UNIVERSIDAD YACAMBU
ASIGNATURA: PLANIFICACIÓN
PROFESOR: CARLOS SÁNCHEZ
FORO: PROSPECTIVA
REALIZADO
POR: Aris María Mateo Matheus
CI.-
9.587.458
SUBTEMA:
LA PROSPETIVA EN AMERICA LATINA
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo
se constituye con resumen de artículos donde se analizan: historia, presente,
visiones y estudios realizados sobre la
prospectiva en América Latina.
1. AMERICA LATINA:
RAÍCES DE LA INTEGRACIÓN
En el difícil y
complejo proceso hacia la integración latinoamericana, nuestra historia nos ha
mostrado ya los grandes problemas que hay que superar: en primer lugar, la
diversidad cultural regional, que tiene sus raíces en esa mezcla de lo indio,
lo negro y lo español, y que ha llegado al extremo de preguntarse si hay una
América Latina o Muchas; en segundo lugar, La distancia geográfica entre
numerosos países, que han hecho difícil un intercambio permanente de
conocimiento y de bienes; y en tercer lugar, la rivalidad política entre
gobiernos vecinos ha llevado en ocasiones al extremo de guerras fratricidas
absurdas. Sin embargo, en toda esta profunda diversidad se empezó el proceso de
independencia durante principios del siglo pasado, con la aspiración de Simón
Bolívar de expresar la identidad de esta región y con el deseo de construcción
de la gran patria americana desde el río Bravo hasta la tierra del fuego.
Bolívar expresaba en
su Carta de Jamaica, de 1815: "Ya que tienen un origen, una lengua, unas
costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno
que confederase los diferentes estados que hayan de formarse". Y añadía:
"No somos europeos, no somos indios sino una especie media entre los
aborígenes y los españoles. Americanos por nacimiento y europeos por derechos,
nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de
posesión y de mantenernos en el país que nos vio nacer, contra la oposición de
los invasores; así nuestro caso es el más extraordinario y complicado"
(Bolívar. Discurso de Angostura. UNAM, 1986:101).
Pero el proceso de
la independencia llevó históricamente a la diversificación en repúblicas
independientes: la gran Colombia quedó en el pasado y se fueron formando las
naciones de Colombia, Ecuador, Venezuela, etc; La Federación centroamericana se
separó de México y posteriormente, de 1822 a 1842 se pulverizó en los 5 países
centroamericanos a pesar de los intentos de unidad de Francisco Morazán. La
idea inicial de Bolívar que fracasó era "la ideal concepción de toda
Hispanoamérica como entidad nacional única, a realizarse por medio, sea de una
sola república continental, sea de una pluralidad de repúblicas unidas entre sí
por liga o confederación" (Arturo Ardao. UNAM, 1986:37).
La idea de Bolívar
se planteaba en dos niveles: primero, la idea de una sola nación que englobaría
a Venezuela, Nueva Granada (Colombia) y Ecuador, y segundo, la idea más amplia
de la Confederación de repúblicas, a través de la convocatoria del Congreso
continental que se reunió en Panamá en Junio de 1826.
Sin embargo, de
manera paralela a la diversidad política de naciones independientes, empezó a
expresarse un proceso de identidad. Simón Rodríguez (1771-1854), Juan Bautista
Alberdi (1810-1884) y José Martí (1853-1894) fueron personajes importantes que
hicieron surgir con vigor focos colectivos de pensamiento que reclamaron no
solo la identidad de un "nosotros", refiriéndose a la parte de
Latinoamérica, con habla española y portuguesa, sino que abrieron la incipiente
prospectiva de una lucha de liberación frente a la hegemonía de los Estados
Unidos, buscando un futuro con mayor justicia social.
La primera lucha por
la identidad del “nosotros” dentro de la diversidad fue la gran batalla del
siglo XIX. Como dice Francisco Miró Quezada: “la actividad ideológica fue
probablemente la primera y más directa expresión del creciente deseo
latinoamericano de autoafirmación” (Miro Quezada. UNAM, 1986:134). En un eje
parecido se sitúa Juan B. Alberdi cuando hace sentir la necesidad de una
filosofía americana y no una América que diga solo lo que piensa Europa:
"es preciso -decía- que hagamos ver que ella (la filosofía americana)
puede existir... Americana será la que resuelva el problema de los destinos
americanos" (Alberdi. UNAM, 1986:150). Martí prefería hablar del término
"Nuestra América" para referirse al pueblo que va "del Bravo a
la Patagonia" (Martí. UNAM, 1986:153-4), aunque también en ocasiones
utilizó el término de América Latina.
Si bien, desde el
punto de vista del pensamiento filosófico, la lucha era por afirmar un
pensamiento americano, ya al interior del continente, la lucha por la identidad
fue también expresión de la contradicción con el Norte, con los Estados Unidos,
no sólo a nivel cultural y de ideología, sino en la experiencia empírica de
dominación económica y política.
El historiador
chileno Benjamín Vicuña Mackenna, en 1856, ante el hecho ineludible de la
diversidad de repúblicas independientes, expresaba lo siguiente: "Seamos
sudamericanos frente a la América del Norte. Que nuestra mutilada familia, que
cuenta tantas denominaciones de mutua hostilidad, `peruanos`, `chilenos`,
`colombianos`, `argentinos`, sea un solo nombre delante del nombre americano,
de ese Pluribus Unum que es único y por eso es todopoderoso. Que nuestras
divididas Repúblicas sean una sola América delante de las repúblicas unidas del
Norte" (Cita en Arturo Ardao, UNAM, 1986:50).
Las virtudes que vio
Alexis de Tocqueville en "La democracia en América" no se expresaron
para nada en la relación de dominación que empezaban a imponer los
norteamericanos en el Sur con su lema "América para los americanos".
En la segunda parte
del siglo XIX se manifestó culturalmente un símbolo de esa identidad al
comenzar a adoptarse precisamente el nombre de América Latina, designando con
ello a todas esas naciones del continente americano que habían sufrido la dominación
española y portuguesa, teniendo como contenido el más grande mestizaje de la
historia moderna entre indio, negro y blanco, y oponiéndose en consecuencia al
bloque anglófono dentro de América.
El vocablo de
"América Latina" llegó de Francia, como se refiere en el prólogo del
libro de Sergio Marras, "América Latina, marca registrada", junto con
el intento imperial de Maximiliano (1862-1865), como una primera idea de
unificación, bajo un propósito político: servir de contrapeso a los nórdicos de
origen anglosajón y protestante que obstaculizaban la influencia de Francia de
Napoleón III en este continente; así nació el invento del término "América
Latina".
Aunque de manera
clara hubo gran solidaridad de los pueblos latinoamericanos con México frente a
la intervención francesa y para ello baste recordar el llamado de Francisco
Bilbao en 1863 donde señala que "todo se perderá... si no hacemos de la
causa mexicana la causa americana" (Cfr. UNAM, 1986:169), el nombre de
América Latina, heredado de Michel Chevalier, quien buscara una identidad
cultural que justi-
ficara el
expansionismo francés frente al Norte anglosajón, empezó a prevalecer.
Todavía en la
segunda parte del siglo XIX se debatía el nombre que podría darse a esta parte
de América. Se había querido resucitar el nombre de la Gran Colombia o
Confederación Colombiana, debido a que ya en 1863 se había logrado
efectivamente cambiar el nombre de la República de Nueva Granada por el de
Colombia; sin embargo, culturalmente fue el nombre de América Latina o
Latinoamérica el que prevaleció, como bien lo atestigua Eugenio María de
Hostos, en un artículo publicado en 1874 precisamente con el título de
"América Latina", cuyo nombre ya había utilizado desde 1868: "No
obstante los esfuerzos hechos por... escritores latinoamericanos y por el autor
de este artículo, reforzados por la autoridad de la Sociedad Geográfica de
Nueva York, no prevalece todavía el nombre colectivo de Colombia, con que han
querido distinguir de los anglosajones de América a los latinos del Nuevo
Continente. En tanto que se logra establecer definitivamente la diferencia, es
bueno adoptar para el Continente del Sur y América Central, México y Antillas,
el nombre colectivo que aquí le damos y el de neolatinos... o latinoamericanos
que yo uso para los habitantes del Nuevo Mundo que proceden de la raza latina y
de la ibérica". (Citado en Arturo Ardao, UNAM, 1986:53).
La identificación
latinoamericana ha prevalecido hasta la actualidad en donde encontramos
numerosos instituciones de investigación en Europa y en Estados Unidos con el
referente de "Centros de estudios latinoamericanos"; aun desde el
punto de vista de la política internacional, el término es usado frecuentemente
por gobiernos u organizaciones políticas para asignarlo a sus dependencias que
tratan asuntos referentes a esta parte del continente americano.
Sin embargo, el
fracaso del sueño bolivariano de integración como la gran patria americana
quedaba cada vez más manifiesto. El mismo Bolívar sintió el fracaso cuando al
Congreso de Panamá en 1826 sólo acudieron Colombia, Centroamérica, México y
Perú. Posteriormente, a la diversidad de las raíces culturales se añadió
todavía más la diversidad política de múltiples naciones diferentes, varias de
las cuales combatieron con ferocidad entre ellas mismas por cuestiones diversas
como límites territoriales, acaparamiento de recursos o enemistad de los
dirigentes. Fue el caso, por ejemplo, de la guerra del Pacífico entre Perú,
Chile y Bolivia, que tan bien está reseñado por Eduardo Galeano en "las
Venas abiertas de América Latina".
Reconocía, por su
parte, Francisco Bilbao, en 1865, en una iniciativa que planteaba la idea de un
Congreso federal de Repúblicas, con ciudadanos provenientes de casi todas las
naciones de Sudamérica:
"la idea de la
confederación de la América del Sur, propuesta un día por Bolívar... no ha
producido los resultados que debían esperarse. Los estados han permanecido
desunidos" (Bilbao, UNAM, 1986:55).
Pero todo este
proceso de identidad, aunque ideológicamente estaba confrontado con los
anglosajones, llevaría también a un primer intento de integración económica y
política de los países latinoamericanos bajo la égida de los Estados Unidos. La
mentalidad del proyecto "América para los americanos" se expresaría
claramente en la organización de la primera Conferencia Panamericana en 1889,
convocada por el Secretario de Estado de Norteamérica, James G. Blaine, en la
cual, como lo refiere ampliamente Salvador E. Morales ("Primera
Conferencia Panamericana"), se encuentran las raíces del modelo
hegemonista de integración. Ahí, con la presencia de 17 países americanos, hubo
propuestas en materia de libre comercio, unión aduanera, propuestas de moneda
común, tratados de extradición, derechos de marcas y patentes, uniformización
de reglas sanitarias, etc. algunas de las cuales llegaron a adoptarse en alguna
medida en la Conferencia Monetaria Internacional de 1891.
Los países
representados en la Conferencia panamericana fueron los siguientes: Argentina,
Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos, El
Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Perú,
Uruguay y Venezuela.
Esta conferencia
representó ciertamente, en el siglo XIX, otra perspectiva para la integración
de América Latina pero bajo la tesis del panamericanismo lidereado y dominado
por los Estados Unidos. La conferencia ocurrió en el contexto del
debilitamiento del imperio económico inglés y la expansión de la economía
norteamericana que quería controlar mejor sus mercados en toda América, que
anteriormente tenían la tendencia a integrarse más a los polos industriales y
financieros de Europa. Estados Unidos estaba en una gran producción maquinizada
en serie y expansión de sus productos después de la guerra civil. "El
interés de Estados Unidos hacia 1889... era el de romper un equilibrio
económico euroamericano... a fin de establecer otro en que las ventajas
gravitasen en su dirección" (Morales S., 1994:57). En el fondo de este
proyecto, estaba "la necesidad agobiante de los magnates industriales de
colocar sus mercancías menos demandadas que las europeas; el deseo del sector
exportador de los países iberoamericanos de favorecer cambios modernizadores
que pusiesen a los intereses dominantes en el carril de la prosperidad y el
progreso material" (Morales S., 1994:117).
No cabe duda que se
pretendía un modelo de integración de América Latina pero subordinada a las
necesidades económicas del Norte. Este modelo ciertamente no era el que pensaba
Simón Bolívar sino que representaba su contraparte. "La unidad americana
propuesta por Bolívar difiere de la de Blaine no sólo por la participación de
Estados Unidos, desechada por el Libertador, sino por el carácter hegemónico
que le otorgó a ese país la unión concebida por Blaine" (Morales S.,
1994:59).
En este largo
proceso, los países latinoamericanos conservaron su independencia política y su
identidad cultural pero con una pesada dependencia económica en relación con el
desarrollo industrial del Norte.
Las aspiraciones
hacia la integración han existido y se han expresado en múltiples momentos,
pero, no es sino hasta mediados del siglo XX cuando se retoma el proceso de
integración económico-comercial de manera expresa (Preciado J., Rocha V, 1997).
Pero en el proceso contemporáneo se confunden las dos vertientes aunque, de
manera específica, el proyecto de la Cumbre de las Américas de Miami de 1994,
parece la proyección de la Primera Conferencia Panamericana, con la perspectiva
del panamericanismo lidereado por los Estados Unidos en un nuevo contexto, en
donde puede imponerse el punto de vista unilateral de la política de
Washington.
Conviven, sin
embargo, también en el siglo XX numerosos intentos de integración
latinoamericanista que en alguna manera pueden expresarse en el plano
político-diplomático de las cumbres iberoamericanas o en la formación de
bloques regionales importantes como el Mercosur, el grupo de los Tres, el pacto
andino, etc.
De hecho, en estas
dos vertientes -la de Bolívar y la de Norteamérica-, encontramos las dos
principales raíces de los procesos de integración, como dos tendencias
contradictorias que se mezclan constantemente en el proceso de globalización de
finales del siglo XX.
A partir de este
contexto es urgente seguir profundizando nuestra identidad latinoamericana pero
también en la perspectiva del futuro en el siglo XXI. Dice por ejemplo Miguel
Rojas Mix que "no puede pensarse en una cultura de identidad que
simplemente nos diga quiénes somos o de dónde venimos, tiene igualmente que
decirnos a dónde vamos" (Preciado y Rocha, 1997:103).
