Le llamaron apátrida, le obligaron a medir el valor del deseo. Le pusieron límites a su mirada y sin preguntas ni argumentos desnudaron su piel y su alma.
Le arrancaron sin piedad la inocencia, gravó con lamentos la triste historia trastocada y su voz quebrada, sin aliento engendraron sin premisas y el horror y el desconcierto.
Ya estaba quieto el paisaje atronador de imposibles sufrimientos.
Ya la luna menguaba su blancor imperfecto.
Fronteras asimétricas palpaban la inmensidad de su exacta piel desnuda.
Y una noche de llanto y vergüenza la muerte puso alas a sus pensamientos
Yo soy quien elige -gritó- y sus párpados su cerraron.
Un silencio anodino anunciaba el tiempo de la despedida. Murmullos oscuros dibujaron su memoria y la muerte le saludó desnuda y sin mentiras: solo quedaron sus retos.
Y desde el cielo grita una voz; yo no soy apátrida, solo soy un viajero.
(A todos los que han colaborado sin distinciones con sus ayudas, ¡Grácias!)
"Los Dioses no matan a gente y menos a los inocentes"
Autor: Susana Gómez ®