIVA: De lo que tenemos a lo que queremos

 

LATINOAMÉRICA HOY EN DÍA: Lo que tenemos.

Sobre la actual realidad latinoamericana se ha dicho mucho. Eso no se puede negar. Lamentablemente las reflexiones, escritos, diálogos y otras expresiones del pensamiento y la comunicación humana han tendido más a exaltar los problemas de la región que sus propias potencialidades, que las tiene y muchas. Pero no vamos a asumir que esto ha formado parte de una actitud anti-latinoamericana, más bien reconozcamos que hemos vivido en un contexto donde los problemas “insolucionables” han estado a la orden del día, pareciera que ya son parte de nuestra cotidianidad, donde la realidad de la región está condicionada por una “cultura de problemas”, es decir, un entramado sociocultural donde nos hemos acostumbrado a vivir así.

 

No obstante, en el plano real, hoy en día América Latina vive inmersa en un mar de vicisitudes conflictivas que le restan competitividad y que acentúa su condición de atraso en el progreso social y de independencia económica. La cotidianidad que vivimos actualmente los latinoamericanos nos revela un escenario de complejidades estructurales y de situaciones coyunturales que refuerzan las bases de una región problemática en lo económico y disfuncional en lo social.

 

Casos como los de Argentina (con su crisis socioeconómica durante el periodo 2001 – 2002, producto de los efectos del modelo neoliberal), Colombia (con sus problemas de narcotráfico y la guerrilla), Brasil (quien a pesar de poseer una economía con grandes perspectivas de crecimiento, tiene un preocupante índice de pobreza y desigualdad social), México (donde la aguda crisis social y la conflictividad política merman sus potenciales signos de crecimiento económico) y Venezuela (donde la creciente crisis política y social han afectado paulatinamente la economía de la nación y han polarizado las relaciones de sus habitantes) constituyen tan solo algunos ejemplos particulares de la actual crisis de la región, quienes a pesar de manifestar elementos característicos que le son propios, distintos uno del otro, también poseen aspectos en los que convergen y que incluso se han convertido en patrones idiosincrásicos que identifican a América Latina.

 

En este sentido, asumimos que uno de los problemas básicos que hemos tenido, por razones históricas, ha sido el económico. De allí han partido la mayoría de las situaciones adversas que han limitado el progreso sostenido de la región durante los últimos siglos, principalmente en el ámbito de lo social.

 

En líneas generales, estas son las características principales de nuestra situación problemática en materia económica, social y política. Asumimos que una descripción y reflexión más rigurosa incluiría otros factores relacionados con la realidad latinoamericana, como por ejemplo, la influencia de los esquemas culturales en nuestra actual situación, la inseguridad ciudadana que vivimos, el panorama ecológico, la migración, entre otros que son parte importante de un verdadero y completo estudio científico-social sobre esta temática tan rica y compleja en elementos constituyentes. No obstante, por razones de espacio y de estructuración discursiva, no ahondaremos al respecto, pero destacamos su transcendental pertinencia en el análisis de lo que somos para aproximarnos a la construcción de un futuro competitivo, de una sociedad mejor estructurada, con menos pobreza, más salud y educación, cuyas estrategias para lograrlo se esbozan, grosso modo, en el siguiente apartado.

 

LATINOAMÉRICA MAÑANA: Lo que queremos.

Proponer soluciones para hacer a Latinoamérica más competitiva en el futuro no es tarea fácil. Se requiere, evidentemente, la confluencia de una serie de informaciones, conocimientos y experiencias que se expresen en el diseño de verdaderas y reales políticas para el cambio. Aparte de ello, es fundamental, sino más importante, la participación de factores intrínsecos a la interioridad del ser humano, como por ejemplo, la motivación para trabajar por la construcción de un mañana mejor, la voluntad de cooperar de forma organizada, constante y en equipo (porque en la multidisciplinariedad y en la multidisposición por hacer el trabajo está la clave), la disponibilidad y acceso a una preparación acorde con los nuevos tiempos, en fin, la adopción de un sujeto capaz de enfrentarse y arriesgarse en la laboriosa tarea de concebir, organizar, construir y mantener una América Latina ideal, un sujeto que forme parte de lo que hoy conocemos como capital humano o social. No obstante, por la necesidad y el compromiso de cumplir con un objetivo trazado en los inicios de este ensayo, a continuación presento, de manera general, algunas ideas que sugieren soluciones para la transformación de nuestra realidad, es decir, para hacer de Latinoamérica lo que realmente queremos.

 

1.- Inicialmente no podemos abandonar la histórica lucha contra la pobreza estructural, contra la indigencia y ahora contra la nueva pobreza. Este fenómeno socioeconómico es un factor que le resta competitividad y progreso a las naciones latinoamericanas. Por lo tanto, se requiere articular cambios reales en aspectos como:

 

 

Sobre este aspecto, Kliksberg (2002) refiere que “si los países de la región contaran con políticas sociales integrales, cohesionadas, descentralizadas, co-gestionadas con la sociedad civil, participativas, transparentes, con altos standards de gerencia social, podrían transformarse en medios efectivos de movilización productiva, devolución de dignidad, e integración social”. Estos mecanismos, bien conducidos, permitirán la reducción de la brecha que separa a la sociedad real de la sociedad ideal con la que todos soñamos. La definición de políticas estratégicas en este sentido generará mayor confianza interna y externa para la región y otorgará beneficios de valor que redundarán en más apoyo financiero, técnico y humano en el enfrentamiento contra la pobreza, en aras de la construcción de una región atractiva en lo económico y estable en lo social.

 

2.- Otros puntos de abordaje en donde no podemos descuidarnos es en la educación y en la salud. Muchos teóricos como Tomassini (1995), Nogueira (1999), Kliksberg (1999, 2000a, 2000b y 2002) y Yamada (2001) coinciden que la preparación educativa del recurso humano, que se constituye como capital humano, es un factor asociado con el crecimiento de la productividad y competitividad económica y con el mejoramiento de la calidad de vida de la población. Desde un punto de vista real, la educación debe formar parte de un complejo proceso de toma de conciencia que debe ir más allá de la rigidez de los patrones culturales que, en lo económico, político y social, ha establecido que los latinoamericanos somos los parientes pobres del resto del mundo. Esta toma de conciencia, que se logra a través de la inyección de más y más educación de calidad, generará en el largo plazo sustanciales cambios sociales y culturales que afectarán positivamente el escenario económico de la región. La tarea está en tratar de transformar aquellos paradigmas socioculturales y políticos que limitan la masificación de una educación destinada a construir una nueva sociedad latinoamericana en términos de equidad en la competitividad y progreso.

