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IV
-
JESUCRISTO
“¿ Qué
hombre es este, que aun los vientos y el mar le obedecen?”
Hemos tratado acerca del Dios creador, del hombre, su mejor creación y
de los ángeles que también son sus criaturas que le sirven.
No existe otro tipo de ser,
Jesucristo tiene que estar definido entre éstos dos: o es una criatura o es
Dios creador.
Esta
pregunta es la más importante para el ser humano. De lo que responda depende su
Salvación.
Cuando
Jesús preguntó a sus discípulos lo que decía la gente acerca de él, le
respondieron:
“Que
eres Elías, Jeremías, o algún profeta que ha resucitado”. Había varias
opiniones,
Los
nazarenos que le conocían dijeron: ¿No es este el carpintero hijo de María? (Mar.
6: 3)
Pero a Jesús más le interesaba lo que sus discípulos decían de él.
Les dijo: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”
Simón
respondió: “Tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente”
Y
Jesús aceptó esa repuesta como la correcta, es más, le dijo que era dichoso
pues Dios se lo sabía revelado y en el acto le cambió de nombre, le llamó
Pedro que significa “piedra” y
le prometió darle las llaves del reino de los cielos y a la autoridad de atar y
desatar en la tierra; y estableció ésta declaración como la piedra
fundamental de la doctrina para
edificar su iglesia. Mat. 16:13-20
.La
respuesta de Pedro tiene dos partes:
1°/
Tú eres el Cristo.
Hay
muchos que creen que “Cristo” es el segundo nombre de Jesús pero no es así;
la palabra “Cristo” proviene del Griego y
equivale a “Mesías” o “Mashia” en Hebreo y
significa “Ungido” en Castellano.
Moisés
ungió a su hermano Aarón con aceite para consagrarlo como Sacerdote. El
profeta Samuel ungió a Saúl, con aceite para nombrarlo rey de Israel.
Los
profetas habían anunciado el advenimiento de un descendiente de David que sería
ungido como Rey sobre Israel y en los días de Jesús todos esperaban que
naciera en Belén y que se levante como un líder contra el Imperio Romano.
Pero,
aunque Jesús nació en Belén, sin embargo vivió en Nazareth, por eso le
llamaban Nazareno. No era de conocimiento público su procedencia, ni su
genealogía, él evitaba que se sepa abiertamente. Mucho después, Mateo y Lucas
demuestran su linaje. Mat., 1: 1-17; Luc. 3: 23 –38.
Solo
algunos se atrevían a decirle “Hijo de David” y Jesús mismo se decía:
“ el Hijo del hombre”, realmente tanto por María como por José, tenía
todo el derecho al trono pero él nunca lo reclamó.
No
decimos que José era su padre, pues sabemos que María concibió antes de
juntarse con él, por obra del Espíritu Santo, pero esto tampoco era de
conocimiento público. Mat. 1: 18-25; Luc. 3: 23.
Jesús es el Cristo, es el Mesías, es el Ungido por Dios para reinar, no solo sobren Israel, sino sobre todo el mundo.
2°/
“Tú eres el hijo del Dios viviente”
Esta
afirmación es algo que salía de todos los esquemas teológicos de aquella época
pues aunque en Las Escrituras había claros indicios de esto, no obstante los
maestros no lo habían entendido así y por lo tanto no lo enseñaban, solo Dios
le pudo revelar a este pescador sin estudio que Jesús el Cristo era también
Hijo de Dios.
Los
judíos no sabían que Dios tendría un hijo a pesar de Salmo 2: 1; Prov. 30:
4 y Sal. 2. 12.
En
Jerusalén faltando poco para que lo capturen, Jesús preguntó a los fariseos:
“¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo?. Le dijeron: “De
David”, pero él replicó: “¿Pues, cómo David en Espíritu le llama
SEÑOR? (Sal. 110: 1). Pues si David le llama Señor ¿cómo es su
hijo?”