La posibilidad
existe de cualquiera de las dos vertientes de la integración. Hay quienes
piensan que el panamericanismo subordinado a los Estados Unidos es nuestro
destino manifiesto, particularmente en la etapa contemporánea de la globalización,
pero "¿no es esto un motivo suficiente para retomar el latinoamericanismo
y empezar a ver de
nuevo, con otros
ojos, y actuar decididamente hacia la integración con y del Sur, esto es hacia
las potencialidades dormidas, si no es que aherrojadas, en cada una de nuestras
patrias individuales y en el formidable conjunto que es la Patria Grande, para
un desarrollo independiente de cada uno y de todos nuestros países?"
(Morales S., 1994:15)
El nombre
prevaleciente para esta parte del continente fue un símbolo de integración a
pesar de la diversidad cultural, geográfica y los escenarios de pugnas
políticas. "Pese a estos factores de diversificación, un motor de unidad e
integración opera en América Latina, tendiente a uniformarla y unificarla... La
unidad esencial de América Latina proviene... del proceso civilizatorio que nos
plasmó... generando una dinámica que condujo a la formación de un conjunto de
pueblos, no sólo singular frente al mundo, sino también crecientemente
homogéneo... El proceso civilizatorio que opera en nuestro días, movido ahora
por una nueva revolución tecnológica, tiende a reaglutinar a los pueblos
latinoamericanos como uno de los rostros por el que se expresará la nueva
civilización, y quizás engendre la entidad política supranacional que en el
futuro será el cuadro dentro del cual los latinoamericanos vivirán su
destino" (Darcy Ribeiro, UNAM, 1986:109). O también, como decía José
Martí, en ese territorio que va "del Bravo a Magallanes" es donde
podemos encontrar "la semilla de la América nueva" (Martí. UNAM,
1986:129).
2. PROSPECTIVA DE
AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE- LA VISIÓN EN EL AÑO 2001
Hace menos de un
cuarto de siglo, cuando la COPPPAL se fundó, América Latina y el Caribe era una
región cuyo sentido histórico se cuestionaba, tanto por la crisis del sistema
político construido y la instalación en la mayoría de nuestros países de
regímenes militares inspirados en la doctrina de la seguridad nacional con el
apoyo de la política que Estados Unidos proponía para América Latina, como por
su iniquidad social y el agotamiento de sus modelos de desarrollo económico
básicamente impulsado por la propuesta de la CEPAL. En estos tiempos, parece
que la primera condición se ha superado en cierta medida; subsiste sin embargo,
como el mayor problema, el de la solución a la demanda social por una mejor
distribución de la riqueza y un desarrollo social equitativo, que tenga como
sustento un desarrollo económico con capacidad de crecer y direccionar su
economía en el marco de un mundo interdependiente. La crisis de la deuda agravó
aun más la precaria situación de las economías del continente.
Por otra parte, a
partir de los que se ha llamado el consenso de Washington liderado en su época
por Ronald Reagan y Margaret Thatcher y el apoyo del Grupo de los Siete, se
impulsó a escala planetaria un modelo neoliberal. Los organismos
internacionales -FMI, BM, OMC, BID, entre otros-son los ejecutores de esas
políticas que, con mas o menos regularidad, se implantan en muchas partes del
mundo y en casi toda América Latina.
La diversidad
cultural y el mosaico de Estados-Nación caracteriza a la región. Economías con
incidencia mundial limitada coexisten en la región con aquellas pequeñas en
magnitud. El siempre recordado postulado bolivariano de la integración
latinoamericana y caribeña ahora está sujeto a revisión ante la presión de un
fenómeno llamado globalización. Este proceso, si bien podría implicar una serie
de beneficios en materia de comunicación, difusión del conocimiento y
protección al medio ambiente y desarrollo tecnológico, entre otros, en su
versión neoliberal obliga a una competencia entre naciones por el ahorro
externo de los países más industrializados y por parcelas de mercado lidereado
por las empresas transnacionales, competencia inspirada en la tesis de la
ventaja competitiva y comparativa y sujeta a consideraciones cuya mejor
expresión se sintetizaría en aquel concepto de "capitalismo salvaje".
Al interior de las
naciones de la región subsisten los añejos y complejos problemas sociales
derivados de esos otros problemas de desintegración y exclusión social que
tanto nos han afectado. De manera destacada, los conflictos sociales que tienen
como origen las demandas de los pueblos indios de la región y la tenencia de la
tierra en general, son reflejo fiel de lo mucho que tiene todavía que lograrse
para que la convivencia pacífica tome su curso. Existen en la región
situaciones que rayan en la denominación de guerra civil, signo inequívoco de
tensión política y social.
Diversos procesos
complejos han venido caracterizando la región. De manera definitiva, la
urbanización acelerada y desordenada es una constante. Las megalópolis y la
pulverización demográfica rural, reflejan una estructura regional informe,
donde coexisten múltiples demandas sociales. La estructura y el crecimiento
demográfico en sí han tenido transformaciones considerables. Una vez más,
coexisten los extremos, con tasas de crecimiento en zonas rurales sumamente
altas, donde precisamente viven quienes menos tienen, con zonas urbanas y de
latos ingresos que prácticamente no se reproducen. Pronto observaremos una
polarización mayor.
La aplicación de
acciones neoliberales en nuestros países ha debilitado enormemente a los
Estados Nacionales, no sólo en lo institucional, sino además en la capacidad política
para instrumentar acciones de interés para las grandes mayorías, dejando al
mercado como el agente determinante para resolver conflictos. Nuestros Estados
Nacionales, individualmente, no tienen ninguna capacidad de incidencia o de
tomar decisiones autónomas frente a las grandes decisiones política y
económicas definidas por la globalización.
En su conjunto, la
satisfacción de las necesidades sociales básicas: educación, salud y vivienda,
se encuentra en un futuro distante. La debilidad financiera de los Estados
Nacionales, las condiciones de desempleo, subempleo, informalidad y otros
elementos negativos de la estructura económica además de la presión demográfica
mencionada, hacen ver un panorama poco alentador para los millones de
latinoamericanos y caribeños que están en condiciones de vida deplorables.
El elemento
fundamental, la educación, es uno de los grandes problemas de la región; para
muchos el gran obstáculo del desarrollo. Millones de analfabetas enfrentan a un
mundo complejo con presiones ocasionadas por políticas que premian el
conocimiento sofisticado y ocasionan expulsiones masivas del mercado laboral.
El crecimiento económico de los Estados nacionales tiene como referentes la
competitividad sustentada en la inversión en el capital más que en el trabajo.
La inversión extranjera y aún la nacional, busca el trabajo barato para
calificarlo mínimamente y así maximizar su potencialidad de ganancia; tiene
frente a sí una abundancia de mano de obra que les permite comprar barato lo
que en sus países es caro, para vender los productos a los precios de sus
mercados, incluso requiriendo de ventajas fiscales como supuestos exportadores
nacionales. Las políticas salariales se subordinan a las necesidades de
importación de ahorro e inversión externa y a los equilibrios macroeconómicos
que, si bien son deseables y convenientes, siempre las variables de ajuste son
las condiciones de vida de la mayoría de la población. De manera especial, la
brecha educativa entre hombres y mujeres, a desventaja de las últimas, se
agranda y contribuye sustancialmente a una mayor iniquidad en términos de
género. Los educadores se encuentran mal pagados y a su vez con escasa
capacitación y equipo para educar de acuerdo a prácticas avanzadas. El círculo
vicioso que por siglos ha padecido la región parece ahora en vías de
consolidación.
El panorama en
materia de salud es igualmente sombrío. Los recursos que se requieren para las
inversiones en hospitales y en programas preventivos rebasan por mucho la
disponibilidad de los Estados nacionales. Ante ello, se agravan las desventajas
con que inician su vida millones de niños y niñas. Similar que en materia, pero
quizás con condiciones mas acentuadas, las mujeres sufren los problemas de la
insalubridad y falta de políticas de salud especialmente dirigidas a sus
problemas de salud. En circunstancias similares y adicionado un abandono
familiar creciente se encuentran los ancianos.
Si para la educación
y la salud los Estado nacionales no tienen los recursos suficientes, mucho
menos los tiene para la vivienda y el equipamiento urbano. Servicios tan
elementales como el agua potable presentan todavía déficits considerables con
relación a la población objetivo. En su conjunto los hacinamientos urbanos
adolecen de carencias crónicas, que perpetúan el conjunto de enfermedades
endémicas propias de esas condiciones. Del hacinamiento urbano surge también el
hacinamiento habitacional, con los múltiples problemas que ocasiona en la
familia. La tenencia de la tierra urbana está lejos de resolverse, permitiendo
que los especuladores prevalezcan. Las instituciones públicas, con mecanismo
obsoletos de promoción, son insuficientes en grado extremo.
Este panorama
desolador es, infortanadamente, realista. Los avances que se han tenido han
sido relativamente poco significativos en cada ámbito.
Ante este panorama,
se argumenta que la democratización de las naciones de la región nos debe hacer
creer que es viable un futuro mejor.
Sin embargo, si bien
la democracia es una condición que se presume necesaria para el desarrollo de
los pueblos, no es suficiente. Son los obstáculos que presenta un sistema
económico cuya característica distintiva es la creciente iniquidad, lo que a
final de cuentas presiona a los propios procesos de apertura política.
Incluso, la iniquidad
social y el desarrollo desigual cuestionan y presionan a la democracia
representativa, al no permitir que la toma de decisiones sobre políticas
públicas sea socialmente compartida. Los propios partidos políticos no
encuentran los conductos para ser catalizadores de las demandas populares. La
lógica de los mercados se impone sobre las estructuras representativas del
Estado. Ahora se habla de "golpes de mercado" en lugar de
"golpes de Estado"; y la "bussiness politics" es la consecuencia
lógica de la "real politik".
En este mismo plano,
el papel de los medios de comunicación también juega a desacreditar a la
democracia. Crea apetencias y genera realidades que, a menudo, involucran una
actitud negativa hacia las instituciones democráticas, con lo cual los medios
de comunicación se han transformado, esencialmente, en un mecanismo generador
de poder político.
Es comúnmente
aceptado que el sistema de mercado o capitalismo en su mas pura expresión
tienen consecuencias sociales negativas considerables. Baste solo mencionar el
hecho de que los países mas industrializados han crecido sustancialmente sin
generar los empleos suficientes. De no ser por los mecanismos de transferencia
de los seguros de desempleo, las crisis sociales en estos países serian
constantes.
Es a través de esos
mecanismos de transferencia que se logra sostener el proceso de crecimiento y
de la demanda agregada.
Como es sabido, para
que los sistemas de los países mas industrializados se sostengan, requieren de
mantener unos términos de intercambio con los países menos industrializados que
les favorezcan, de tal manera que se consolide su patrón de acumulación.
De ahí que la
estabilidad de los países como los nuestros no tenga estos mecanismos de
seguridad para su crecimiento sostenido en un sistema de mercado. Ni los
gobiernos tienen los recursos para sostener políticas como el seguro de
desempleo, ni tenemos un contexto favorable a nivel internacional para que
importemos con ventaja para nosotros la cantidad de ahorro externo que
requerimos; mucho menos tenemos las condiciones tecnológicas o de propiedad
intelectual para hacer que nos favorezcan los términos de intercambio.
Más aún, el propio
contexto político y económico de debilidad por parte de los países menos
industrializados, hace imposible cuestionar al sistema de mercado e,
infortunadamente, aparece también imposible encontrar la salida a las
consecuencias negativas que acarrea.
Como en otros
tiempos, nos encontramos en la necesidad de encontrar soluciones prácticas a
los problemas que enfrentamos y también buscar la construcción de nuevos
paradigmas conceptuales que nos permitan prever un mejor futuro, a través de
cambios estructurales consistentes con un propósito social.
Por tanto, en lo que
buscamos desarrollar estos nuevos paradigmas, todo aparenta que el sentido de
la prospectiva para poder tener mejores condiciones de vida esta en el mejor
aprovechamiento de los que tenemos, además de poder generar nuevos instrumentos
para atacar la problemática social.
Académicos y
estudiosos señalan que la región es un conjunto de mercados imperfectos que,
salvo el caso de los países más grandes de la región, no presentan la escala
suficiente para ser competitivos globalmente. De hecho, en la mayoría de los
análisis, América Latina tiene viabilidad bajo un mejor manejo de las economías
de escala. Este es un planteamiento equivalente al sueño bolivariano, es decir,
la palabra mágica: integración.
Debemos retomar el
sentido político de la palabra integración, con todas las dificultades que ello
implica. Basta contemplar la experiencia europea, sin pretender emularla, para
que tome sentido la propuesta. Los esfuerzos de integración que están en
marcha, aún y cuando podrían ser cuestinados porque representan efectivamente
mecanismos incipientes e inestables de integración, ya son una experiencia
significativa.
Para el caso de la
región latinoamericana, las propuestas futuras son todavía poco claras. Desde
la propuesta de extender el Tratado de América del Norte a todo el Continente,
hasta el sentido de tres bloques mayores (América del Norte y Centroamérica, la
Región Andina y el Mercosur, que no considera al Caribe), hasta la
recomposición de los mercados en función de una estrategia latinoamericana y
caribeña por sectores.
Es claro que ninguno
de estos planteamientos reúne un mínimo de condiciones de consenso y, caso a
caso, provoca serios cuestionamientos e incluso posiciones de conflicto. En
cada país podemos encontrar oposición seria a los esfuerzos de integración que
consideren a los países más industrializados (como el caso de México con el
TLCAN). Las condiciones que impone el proceso de globalización desde la
perspectiva neoliberal, implica poner a competir a los países, más que
integrarlos; reduce estos procesos a perspectivas economicistas funcionales a
los procesos de concentración y centralización de capitales, dirigidos por las
empresas transnacionales que agravarán las consecuencias sociales anteriormente
descritas.
Es conveniente
reseñar que las posiciones enfrentadas ante la globalización -globalofílicos y
globalofóbicos- sólo vienen a sustituir otras formas dicotómicas de posiciones
irreductibles.