 

En lo que respecta a la salud, igual que con el caso de la educación, resulta propicio adoptar mecanismos que promuevan políticamente estrategias de salud pública que mejoren la situación de la región a través de la distribución de mayores recursos financieros al sector, a la descentralización de las políticas en la materia, al otorgamiento de participación de la sociedad civil en la prestación de servicios de salud, principalmente los relacionados con la prevención de enfermedades y promoción de la salud integral, entre otros elementos. Como señalamos anteriormente, una sociedad “enferma”, ampliando el concepto de salud más allá de la ausencia de enfermedades, es una sociedad improductiva en los ámbitos de lo social y lo económico, es decir, una sociedad sin perspectivas de futuro.

 

3.- Otro aspecto fundamental lo constituye la necesidad de fortalecer las democracias en la región, a través de la articulación de mecanismos o vías, con rango constitucional e institucional, que redefinan la relación entre el Estado y la sociedad civil, enfocada en el logro de dos aspectos centrales:

 

Retomar la descentralización político-administrativa de la función estatal, asociada a criterios de inclusión en el binomio productividad-eficiencia.

Reorientar el papel de la participación ciudadana con miras a generar cambios reales y sentidos en la visión y misión de la función pública, además de otorgar a las bases poblacionales la posibilidad de “ser parte” de un sistema que tradicionalmente los ha excluido.

 

4.- Un punto relevante que conviene potencializar en la nueva América Latina es la figura de la integración regional, ampliamente promovida y suscrita, pero poco materializada en acciones concretas de transformaciones estructurales, donde a través de ella se logre la articulación de un bloque de influencia económica, política y sociocultural de amplia proyección mundial, orientado al crecimiento y posterior desarrollo socioeconómico de sus miembros y que permita también su inserción y participación justa en el interdinámico escenario global.

 

Este tipo de integración, más que la fusión de entidades nacionales (que ya existen en América Latina), significa la sumatoria de un conjunto de potencialidades, oportunidades y fortalezas geoestratégicas, ecológicas, económicas, culturales y sociopolíticas de la región al pleno servicio de sus Estados miembros y ciudadanos (Morales, 2002), pero no quedándose sólo en los límites de la región, sino ampliando su radio hacia el espectro internacional, en aras de articular los mecanismos que contrarresten nuestra vulnerabilidad ante los acontecimientos externos que nos han golpeado históricamente.

 

En este sentido, asumimos con mayor avocación que Latinoamérica, en los inicios de este siglo XXI, transita por un conjunto de cambios de marcada importancia, donde la integración regional, en términos de equidad e igualdad de oportunidades, permitirá “romper con la historia de subdesarrollo y cruzar hacia una transformación productiva […] que garantice el progreso sostenido […en el marco de] un proceso de cambio basado en la pasada crisis y la nueva visión regional para llegar al primer mundo en pocos años” (Cordeiro, 1995: 292).

 

Esta proyección visionaria del progreso competitivo y sostenido clama por una unidad que vaya consustanciada con las necesidades particulares de cada nación de América Latina, a sus capacidades multifocales y a criterios de participación que no coqueteen con la injusticia. En Latinoamérica existen acuerdos, pactos, documentos de entendimiento y grupos que materializan normativamente la integración, no hace falta crear otros, pero carecemos de voluntad política y cultural para hacer funcionar una maquinaria tan poderosa como esa. En este caso, lo cierto es que el aislamiento en este mundo globalizado no tiene cabida.

 

5.- Para hacer competitiva a América Latina también hace falta diversificar las áreas potenciales de la economía, evitando la dependencia en la monoproducción y creando los mecanismos legislativos, participativos, integracionistas que permitan fortalecer las áreas del sector productivo tradicional, como son la agricultura (sector primario), la industria (sector secundario) y los servicios (sector terciario), cuyos niveles de productividad y competitividad, tanto interna como externa a la región, están muy por debajo de los estándares internacionales. Con base en este señalamiento, consideramos que las recomendaciones de Cordeiro (1995) se ajustan al plano concreto y real latinoamericano, toda vez que debemos avocarnos al diseño de políticas económicas nacionales que favorezcan el crecimiento continuo y sostenido de cada nación y que aporte beneficios directos a la región en general, además de diversificar áreas de la producción e intercambio con el fin de hacerlas competitivas en el mercado global, también será necesario fomentar la armonización de los polos económicos y social en la región, con la finalidad de garantizar un eficiente retorno de la relación.

 

Estas ideas básicas, limitadas en comparación con el abanico de posibilidades para hacer a América Latina más competitiva, intentan sembrar las bases para un mayor análisis de la realidad de la zona y el diseño de estrategias mejor definidas, viables, coherentes y visionarias que con el paso de los años, que esperamos no sean muchos, materialicen la gestación de una región con las características propias de las principales potencias del mundo, y con los beneficios que estas ostentan. 

 

5. PROSPECTIVA

La primera función, la de prospectiva, está muy debilitada en casi todas partes. Como herencia de los ajustes realizados desde los años ochenta, el grueso de los países tiene horizontes de un período de Gobierno, aunque en la práctica éstos son aún más cortos.

Sin embargo, el Estado tiene como misión preparar el futuro, mejorar la capacidad de anticipación, resistir a la “tiranía destructiva del corto plazo”, ofrecer visiones de largo alcance.. La anticipación es una condición de la acción, y ésta no puede confundirse con una mera gestión de las urgencias. El porvenir no sólo se prevé, también se construye: anticipar para actuar a favor de un futuro deseable libremente consensuado, tal es el objeto de la prospectiva.

Ha venido resurgiendo en el último tiempo algún concepto de prospectiva en la región, aunque su significado y alcance varía según los países. Nos referiremos aquí a dos desarrollos metodológicos recientes: la construcción de escenarios futuros, cuyo objetivo es explorar las nuevas estrategias económicas y sociales posibles y deseables, y la programación presupuestaria plurianual, la que permite clarificar las alternativas de decisión de las autoridades públicas.

a. Escenarios futuros

El primer tipo de ejercicio se acerca más a la visión estratégica, con un enfoque que busca estimular el debate sobre los cambios de mediano plazo que se anticipan o que se organizan a partir de hoy. La planificación no puede ser ya concebida como el “anti-azar”, como un instrumento que busca domesticar el tiempo y disciplinar a los actores. Más que proponer medidas específicas o plantear propuestas cuantificadas, se trata de introducir los nuevos principios y orientaciones que deben gobernar la acción pública en el mundo de mañana.

 

La CEPAL y el ILPES se encuentran trabajando sobre el tema de los escenarios futuros de América Latina. No se trata de encerrar las reflexiones en una problemática única, cualquiera sea ésta. No se busca ni inspirar un modelo, ni distinguirse de un anti-modelo, sino integrar simultáneamente los enfoques económicos, sociológicos e institucionales de los problemas. Se trata de una reflexión horizontal, en que se examina el desarrollo de América Latina con una visión de futuro, teniendo en cuenta que los objetivos colectivos sólo podrán lograrse si se apoyan en la representación y en la motivación de los actores. Los escenarios, fotografías de posibles estados futuros, permiten imaginar nuevas formas de funcionamiento, o al menos explorar potenciales desequilibrios o crisis. Se identifican los principales factores de riesgo y de tensión y los conflictos emergentes en la región. Las propuestas realizadas para superar estas tensiones, en una amplia variedad de temas, emergen del reciente documento de la CEPAL, “Equidad, Desarrollo y Ciudadanía”.