En esa
ocasión nadie le pudo responder. Pero ahora si podemos.
Jesús
es Hijo de Dios, por eso es Señor: Adonai.
Pero
¿qué implicancias tiene está afirmación? ; los judíos no lo toleraban,
porque ellos entendían que si era Hijo de Dios entonces era igual a Dios. Jn.
5: 18.
Los
sacerdotes le condenaron por blasfemia cuando aceptó que era Hijo de Dios. Mat.
26: 63-66.
A
pesar de todos los milagros extraordinarios que Jesús había hecho delante del
pueblo, sanidades, resurrección de muertos, multiplicación de panes y peces,
etc. Los judíos querían una señal del cielo pero no les concedió su pedido,
sino les ofreció la señal de Jonás, es decir que estaría tres días y
tres noches en el corazón de la tierra y luego saldría, es decir que resucitaría.
Mat. 12: 38-40.
La
resurrección de Cristo es la demostración más grande que él es el Hijo de
Dios.
Rom. 1:3-4.
El
apóstol Juan profundiza este conocimiento cuando dice: “En el principio era el
Logos” que se traduce por “Verbo”, pero más exactamente se traduce
“la Palabra” y la palabra estaba con Dios y la palabra era
Dios... y aquella palabra se hizo carne (y vimos su gloria, gloria como del unigénito
hijo del Padre) Jn. 1: 1-14.
Entonces
él era en el principio con Dios y era Dios, pero se hizo carne para salvarnos.
El
ángel dijo a José:
“Llamarás
su nombre Jesús (Jehová salva) porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.
Mat. 1: 21
El
profeta Isaías había dicho que una virgen daría a luz un hijo y llamaría su
nombre Emmanuel que significa “Dios con
nosotros”. Otros nombres para él son: Admirable,
consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de Paz. Isa. 7:
14; 9: 6.
Aun
más dice Isaías:
“Dios
mismo vendrá y os salvará”. “Entonces los ojos de los ciegos serán
abiertos y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como
un ciervo y cantará la lengua del mudo”.
Isa. 33: 22; 35: 4-6.
De
Juan el Bautista se dice:
“Voz
que clama en él desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la
soledad a nuestro Dios. Todo valle sea alzado y bájese todo monte y collado; y
lo torcido lo enderece y lo áspero se allane. Y se manifestará la gloria de
Jehová. Y toda carne lo verá; porque la boca de Jehová ha hablado”.
Isa.
40: 3-4.
Malaquías
dice:
“He
aquí yo envió mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí”.
Pero
cuando Jesús cita este pasaje, él dice:
“He
aquí, yo envió mi mensajero delante de tu faz”.
Mat. 11: 10
El
Apóstol Pablo dijo:
“Él
es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación, porque en
él fueron creadas todas las cosas. Todo fue creado por medio de él y para el y
él es antes de todas las cosas en le subsisten; y el es la cabeza del cuerpo
que es la Iglesia”. Col. 1: 15-18.
“En
los postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de
todo, y por quien así mismo hizo el Universo, el cual siendo el resplandor de
su gloria, y la Imagen misma de su sustancia, habiendo efectuado la purificación
de nuestros pecados por medio de si mismo, se sentó a la diestra de su Majestad
en las alturas”. Heb. 1: 2-3.
“El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser
igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino se despojó así mismo, tomando
forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de
hombre, se humilló así mismo, haciéndose
obediente hasta la muerte, y muerte de
cruz.
Por
lo cual Dios lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo
nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están
en los cielos y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que
Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”. Fil. 2: 6-11.
Jesucristo
es Dios manifestado en carne. 1 Tim. 3: 16. (Vea Hech. 4. 11-12).
También
es el maestro por excelencia. Mat.
23: 8-10.
Es
el siervo de Jehová también, por su obediencia. Isa. 52. 13; 53. 12. (Vea Salmos
22. 1-22).