En suma, el conjunto
de condiciones de la región representan todavía retos mayores y generacionales
para darle viabilidad y permanencia a un proyecto socialmente justo. La
estabilidad política ha pasado de estructuras dictatoriales a problemas
internos acentuados por la desigualdad; el contexto internacional promueve aún
más esa desigualdad; los Estados Nacionales adolecen de una debilidad y
vulnerabilidad financiera e institucional creciente que los limita para atender
la demanda social y, además, el conjunto de las estructuras económicas
nacionales son todavía ineficientes en sí mismas y requieren de una mayor
consolidación para ser competitivas.
De la definición de
los problemas se desprenden los retos y las posibilidades de acción. Sin
embargo, es claro que la necesidad de nuevos paradigmas en los múltiples temas
se vuelve el elemento clave, especialmente el que nos propongamos retomar el
concepto de integración que debe corresponder a la región latinoamericana y
caribeña en este nuevo siglo.
No es posible seguir
igual puesto que significa, inequívocamente, un camino seguro hacia la
inestabilidad en todos sus órdenes. El replanteamiento de las formas de asociación
de los países para presionar y lograr reestructurar los flujos de recursos
hacia la solución real de los problemas aparece también como elemento
fundamental. Sin la fuerza y voluntad política conjunta, las tendencias
negativas continuarán irremediablemente.
El énfasis en
generar una nueva viabilidad financiera de los Estados Nacionales es también
condición indispensable. No es posible sostener el principio de minimizar a los
Estados, cuando su presencia es requerida para darle sentido social al desarrollo.
De hecho, es necesario destacar que la viabilidad misma del sistema de mercado
requiere de Estados Nacionales fuertes, que permitan generar las condiciones
para que los propios mercados se fortalezcan y sean regulados de manera
eficiente.
Por su parte, el
sector privado debe tomar un papel más comprometido con los retos sociales, ya
no sólo por un compromiso ético, sino también en razón de que está en juego su
capacidad de crecimiento. Una mayor polarización en la distribución del ingreso
significa una reducción de la demanda y por tanto un límite efectivo a la
expansión de los mercados. Incluso, los países más industrializados así lo
deben entender.
Por ello, la COPPPAL
tenemos plena conciencia de que deberemos retomar el concepto de integración como
un elemento catalizador para lograr mejores condiciones sociales en nuestros
países. Nuestra propuesta es que deberemos establecer con claridad las bases de
un paradigma integracionista ante un mundo globalizado. Si debemos avanzar en
definir en qué podemos ser competitivos hacia el exterior y en qué debemos
complementarnos para competir en esos mercados.
COPPPPAL, como
partidos políticos, demandaran que los organismos regionales existentes retomen
su papel para coadyuvar en esta labor y que o estén solamente siguiendo pautas
típicamente globalizantes en beneficio de los mercados mundiales.
COPPPPAL, propondrán
desarrollar un esfuerzo sistemático para dilucidar este nuevo paradigma, acorde
con nuestra historia y firmemente sustentado en un análisis realista de
nuestras ventajas comparativas y competitivas.
Con ello, la
COPPPPAL contribuirá al debate público de una manera propositiva y
constructiva. Si bien el panorama no es alentador. Es necesario aceptarlo como
tal, para comprender la magnitud de los retos. Como Partidos Políticos
responsables, asumiran, nuevamente, el compromiso de conjugar esfuerzos, llamar
la atención social y diseñar soluciones viables. Este cambio de actitud debe
consolidar la fuerza de los principios que nos han sostenido.
3. DESARROLLO DE LA PROSPECTIVA EN AMÉRICA
LATINA Y DE LOS ESFUERZOS REALIZADOS POR UNESCO PARA DESARROLLAR LOS ESTUDIOS
DEL FUTURO.
En América Latina en los 80s, la crisis de las
imágenes del futuro propias de CEPAL, de la Escuela de la Dependencia y del
Funcionalismo, unido a las consecuencias de la deuda externa y del ajuste
neoliberal, dieron lugar a lo que se ha denominado la “crisis de paradigmas”,
esto es, a una desconfianza radical con relación a las representaciones
optimistas del futuro como modelo a construir.
Esta percepción, por
un lado, contribuyó a un importante desarrollo de los estudios prospectivos en
la región y, por otro, transformó la visión de lo que fue en ocasiones un
ingenuo optimismo utópico, en vislumbres alarmados al observar el rumbo de
ciertas tendencias en la región, en medio de la perplejidad que produjeron
fenómenos como la revolución digital unida a la conciencia del carácter no
ilimitado del progreso científico y de la explotación de la naturaleza. Antes
de sintetizar los mencionados avances disciplinarios de la prospectiva en
nuestra región en los 80s y los 90s resumiremos una encuesta que hizo la
revista Nueva Sociedad en 1995, en su número 139, a un grupo representativo de
intelectuales latinoamericanos.
Las respuestas de los intelectuales a la
pregunta: ¿Cuáles han sido los cambios y/o fenómenos que mayor impacto han
producido en la región durante los 80’s y los 90’s? arrojó como consenso y
esencial percepción la siguiente: La incertidumbre acerca del futuro, la
inestabilidad y la casi total ausencia de visiones alternativas al modelo
neoliberal predominante.
En América Latina
durante los 80s y los 90s se han desarrollado importantes esfuerzos con
metodologías diversas con el objetivo de iluminar los escenarios y posibles alternativas
estratégicas a adoptar, y se han llevado a cabo intentos importantes para
aprehender la realidad del modo más científico posible con el objetivo de
introducir modificaciones en las tendencias negativas. En este último sentido
debe mencionarse el esfuerzo de agencias de Naciones Unidas como UNICEF, con su
tesis y estudios sobre el desarrollo con rostro humano; PNUD, con sus índices
de desarrollo humano e igualmente con sus informes globales sobre desarrollo
humano y sobre países. También de relevancia son los estudios de CEPAL con la
propuesta de un enfoque integrado en lo que respecta a equidad e integración
productiva (transformación productiva con equidad). Igualmente deben
mencionarse esfuerzos del SELA y el CLAD, así como de redes de ciencias sociales,
entre otras, como CLACSO y FLACSO.
Se han realizado
importantes estudios nacionales utilizando los métodos prospectivos. Debe
mencionarse El futuro de América Latina (UNITAR) coordinado por Gonzalo
Martner. La editorial Nueva Sociedad publicó a fines de los 80s un conjunto de
estudios derivados de este Proyecto, tales como Repensar el futuro y Diseños
para el cambio, volúmenes donde un grupo de autores latinoamericanos analiza
las tendencias, opciones y perspectivas de la región con vistas al año
2000.
Otro estudio fue el
realizado por UNDP-UNESCO-CLACSO coordinado por Fernando Calderón y Mario Dos
Santos. De interés es también el trabajo de Carlos Mallman y Mario Albornoz
sobre Escenarios Regionalizados de la Sociedad Mundial (América Latina), así
como el modelo desarrollado para las predicciones por el primero de ellos.
Heinz Sonntag y Lourdes Yero realizaron estudios en esta disciplina vinculados
al Programa I de UNESCO. Esta Unidad Regional de Ciencias Sociales, además de
apoyar los esfuerzos mencionados, publicó en 1987 el libro “La construcción del
futuro en América Latina”, que contiene trabajos de Porfirio Muñoz Ledo y
Lourdes Yero, entre otros autores.
El objetivo es
completar y corregir en un espacio más amplio estas reflexiones iniciales y
convertirlas en un compromiso colectivo de los principales actores de la
región, con el fin de construir entre todos, sin exclusiones de ninguna índole,
el futuro de la región del 2000 al 2020 con políticas que nos permitan
enfrentar los desafíos de nuestro tiempo - el desafío de la paz; de la
exclusión social; del desarrollo sostenible...- formulando proyectos a mediano
y largo plazo que rebasen la tiranía de la urgencia y nos permitan construir
una nueva ética asentada en cuatro nuevos contratos: el social, el natural, el
cultural, y el ético.
UNESCO ha abordado
la prospectiva vía diversos Foros y Programas tales como: el Foro de Reflexión;
Comisiones como la de Cultura y Desarrollo y la de Educación. Desde 1984 UNESCO
ha desarrollado un programa de estudios prospectivos. Primero se denominó
“Reflexiones sobre los problemas mundiales y los estudios orientados al
futuro”. Desde 1990 se denominó “Estudios orientados al futuro”.
A partir de 1994
UNESCO puso en marcha un Programa Internacional en Ciencias Sociales titulado
"Gestión de las transformaciones sociales" (MOST) adscrito al Sector
de Ciencias Sociales y se han constituido Comités MOST en distintos países de
la región así como un Consejo Intergubernamental MOST . En este Programa se identificaron
inicialmente tres áreas prioritarias de investigación - confirmadas en la
Primera Conferencia Regional en Buenos Aires en marzo de 1995 - que son:
- El
multiculturalismo y la multietnicidad en América Latina y el Caribe.
- Las ciudades como
escenario de la transformación social.
- Las
trasformaciones económicas, tecnológicas y del medio ambiente a nivel local y
regional.
Posteriormente se
creó la Unidad de Estudios Prospectivos adscrita al Director General de UNESCO,
que luego se convirtió en la Oficina de Análisis y Previsión – Analysis and
Forecasting Office (AFO) - El ciclo de “Encuentros del siglo XXI”, inaugurados
en septiembre de 1997 y la organización de los “Diálogos del siglo XXI”, (en
que se han reunido algunos de los principales pensadores de nuestro tiempo para
hablar de temas tales como: las alternativas posibles ante los desafíos
existentes y el papel de la ciencia ante las crecientes epidemias y pandemias).
I. DESAFÍOS,
PREDICCIONES, PROYECTOS Y CONTRATOS (natural, cultural, social, ético): EL
IMPERATIVO DE UNA ETICA DEL FUTURO.
1. Desafíos. Ética del futuro y cultura de
paz.
Existen conceptos
claves desarrollados por UNESCO, como ética del futuro y cultura de paz, que
nos ilustran acerca de la necesidad de reflexionar sobre la necesidad de un
nuevo contrato social planetario. "La ética del futuro no es la ética en
el futuro. Es una ética del tiempo que rehabilita el futuro, pero también el
presente y el pasado. Es una ética para el mañana, pero que debemos empezar a
demostrar aquí y ahora." La ética
del futuro es la responsabilidad fundamental de las generaciones actuales con
respecto a las venideras. Estos conceptos ilustran la necesidad de sentar las
bases de esta ética en forma inmediata. Con este objetivo se ha creó el Comité
Internacional de Bioética de la UNESCO; se formuló la declaración sobre la
protección del genoma humano; y se elaboró la declaración sobre la
responsabilidad de las generaciones futuras. La urgencia es la negación de la
utopía. La ausencia de proyectos nos somete a la tiranía de la urgencia y no
viceversa, de ahí la necesidad de una visión prospectiva a mediano y largo
plazo.
Estamos viviendo una
crisis planetaria de paradigmas y, peor aún, de estrategias, programas y
proyectos. Ante la crisis de las utopías y de las representaciones propias de
la cultura occidental vinculadas a un progreso lineal indetenible, el repliegue
sobre el pasado deviene la compensación ante la ausencia de estrategias viables
para construir un futuro colectivo en paz y democracia, lo que implica cerrar
las brechas de la desigualdad.
En resumen, se trata
, mediante la difusión de la educación, de la ciencia y de una cultura del
futuro, dar a todos la capacidad de pensarse como seres en el tiempo, de
reconciliarse con su pasado y de construir el futuro de acuerdo con los
desafíos de nuestro tiempo, para que las generaciones futuras disfruten de
felicidad en el próximo siglo y para que la tierra se convierta en nuestra
patria. Para lograr estos ideales sería necesario un nuevo contrato social planetario.
Adaptarse es en efecto reconocer que los acontecimientos, y no la capacidad de
prevención y prospectiva, rigen el mundo.
Hay ciertos desafíos
que son el tema de nuestro tiempo. El primero de ellos es el de la desigualdad,
la exclusión y la guerra. ¿Acaso será el siglo XXI escenario de crecientes
desigualdades, del llamado apartheid social, de nuevos dramas como los que
acabamos de presenciar en Kosovo y Sierrra Leona . ? ¿ Podemos aceptar que en
los países menos adelantados cerca de un tercio de la población no viva hasta
los cuarenta años, o que el 20% de los habitantes del planeta se repartan el 1%
del ingreso mundial?.
Para que esto sea
una realidad debemos volver a formular, como ha afirmado Federico Mayor, el
"cogito cartesiano" del ciudano del siglo XXI: "participo, luego
existo". Si no participo, si sólo me cuentan en las estadísticas o me
contabilizan en las elecciones, pero no cuento en las tomas de decisiones, entonces no existo realmente
como sujeto de la ciudadanía.
Para lograr esta presencia
ciudadana a través de la participación democrática en el proceso de elaboración
y toma de decisiones en instituciones ad hoc, es necesario enfrentar la
educación como desafío auténticamente democrático.
Otro desafío se
refiere a la posibilidad o no de lograr el desarrollo sostenible. La búsqueda
del beneficio rápido y la falta de previsión han llevado a la explotación
intensiva de los recursos naturales, a las catástrofes ecológicas, a la
agravación de los problemas del agua y de la desertificación, a la
contaminación en todas sus formas. ¿ Quien garantiza que, en el futuro, los
avances científicos y tecnológicos traigan consigo soluciones y no nuevos
problemas?. El poder de la ciencia jamás ha sido tan imponente, y sin embargo
la ciencia se tambalea: el vínculo entre progreso científico y progreso social
se distiende, nos amenazan la utilización desenfrenada de lo que se ha dado en
llamar innovación tecnológica y los peligros que dimanan para la dignidad del
ser humano de los progresos biotecnológicos.
Un cuarto desafío se
refiere a la saturación a que estamos sometidos vía una información banalizada.
Es imperativo pasar de la era de la información a la era del conocimiento para
que las nuevas tecnologías de información y comunicación, prerrequisito de la
globalización, hagan posible la educación permanente para todos a través de una
rápida mejoría en la difusión y la calidad de la educación.
Hay un quinto
desafío: ¿acaso tenemos un proyecto alternativo al orden actual?.
Es imperativo
adoptar cursos de acción que nos permitan construir un futuro alternativo en la
bifurcación en que nos encontramos.