Un aspecto central del análisis prospectivo es la construcción de escenarios consistentes, lo que representa en sí una exploración metodológica interesante e innovadora. Se identifican, en el espíritu de las metodologías tradicionales, las fuerzas impulsoras a un horizonte de diez-veinte años, que se definen como las variables eje de los escenarios, y los actores, que formulan y aplican las políticas requeridas para enfrentar los principales desafíos. Dentro de las actividades previstas, se realizarán paneles de expertos en torno a las tendencias críticas en cada uno de los temas o fuerzas impulsoras: demográficas, económicas, tecnológicas, encadenamientos económico-sociales, gobernabilidad, ambientales y territoriales, culturales.

Tal vez, el área que más distingue a la CEPAL es la del análisis de las transformaciones sociales y de las estructuras que se vienen gestando en los años ochenta y noventa. La constatación de que se han acentuado los problemas de pobreza y de distribución del ingreso, de que se ha diseminado por doquier el empleo de baja productividad, y de que las reformas se han alejado en

sus efectos de los postulados distributivos y de eficiencia que les dieron origen, llevan a plantear las consecuencias futuras del funcionamiento actual del sistema económico y social. En lo cuantitativo, se realizan regularmente en la CEPAL ejercicios en el área de demografía y migraciones, procurando identificar las demandas futuras generadas a consecuencia de los cambios en las estructuras sociales.

Las nuevas tecnologías tienen el potencial de revolucionar los métodos de producción y de comercialización, con saltos significativos en la productividad agregada. Sin embargo, en nuestra

región, la difusión creciente pero desigual del progreso técnico se refleja en ganancias de productividad más bien limitadas. La nueva economía aún no llega en plenitud, y las sociedades

latinoamericanas no están adecuadamente preparadas para la sociedad del conocimiento. Subsiste un déficit de crecimiento endógeno, el que sólo puede enfrentarse con instrumentos de fomento productivo a las pequeñas y medianas empresas, orientados a otorgar una mayor dinámica a la inversión y a la difusión del progreso técnico y del empleo calificado. Los desafíos identificados en esta área llevan a proponer cambios a un modelo que reproduce y amplía la brecha social, en que una parte de la sociedad, la más pequeña, recibe grandes beneficios de los procesos de globalización y de apertura, y la otra, la más grande, ha aumentado su vulnerabilidad económica y social.

La construcción de diferentes escenarios de objetivos económicos y sociales está asociada con ideas sobre el tamaño y capacidad del Estado. Se ha de examinar la situación fiscal y el potencial público para enfrentar la demanda creciente que en el área de la pobreza, la distribución del ingreso y el empleo viene originando la actual modalidad de desarrollo.

El gasto del sector público tiene determinantes que no están directamente bajo el control de las autoridades, pues depende de factores de transición demográfica, y también del grado de apertura al exterior. Si la globalización y las políticas de libre intercambio de bienes y de capital mejoran el bienestar general, también crean ganadores y perdedores, y estos últimos reclaman algún esquema de protección.

El Gobierno cumple en este caso una función de aislamiento de las turbulencias, siendo un sector “seguro” en comparación con el sector transable. Economías más abiertas, al tener una mayor exposición a los riesgos externos, pueden conducir a un mayor gasto público en transferencias o empleo directo. La apertura puede mejorar el desempeño global, pero al mismo tiempo obliga al sector público a gastar más para proteger a las regiones, sectores o personas más vulnerables.

En muchos países, la globalización creciente va de la mano con una presencia también creciente del Estado en la economía. Más aún, el grado de apertura es un buen predictor del tamaño del sector público. Si esta correlación se mantiene en el futuro, es esperable en nuestra región una fuerte presión hacia un mayor gasto público, consecutiva al actual proceso de apertura y globalización.

Además de incorporar estos aspectos a la reflexión sobre el futuro de América Latina, es importante la construcción de ideas alrededor de lo que se espera que representen las políticas públicas que el Estado agencia. Cuáles son las áreas de intervención principales e inevitables, cuáles las delegables, cuáles las subsidiarias? Hasta dónde alcanza –o se quiere que alcance- el poder del Estado para llevar a cabo esas políticas? Cuáles son sus límites?

Otro tema de mucha relevancia para el futuro es el de la integración regional. Las cuestiones del tamaño, el acceso y la conformación de mercados están crecientemente influenciados por los acuerdos comerciales y de integración. El ALCA, el TLCAN, el Mercosur, la Comunidad Andina, el Mercado Común Centroamericano y el Caricom presentan características propias, no solamente por sus diferentes coberturas geográficas e implicancias económicas, sino también por sus distintos contenidos y objetivos políticos. El tipo de integración que se privilegie en definitiva es uno de los elementos más importantes para la elaboración de escenarios de futuro.

Proyectando a quince o veinte años, emergerían dos subregiones con diferentes agendas de política: una, muy orientada a la exportación hacia los Estados Unidos y en una amplia gama de exportaciones de manufacturas y servicios; otra, donde predomina un modelo de exportación de productos intensivos en recursos naturales, con una fuerte integración sub-regional. En este último grupo de países, Sudamérica, se puede prever la profundización de este proceso, con un esfuerzo mucho mayor de integración macroeconómica e integración física. Incluso ya se habla de la integración social, proceso todavía muy incipiente.

Una problemática vinculada a las anteriores surge del futuro ordenamiento de los espacios territoriales, sobre todo en lo que se refiere a las regiones “ganadoras” y “perdedoras”. Dentro de

los países algunas regiones se adaptan muy bien al nuevo modelo, pero otras a su vez tienen problemas de ajuste, sin que hayan surgido mecanismos de compensación o de igualación de diferencias. Estas tendencias podrían acentuarse si prosiguen los procesos de globalización y de

integración, y tendrán mayor relevancia en la agenda futura de las políticas públicas.

Un elemento importante en la construcción de escenarios es el medio ambiente. Cabe afirmar que el desarrollo regional debe dar un paso definitivo hacia la incorporación de la agenda del desarrollo sostenible, lo que significa mucho más que la simple conservación de la base de recursos naturales. Dicha agenda está asociada a la movilización de inversiones hacia sectores productivos dinámicos que utilicen tecnologías y procesos de producción limpia. La región debe adoptar una política proactiva y no reactiva, fortaleciendo las instituciones ambientales y los instrumentos directos y económicos, asignando mayores recursos públicos a estos ámbitos y estimulando una participación ciudadana más solidaria, reflexiva y activa en materia ambiental.