Ahora
es el único mediador entre Dios y los hombres. 1Tim. 2: 5.
Él
ha recibido toda potestad en los
cielos y la tierra. Mat. 28: 18.
Cuando
ascendió a los cielos entró al santuario celestial para interceder por
nosotros como Sumo Sacerdote, haciendo innecesaria la existencia de otros
sacerdotes que ofrezcan sacrificios o Templos donde los realicen. Heb. 4: 14;
5: 9.
En
Apocalipsis se presenta como el
cordero inmolado pero que está vivo. Apoc.
5: 5-10.
También
Juan el bautista lo presentó al principio como el cordero que se lleva el pecado del mundo y además él es quién bautiza con el Espíritu
Santo. Jn. 1: 29-34
El
Señor Jesús tiene que volver, como lo ha prometido (Jn. 14. 1-3) para
completar nuestra salvación, vale decir, para la redención de nuestros
cuerpos; y luego descenderá sobre el monte de los Olivos y reinará desde
Jerusalén sobre todas las naciones que someterá con su poder durante mil años,
luego entregará el reino a Dios, inmediatamente después del juicio en el trono
de blanco. Zac. 1: 13-9;
Apoc. 19: 11; 20: 15
Mas
detalles sobre la venida del Señor para reunirnos con él, encontramos en 1Tes.
4: 15-17:
“Los
muertos en Cristo resucitarán primero, luego nosotros, los que hallamos
quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes
para recibir al Señor en el aire y así estaremos siempre con el Señor”.
Aquí
presentamos una lista de cosas que Jesús dijo de sí mismo:
1.
Yo soy (el Cristo) Jn. 4: 24-26
Escudriñad las escrituras, ellas dan testimonio de mí. Jn. 5: 39
2.
Yo soy el pan de vida. Jn. 6: 35,41,51 el pan vivo que descendió
del cielo
3.
Yo soy, no temáis. Jn. 6: 20.
4.
Yo soy la luz del mundo. Jn. 8: 12. El que me sigue no andará en
tinieblas
5.
Yo soy el que doy testimonio de mí mismo. Jn. 8: 18
6.
Yo soy el de arriba. Jn. 8: 23.
7.
Si no creéis que Yo soy
en vuestros pecados moriréis. Jn. 8: 24.
8.
Antes que Abraham fuese Yo soy. Jn. 8: 58.
9.
¿Crees tú en el hijo de Dios? El que habla contigo, él es. Jn. 9:
35-38
10.
Yo soy la puerta de las ovejas el que por mí entrare será salvo. Jn.
10: 7-9.
11.
Yo soy el buen pastor, el buen pastor da su vida por las ovejas. Jn.
10: 11
12.
Yo y el Padre uno somos. Jn. 10: 30-38.
13.
Yo soy la resurrección y la
vida, el que cree en mi aunque este muerto vivirá. Jn. 11: 25.
14.
Yo soy el camino y la verdad
y la vida nadie viene al Padre sino es por mí. Jn. 14: 6.
15.
Yo soy en el Padre y el
Padre en mi, el que me ha visto a mí ha visto al Padre. Jn. 14: 1-11.
16.
Yo soy la vid verdadera, mi
Padre el labrador, vosotros los pámpanos.
Jn. 15: 1-6.
17.
Salí del Padre y he venido
al mundo; otra vez dejo al mundo y voy al Padre. Jn. 16: 28
18.
Yo soy (Jesús Nazareno) Jn.
18: 5.
19.
Mirad mis manos y mis pies
que yo mismo soy; palpad y ved; porque un espíritu no tiene carne
ni huesos, como veis que yo tengo. Luc. 24: 39.
20.
Pon aquí tu dedo y mira mis
manos; y acerca tú mano y métela en mi costado y no seas incrédulo sino
creyente. Tomás le respondió y le dijo: ¡Señor
mío y Dios mío! Jn. 20: 27-28