Un sexto desafío, es
la preservación de la diversidad en el seno de un proceso de globalización que
tiende a la estandarización. Esto sólo será viable si logramos gobernar la
globalización, si logramos que esta sea un proceso desde los valores y no bajo
la sola hegemonía de los mercados financieros. El siglo XXI – ha dicho el
Director General de la UNESCO-dependerá de nuestra capacidad y fuerza para encarnar
ciertos valores que el siglo XX no ha sabido honrar adecuadamente: justicia,
solidaridad y amor.
El futuro- ha
afirmado el Director General de UNESCO- es nuestra única herencia aún intacta,
nuestro verdadero patrimonio. El pasado y la memoria son esenciales,
especialmente en el marco de una perspectiva ética. Sin embargo, el futuro es
nuestra única responsabilidad. El futuro es también el horizonte de la ciencia,
de la educación. “El futuro no surge de la nada: remite a estados de
conocimiento anteriores, a reglas o una ausencia de reglas cuyos resortes es
preciso captar. Al ligar el presente con el futuro, el esfuerzo prospectivo
unifica el mundo y lo transforma en una totalidad, realizando esa posibilidad
de "englobar", esa aprehensión general que corresponde muy
exactamente a la definición del verbo "comprender".
Por último, este
esfuerzo resultaría abstracto si no se profundizara y esclareciera gracias al
trabajo de la imaginación. Reflexionar sobre el siglo XXI es también permitirse
soñar, montar escenarios quizás contradictorios, recomendar alternativas, crear
mundos y utopías. Permitirse entender lo real e imaginar lo imposible, realizar
lo posible e intentar lo imposible.” Es
ese afán de imaginar y construir el siglo XXI como siglo de la inclusión, del
desarrollo, de la educación, de verdadera democracia y de cultura de paz, el principal objetivo de UNESCO en vísperas
del tercer milenio, tal y como ha expresado su Director General.
2. Perspectivas del futuro.
En el epígráfe
anterior hemos mencionado un conjunto de textos – algunos de ellos de fecha
reciente como el de Bindé y “América Latina 2020: Escenarios, Alternativas”-
con importantes visiones de futuro e incluso con recomendaciones concretas de
cómo construir posibles futuros alternativos.
“No esperéis nada
del siglo XXI – ha escrito Gabriel García Márquez- es el siglo XXI el que
espera todo de vosotros”.
La mala noticia es
que no podemos ni predecir ni construir el futuro como si fuera una maqueta que
es posible reproducir a escala en forma exacta. La buena noticia es que el
futuro no está predeterminado y que podemos escoger entre varios futuros o
futuribles, esto es, futuros posibles. Buscando soluciones concretas a los
problemas actuales, guiándonos por una ética del futuro que privilegie la
cultura de paz, las libertades y el medio ambiente podremos construir un futuro
alternativo que preserve al ser humano y a su habitat.
Las siguientes
preguntas son de especial relevancia para la reflexión prospectiva: ¿es posible
prevér el futuro en un mundo tan incierto?; ¿es acaso posible un contrato
natural (con la naturaleza) que impida la destrucción creciente del medio
ambiente, de la especie humana y de la biósfera?; ¿ nos llevarán las
biotecnologías y la ingeniería genética a un mundo más feliz y humano ?;
¿Podremos vencer con los adelantos de la ciencia, voluntad política y una ética
del
futuro a las
epidemias y pandemias?; ¿ Qué por ciento de la humanidad tendrá acceso al agua
en el siglo XXI?; ¿ podremos atenuar e incluso eliminar la polución química, la
invisible y el efecto invernadero con nuevas fuentes de energía no
contaminantes?; ¿seremos los amos de la inteligencia artificial o acaso esta
nos convertirá en sus esclavos?.
¿Es que con un nuevo
contrato cultural podremos establecer nuevas relaciones
entre creatividad,
identidad y educación?; ¿ o acaso el choque de civilizaciones
predominará por
encima de nuevas formas de culturas híbridas?; ¿desaparecerán las lenguas para
dejar la hegemonía del inglés como latín del mundo moderno?; ¿es la educación
para todos a lo largo de toda la vida una utopía inalcanzable?.
¿Seremos capaces de
crear un nuevo contrato social que garantice los derechos humanos, la
democracia, así como la convivencia armónica en las ciudades?.
La física de las
partículas y la teoría del caos han eliminado la idea de que existe una
realidad con la que estamos en interacción e igualmente la noción de las
ciencias puras como ciencias exactas a diferencia de las ciencias humanas y
sociales; la comprensión de la naturaleza del tiempo ha destruido la noción de
un progreso humano indetenible; el desarrollo de la biotecnología nos ha puesto
en nuestras manos nuestro propio desarrollo biológico, cuestionando el puesto
del hombre en el Cosmos; los progresos en el terreno de la inteligencia
artificial ponen en crisis la concepción del carácter único del espíritu y la
mente del hombre/mujer; las nuevas tecnologías nos introducen a un ciberespacio
virtual que tiende a modificar las relaciones del ser humano con su habitat.
En resumen, hemos
pasado de un mundo de “certezas” a un mundo de incertidumbre, lo cual quiere
decir que es necesario más que un nuevo paradigma para aprehender el nuevo
mundo, un nuevo proyecto asentado en nuevas bases. Este nuevo proyecto pudiera
cristalizar vía cuatro contratos: natural, cultural, social y ético.
3. Un nuevo contrato mundial para humanizar la
tercera revolución industrial y la globalización. Necesidad de cuatro nuevos
contratos: natural, cultural, social y ético.
3.1 Un nuevo
contrato natural
El nuevo contrato
mundial debe estar integrado por cuatro nuevos contratos articulados entre sí.
El contrato natural “debe estar fundado en una alianza de la ciencia, el
desarrollo y la preservación del medio ambiente”. Su puesta en práctica
implicará cumplir los compromisos de la Cumbre de Río y lo acordado en Kyoto.
Este contrato deberá
liberar a la ciencia de su afán prometeico productivista de dominar y destruir
la naturaleza con el objetivo de resolver los problemas crecientes de
contaminación ambiental, desertificación, falta de agua y convertir a la Tierra
en nuestra Patria común.
“Si entendemos el
problema de la insustentabilidad de la vida en el planeta – señala Enrique Leff
en el libro ya citado América Latina 2020 -como una verdadera crisis de civilización
--de los fundamentos del proyecto societaario de la modernidad--, podremos
comprender que la construcción del futuro (sustentable) no puede descansar en
falsas certidumbres sobre la eficacia del mercado y la tecnología --ni siquiera
de la ecología-- para encontrar el equilibrio entre crecimiento económico y
preservación ambiental. La encrucijada en la cual se abre camino el nuevo
milenio es un llamado a la reflexión filosófica, a la producción teórica y al
juicio crítico sobre los fundamentos de la modernidad, que permita generar
estrategias conceptuales y praxeológicas que orienten un proceso de
reconstrucción social. La complejidad ambiental y los procesos de
autoorganización generan sinergias positivas que abren el tránsito hacia una
sociedad sustentable, fundada en una nueva racionalidad.”
“La crisis ambiental es crisis de las
premisas ontológicas, epistemológicas y éticas con los que se ha fundado la
modernidad, negando las leyes límite y los potenciales de la naturaleza y de la
cultura; de un mundo homogeneizante que ha negado la potencia de lo heterogéneo
y el valor de la diversidad. Los propósitos de la sustentabilidad implican la
reconstrucción del mundo a partir de los diversos proyectos civilizatorios que
se han construido y sedimentado en la historia. La racionalidad ambiental es
una utopía forjadora de nuevos sentidos existenciales; conlleva una
resignificación de la historia, desde los límites de la condición humana y las
condiciones de vida de la naturaleza.”
“El tránsito hacia
el tercer milenio es un viraje de los tiempos en nuevas direcciones. La
sustentabilidad no podrá resultar de la extrapolación de los procesos naturales
y sociales generados por la racionalidad económica e instrumental dominante. No
será una solución trascendental fundada en la "conciencia ecológica"
como emergencia de una dialéctica de la naturaleza , sino la construcción
social de una racionalidad ambiental .”
Es esta una pequeña
muestra de los desafíos que implicará establecer un nuevo contrato natural que
debe abarcar desde la preservación del medio ambiente hasta los complejos temas de las biotecnologías y la ingeniería
genética. Las políticas que se adopten hoy con relación a estos temas
condicionarán el futuro de las nuevas generaciones.
3.2 Un nuevo contrato cultural.
¿ Nos dirigimos
hacia un choque progresivo y letal de civilizaciones (Huntington) o hacia la
hibridación de las culturas (Canclini)?.
¿ Prevalecerá el
apartheid educacional o es posible la educación para todos a lo largo de toda
la vida?.
¿ Será posible pasar
de la sociedad de la información a la sociedad del conocimiento?
¿Acaso será posible
un contrato cultural que preserve la diversidad cultural, el plurilinguismo y
la tolencia cultural o lo que prevalecerá será una creciente uniformización y
banalización de los valores culturales?.
Según Huntington: “
En el plano universal, la división la división dominante es entre ‘Occidente y
el resto del mundo’, y los conflictos más intensos tienen lugar entre
sociedades musulmanas y asiaáticas, por una parte, y Occidente por otra.
Es probable que en
el futuro los choques más peligrosos surjan de la interacción de la arrogancia
occidental, la intolerancia islámica y la autoafirmación sínica Se afirma que
“después del 2020, cuando la inteligencia artificial llegue a niveles humanos,
habrá dos especies inteligentes en el planeta Tierra, una evolucionando mucho
más rápido de lo que la biología permitiría jamás. Las investigaciones
interestelares con inteligencias artificiales abordo se extenderán hasta las
estrellas más cercanas” (Arthur C. Clarke).
En términos
generales, podemos decir que la educación en América Latina se encuentra
subfinanciada y que ésto se traduce en productos de baja calidad y en
ineficiencia del sistema educativo. José Joaquín Brunner nos da las cifras
siguientes: ‘En comparación con los países desarrollados, cuyo ingreso promedio
per cápita es 3,5 veces superior, gastamos en educación 8 veces menos por
habitantes; 13 veces menos en los niveles preescolar a secundario y 6 veces
menos en el nivel de la educación superior.’ En conclusión, podemos afirmar que
América Latina está subeducada y su Educación subfinanciada. 4.8 años es el
promedio de escolaridad regional media (1990), mientras los “Tigres asiáticos”
ostentan 8.6 años de escolaridad; Francia: 12 años; Estados Unidos: 11 años;
Canadá: 12.2 años.”
Mientras que la
invención de la imprenta marcó el paso del manuscrito a la letra impresa, ahora
hemos entrado en la era de la letra impresa digital. En un mundo divido entre
inforicos e infopobres, en el cual el acceso a la información debería
convertirse en un derecho humano más para corregir esta asimetría.
El director general
de la UNESCO Koichiro Matsuura, en el lanzamiento del informe conjunto
UNESCO/Banco Mundial "Higher Education in Developing Countries, Perils and
Promise" (La Educación Superior en los Países en Desarrollo: Peligros y
Promesas), afirma que: " …es tiempo de actuar para asegurarse de que los
países en desarrollo sean miembros plenos y participantes activos de la sociedad
del saber". Esta invitación es un llamado a superar las cifras, realmente
preocupantes, de la asimetría existente entre los países desarrollados y los
países en desarrollo en cuanto al uso de nuevas tecnologías de información y a
los niveles y formas de producción de conocimiento.
En cuanto a la
asimetría en el uso de las nuevas tecnologías, Isidro Fernández-Aballí muestra
una "desigualdad digital" que trasladaría la asimetría entre norte y
sur, en el campo económico, al uso de nuevas tecnologías. Según su
investigación, el 15% de la población mundial tiene el 71% de las líneas
telefónicas, más del 60% de los habitantes del mundo nunca han hablado por
teléfono, sólo el
14% de la población mundial tiene acceso a Internet y en el 2005 habrá más
usuarios de Internet que de teléfono (uso de teléfono celular y televisión para
acceso a Internet). Bien podríamos hablar de un mundo "A", del 14% de
la población que tiene acceso a Internet, un mundo "B" del 26% de los
que usan el teléfono y un mundo "C" de aquellos que no usan teléfono
e Internet. Por otro lado, existe una brecha tecnológica marcada, que deviene
de la inversión en
tecnologías de
información; 55 países gastan el 99% de los recursos mundiales destinados a
tecnologías de información. Los datos sobre los usuarios de Internet por idioma
muestran como el 67% de los usuarios hacen uso del Ingles, 11% usan el
castellano, 1% el portugués y el 21% otros idiomas. Aquí hay un riesgo
importante de hegemonía de una sola lengua en detrimento del multilingüismo y
la hegemonía de una sola cultura a costa de la diversidad cultural. Manuel
Castells ha afirmado, que en una era en que la tecnología de las redes, - en la
cual es el software el agente de la mutación en curso y no ya la energía como
en la primera y segunda revolución industriales - los estudios empíricos
muestran que si bien el acceso a Internet favorece el proceso de aprendizaje de
los niños culturalmente privilegiados, bloquea el de los niños desfavorecidos,
aumentando por tanto “las desigualdades en términos de educación y de
información”.
Mientras Jean
Baudrillard se pregunta (48): “Lo inmaterial, el ciberespacio, los clones:¿
hemos cesado de ser seres reales?”, Gianni Vattimo afirma que “el tercer mundo
,ampliamente hibridizado” ha tomado conciencia de la pluralidad. Ahí radica la
amenaza: esos mundos, parcialmente impregnados de tradiciones, se ven invadidos
por la pluralidad y, pese a la mundialización, tal vez escojan el repliegue
sobre ellos mismos en los planos económico y cultural.
3.3 Un nuevo contrato social.
Un nuevo contrato
social tendría que preguntarse que políticas debemos adoptar si queremos
realmente eliminar la pobreza como se planteó en la Cumbre Social de Copenhague
(1995). Problemas como la droga, la criminalidad, la exclusión social
creciente, la discriminación racial y a las mujeres, entre otros, deberían ser
parte esencial de dichas políticas ante un creciente apartheid social.