Los temas de gobernabilidad van a definir sin lugar a dudas el rumbo y la eficacia de las políticas públicas en los años venideros. La vida en comunidad no puede concebirse sin conflictos ni diferencias; pero ellos no son siempre los mismos ni se expresan de la misma forma. Los conflictos persisten, se superan, se transforman y se crean. De un lado, se hace necesario identificar los principales conflictos actuales (distributivos, territoriales, étnicos, políticos, legales), la forma como se desenvuelven (mecanismos y capacidad de resolución institucional), y sus dimensiones (locales, nacionales, internacionales). Alrededor de ellos se puede elaborar sobre la capacidad de la organización social para comprenderlos, tramitarlos y superarlos, y para crear las principales visiones y consensos que permiten transformarlos en oportunidades y nuevas situaciones.

En suma, podemos distinguir dos visiones polares de la prospectiva; una de naturaleza exploratoria, que parte del presente para recorrer el espectro de los futuros posibles, y otra normativa, que parte de una visión del futuro deseable y construye el itinerario de las acciones necesarias para realizarlo. Si se parte de la realidad, el riesgo es quedarse en ella, sin cambiar nada, o sólo en el margen. Si se parte del imaginario, el riesgo también es quedarse en él, construyendo sueños. Lo natural es buscar imágenes del futuro a partir del presente, pero el itinerario inverso, partir del imaginario, es atractivo, pues lo esencial es romper las inercias y movilizar energías. El desafío, en este último caso, es transformar estas ideas en nuevas estrategias económicas y sociales que permitan enfrentar los grandes problemas de la región.

De los paneles que se realicen sobre los distintos temas se espera un documento síntesis que

ilustre los principales desafíos del futuro en la región. Estos serán a su vez los insumos principales en la tarea de elaboración de escenarios. Esta segunda fase contiene un fuerte contenido metodológico, colectivo y multidisciplinario. Se constituirá un equipo de trabajo, cuya tarea será proponer, construir y otorgar consistencia a los escenarios. La CEPAL y el ILPES se abocarán con fuerza a la exploración del futuro.

b. Presupuesto plurianual

Un segundo tipo de ejercicio prospectivo se vincula a la realización de planes y programas públicos en un marco de presupuesto plurianual. No es nuevo utilizar la perspectiva multianual para la gestión pública. La innovación consiste en lograr una articulación creciente entre plan y presupuesto, formalizar procesos en torno a estos instrumentos, diseñar un eslabonamiento que le otorgue viabilidad al modelo de gestión por resultados. El ILPES, en su serie de Gestión Pública, ha publicado y seguirá publicando documentos en que se revisa la experiencia internacional y regional en el desarrollo de sistemas integrados de administración financiera y en la programación plurianual del presupuesto.

De manera inédita, en la mayoría de los países de la región se han establecido las bases de una gestión sana y eficiente de las finanzas públicas. Pero quedan desafíos pendientes, especialmente en lo que se refiere al tratamiento del ciclo macroeconómico en la programación presupuestaria y al papel estabilizador de la política fiscal, aspectos fundamentales para lograr una adecuada complementariedad entre inversión pública y privada. La programación plurianual está intrínsecamente vinculada a la eficiencia y eficacia de las políticas públicas; no se puede pensar en impactos significativos con problemas frecuentes de pare y siga en los programas. Si se busca mejorar la calidad de la gestión pública, no es posible supeditar el gasto a un manejo entregado a los vaivenes coyunturales.

La estrategia debe entonces hacer énfasis en la planificación de largo plazo y evitar la negociación de corto plazo; poner el acento en los productos más que en los insumos; distinguir con claridad los gastos corrientes y de capital y finalmente basarse en la prudencia y la estabilidad, creando un margen para enfrentar las inevitables incertidumbres. Asegurar un entorno apropiado para la inversión privada, y administrar adecuadamente los escasos recursos disponibles para la inversión pública, supone una gestión capaz de enfrentar tres desafíos fundamentales: el primero, respetar una regla fiscal a lo largo del ciclo, para evitar los costos económicos y políticos de los ajustes fiscales abruptos; el segundo, identificar con la debida anticipación los déficit estructurales, de manera de evitar un endeudamiento público excesivo que represente una carga para las futuras generaciones; y el tercero, eliminar el sesgo en contra de los gastos de capital. Estos son en general más sensibles a los ajustes fiscales que los gastos corrientes, por su propia naturaleza. Postergarlos o no realizarlos también constituye una carga para las generaciones futuras.

En lo que se refiere al primer desafío -- respetar la regla fiscal a lo largo del ciclo --, se trata de desarrollar instrumentos que orienten el proceso presupuestario hacia un esquema de disciplina y flexibilidad, en que se identifiquen con claridad los factores transitorios y se asegure una conducción consistente con el ineludible pacto fiscal que requieren nuestras sociedades. El criterio relevante parece ser buscar una posición financiera corregida por las fluctuaciones del nivel de actividad, lo que equivale a programar los gastos e ingresos con una visión de mediano plazo en el manejo de las finanzas públicas.

En economías tan volátiles como las de América Latina, el sector público generalmente se convierte en una caja de resonancia de las perturbaciones externas. La política fiscal puede ayudar sin embargo a la política monetaria en su función estabilizadora de dos maneras: uno, permitiendo la plena operación de los estabilizadores automáticos en su papel de suavizamiento de las fluctuaciones macroeconómicas cuando existen variaciones de la demanda agregada, y dos, cuando sea prudente y apropiado, otorgando ayuda adicional mediante cambios en las políticas discrecionales. El criterio orientador de la política fiscal debe ser el componente estructural de las cuentas públicas.

Para enfrentar adecuadamente el segundo desafío --identificar con la debida anticipación los déficit estructurales--, es necesario asegurar una trayectoria plurianual consistente con la regla fiscal.

Cuando se diseñan las políticas presupuestarias, se debe tomar en cuenta que la marcha cíclica de la economía es inevitablemente incierta y que las proyecciones de los determinantes de ingresos y gastos son necesariamente imprecisas. La mayor parte de los errores en la programación plurianual es atribuible a los desaciertos de previsión sobre el potencial de crecimiento de las economías, y estos errores tienen efectos permanentes en las finanzas públicas. Si el PIB efectivo es inferior al tendencial estimado durante el lapso considerado en los planes de Gobierno, el resultado es una merma estructural de la posición financiera del sector público.

Es importante entonces tomar en cuenta explícitamente la posición de la economía en el ciclo y adoptar supuestos moderados de crecimiento en la programación plurianual. La principal causa de fracaso de las experiencias de programación plurianual del presupuesto (y para qué decir de programas políticos) es el excesivo optimismo respecto del crecimiento de mediano plazo. Parece necesario encarar este “sesgo de optimismo” para asegurar una programación fiscal más consistente y más transparente.

 

6. LA INTEGRACIÓN MULTINACIONAL LATINOAMERICANA Y CARIBEÑA: UN ENFOQUE DESDE LA PROSPECTIVA CRÍTICA Y PARTICIPATIVA 

. …la expresión integración multinacional debe entenderse como referente a una modalidad de agrupamiento de países soberanos, es decir, de Estados políticos reconocidos y aceptados internacionalmente como tales. Otro de sus significados implícitos es que se trata de una asociación voluntaria, consentida democráticamente en cada unidad miembro por cada sociedad involucrada. Por tanto, su semántica excluye la integración coercitiva en todas sus formas, desde la anexión hasta la unión impuesta por un poder hegemónico.

