Pogramación Neurolingüística (PNL)

 

"La PNL o Programación Neurolingüística se define como un conjunto de medios de estudio de la comunicación y de la estructura de la experiencia subjetiva... La PNL se da como objetivo el logro de una mejor comprensión de las relaciones humanas..." (Catherine Cudicio).

Para Seymour y O´Connor, la PNL se define como "arte y ciencia de la excelencia personal"... "Es una habilidad práctica"... "Es el estudio de lo que marca la diferencia entre lo excelente y lo normal".

Creada por Jhon Grinder y Richard Bandler durante los años 70, las herramientas y técnicas de la PNL son hoy de uso imprescindible en aquellas organizaciones que han comprendido que su éxito en el mercado depende, en gran medida, de la excelencia de las relaciones interpersonales.

La autora del siguiente cuento, Emma Monsalvo, Instructora de la Escuela de Capacitación Laboral "Amilcar García- José Luis Meretta", Profesora en Filosofía y Pedagogía,. docente de alumnos especiales y enseñanza media y superior y ex - Instructora en capacitación laboral en DEBA-ESEBA, pretende, de una forma ingeniosa y entretenida, desarrollar las técnicas básicas de la PNL.

 

DE CÓMO LOGRÉ RAPPORT CON CRISTÓBAL

 

Mientras desayuno en mi hotel de Villa Gesell, miro el mar.
El gigante arisco está, hoy, luminoso. Y como siempre, ruge y estalla.
La arena, a unos pocos metros, allí, donde el poderoso disimula, se hace niño, se aquieta, se torna manso.
En la línea media de mi visión el mar brilla precisando sus tonalidades: verdes, celestes, grises. Y allá lejos, muy lejos, la luminosidad enceguecedora del sol vuelve las aguas todo plata, los colores , casi indistinguibles.
Siempre hay quienes caminan por la arena mojada a pesar de que hace frío. Personas o perros; y personas con perros. Pero hoy me llama la atención una figura de posición rígida, como de estatua, que destaca en la playa contra el fondo marino.
La curiosidad me acerca a aquella cosa y enseguida mi cerebro dispara un recuerdo: las figuritas de Billiken que aparecían en octubre cuando yo era una niña. "Aquello" es el Gran Almirante; y no inanimadoen una estatua sino vivito y coleando.
-¡Don Cristóbal! -exclamo asombrada con voz casi inaudible.
-Para servir a vuestra merceded -contesta el hombre mientras inclina medio cuerpo descubriéndose la cabeza en ceremoniosa reverencia.
A pesar del aire marino, no puedo impedir la inhalación de un desagradable tufo proveniente del cuero cabelludo del genovés, que nunca debe haber recibido la visita del champú junto a un buen masaje capilar.
El porte es el de siempre: majestuoso. La melena, "carré", en la que unos cuantos hilos de plata denotan la cincuentena. Calzas blancas ( bueno, alguna vez lo fueron), zapatos con hebillas y falda castaña. Los ojos giran en su órbita, desde la izquierda arriba hacia la izquierda abajo.
Recuerdo lo aprendido en los cursos de PNL y me lanzo:
Empiezo por acompasarlo en su postura corporal. De inmediato me disocio y no puedo evitar un acceso de risa al contemplarme en posición de estatua, la cabeza arriba oteando el horizonte y un pié hacia adelante en actitud regia, lo que resulta incongruente en alguien que viste joggins, zapatillas y campera.
-¿Qué ve en su pasado, don Cristóbal? ¿Qué recuerdos le pesan? ¿Puede decírmelo? -le pregunto tanteando su sistema representacional.
-Mi señora, la pena pone grises en mi alma al mirar este hermoso mar y no ver mis tres carabelas. ¡Qué digo carabelas! ¡Ni una mísera goleta, ni un insignificante botecito para zarpar rumbo a la península!
-Observe las aguas, don Cristóbal. Las carabelas están lejos, lejos... van perdiendo su color... se ven nubladas... ya desaparecen... el mar está silencioso... (pausa). Ahora imagine un gran pájaro. Es brillante, fuerte, color de plata, veloz. Mírese subiendo a él y vea que rápido lo lleva de regreso a España... ¿Cómo se siente ahora? -lo interrogo.
La cara del gran Almirante se ilumina. Gira los ojos hacia la derecha y arriba. Se para casi en puntas de pié. Gesticula hacia el cielo.
-¡Ya veo ese maravilloso pájaro que describís, señora! ¡Ya oigo el batir de sus poderosas alas! ¡Mi pecho se expande cuando aparece en mi panorama la potente ave levantando vuelo! ¡Y yo sobre ella!
-Bárbaro, don Colón. Iremos, entonces, a la ciudad de Buenos Aires para que Ud. pueda volar en el magnífico pájaro rumbo a España.
-¡Buenos Aires! ¡Aires vivificantes que hacen brillar mi piel, rumor de brisa clara, armoniosa! -dice el navegante, y no puedo evitar la evocación de Carlitos Gardel.
-No tanto, don Cristóbal, no tanto -lo desaliento un poco viéndolo tan asociado. (Recuerdo el smog de la gran ciudad, el olor del riachuelo, el bochinche infernal y el estrés proverbial de los porteños. E imagino a mi reciente amigo como perro en cancha de bochas en medio de ese aquelarre).
Ya en el coche, le ajusto concienzudamente el cinturón de seguridad y emprendemos el viaje hacia la Capital. Por el rabillo del ojo observo que don Cristóbal mira la ruta con pavor, se revuelve nervioso en su asiento y suspira casi de continuo. Por momentos, parece que quisiera adoptar la posición fetal. De repente estalla:
-¡Deteneos, deteneos mujer insensata! ¿A cuántos nudos vamos? ¡Me matarás, so majadera! ¡Quiero bajarme! -grita mientras forcejea con el cinturón sin dar, por suerte, pié con bola.
-Don Cristóbal -lo tranquilizo mientras estaciono en la banquina. -No sé a cuantos nudos vamos. Esta es una velocidad promedio adecuada. Y agrego con tono decidido y maternal: -Ahora Ud. va a comer un rico dulce, escuchará una bella música y dormirá un ratito ¿sí?
Tomo un caramelo masticable; le hago una hendidura con la uña e introduzco en ella un sedante. Colón se lo come maquinalmente. Enseguida coloco un casete de Luis Miguel y oímos que canta "por debajo de la mesa, acaricio tu rodilla...". El navegante, ya adormecido, murmura:
-¡Qué pavana tan obscena! Y es una dama quien me la hace escuchar... ¡Ay! ¿Qué queréis de mí mujer?
El sueño ha vencido al gran Almirante, que ronca a pierna suelta hasta Buenos Aires.

Esta historia continúa y no me pidáis que diga cómo. Tampoco os describiré la metáfora de mi vínculo con Cris. Quizás alguna vez lleguéis a ser testigos visuales y auditivos del rapport que él y yo supimos conseguir. Entonces os recorrerá la sensación de que una víbora maligna derrama su veneno a raudales en todo vuestro cuerpo.
En tanto vosotras, impúdicas mujeres, cuidaos de clavar vuestras miradas lujuriosas en el cincuentón buen mozo que, vistiendo ropa de Versace y al volante de un Alfa Romeo cero, me espera a la salida de esta reunión. ¡Voto a bríos, que soy capaz de mataros!

 

 

Emma Monsalvo
Septiembre de 1999