Hoy en día, –señala
Jacques Attali- 1300 millones de seres humanos viven con menos de un dólar
diario, de los que la mitad se encuentran en el Sahel, en la América Andina y
al pié del Himalaya; 2800 millones de personas disponen de menos de 2 dólares
diarios….En Estados Unidos, una de cada cuatro personas vive por debajo del
umbral de la pobreza….
Para Wallerstein,
“después de 2050 o 2075, podemos estar seguros tan sólo de unas pocas cosas. Ya
no viviremos en una economía-mundo capitalista”.
3.4 Un nuevo
contrato ético
¿Cómo promover la
emergencia de una cultura de paz, de democracia y desarrollo fundado sobre la
puesta en red de los conocimientos actuales? ¿Cómo pasar de la lógica de la
reconstrucción a la lógica de prevenir y evitar los conflictos? ¿Cómo
profundizar la democracia en su dimensión política y social? ¿Cómo rebasar la
tírania de la urgencia y elaborar proyectos alternativos a mediano y largo
plazo? ¿Cómo fortalecer las capacidades de anticipación y de prospectiva? ¿Qué
políticas adoptar en los distintos ámbitos –medio ambiente, economía, sociedad,
educación, salud, cultura e información…- para construir una alternativa
distinta que no destruya las posibilidades de felicidad de las generaciones
futuras?.
En resumen “¿Cómo
poner en práctica una ética del futuro, que no es la ética del futuro remitida a las calendas griegas, sino
la ética del presente para el futuro, en la educación de nuestros niños en los
próximos cursos escolares y universitarios?”
Seis principios de
sabiduría- contenidos en el Manifiesto 2000, creado por un grupo de Premios
Nobel de la Paz, con motivo del 50 aniversario de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos - pudieran ayudar a construir esta ética del futuro:
1.- Respetar todas
las vidas
2.- Rechazar la
violencia
3.- Liberar mi
generosidad
4.- Escuchar para
comprenderse
5.- Preservar el
Planeta
6.- Reinventar la
solidaridad
Lo trágico de la
situación actual es que conocemos las soluciones – nuevos contratos, tasa
Tobin, impuestos a la producción y venta de armas, formas de reducir las
emanaciones del dióxido de carbono, reducciones y/o condonación de la deuda
externa-, sabemos que es necesario para evitar la catástrofe, pero en los “amos
del mundo”, en las élites del Norte –y tampoco en las del Sur, salvo
excepciones – no parece haber voluntad política para evitar que se imponga la
geopolítica del caos.
4. VISIÓN PROSPECTIVA DE UNA LATINOAMÉRICA
COMPETITIVA: De lo que tenemos a lo que queremos
LATINOAMÉRICA HOY EN DÍA: Lo que tenemos.
Sobre la actual
realidad latinoamericana se ha dicho mucho. Eso no se puede negar.
Lamentablemente las reflexiones, escritos, diálogos y otras expresiones del
pensamiento y la comunicación humana han tendido más a exaltar los problemas de
la región que sus propias potencialidades, que las tiene y muchas. Pero no
vamos a asumir que esto ha formado parte de una actitud anti-latinoamericana,
más bien reconozcamos que hemos vivido en un contexto donde los problemas
“insolucionables” han estado a la orden del día, pareciera que ya son parte de
nuestra cotidianidad, donde la realidad de la región está condicionada por una
“cultura de problemas”, es decir, un entramado sociocultural donde nos hemos
acostumbrado a vivir así.
No obstante, en el
plano real, hoy en día América Latina vive inmersa en un mar de vicisitudes
conflictivas que le restan competitividad y que acentúa su condición de atraso
en el progreso social y de independencia económica. La cotidianidad que vivimos
actualmente los latinoamericanos nos revela un escenario de complejidades
estructurales y de situaciones coyunturales que refuerzan las bases de una
región problemática en lo económico y disfuncional en lo social.
Casos como los de
Argentina (con su crisis socioeconómica durante el periodo 2001 – 2002,
producto de los efectos del modelo neoliberal), Colombia (con sus problemas de
narcotráfico y la guerrilla), Brasil (quien a pesar de poseer una economía con
grandes perspectivas de crecimiento, tiene un preocupante índice de pobreza y
desigualdad social), México (donde la aguda crisis social y la conflictividad
política merman sus potenciales signos de crecimiento económico) y Venezuela
(donde la creciente crisis política y social han afectado paulatinamente la
economía de la nación y han polarizado las relaciones de sus habitantes)
constituyen tan solo algunos ejemplos particulares de la actual crisis de la
región, quienes a pesar de manifestar elementos característicos que le son
propios, distintos uno del otro, también poseen aspectos en los que convergen y
que incluso se han convertido en patrones idiosincrásicos que identifican a
América Latina.
En este sentido, asumimos
que uno de los problemas básicos que hemos tenido, por razones históricas, ha
sido el económico. De allí han partido la mayoría de las situaciones adversas
que han limitado el progreso sostenido de la región durante los últimos siglos,
principalmente en el ámbito de lo social.
En líneas generales,
estas son las características principales de nuestra situación problemática en
materia económica, social y política. Asumimos que una descripción y reflexión
más rigurosa incluiría otros factores relacionados con la realidad
latinoamericana, como por ejemplo, la influencia de los esquemas culturales en
nuestra actual situación, la inseguridad ciudadana que vivimos, el panorama
ecológico, la migración, entre otros que son parte importante de un verdadero y
completo estudio científico-social sobre esta temática tan rica y compleja en
elementos constituyentes. No obstante, por razones de espacio y de
estructuración discursiva, no ahondaremos al respecto, pero destacamos su
transcendental pertinencia en el análisis de lo que somos para aproximarnos a
la construcción de un futuro competitivo, de una sociedad mejor estructurada,
con menos pobreza, más salud y educación, cuyas estrategias para lograrlo se
esbozan, grosso modo, en el siguiente apartado.
LATINOAMÉRICA MAÑANA: Lo que queremos.
Proponer soluciones
para hacer a Latinoamérica más competitiva en el futuro no es tarea fácil. Se
requiere, evidentemente, la confluencia de una serie de informaciones,
conocimientos y experiencias que se expresen en el diseño de verdaderas y
reales políticas para el cambio. Aparte de ello, es fundamental, sino más
importante, la participación de factores intrínsecos a la interioridad del ser
humano, como por ejemplo, la motivación para trabajar por la construcción de un
mañana mejor, la voluntad de cooperar de forma organizada, constante y en
equipo (porque en la multidisciplinariedad y en la multidisposición por hacer
el trabajo está la clave), la disponibilidad y acceso a una preparación acorde
con los nuevos tiempos, en fin, la adopción de un sujeto capaz de enfrentarse y
arriesgarse en la laboriosa tarea de concebir, organizar, construir y mantener
una América Latina ideal, un sujeto que forme parte de lo que hoy conocemos
como capital humano o social. No obstante, por la necesidad y el compromiso de
cumplir con un objetivo trazado en los inicios de este ensayo, a continuación
presento, de manera general, algunas ideas que sugieren soluciones para la
transformación de nuestra realidad, es decir, para hacer de Latinoamérica lo que
realmente queremos.
1.- Inicialmente no podemos abandonar la
histórica lucha contra la pobreza estructural, contra la indigencia y ahora
contra la nueva pobreza. Este fenómeno socioeconómico es un factor que le resta
competitividad y progreso a las naciones latinoamericanas. Por lo tanto, se
requiere articular cambios reales en aspectos como:
Sobre este aspecto,
Kliksberg (2002) refiere que “si los países de la región contaran con políticas
sociales integrales, cohesionadas, descentralizadas, co-gestionadas con la
sociedad civil, participativas, transparentes, con altos standards de gerencia
social, podrían transformarse en medios efectivos de movilización productiva,
devolución de dignidad, e integración social”. Estos mecanismos, bien
conducidos, permitirán la reducción de la brecha que separa a la sociedad real
de la sociedad ideal con la que todos soñamos. La definición de políticas
estratégicas en este sentido generará mayor confianza interna y externa para la
región y otorgará beneficios de valor que redundarán en más apoyo financiero,
técnico y humano en el enfrentamiento contra la pobreza, en aras de la
construcción de una región atractiva en lo económico y estable en lo social.
2.- Otros puntos de
abordaje en donde no podemos descuidarnos es en la educación y en la salud.
Muchos teóricos como Tomassini (1995), Nogueira (1999), Kliksberg (1999, 2000a,
2000b y 2002) y Yamada (2001) coinciden que la preparación educativa del
recurso humano, que se constituye como capital humano, es un factor asociado
con el crecimiento de la productividad y competitividad económica y con el
mejoramiento de la calidad de vida de la población. Desde un punto de vista
real, la educación debe formar parte de un complejo proceso de toma de
conciencia que debe ir más allá de la rigidez de los patrones culturales que,
en lo económico, político y social, ha establecido que los latinoamericanos
somos los parientes pobres del resto del mundo. Esta toma de conciencia, que se
logra a través de la inyección de más y más educación de calidad, generará en
el largo plazo sustanciales cambios sociales y culturales que afectarán
positivamente el escenario económico de la región. La tarea está en tratar de
transformar aquellos paradigmas socioculturales y políticos que limitan la
masificación de una educación destinada a construir una nueva sociedad
latinoamericana en términos de equidad en la competitividad y progreso.
En lo que respecta a
la salud, igual que con el caso de la educación, resulta propicio adoptar
mecanismos que promuevan políticamente estrategias de salud pública que mejoren
la situación de la región a través de la distribución de mayores recursos
financieros al sector, a la descentralización de las políticas en la materia,
al otorgamiento de participación de la sociedad civil en la prestación de
servicios de salud, principalmente los relacionados con la prevención de
enfermedades y promoción de la salud integral, entre otros elementos. Como
señalamos anteriormente, una sociedad “enferma”, ampliando el concepto de salud
más allá de la ausencia de enfermedades, es una sociedad improductiva en los
ámbitos de lo social y lo económico, es decir, una sociedad sin perspectivas de
futuro.
3.- Otro aspecto
fundamental lo constituye la necesidad de fortalecer las democracias en la
región, a través de la articulación de mecanismos o vías, con rango
constitucional e institucional, que redefinan la relación entre el Estado y la
sociedad civil, enfocada en el logro de dos aspectos centrales:
Retomar la
descentralización político-administrativa de la función estatal, asociada a
criterios de inclusión en el binomio productividad-eficiencia.
Reorientar el papel
de la participación ciudadana con miras a generar cambios reales y sentidos en
la visión y misión de la función pública, además de otorgar a las bases
poblacionales la posibilidad de “ser parte” de un sistema que tradicionalmente
los ha excluido.
4.- Un punto
relevante que conviene potencializar en la nueva América Latina es la figura de
la integración regional, ampliamente promovida y suscrita, pero poco
materializada en acciones concretas de transformaciones estructurales, donde a
través de ella se logre la articulación de un bloque de influencia económica,
política y sociocultural de amplia proyección mundial, orientado al crecimiento
y posterior desarrollo socioeconómico de sus miembros y que permita también su
inserción y participación justa en el interdinámico escenario global.
Este tipo de
integración, más que la fusión de entidades nacionales (que ya existen en
América Latina), significa la sumatoria de un conjunto de potencialidades,
oportunidades y fortalezas geoestratégicas, ecológicas, económicas, culturales
y sociopolíticas de la región al pleno servicio de sus Estados miembros y
ciudadanos (Morales, 2002), pero no quedándose sólo en los límites de la
región, sino ampliando su radio hacia el espectro internacional, en aras de articular
los mecanismos que contrarresten nuestra vulnerabilidad ante los
acontecimientos externos que nos han golpeado históricamente.
En este sentido,
asumimos con mayor avocación que Latinoamérica, en los inicios de este siglo
XXI, transita por un conjunto de cambios de marcada importancia, donde la
integración regional, en términos de equidad e igualdad de oportunidades,
permitirá “romper con la historia de subdesarrollo y cruzar hacia una
transformación productiva […] que garantice el progreso sostenido […en el marco
de] un proceso de cambio basado en la pasada crisis y la nueva visión regional
para llegar al primer mundo en pocos años” (Cordeiro, 1995: 292).
Esta proyección
visionaria del progreso competitivo y sostenido clama por una unidad que vaya consustanciada
con las necesidades particulares de cada nación de América Latina, a sus
capacidades multifocales y a criterios de participación que no coqueteen con la
injusticia. En Latinoamérica existen acuerdos, pactos, documentos de
entendimiento y grupos que materializan normativamente la integración, no hace
falta crear otros, pero carecemos de voluntad política y cultural para hacer
funcionar una maquinaria tan poderosa como esa. En este caso, lo cierto es que
el aislamiento en este mundo globalizado no tiene cabida.
5.- Para hacer
competitiva a América Latina también hace falta diversificar las áreas
potenciales de la economía, evitando la dependencia en la monoproducción y
creando los mecanismos legislativos, participativos, integracionistas que permitan
fortalecer las áreas del sector productivo tradicional, como son la agricultura
(sector primario), la industria (sector secundario) y los servicios (sector
terciario), cuyos niveles de productividad y competitividad, tanto interna como
externa a la región, están muy por debajo de los estándares internacionales.
Con base en este señalamiento, consideramos que las recomendaciones de Cordeiro
(1995) se ajustan al plano concreto y real latinoamericano, toda vez que
debemos avocarnos al diseño de políticas económicas nacionales que favorezcan
el crecimiento continuo y sostenido de cada nación y que aporte beneficios
directos a la región en general, además de diversificar áreas de la producción
e intercambio con el fin de hacerlas competitivas en el mercado global, también
será necesario fomentar la armonización de los polos económicos y social en la
región, con la finalidad de garantizar un eficiente retorno de la relación.
Estas ideas básicas,
limitadas en comparación con el abanico de posibilidades para hacer a América
Latina más competitiva, intentan sembrar las bases para un mayor análisis de la
realidad de la zona y el diseño de estrategias mejor definidas, viables,
coherentes y visionarias que con el paso de los años, que esperamos no sean
muchos, materialicen la gestación de una región con las características propias
de las principales potencias del mundo, y con los beneficios que estas
ostentan.
5. PROSPECTIVA
La primera función,
la de prospectiva, está muy debilitada en casi todas partes. Como herencia de
los ajustes realizados desde los años ochenta, el grueso de los países tiene
horizontes de un período de Gobierno, aunque en la práctica éstos son aún más
cortos.