Gustavo Magariños

 

Este ensayo tiene el propósito de realizar una nueva aproximación1 y nuevas propuestas vinculadas a la actualidad y al futuro de los diferentes proyectos de integración multinacional latinoamericanos y caribeño que -según la definición del diplomático y profesor uruguayo Gustavo Magariños mencionada en el exordio- se están desarrollando en la actualidad (Magariños, 2000). Geográficamente orientados de Norte a Sur y de Oeste a Este, estos son: el Sistema de Integración Centroamericano (SICA), la Comunidad del Caribe (CARICOM), la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y el Mercado Común del Sur (MERCOSUR).

Como su título indica, ese enfoque se realizará desde los principales enunciados de la llamada "prospectiva crítica". Es decir, desde aquellos conceptos de la también llamada "futurología" que -a diferencia del determinismo y el voluntarismo que han caracterizado a la mayor parte de los cultores de esa disciplina- insisten en indicar que el futuro "es más construible que previsible" (José Mojica, 2000).

Por consiguiente, "la construcción del futuro no es un proceso neutral sino un campo de batalla (…) donde el sujeto de esta actividad que son los actores sociales pugnan por imponer su poder para defender sus intereses".6 Por ello: "La futurología supone un compromiso con el cambio y la acción que implica una voluntad de construir el futuro más que de aceptarlo simplemente".(Barbieri, 2000, p. 41-42). Lo anterior conlleva -cual planteó Max Weber- comprender "la política" como "el arte de luchar por lo imposible para obtener lo que sea posible en cada etapa". También implica potenciar lo que el desaparecido sacerdote jesuita Xabier Gorostiaga denominó la "prospectiva participativa". O sea, la construcción de futuros que reflejen la voluntad de las mayorías de los sujetos sociales (no sólo de "las elites" o "las vanguardias") de "organizar la esperanza" de que es "necesario y posible la edificación de una sociedad y un mundo mejor, fundado en una opción ética y en un compromiso por crear un futuro de ciudadanía digna para los excluidos y para los 'otros' desde la pasión y la compasión solidaria" (Gorostiaga, 2000, p. 35-49).

 

A modo de conclusión: hacia un nuevo paradigma de la integración multinacional latinoamericana y caribeña

Estas últimas afirmaciones me colocan en mis definiciones acerca de lo que he venido denominando "un nuevo paradigma para la integración multinacional latinoamericana y caribeña"; cuyo punto de partida tiene que ser -como veremos más adelante- el rechazo de los PAE de factura neoliberal y neoconservadora impulsados por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, por el FMI y por el BM, al igual que una radical reformulación de "los proyectos de desarrollo hacia fuera" que -bajo los conceptos del "regionalismo abierto"- ha venido impulsando la CEPAL en los dos lustros más reciente (Cepal, 1994).

 

Como indiqué a fines del siglo pasado,50 es cierto que cuando, en 1994, ese organismo de la ONU formuló ese programa lo hizo criticando las ostensibles deformaciones creadas en las economías y en las sociedades latinoamericanas y caribeñas por los esquemas de integración fundados en el "proteccionismo", en la llamada ISI y en las nociones "desarrollistas" vigentes durante las décadas de 1960 y 1970. Igualmente, buscando resolver los profundos problemas estructurales que se habían develado durante la llamada "década pérdida" (1980) para el desarrollo económico-social de América Latina y el Caribe. También pensando en la indisoluble articulación que, en las condiciones de "la globalización", tenía que existir entre la integración regional y lo que previamente había llamado: "la transformación productiva con equidad".51

 

Pero también es cierto que -según los propios datos empíricos aportados por la propia CEPAL y por otros organismos de la ONU, como el PNUD, la FAO y la UNICEF- el decenio transcurrido desde entonces hasta acá demuestra que en América Latina y el Caribe la miseria, la inequidad y la llamada "deuda social", lejos de disminuir, se ha profundizado.52 Que la transformación productiva tampoco ha ocurrido y que, en los casos en que se ha "avanzando" en esa dirección, se ha hecho a costa de deteriorar aún más los sistemas ecológicos-ambientales del continente en tanto el esfuerzo exportador de la mayoría de los países latinoamericanos y caribeños se han dirigido hacia sectores con un uso intensivo de recursos naturales o vinculados a industrias [cual es el caso de las llamadas "maquilas"] ambientalmente sensibles o sucias.53

 

Igualmente es cierto -como hemos visto a lo largo de este docuumento- que el llamado "regionalismo latinoamericano y caribeño", aunque ha registrado ciertos avances en una u otra subregión (como son los casos del Caribe y de ciertas áreas del funcionamiento del MERCOSUR), está muy lejos de las necesidades de la integración multinacional que demanda el continente. Y ello es así, entre otras cosas, porque las fuerzas centrífugas generadas por la apertura unilateral de América Latina y el Caribe hacia el exterior bajo los "presuntos imperativos de la globalización" (Estay, 1995), han preponderado sobre las fuerzas centrípetas que, en teoría, deberían impulsar constantemente el desarrollo de cualquier proceso de integración multinacional.54 Por ello, se puede decir que en ese continente hay cada vez más "apertura" y menos "regionalismo".

 

Desde mi punto de vista, en la base de esa situación se encuentra el hecho real de que -pese a su retórica- todos los proyectos de integración latinoamericanas y caribeña que se reformularon (el SICA, el CARICOM y la CAN) o se emprendieron (el MERCOSUR) en la década de 1990 se han realizado a expensas de lo que Raúl Prebish llamó "el desarrollo hacia dentro" o, si se prefiere, sacrificando lo que, en 1991, Osvaldo Sunkel redefinió como "el desarrollo desde dentro" (Sunkel, 1991). Y no podía ser de otra forma porque, como previeron algunos especialistas (Regueiro, 1994), en última instancia, en mayor o menor grado, todos esos proyectos integracionistas han estado condicionados y lastrados por las desastrosas políticas económicas, industriales, sociales, culturales y ambientales aplicadas por los diversos gobiernos que, en los últimos lustros, han representado y defendido los intereses de las clases dominantes en América Latina y el Caribe. En especial, por los ingentes esfuerzos por esos gobiernos para "honrar" a toda costa la impagable deuda externa acumulada desde la década de 1970, al igual que para aplicar de manera fundamentalista los PAE facturados por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos y por los organismo financieros internacionales (FMI y BM) impulsores del llamado "Consenso de Washington" de 1990.55

 

De más está decir que esos PAE sólo trataron y tratan de garantizar el crecimiento o, de manera más precisa, la reproducción continua y ampliada del capitalismo dependiente instaurado en la mayor parte de los países latinoamericanos y caribeños. Mucho más porque, en las condiciones creadas por la llamada "globalización neoliberal", esa forma de reproducción del capitalismo periférico ha estado y está asociada al libre funcionamiento de la economía de mercado, a la minimización o "refundación" del papel del Estado (cada vez más constreñidos a sus funciones represivas), a la desnacionalización de las riquezas, a la privatización de la mayor parte de los servicios públicos y de buena parte de los servicios sociales; en fin a la creación de "un clima de confianza" para la propiedad privada y para el incremento de las tasas de ganancias de los capitales internos y externos (productivos o especulativos) que se inviertan en la región.