Sin embargo, el
Estado tiene como misión preparar el futuro, mejorar la capacidad de
anticipación, resistir a la “tiranía destructiva del corto plazo”, ofrecer
visiones de largo alcance.. La anticipación es una condición de la acción, y
ésta no puede confundirse con una mera gestión de las urgencias. El porvenir no
sólo se prevé, también se construye: anticipar para actuar a favor de un futuro
deseable libremente consensuado, tal es el objeto de la prospectiva.
Ha venido
resurgiendo en el último tiempo algún concepto de prospectiva en la región,
aunque su significado y alcance varía según los países. Nos referiremos aquí a
dos desarrollos metodológicos recientes: la construcción de escenarios futuros,
cuyo objetivo es explorar las nuevas estrategias económicas y sociales posibles
y deseables, y la programación presupuestaria plurianual, la que permite
clarificar las alternativas de decisión de las autoridades públicas.
a. Escenarios
futuros
El primer tipo de
ejercicio se acerca más a la visión estratégica, con un enfoque que busca
estimular el debate sobre los cambios de mediano plazo que se anticipan o que
se organizan a partir de hoy. La planificación no puede ser ya concebida como
el “anti-azar”, como un instrumento que busca domesticar el tiempo y
disciplinar a los actores. Más que proponer medidas específicas o plantear
propuestas cuantificadas, se trata de introducir los nuevos principios y
orientaciones que deben gobernar la acción pública en el mundo de mañana.
La CEPAL y el ILPES
se encuentran trabajando sobre el tema de los escenarios futuros de América
Latina. No se trata de encerrar las reflexiones en una problemática única,
cualquiera sea ésta. No se busca ni inspirar un modelo, ni distinguirse de un
anti-modelo, sino integrar simultáneamente los enfoques económicos,
sociológicos e institucionales de los problemas. Se trata de una reflexión
horizontal, en que se examina el desarrollo de América Latina con una visión de
futuro, teniendo en cuenta que los objetivos colectivos sólo podrán lograrse si
se apoyan en la representación y en la motivación de los actores. Los
escenarios, fotografías de posibles estados futuros, permiten imaginar nuevas
formas de funcionamiento, o al menos explorar potenciales desequilibrios o
crisis. Se identifican los principales factores de riesgo y de tensión y los
conflictos emergentes en la región. Las propuestas realizadas para superar
estas tensiones, en una amplia variedad de temas, emergen del reciente
documento de la CEPAL, “Equidad, Desarrollo y Ciudadanía”.
Un aspecto central
del análisis prospectivo es la construcción de escenarios consistentes, lo que
representa en sí una exploración metodológica interesante e innovadora. Se
identifican, en el espíritu de las metodologías tradicionales, las fuerzas
impulsoras a un horizonte de diez-veinte años, que se definen como las
variables eje de los escenarios, y los actores, que formulan y aplican las
políticas requeridas para enfrentar los principales desafíos. Dentro de las
actividades previstas, se realizarán paneles de expertos en torno a las
tendencias críticas en cada uno de los temas o fuerzas impulsoras:
demográficas, económicas, tecnológicas, encadenamientos económico-sociales,
gobernabilidad, ambientales y territoriales, culturales.
Tal vez, el área que
más distingue a la CEPAL es la del análisis de las transformaciones sociales y
de las estructuras que se vienen gestando en los años ochenta y noventa. La
constatación de que se han acentuado los problemas de pobreza y de distribución
del ingreso, de que se ha diseminado por doquier el empleo de baja
productividad, y de que las reformas se han alejado en
sus efectos de los
postulados distributivos y de eficiencia que les dieron origen, llevan a
plantear las consecuencias futuras del funcionamiento actual del sistema
económico y social. En lo cuantitativo, se realizan regularmente en la CEPAL
ejercicios en el área de demografía y migraciones, procurando identificar las
demandas futuras generadas a consecuencia de los cambios en las estructuras
sociales.
Las nuevas
tecnologías tienen el potencial de revolucionar los métodos de producción y de
comercialización, con saltos significativos en la productividad agregada. Sin
embargo, en nuestra
región, la difusión
creciente pero desigual del progreso técnico se refleja en ganancias de
productividad más bien limitadas. La nueva economía aún no llega en plenitud, y
las sociedades
latinoamericanas no
están adecuadamente preparadas para la sociedad del conocimiento. Subsiste un
déficit de crecimiento endógeno, el que sólo puede enfrentarse con instrumentos
de fomento productivo a las pequeñas y medianas empresas, orientados a otorgar
una mayor dinámica a la inversión y a la difusión del progreso técnico y del
empleo calificado. Los desafíos identificados en esta área llevan a proponer
cambios a un modelo que reproduce y amplía la brecha social, en que una parte
de la sociedad, la más pequeña, recibe grandes beneficios de los procesos de
globalización y de apertura, y la otra, la más grande, ha aumentado su
vulnerabilidad económica y social.
La construcción de
diferentes escenarios de objetivos económicos y sociales está asociada con
ideas sobre el tamaño y capacidad del Estado. Se ha de examinar la situación
fiscal y el potencial público para enfrentar la demanda creciente que en el
área de la pobreza, la distribución del ingreso y el empleo viene originando la
actual modalidad de desarrollo.
El gasto del sector
público tiene determinantes que no están directamente bajo el control de las
autoridades, pues depende de factores de transición demográfica, y también del
grado de apertura al exterior. Si la globalización y las políticas de libre
intercambio de bienes y de capital mejoran el bienestar general, también crean
ganadores y perdedores, y estos últimos reclaman algún esquema de protección.
El Gobierno cumple
en este caso una función de aislamiento de las turbulencias, siendo un sector
“seguro” en comparación con el sector transable. Economías más abiertas, al
tener una mayor exposición a los riesgos externos, pueden conducir a un mayor
gasto público en transferencias o empleo directo. La apertura puede mejorar el
desempeño global, pero al mismo tiempo obliga al sector público a gastar más
para proteger a las regiones, sectores o personas más vulnerables.
En muchos países, la
globalización creciente va de la mano con una presencia también creciente del
Estado en la economía. Más aún, el grado de apertura es un buen predictor del
tamaño del sector público. Si esta correlación se mantiene en el futuro, es
esperable en nuestra región una fuerte presión hacia un mayor gasto público,
consecutiva al actual proceso de apertura y globalización.
Además de incorporar
estos aspectos a la reflexión sobre el futuro de América Latina, es importante
la construcción de ideas alrededor de lo que se espera que representen las
políticas públicas que el Estado agencia. Cuáles son las áreas de intervención
principales e inevitables, cuáles las delegables, cuáles las subsidiarias?
Hasta dónde alcanza –o se quiere que alcance- el poder del Estado para llevar a
cabo esas políticas? Cuáles son sus límites?
Otro tema de mucha
relevancia para el futuro es el de la integración regional. Las cuestiones del
tamaño, el acceso y la conformación de mercados están crecientemente
influenciados por los acuerdos comerciales y de integración. El ALCA, el TLCAN,
el Mercosur, la Comunidad Andina, el Mercado Común Centroamericano y el Caricom
presentan características propias, no solamente por sus diferentes coberturas
geográficas e implicancias económicas, sino también por sus distintos
contenidos y objetivos políticos. El tipo de integración que se privilegie en
definitiva es uno de los elementos más importantes para la elaboración de
escenarios de futuro.
Proyectando a quince
o veinte años, emergerían dos subregiones con diferentes agendas de política:
una, muy orientada a la exportación hacia los Estados Unidos y en una amplia
gama de exportaciones de manufacturas y servicios; otra, donde predomina un
modelo de exportación de productos intensivos en recursos naturales, con una
fuerte integración sub-regional. En este último grupo de países, Sudamérica, se
puede prever la profundización de este proceso, con un esfuerzo mucho mayor de
integración macroeconómica e integración física. Incluso ya se habla de la
integración social, proceso todavía muy incipiente.
Una problemática
vinculada a las anteriores surge del futuro ordenamiento de los espacios
territoriales, sobre todo en lo que se refiere a las regiones “ganadoras” y
“perdedoras”. Dentro de
los países algunas
regiones se adaptan muy bien al nuevo modelo, pero otras a su vez tienen
problemas de ajuste, sin que hayan surgido mecanismos de compensación o de
igualación de diferencias. Estas tendencias podrían acentuarse si prosiguen los
procesos de globalización y de
integración, y
tendrán mayor relevancia en la agenda futura de las políticas públicas.
Un elemento importante
en la construcción de escenarios es el medio ambiente. Cabe afirmar que el
desarrollo regional debe dar un paso definitivo hacia la incorporación de la
agenda del desarrollo sostenible, lo que significa mucho más que la simple
conservación de la base de recursos naturales. Dicha agenda está asociada a la
movilización de inversiones hacia sectores productivos dinámicos que utilicen
tecnologías y procesos de producción limpia. La región debe adoptar una
política proactiva y no reactiva, fortaleciendo las instituciones ambientales y
los instrumentos directos y económicos, asignando mayores recursos públicos a
estos ámbitos y estimulando una participación ciudadana más solidaria,
reflexiva y activa en materia ambiental.
Los temas de
gobernabilidad van a definir sin lugar a dudas el rumbo y la eficacia de las
políticas públicas en los años venideros. La vida en comunidad no puede
concebirse sin conflictos ni diferencias; pero ellos no son siempre los mismos
ni se expresan de la misma forma. Los conflictos persisten, se superan, se
transforman y se crean. De un lado, se hace necesario identificar los
principales conflictos actuales (distributivos, territoriales, étnicos,
políticos, legales), la forma como se desenvuelven (mecanismos y capacidad de
resolución institucional), y sus dimensiones (locales, nacionales,
internacionales). Alrededor de ellos se puede elaborar sobre la capacidad de la
organización social para comprenderlos, tramitarlos y superarlos, y para crear
las principales visiones y consensos que permiten transformarlos en
oportunidades y nuevas situaciones.
En suma, podemos
distinguir dos visiones polares de la prospectiva; una de naturaleza
exploratoria, que parte del presente para recorrer el espectro de los futuros
posibles, y otra normativa, que parte de una visión del futuro deseable y
construye el itinerario de las acciones necesarias para realizarlo. Si se parte
de la realidad, el riesgo es quedarse en ella, sin cambiar nada, o sólo en el
margen. Si se parte del imaginario, el riesgo también es quedarse en él,
construyendo sueños. Lo natural es buscar imágenes del futuro a partir del
presente, pero el itinerario inverso, partir del imaginario, es atractivo, pues
lo esencial es romper las inercias y movilizar energías. El desafío, en este último
caso, es transformar estas ideas en nuevas estrategias económicas y sociales
que permitan enfrentar los grandes problemas de la región.
De los paneles que
se realicen sobre los distintos temas se espera un documento síntesis que
ilustre los
principales desafíos del futuro en la región. Estos serán a su vez los insumos
principales en la tarea de elaboración de escenarios. Esta segunda fase
contiene un fuerte contenido metodológico, colectivo y multidisciplinario. Se
constituirá un equipo de trabajo, cuya tarea será proponer, construir y otorgar
consistencia a los escenarios. La CEPAL y el ILPES se abocarán con fuerza a la
exploración del futuro.
b. Presupuesto
plurianual
Un segundo tipo de
ejercicio prospectivo se vincula a la realización de planes y programas
públicos en un marco de presupuesto plurianual. No es nuevo utilizar la
perspectiva multianual para la gestión pública. La innovación consiste en
lograr una articulación creciente entre plan y presupuesto, formalizar procesos
en torno a estos instrumentos, diseñar un eslabonamiento que le otorgue
viabilidad al modelo de gestión por resultados. El ILPES, en su serie de
Gestión Pública, ha publicado y seguirá publicando documentos en que se revisa
la experiencia internacional y regional en el desarrollo de sistemas integrados
de administración financiera y en la programación plurianual del presupuesto.
De manera inédita,
en la mayoría de los países de la región se han establecido las bases de una
gestión sana y eficiente de las finanzas públicas. Pero quedan desafíos
pendientes, especialmente en lo que se refiere al tratamiento del ciclo
macroeconómico en la programación presupuestaria y al papel estabilizador de la
política fiscal, aspectos fundamentales para lograr una adecuada
complementariedad entre inversión pública y privada. La programación plurianual
está intrínsecamente vinculada a la eficiencia y eficacia de las políticas
públicas; no se puede pensar en impactos significativos con problemas
frecuentes de pare y siga en los programas. Si se busca mejorar la calidad de
la gestión pública, no es posible supeditar el gasto a un manejo entregado a
los vaivenes coyunturales.
La estrategia debe
entonces hacer énfasis en la planificación de largo plazo y evitar la
negociación de corto plazo; poner el acento en los productos más que en los
insumos; distinguir con claridad los gastos corrientes y de capital y
finalmente basarse en la prudencia y la estabilidad, creando un margen para
enfrentar las inevitables incertidumbres. Asegurar un entorno apropiado para la
inversión privada, y administrar adecuadamente los escasos recursos disponibles
para la inversión pública, supone una gestión capaz de enfrentar tres desafíos
fundamentales: el primero, respetar una regla fiscal a lo largo del ciclo, para
evitar los costos económicos y políticos de los ajustes fiscales abruptos; el
segundo, identificar con la debida anticipación los déficit estructurales, de
manera de evitar un endeudamiento público excesivo que represente una carga
para las futuras generaciones; y el tercero, eliminar el sesgo en contra de los
gastos de capital. Estos son en general más sensibles a los ajustes fiscales
que los gastos corrientes, por su propia naturaleza. Postergarlos o no
realizarlos también constituye una carga para las generaciones futuras.
En lo que se refiere
al primer desafío -- respetar la regla fiscal a lo largo del ciclo --, se trata
de desarrollar instrumentos que orienten el proceso presupuestario hacia un
esquema de disciplina y flexibilidad, en que se identifiquen con claridad los
factores transitorios y se asegure una conducción consistente con el ineludible
pacto fiscal que requieren nuestras sociedades. El criterio relevante parece
ser buscar una posición financiera corregida por las fluctuaciones del nivel de
actividad, lo que equivale a programar los gastos e ingresos con una visión de
mediano plazo en el manejo de las finanzas públicas.