 

Como consecuencia, la protección y conservación de la naturaleza, de la biodiversidad, así como del medio ambiente de las ciudades, de las cuencas hidrográficas y de las costas marítimas, al igual que la imprescindible ampliación del mercado interno -al que se refiere las condiciones de vidda de decenas de millones de personas- han sido y todavía son variables absolutamente subordinadas y secundarias respecto al propósito de las principales potencias imperialistas (y sus clases y grupos dominantes) de crear nuevos ejes de acumulación capitalistas acordes con las modificaciones que ellas mismas han impulsado en la división internacional del trabajo. Con independencia de las resistencias estatales (y no estatales) que perduran, en su intencionada dinámica, esa "división del trabajo" tiende a fortalecer la "integración coercitiva" del continente al imperialismo norteamericano.

 

Por todo lo antes dicho y por otros elementos excluidos en aras de la síntesis, considero que -tal cual plantearon en su ya mencionada Declaración Conjunta respecto al ALBA los presidentes Hugo Chávez y Fidel Castro56- el nuevo paradigma de integración multinacional que demanda América Latina y el Caribe, tiene que tener como base la crítica teórico-práctica de ese "modelo de acumulación"; el abandono de todas las negociaciones dirigidas a institucionalizar el ALCA o cualquier de sus modalidades; la renegociación de la deuda externa en condiciones que aseguren, antes que todo, la cancelación de la "deuda social" acumulada en el continente y el consiguiente despliegue de proyectos de "desarrollo hacia dentro" que garanticen, en primer lugar, la protección eficaz y la satisfacción de todos los derechos humanos (económicos, sociales, culturales, civiles y políticos, individuales y colectivos, incluido el derecho al disfrute de un medio ambiente sano para las actuales y futuras generaciones y los derechos de las naciones originarias) de todos y todas los/las habitantes de América Latina y el Caribe. En segundo, la potenciación y la defensa de los ingentes recursos humanos, naturales, ecológicos y económicos con que cuenta el continente. En tercer lugar, una "relación filial" con la naturaleza y sus diversos ecosistemas. Y, en cuarto, la construcción de democracias participativas y socialmente representativas capaces de superar las ostensibles carencias que, incluso según sus defensores, caracterizan a las "democracias representativas" que actualmente preponderan en la región (Caputo, 2004).

 

Los gobiernos resultantes de esos procesos políticos participativos y socialmente representativos también deberán ser capaces de proyectar políticas internas y exteriores que privilegien los componentes políticos, sociales, económicos, ecológicos y jurídicos y de la llamada "seguridad multidimensional" (incluida la "seguridad ciudadana") de factura latinoamericana y caribeña, así como que garanticen, junto a ello, los legítimos intereses de defensa individuales y colectivos de todas los Estados nacionales situadas al sur del río Bravo y de la península de La Florida. Asimismo; el desarrollo de vínculos de cooperación en esos y otros campos con las demás naciones del mundo subdesarrollado (entre ellas, las que aún no han adquirido la categoría de Estados-nacionales, como es el caso de Puerto Rico y de otras islas del Caribe aún sometidas a formas coloniales de dominación); al igual que la imprescindible diversificación de las relaciones estratégicas de América Latina y el Caribe con las otras potencias (diferentes a Estados Unidos) integrantes de la pentarquía o el sexágono del nuevo orden mundial.

 

Un paso ineludible en esas direcciones tiene que ser, cuando menos, el restablecimiento del funcionamiento cabal y democrático de todos los organismos político-diplomáticos surgidos en la región (desde el SELA hasta la ALADI, pasando por el Grupo de Río y por la AEC) con el propósito declarado (pero no siempre cumplido) de impulsar la concertación política, la cooperación económica, así como la integración multinacional de América Latina y el Caribe. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en la actualidad, esas instituciones o las nuevas organizaciones multilaterales que se han formado (como la Comunidad Suramericana) o que en el futuro se formen (cual pudiera ser una Asociación de Estados Latinoamericanos y Caribeños), no deben ser visualizados como órganos técnico-burocráticos o sólo destinado a la concertación de posiciones políticas, sino como las imprescindibles instancias supranacionales que, poco a poco, garanticen la elaboración soberana de una nueva soberanía continental, así como la armonización político-jurídica y técnico-económica de todos los esquemas subregionales de integración multinacional que se desarrollan en la actualidad. Igualmente, deberán ser las encargadas de dialogar y negociar colectivamente con las demás instituciones del sistema internacional (incluidas la OMC, el FMI y el BM), así como con los otros esquemas de integración multinacional que se desarrollan en otras zonas del mundo desarrollado (como la UE) o subdesarrollado, cuales son los casos de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) y de otros proyectos integracionistas que se están desarrollando en diferentes regiones de África.

 

Esos organismos multilaterales latinoamericanos y caribeños también tendrían la responsabilidad de crear y de legitimar constantemente las instancias parlamentarias (el Parlamento Latinoamericano y Caribeño) y de participación de la sociedad civil que garanticen su funcionamiento democrático, así como la fundación y consolidación de los órganos jurídicos (como pudiera ser un Tribunal Latinoamericano y Caribeño) que permita la solución de las disputas y conflictos que inevitablemente se producirán entre los países integrantes de la nueva institucionalidad integracionista, al igual que entre estos y las empresas extranjeras, estrictamente nacionales, multinacionales y trasnacionales, que inviertan en la región. La acción de estas empresas deberá estar regulada con vistas a evitar la constante descapitalización del continente, así como las agresiones a los recursos humanos, a las empresas (estatales y privadas) latinoamericanas y caribeñas, al medio ambiente y a la biodiversidad que éstas sistemáticamente perpetran en su desmedida búsqueda de ganancias.

Obviamente, todo lo antes dicho implicará la denuncia del TIAR y de los acuerdos militares y de seguridad y de los BIA suscriptos a su amparo entre los gobiernos latinoamericanos y caribeños con el gobierno de Estados Unidos. Asimismo, la extinción de la OEA y de todos los organismos del Sistema Interamericano (como la Junta Interamericana de Defensa) históricamente impulsados por los grupos dominantes en esa potencia imperialista con vistas a complementar sus bicentenarias estrategias de dominación sobre América Latina y el Caribe. En ese escenario, las Cumbres de las Américas tendrían una entidad y una cobertura hemisférica similar a las que ya han adquirido las Conferencias de Primeras Damas, Esposas y Representantes de Jefes de Estado y Gobiernos de las Américas.57 Por tanto, al igual que las Cumbres Iberoamericanas, sólo serán espacios para desarrollar el otrora llamado "dialogo Norte-Sur" entre absolutamente todos los 35 Estados-nacionales actualmente existentes en el hemisferio occidental y, en el futuro más o menos próximo, de los otros Estados-nacionales que se formen como consecuencia de la postergada conclusión de la total descolonización del Archipiélago de las Antillas y del territorio de Cayena, posesión colonial francesa ubicada en el nororiente de América del Sur.

Tengo conciencia que algunos lectores podrán pensar que formulaciones como las anteriores son una utopía irrealizable, cargadas de una dosis de voluntarismo. Mucho más en las adversas condiciones creadas por "la globalización" o por el llamado "imperialismo global". Y no les faltaría razón si se aproximan de manera determinista a las tendencias del pasado y a las preponderantes en la actualidad. Sin embargo, reitero que la mirada desde la prospectiva crítica y participativa que han guiado estas reflexiones parten de la base de que los múltiples "sujetos de acción" y los diversos "actores sociales" que representan los intereses de la mayoría de nuestros pueblos (incluidos nuestras naciones originarias, y los afro latinoamericanos y caribeños, así como nuestras mujeres) pueden y deben plantearse la posibilidad de edificar un futuro diferente al que conducen las tendencias del presente; ya que -como bien ha planteado Francisco José Mojica- esas tendencias (sociales, económicas, políticas, etc.) existen porque han sido el fruto de las estrategias desplegadas por ciertos "actores sociales". Y si las rupturas a esas tendencias no han logrado hacerlas cambiar su rumbo, ha sido porque el poder de otros "actores sociales no ha sido suficientemente fuerte para aniquilarlas".58

Por consiguiente, la modificación de las tendencias actuales exige, en primer lugar, la adopción de una actitud proactiva que posibilite la paulatina elaboración y edificación de los escenarios deseados, así como el despliegue en función de ellos de nuevas estrategias y planes de acción dirigidos a comprender y transformar la realidad. Ello implica acumular y organizar las fuerzas que permitan desafiar el sistema de dominación existente y, en especial, su "núcleo duro": el poder político, económico, militar e ideológico-cultural de los "actores sociales" internos y externos actualmente dominantes. Y ello sólo se logrará mediante las multiformes y sistemáticas luchas de los que Xavier Gorostiaga genéricamente denominó "los excluidos".59

En esas luchas, los intelectuales orgánicos a las causas populares tenemos el deber de elaborar nuevas anticipaciones del futuro o, si se prefiere, nuevas utopías que -como bien las definió Franz Hinkellamert (Hinkellamert, 2003)- nos permitan la crítica constante del presente a partir de las perennes "esperanzas en un futuro mejor" al que pretenden construir las clases dominantes en América Latina y el Caribe y los grupos de poder preponderantes en la potencia imperial que el Libertador Simón Bolívar preanunció que parecía destinada por la Providencia "para plagar la América de miserias en nombre de la Libertad" (Bolívar, 1947). Mucho más porque, como dijo José Martí: "Estos no son tiempos para acostarse con el pañuelo en la cabeza, sino con las armas de almohada (…); las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra" (Martí, 1975).

 

 

CONCLUSIÓN

 

En el difícil y complejo proceso hacia la integración latinoamericana, nuestra historia nos ha mostrado ya los grandes problemas que hay que superar: en primer lugar, la diversidad cultural regional, que tiene sus raíces en esa mezcla de lo indio, lo negro y lo español, y que ha llegado al extremo de preguntarse si hay una América Latina o Muchas; en segundo lugar, La distancia geográfica entre numerosos países, que han hecho difícil un intercambio permanente de conocimiento y de bienes; y en tercer lugar, la rivalidad política entre gobiernos vecinos ha llevado en ocasiones al extremo de guerras fratricidas absurdas. Sin embargo, en toda esta profunda diversidad se empezó el proceso de independencia durante principios del siglo pasado, con la aspiración de Simón Bolívar de expresar la identidad de esta región y con el deseo de construcción de la gran patria americana.

 

El siempre recordado postulado bolivariano de la integración latinoamericana y caribeña ahora está sujeto a revisión ante la presión de un fenómeno llamado globalización. Este proceso, si bien podría implicar una serie de beneficios en materia de comunicación, difusión del conocimiento y protección al medio ambiente y desarrollo tecnológico, entre otros, en su versión neoliberal obliga a una competencia entre naciones por el ahorro externo de los países más industrializados y por parcelas de mercado lidereado por las empresas transnacionales, competencia inspirada en la tesis de la ventaja competitiva y comparativa y sujeta a consideraciones cuya mejor expresión se sintetizaría en aquel concepto de "capitalismo salvaje".

 

En América Latina durante los 80s y los 90s se han desarrollado importantes esfuerzos (COPPPPAL, CEPAL, UNESCO, entre otros) con metodologías diversas con el objetivo de iluminar los escenarios y posibles alternativas estratégicas a adoptar, y se han llevado a cabo intentos importantes para aprehender la realidad del modo más científico posible (estudios prospectivos),  con el objetivo de introducir modificaciones en las tendencias negativas.

 

No podemos ni predecir ni construir el futuro como si fuera una maqueta que es posible reproducir a escala en forma exacta. El futuro no está predeterminado y podemos escoger entre varios futuros o futuribles, esto es, futuros posibles. Buscando soluciones concretas a los problemas actuales, guiándonos por una ética del futuro que privilegie la cultura de paz, las libertades y el medio ambiente podremos construir un futuro alternativo que preserve al ser humano y a su habitat.

 

Hemos pasado de un mundo de “certezas” a un mundo de incertidumbre, lo cual quiere decir que es necesario más que un nuevo paradigma para aprehender el nuevo mundo, un nuevo proyecto asentado en nuevas bases. Este nuevo proyecto pudiera cristalizar vía cuatro: natural, cultural, social y ético.

 

Algunas ideas que sugieren soluciones para la transformación de nuestra realidad, es decir, para hacer de Latinoamérica lo que realmente queremos.

 

1.- Inicialmente no podemos abandonar la histórica lucha contra la pobreza estructural, contra la indigencia y ahora contra la nueva pobreza. Este fenómeno socioeconómico es un factor que le resta competitividad y progreso a las naciones latinoamericanas.

2. No podemos descuidarnos es en la educación y en la salud.

3.- La necesidad de fortalecer las democracias en la región, a través de la articulación de mecanismos o vías, con rango constitucional e institucional, que redefinan la relación entre el Estado y la sociedad civil.

4.- Un punto relevante que conviene potencializar en la nueva América Latina es la figura de la integración regional, ampliamente promovida y suscrita, pero poco materializada en acciones concretas de transformaciones estructurales, donde a través de ella se logre la articulación de un bloque de influencia económica, política y sociocultural de amplia proyección mundial, orientado al crecimiento y posterior desarrollo socioeconómico de sus miembros y que permita también su inserción y participación justa en el interdinámico escenario global.