En economías tan
volátiles como las de América Latina, el sector público generalmente se
convierte en una caja de resonancia de las perturbaciones externas. La política
fiscal puede ayudar sin embargo a la política monetaria en su función
estabilizadora de dos maneras: uno, permitiendo la plena operación de los
estabilizadores automáticos en su papel de suavizamiento de las fluctuaciones
macroeconómicas cuando existen variaciones de la demanda agregada, y dos,
cuando sea prudente y apropiado, otorgando ayuda adicional mediante cambios en
las políticas discrecionales. El criterio orientador de la política fiscal debe
ser el componente estructural de las cuentas públicas.
Para enfrentar
adecuadamente el segundo desafío --identificar con la debida anticipación los
déficit estructurales--, es necesario asegurar una trayectoria plurianual
consistente con la regla fiscal.
Cuando se diseñan
las políticas presupuestarias, se debe tomar en cuenta que la marcha cíclica de
la economía es inevitablemente incierta y que las proyecciones de los
determinantes de ingresos y gastos son necesariamente imprecisas. La mayor
parte de los errores en la programación plurianual es atribuible a los
desaciertos de previsión sobre el potencial de crecimiento de las economías, y
estos errores tienen efectos permanentes en las finanzas públicas. Si el PIB
efectivo es inferior al tendencial estimado durante el lapso considerado en los
planes de Gobierno, el resultado es una merma estructural de la posición
financiera del sector público.
Es importante
entonces tomar en cuenta explícitamente la posición de la economía en el ciclo
y adoptar supuestos moderados de crecimiento en la programación plurianual. La
principal causa de fracaso de las experiencias de programación plurianual del
presupuesto (y para qué decir de programas políticos) es el excesivo optimismo
respecto del crecimiento de mediano plazo. Parece necesario encarar este “sesgo
de optimismo” para asegurar una programación fiscal más consistente y más
transparente.
6. LA INTEGRACIÓN MULTINACIONAL
LATINOAMERICANA Y CARIBEÑA: UN ENFOQUE DESDE LA PROSPECTIVA CRÍTICA Y
PARTICIPATIVA
.
…la expresión integración multinacional debe entenderse como referente a una
modalidad de agrupamiento de países soberanos, es decir, de Estados políticos
reconocidos y aceptados internacionalmente como tales. Otro de sus significados
implícitos es que se trata de una asociación voluntaria, consentida
democráticamente en cada unidad miembro por cada sociedad involucrada. Por
tanto, su semántica excluye la integración coercitiva en todas sus formas,
desde la anexión hasta la unión impuesta por un poder hegemónico.
Este ensayo tiene el
propósito de realizar una nueva aproximación1 y
nuevas propuestas vinculadas a la actualidad y al futuro de los diferentes
proyectos de integración multinacional latinoamericanos y caribeño que -según
la definición del diplomático y profesor uruguayo Gustavo Magariños mencionada
en el exordio- se están desarrollando en la actualidad (Magariños, 2000).
Geográficamente orientados de Norte a Sur y de Oeste a Este, estos son: el
Sistema de Integración Centroamericano (SICA), la Comunidad del Caribe
(CARICOM), la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y el Mercado Común del Sur
(MERCOSUR).
Como su título
indica, ese enfoque se realizará desde los principales enunciados de la llamada
"prospectiva crítica". Es decir, desde aquellos conceptos de la
también llamada "futurología" que -a diferencia del determinismo y el
voluntarismo que han caracterizado a la mayor parte de los cultores de esa
disciplina- insisten en indicar que el futuro "es más construible que
previsible" (José Mojica, 2000).
Por consiguiente,
"la construcción del futuro no es un proceso neutral sino un campo de
batalla (…) donde el sujeto de esta actividad que son los actores sociales
pugnan por imponer su poder para defender sus intereses".6 Por ello: "La futurología supone un
compromiso con el cambio y la acción que implica una voluntad de construir el
futuro más que de aceptarlo simplemente".(Barbieri, 2000, p. 41-42). Lo
anterior conlleva -cual planteó Max Weber- comprender "la política"
como "el arte de luchar por lo imposible para obtener lo que sea posible
en cada etapa". También implica potenciar lo que el desaparecido sacerdote
jesuita Xabier Gorostiaga denominó la "prospectiva participativa". O
sea, la construcción de futuros que reflejen la voluntad de las mayorías de los
sujetos sociales (no sólo de "las elites" o "las
vanguardias") de "organizar la esperanza" de que es
"necesario y posible la edificación de una sociedad y un mundo mejor,
fundado en una opción ética y en un compromiso por crear un futuro de
ciudadanía digna para los excluidos y para los 'otros' desde la pasión y la
compasión solidaria" (Gorostiaga, 2000, p. 35-49).
A modo de
conclusión: hacia un nuevo paradigma de la integración multinacional
latinoamericana y caribeña
Estas últimas
afirmaciones me colocan en mis definiciones acerca de lo que he venido
denominando "un nuevo paradigma para la integración multinacional
latinoamericana y caribeña"; cuyo punto de partida tiene que ser -como
veremos más adelante- el rechazo de los PAE de factura neoliberal y
neoconservadora impulsados por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos,
por el FMI y por el BM, al igual que una radical reformulación de "los
proyectos de desarrollo hacia fuera" que -bajo los conceptos del
"regionalismo abierto"- ha venido impulsando la CEPAL en los dos
lustros más reciente (Cepal, 1994).
Como indiqué a fines
del siglo pasado,50 es cierto que cuando,
en 1994, ese organismo de la ONU formuló ese programa lo hizo criticando las
ostensibles deformaciones creadas en las economías y en las sociedades
latinoamericanas y caribeñas por los esquemas de integración fundados en el
"proteccionismo", en la llamada ISI y en las nociones
"desarrollistas" vigentes durante las décadas de 1960 y 1970.
Igualmente, buscando resolver los profundos problemas estructurales que se
habían develado durante la llamada "década pérdida" (1980) para el
desarrollo económico-social de América Latina y el Caribe. También pensando en
la indisoluble articulación que, en las condiciones de "la
globalización", tenía que existir entre la integración regional y lo que
previamente había llamado: "la transformación productiva con
equidad".51
Pero también es
cierto que -según los propios datos empíricos aportados por la propia CEPAL y
por otros organismos de la ONU, como el PNUD, la FAO y la UNICEF- el decenio
transcurrido desde entonces hasta acá demuestra que en América Latina y el
Caribe la miseria, la inequidad y la llamada "deuda social", lejos de
disminuir, se ha profundizado.52
Que la transformación productiva tampoco ha ocurrido y que, en los casos en que
se ha "avanzando" en esa dirección, se ha hecho a costa de deteriorar
aún más los sistemas ecológicos-ambientales del continente en tanto el esfuerzo
exportador de la mayoría de los países latinoamericanos y caribeños se han dirigido
hacia sectores con un uso intensivo de recursos naturales o vinculados a
industrias [cual es el caso de las llamadas "maquilas"]
ambientalmente sensibles o sucias.53
Igualmente es cierto
-como hemos visto a lo largo de este docuumento- que el llamado
"regionalismo latinoamericano y caribeño", aunque ha registrado
ciertos avances en una u otra subregión (como son los casos del Caribe y de
ciertas áreas del funcionamiento del MERCOSUR), está muy lejos de las necesidades
de la integración multinacional que demanda el continente. Y ello es así, entre
otras cosas, porque las fuerzas centrífugas generadas por la apertura
unilateral de América Latina y el Caribe hacia el exterior bajo los
"presuntos imperativos de la globalización" (Estay, 1995), han
preponderado sobre las fuerzas centrípetas que, en teoría, deberían impulsar
constantemente el desarrollo de cualquier proceso de integración multinacional.54 Por ello, se puede decir que en ese
continente hay cada vez más "apertura" y menos
"regionalismo".
Desde mi punto de
vista, en la base de esa situación se encuentra el hecho real de que -pese a su
retórica- todos los proyectos de integración latinoamericanas y caribeña que se
reformularon (el SICA, el CARICOM y la CAN) o se emprendieron (el MERCOSUR) en
la década de 1990 se han realizado a expensas de lo que Raúl Prebish llamó
"el desarrollo hacia dentro" o, si se prefiere, sacrificando lo que,
en 1991, Osvaldo Sunkel redefinió como "el desarrollo desde dentro"
(Sunkel, 1991). Y no podía ser de otra forma porque, como previeron algunos
especialistas (Regueiro, 1994), en última instancia, en mayor o menor grado,
todos esos proyectos integracionistas han estado condicionados y lastrados por
las desastrosas políticas económicas, industriales, sociales, culturales y
ambientales aplicadas por los diversos gobiernos que, en los últimos lustros,
han representado y defendido los intereses de las clases dominantes en América
Latina y el Caribe. En especial, por los ingentes esfuerzos por esos gobiernos
para "honrar" a toda costa la impagable deuda externa acumulada desde
la década de 1970, al igual que para aplicar de manera fundamentalista los PAE
facturados por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos y por los
organismo financieros internacionales (FMI y BM) impulsores del llamado
"Consenso de Washington" de 1990.55
De más está decir
que esos PAE sólo trataron y tratan de garantizar el crecimiento o, de manera
más precisa, la reproducción continua y ampliada del capitalismo dependiente
instaurado en la mayor parte de los países latinoamericanos y caribeños. Mucho
más porque, en las condiciones creadas por la llamada "globalización
neoliberal", esa forma de reproducción del capitalismo periférico ha
estado y está asociada al libre funcionamiento de la economía de mercado, a la
minimización o "refundación" del papel del Estado (cada vez más
constreñidos a sus funciones represivas), a la desnacionalización de las
riquezas, a la privatización de la mayor parte de los servicios públicos y de
buena parte de los servicios sociales; en fin a la creación de "un clima
de confianza" para la propiedad privada y para el incremento de las tasas
de ganancias de los capitales internos y externos (productivos o especulativos)
que se inviertan en la región.
Como consecuencia,
la protección y conservación de la naturaleza, de la biodiversidad, así como
del medio ambiente de las ciudades, de las cuencas hidrográficas y de las
costas marítimas, al igual que la imprescindible ampliación del mercado interno
-al que se refiere las condiciones de vidda de decenas de millones de personas-
han sido y todavía son variables absolutamente subordinadas y secundarias
respecto al propósito de las principales potencias imperialistas (y sus clases
y grupos dominantes) de crear nuevos ejes de acumulación capitalistas acordes
con las modificaciones que ellas mismas han impulsado en la división
internacional del trabajo. Con independencia de las resistencias estatales (y
no estatales) que perduran, en su intencionada dinámica, esa "división del
trabajo" tiende a fortalecer la "integración coercitiva" del
continente al imperialismo norteamericano.
Por todo lo antes
dicho y por otros elementos excluidos en aras de la síntesis, considero que
-tal cual plantearon en su ya mencionada Declaración Conjunta respecto al ALBA
los presidentes Hugo Chávez y Fidel Castro56-
el nuevo paradigma de integración multinacional que demanda América Latina y el
Caribe, tiene que tener como base la crítica teórico-práctica de ese
"modelo de acumulación"; el abandono de todas las negociaciones
dirigidas a institucionalizar el ALCA o cualquier de sus modalidades; la
renegociación de la deuda externa en condiciones que aseguren, antes que todo,
la cancelación de la "deuda social" acumulada en el continente y el
consiguiente despliegue de proyectos de "desarrollo hacia dentro" que
garanticen, en primer lugar, la protección eficaz y la satisfacción de todos
los derechos humanos (económicos, sociales, culturales, civiles y políticos,
individuales y colectivos, incluido el derecho al disfrute de un medio ambiente
sano para las actuales y futuras generaciones y los derechos de las naciones
originarias) de todos y todas los/las habitantes de América Latina y el Caribe.
En segundo, la potenciación y la defensa de los ingentes recursos humanos,
naturales, ecológicos y económicos con que cuenta el continente. En tercer
lugar, una "relación filial" con la naturaleza y sus diversos
ecosistemas. Y, en cuarto, la construcción de democracias participativas y
socialmente representativas capaces de superar las ostensibles carencias que,
incluso según sus defensores, caracterizan a las "democracias
representativas" que actualmente preponderan en la región (Caputo, 2004).
Los gobiernos
resultantes de esos procesos políticos participativos y socialmente
representativos también deberán ser capaces de proyectar políticas internas y
exteriores que privilegien los componentes políticos, sociales, económicos,
ecológicos y jurídicos y de la llamada "seguridad multidimensional"
(incluida la "seguridad ciudadana") de factura latinoamericana y
caribeña, así como que garanticen, junto a ello, los legítimos intereses de
defensa individuales y colectivos de todas los Estados nacionales situadas al
sur del río Bravo y de la península de La Florida. Asimismo; el desarrollo de
vínculos de cooperación en esos y otros campos con las demás naciones del mundo
subdesarrollado (entre ellas, las que aún no han adquirido la categoría de
Estados-nacionales, como es el caso de Puerto Rico y de otras islas del Caribe
aún sometidas a formas coloniales de dominación); al igual que la
imprescindible diversificación de las relaciones estratégicas de América Latina
y el Caribe con las otras potencias (diferentes a Estados Unidos) integrantes
de la pentarquía o el sexágono del nuevo orden mundial.
Un paso ineludible
en esas direcciones tiene que ser, cuando menos, el restablecimiento del
funcionamiento cabal y democrático de todos los organismos
político-diplomáticos surgidos en la región (desde el SELA hasta la ALADI,
pasando por el Grupo de Río y por la AEC) con el propósito declarado (pero no
siempre cumplido) de impulsar la concertación política, la cooperación
económica, así como la integración multinacional de América Latina y el Caribe.
Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en la actualidad, esas instituciones
o las nuevas organizaciones multilaterales que se han formado (como la
Comunidad Suramericana) o que en el futuro se formen (cual pudiera ser una
Asociación de Estados Latinoamericanos y Caribeños), no deben ser visualizados
como órganos técnico-burocráticos o sólo destinado a la concertación de
posiciones políticas, sino como las imprescindibles instancias supranacionales
que, poco a poco, garanticen la elaboración soberana de una nueva soberanía
continental, así como la armonización político-jurídica y técnico-económica de
todos los esquemas subregionales de integración multinacional que se
desarrollan en la actualidad. Igualmente, deberán ser las encargadas de
dialogar y negociar colectivamente con las demás instituciones del sistema
internacional (incluidas la OMC, el FMI y el BM), así como con los otros
esquemas de integración multinacional que se desarrollan en otras zonas del
mundo desarrollado (como la UE) o subdesarrollado, cuales son los casos de la
Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) y de otros proyectos
integracionistas que se están desarrollando en diferentes regiones de África.