5.- Para hacer competitiva a América Latina también hace falta diversificar las áreas potenciales de la economía, evitando la dependencia en la monoproducción y creando los mecanismos legislativos, participativos, integracionistas que permitan fortalecer las áreas del sector productivo tradicional, como son la agricultura (sector primario), la industria (sector secundario) y los servicios (sector terciario), cuyos niveles de productividad y competitividad, tanto interna como externa a la región, están muy por debajo de los estándares internacionales.

 

Algunos proyectos de integración multinacional que se están desarrollando en América Latina y el Caribe: el Sistema de Integración Centroamericano (SICA), la Comunidad del Caribe (CARICOM), la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), Iniciativa Bolivariana para las Américas (ALBA).

 

Los ejercicio deben acercase más a la visión estratégica, con un enfoque que busca estimular el debate sobre los cambios de mediano plazo que se anticipan o que se organizan a partir de hoy. La planificación no puede ser ya concebida como el “anti-azar”, como un instrumento que busca domesticar el tiempo y disciplinar a los actores. Más que proponer medidas específicas o plantear propuestas cuantificadas, se trata de introducir los nuevos principios y orientaciones que deben gobernar la acción pública en el mundo de mañana.

 

Siguiendo mis reflexiones más recientes (Suárez Salazar, 2004),  algunos criterios que pudieran servir de base al impulso de lo que he llamado "un nuevo paradigma para la integración multinacional latinoamericana y caribeña"; entendiendo esa integración -tal cual propone la denominada Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) impulsada por los presidentes de la República Bolivariana de Venezuela y de Cuba, Hugo Chávez y Fidel Castro,9 respectivamente- como un proceso multifacético (y, por tanto, no sólo económico) que, poco a poco, aproxime a todas las naciones (incluidas las originarias) y a todos los pueblos de esa región a la realización de la utopía bolivariana y martiana. En particular, a los irrealizados anhelos de esos Próceres con relación a que todos los Estados-nacionales de América Latina y el Caribe - luego de concluir su descolonización y de forjar la unidad entre sí - puedan actuar como un "factor de equilibrio" en la edificación de un orden mundial alternativo al que en la actualidad están impulsando las principales potencias imperialistas del planeta; y, en especial, los grupos dominantes en Estados Unidos.

 

 

INFOGRAFIA

 

1. AMERICA LATINA: RAÍCES DE LA INTEGRACIÓN

http://64.233.161.104/search?q=cache:T6pUdfVKyEMJ:www.uni-koeln.de/phil-fak/lfzl/download/medina_text2.pdf+toda+La+prospectiva+en+Am%C3%A9rica+Latina&hl=es&gl=ve&ct=clnk&cd=9&lr=lang_es&ie=UTF-8

 

2. PROSPECTIVA DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE-LA VISIÓN EN EL AÑO 2001. SANTIAGO, CHILE.   COMISIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL REPORTE COPPPAL 2001

http://www.copppal.org.mx/doc-repcop-2.htm

 

3. DESARROLLO DE LA PROSPECTIVA EN AMÉRICA LATINA Y DE LOS ESFUERZOS REALIZADOS POR UNESCO PARA DESARROLLAR LOS ESTUDIOS DEL FUTURO

http://64.233.161.104/search?q=cache:X_myalP70dQJ:www.venezuelainnovadora.gov.ve/documentos/prospeccion/etica_efectos_globalizacion.pdf+toda+La+prospectiva+en+Am%C3%A9rica+Latina&hl=es&gl=ve&ct=clnk&cd=17&lr=lang_es&ie=UTF-8

 

4. AUTOR: EL CUMANÉS VISIÓN PROSPECTIVA DE UNA LATINOAMÉRICA COMPETITIVA: DE LO QUE TENEMOS A LO QUE QUEREMOS

http://www.futurovenezuela.org/sembrar2003/ElCumanes.doc

 

5. PROSPECTIVA

http://64.233.161.104/custom?q=cache:uyHLSR4bY0oJ:www.eclac.org/publicaciones/xml/7/7777/SesionInaugural.pdf+la+prospectiva+en+america+latina+siglo+xxi+todos+los+ambitos&hl=es&ct=clnk&cd=194&ie=UTF-8&client=pub-9125207024761938

 

6. LUIS SUÁREZ SALAZAR LA INTEGRACIÓN MULTINACIONAL LATINOAMERICANA Y CARIBEÑA: UN ENFOQUE DESDE LA PROSPECTIVA CRÍTICA Y PARTICIPATIVA

 http://www.scielo.br/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1517-45222005000200005

 

DINAMICAS

 

SELECCIÓN SIMPLE

1.       En el difícil y complejo proceso hacia la integración latinoamericana, nuestra historia nos ha mostrado ya los grandes problemas que hay que superar:

a.      La diversidad cultural regional, 

b.      la distancia geográfica entre numerosos países

c.       a, b y d

d.      La rivalidad política entre gobiernos vecinos

e.      Ninguna de las anteriores

 

2.       El nuevo paradigma de integración multinacional que demanda América Latina y el Caribe, tiene que tener como base la crítica teórico-práctica de ese "modelo de acumulación";

a.      una "relación filial" con la naturaleza y sus diversos ecosistemas

b.      el abandono de todas las negociaciones dirigidas a institucionalizar el ALCA o cualquier de sus modalidades

c.       potenciación y la defensa de los ingentes recursos humanos, naturales, ecológicos y económicos con que cuenta el continente. L

d.      la construcción de democracias participativas y socialmente representativas

e.      Todas las anteriores.

 

 

VERDADERO Y FALSO

  1. En este largo proceso, los países latinoamericanos conservaron su independencia política y su identidad cultural pero con una armoniosa dependencia económica en relación con el desarrollo industrial del Norte.

V / F

  1. América Latina tiene viabilidad bajo un mejor manejo de las economías de escala. Este es un planteamiento equivalente al sueño bolivariano, es decir, la palabra mágica: integración.

V / F

 

COMPLETACION

 

  1. En América Latina durante los 80s y los 90s se han desarrollado importantes esfuerzos con ____________diversas con el objetivo de iluminar los ____________ y posibles alternativas _____________ a adoptar, y se han llevado a cabo intentos importantes para aprehender la realidad del modo más científico posible con el objetivo de introducir modificaciones en las tendencias negativas
  2. Es ese afán de imaginar y construir el siglo XXI como siglo de la _________, del ___________, de la __________, de verdadera ___________y de cultura de _____,  el principal objetivo de UNESCO en vísperas del tercer milenio

 

PAREO

 

1. - el nuevo paradigma de integración multinacional que demanda América Latina y el Caribe  (b)

a. integración multinacional

2. debe entenderse como referente a una modalidad de agrupamiento de países soberanos, es decir, de Estados políticos reconocidos y aceptados internacionalmente como tales (a)

b. ALBA