Esos organismos
multilaterales latinoamericanos y caribeños también tendrían la responsabilidad
de crear y de legitimar constantemente las instancias parlamentarias (el
Parlamento Latinoamericano y Caribeño) y de participación de la sociedad civil
que garanticen su funcionamiento democrático, así como la fundación y
consolidación de los órganos jurídicos (como pudiera ser un Tribunal
Latinoamericano y Caribeño) que permita la solución de las disputas y
conflictos que inevitablemente se producirán entre los países integrantes de la
nueva institucionalidad integracionista, al igual que entre estos y las
empresas extranjeras, estrictamente nacionales, multinacionales y
trasnacionales, que inviertan en la región. La acción de estas empresas deberá
estar regulada con vistas a evitar la constante descapitalización del
continente, así como las agresiones a los recursos humanos, a las empresas
(estatales y privadas) latinoamericanas y caribeñas, al medio ambiente y a la
biodiversidad que éstas sistemáticamente perpetran en su desmedida búsqueda de
ganancias.
Obviamente, todo lo
antes dicho implicará la denuncia del TIAR y de los acuerdos militares y de
seguridad y de los BIA suscriptos a su amparo entre los gobiernos
latinoamericanos y caribeños con el gobierno de Estados Unidos. Asimismo, la
extinción de la OEA y de todos los organismos del Sistema Interamericano (como
la Junta Interamericana de Defensa) históricamente impulsados por los grupos dominantes
en esa potencia imperialista con vistas a complementar sus bicentenarias
estrategias de dominación sobre América Latina y el Caribe. En ese escenario,
las Cumbres de las Américas tendrían una entidad y una cobertura hemisférica
similar a las que ya han adquirido las Conferencias de Primeras Damas, Esposas
y Representantes de Jefes de Estado y Gobiernos de las Américas.57 Por tanto, al igual que las Cumbres
Iberoamericanas, sólo serán espacios para desarrollar el otrora llamado
"dialogo Norte-Sur" entre absolutamente todos los 35
Estados-nacionales actualmente existentes en el hemisferio occidental y, en el
futuro más o menos próximo, de los otros Estados-nacionales que se formen como
consecuencia de la postergada conclusión de la total descolonización del
Archipiélago de las Antillas y del territorio de Cayena, posesión colonial
francesa ubicada en el nororiente de América del Sur.
Tengo conciencia que
algunos lectores podrán pensar que formulaciones como las anteriores son una
utopía irrealizable, cargadas de una dosis de voluntarismo. Mucho más en las
adversas condiciones creadas por "la globalización" o por el llamado
"imperialismo global". Y no les faltaría razón si se aproximan de
manera determinista a las tendencias del pasado y a las preponderantes en la
actualidad. Sin embargo, reitero que la mirada desde la prospectiva crítica y
participativa que han guiado estas reflexiones parten de la base de que los
múltiples "sujetos de acción" y los diversos "actores
sociales" que representan los intereses de la mayoría de nuestros pueblos
(incluidos nuestras naciones originarias, y los afro latinoamericanos y
caribeños, así como nuestras mujeres) pueden y deben plantearse la posibilidad
de edificar un futuro diferente al que conducen las tendencias del presente; ya
que -como bien ha planteado Francisco José Mojica- esas tendencias (sociales,
económicas, políticas, etc.) existen porque han sido el fruto de las
estrategias desplegadas por ciertos "actores sociales". Y si las
rupturas a esas tendencias no han logrado hacerlas cambiar su rumbo, ha sido
porque el poder de otros "actores sociales no ha sido suficientemente
fuerte para aniquilarlas".58
Por consiguiente, la
modificación de las tendencias actuales exige, en primer lugar, la adopción de
una actitud proactiva que posibilite la paulatina elaboración y edificación de
los escenarios deseados, así como el despliegue en función de ellos de nuevas
estrategias y planes de acción dirigidos a comprender y transformar la
realidad. Ello implica acumular y organizar las fuerzas que permitan desafiar
el sistema de dominación existente y, en especial, su "núcleo duro":
el poder político, económico, militar e ideológico-cultural de los
"actores sociales" internos y externos actualmente dominantes. Y ello
sólo se logrará mediante las multiformes y sistemáticas luchas de los que
Xavier Gorostiaga genéricamente denominó "los excluidos".59
En esas luchas, los
intelectuales orgánicos a las causas populares tenemos el deber de elaborar
nuevas anticipaciones del futuro o, si se prefiere, nuevas utopías que -como
bien las definió Franz Hinkellamert (Hinkellamert, 2003)- nos permitan la
crítica constante del presente a partir de las perennes "esperanzas en un
futuro mejor" al que pretenden construir las clases dominantes en América
Latina y el Caribe y los grupos de poder preponderantes en la potencia imperial
que el Libertador Simón Bolívar preanunció que parecía destinada por la
Providencia "para plagar la América de miserias en nombre de la
Libertad" (Bolívar, 1947). Mucho más porque, como dijo José Martí:
"Estos no son tiempos para acostarse con el pañuelo en la cabeza, sino con
las armas de almohada (…); las armas del juicio, que vencen a las otras.
Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra" (Martí, 1975).
CONCLUSIÓN
En el difícil y
complejo proceso hacia la integración latinoamericana, nuestra historia nos ha
mostrado ya los grandes problemas que hay que superar: en primer lugar, la
diversidad cultural regional, que tiene sus raíces en esa mezcla de lo indio,
lo negro y lo español, y que ha llegado al extremo de preguntarse si hay una
América Latina o Muchas; en segundo lugar, La distancia geográfica entre
numerosos países, que han hecho difícil un intercambio permanente de
conocimiento y de bienes; y en tercer lugar, la rivalidad política entre
gobiernos vecinos ha llevado en ocasiones al extremo de guerras fratricidas
absurdas. Sin embargo, en toda esta profunda diversidad se empezó el proceso de
independencia durante principios del siglo pasado, con la aspiración de Simón
Bolívar de expresar la identidad de esta región y con el deseo de construcción
de la gran patria americana.
El siempre recordado
postulado bolivariano de la integración latinoamericana y caribeña ahora está
sujeto a revisión ante la presión de un fenómeno llamado globalización. Este
proceso, si bien podría implicar una serie de beneficios en materia de
comunicación, difusión del conocimiento y protección al medio ambiente y
desarrollo tecnológico, entre otros, en su versión neoliberal obliga a una
competencia entre naciones por el ahorro externo de los países más
industrializados y por parcelas de mercado lidereado por las empresas
transnacionales, competencia inspirada en la tesis de la ventaja competitiva y
comparativa y sujeta a consideraciones cuya mejor expresión se sintetizaría en
aquel concepto de "capitalismo salvaje".
En América Latina
durante los 80s y los 90s se han desarrollado importantes esfuerzos (COPPPPAL,
CEPAL, UNESCO, entre otros) con metodologías diversas con el objetivo de
iluminar los escenarios y posibles alternativas estratégicas a adoptar, y se
han llevado a cabo intentos importantes para aprehender la realidad del modo
más científico posible (estudios prospectivos), con el objetivo de introducir modificaciones en las tendencias
negativas.
No podemos ni
predecir ni construir el futuro como si fuera una maqueta que es posible
reproducir a escala en forma exacta. El futuro no está predeterminado y podemos
escoger entre varios futuros o futuribles, esto es, futuros posibles. Buscando
soluciones concretas a los problemas actuales, guiándonos por una ética del
futuro que privilegie la cultura de paz, las libertades y el medio ambiente
podremos construir un futuro alternativo que preserve al ser humano y a su
habitat.
Hemos pasado de un
mundo de “certezas” a un mundo de incertidumbre, lo cual quiere decir que es
necesario más que un nuevo paradigma para aprehender el nuevo mundo, un nuevo
proyecto asentado en nuevas bases. Este nuevo proyecto pudiera cristalizar vía
cuatro: natural, cultural, social y ético.
Algunas ideas que
sugieren soluciones para la transformación de nuestra realidad, es decir, para
hacer de Latinoamérica lo que realmente queremos.
1.- Inicialmente no
podemos abandonar la histórica lucha contra la pobreza estructural, contra la
indigencia y ahora contra la nueva pobreza. Este fenómeno socioeconómico es un
factor que le resta competitividad y progreso a las naciones latinoamericanas.
2. No podemos
descuidarnos es en la educación y en la salud.
3.- La necesidad de
fortalecer las democracias en la región, a través de la articulación de
mecanismos o vías, con rango constitucional e institucional, que redefinan la
relación entre el Estado y la sociedad civil.
4.- Un punto
relevante que conviene potencializar en la nueva América Latina es la figura de
la integración regional, ampliamente promovida y suscrita, pero poco
materializada en acciones concretas de transformaciones estructurales, donde a
través de ella se logre la articulación de un bloque de influencia económica,
política y sociocultural de amplia proyección mundial, orientado al crecimiento
y posterior desarrollo socioeconómico de sus miembros y que permita también su
inserción y participación justa en el interdinámico escenario global.
5.- Para hacer
competitiva a América Latina también hace falta diversificar las áreas
potenciales de la economía, evitando la dependencia en la monoproducción y
creando los mecanismos legislativos, participativos, integracionistas que
permitan fortalecer las áreas del sector productivo tradicional, como son la
agricultura (sector primario), la industria (sector secundario) y los servicios
(sector terciario), cuyos niveles de productividad y competitividad, tanto
interna como externa a la región, están muy por debajo de los estándares
internacionales.
Algunos proyectos de
integración multinacional que se están desarrollando en América Latina y el
Caribe: el Sistema de Integración Centroamericano (SICA), la Comunidad del
Caribe (CARICOM), la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y el Mercado Común del
Sur (MERCOSUR), Iniciativa Bolivariana para las Américas (ALBA).
Los ejercicio deben
acercase más a la visión estratégica, con un enfoque que busca estimular el
debate sobre los cambios de mediano plazo que se anticipan o que se organizan a
partir de hoy. La planificación no puede ser ya concebida como el “anti-azar”,
como un instrumento que busca domesticar el tiempo y disciplinar a los actores.
Más que proponer medidas específicas o plantear propuestas cuantificadas, se
trata de introducir los nuevos principios y orientaciones que deben gobernar la
acción pública en el mundo de mañana.
Siguiendo mis
reflexiones más recientes (Suárez Salazar, 2004), algunos criterios que pudieran servir de base al impulso de lo
que he llamado "un nuevo paradigma para la integración multinacional
latinoamericana y caribeña"; entendiendo esa integración -tal cual propone
la denominada Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) impulsada por
los presidentes de la República Bolivariana de Venezuela y de Cuba, Hugo Chávez
y Fidel Castro,9 respectivamente- como un
proceso multifacético (y, por tanto, no sólo económico) que, poco a poco,
aproxime a todas las naciones (incluidas las originarias) y a todos los pueblos
de esa región a la realización de la utopía bolivariana y martiana. En
particular, a los irrealizados anhelos de esos Próceres con relación a que
todos los Estados-nacionales de América Latina y el Caribe - luego de concluir
su descolonización y de forjar la unidad entre sí - puedan actuar como un
"factor de equilibrio" en la edificación de un orden mundial
alternativo al que en la actualidad están impulsando las principales potencias
imperialistas del planeta; y, en especial, los grupos dominantes en Estados
Unidos.
1. AMERICA LATINA:
RAÍCES DE LA INTEGRACIÓN
2. PROSPECTIVA DE
AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE-LA VISIÓN EN EL AÑO 2001. SANTIAGO, CHILE. COMISIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL REPORTE COPPPAL
2001
http://www.copppal.org.mx/doc-repcop-2.htm
3. DESARROLLO DE LA PROSPECTIVA EN AMÉRICA
LATINA Y DE LOS ESFUERZOS REALIZADOS POR UNESCO PARA DESARROLLAR LOS ESTUDIOS
DEL FUTURO
4. AUTOR: EL CUMANÉS VISIÓN PROSPECTIVA DE UNA
LATINOAMÉRICA COMPETITIVA: DE LO QUE TENEMOS A LO QUE QUEREMOS
http://www.futurovenezuela.org/sembrar2003/ElCumanes.doc
6. LUIS SUÁREZ SALAZAR LA INTEGRACIÓN
MULTINACIONAL LATINOAMERICANA Y CARIBEÑA: UN ENFOQUE DESDE LA PROSPECTIVA
CRÍTICA Y PARTICIPATIVA
http://www.scielo.br/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1517-45222005000200005
SELECCIÓN SIMPLE
1. En
el difícil y complejo proceso hacia la integración latinoamericana, nuestra
historia nos ha mostrado ya los grandes problemas que hay que superar:
a. La
diversidad cultural regional,
b. la
distancia geográfica entre numerosos países
c. a,
b y d
d. La
rivalidad política entre gobiernos vecinos
e. Ninguna
de las anteriores
2. El
nuevo paradigma de integración multinacional que demanda América Latina y el
Caribe, tiene que tener como base la crítica teórico-práctica de ese
"modelo de acumulación";
a. una
"relación filial" con la naturaleza y sus diversos ecosistemas
b. el
abandono de todas las negociaciones dirigidas a institucionalizar el ALCA o
cualquier de sus modalidades
c. potenciación
y la defensa de los ingentes recursos humanos, naturales, ecológicos y
económicos con que cuenta el continente. L
d. la
construcción de democracias participativas y socialmente representativas
e. Todas
las anteriores.
VERDADERO Y FALSO
V
/ F
V
/ F
COMPLETACION
PAREO
1. - el nuevo paradigma de integración multinacional que demanda América Latina y el Caribe (b) |
a. integración multinacional |
2. debe entenderse
como referente a una modalidad de agrupamiento de países soberanos, es decir,
de Estados políticos reconocidos y aceptados internacionalmente como tales
(a) |
b. ALBA |