La actualidad: las geishas en la sociedad contemporánea
La vida es frenética en los hanamachi cuando cae la noche. Esta maiko, corre de un banquete a otro, a pesar del peso del quimono y el obi. La primera diferencia que salta a la vista es el papel de la mujer en Japón. A pesar de que el feminismo también ha llegado al país del Sol Naciente, hoy en día sigue habiendo unas diferencias muy grandes entre hombres y mujeres, y se educa a los niños y niñas por separado. Por causa de la presión social y laboral, los jóvenes japoneses disponen de muy poco tiempo libre para poder relacionarse con el sexo opuesto, e incluso después del matrimonio es bastante poco usual encontrar parejas que tengan su vida social en común. Precisamente por esta particularidad de la cultura japonesa las geishas tuvieron su razón de ser, porque los hombres consideraban inapropiado e inimaginable poder divertirse con su mujer, necesitando entonces de las geishas para esto. A pesar de que los jóvenes buscan y aceptan una vida de igual por igual cada vez más, todavía es muy común la imagen de la mujer japonesa como la responsable de tener los hijos, de educarlos, así como de gestionar el dinero que entra en casa, que normalmente gana el hombre. Una geisha, por el contrario, es la antítesis de una esposa y cubre todo lo que ésta no llega a cubrir, es decir, es ingeniosa, sexy, inteligente, conoce las artes tradicionales, y hace compañía a los hombres cuando estos salen a divertirse por las noches. Curiosamente, las geishas son el grupo femenino más emancipado de todo Japón. Es cierto que su trabajo les obliga a satisfacer siempre a sus clientes hombres, de una forma intelectual, artística y por supuesto, agradable para la vista, pero detrás de todo esto, las geishas son de las pocas mujeres económicamente independientes que hay en Japón, y de las pocas que pueden reclamar posiciones de autoridad e influencia, lejos de las paredes del hogar. Para casi todos los occidentales las geishas parecen esclavas de los hombres, pero su adulación constante del ego masculino no se aplica en su vida privada. En los distritos de geishas mandan las mujeres y dominan a los hombres en todo lo relacionado con el empleo y la autoridad socialmente reconocida. Para los chicos, el estigma social de ser el hijo de una geisha es mucho más importante y negativo de lo que lo es para las chicas, puesto que éstas pueden encajar perfectamente en la estructura matriarcal imperante en estos distritos. A lo largo de la historia la línea que separaba a una geisha de una prostituta ha sido muy fina y a veces algo transparente, aunque veremos este tema con más detalle en futuros artículos. Por ello, es hasta cierto punto comprensible que los occidentales se confundan a este respecto, y más si se tiene en cuenta la relación de muchas geishas antiguas con un patrón. Aunque hoy en día las geishas más afortunadas siguen disfrutando de los favores de un patrón, esto nunca ha significado que estas mujeres hayan sido prostitutas, ni en el pasado ni en la actualidad. El patrón, llamado danna en japonés, suele ser un hombre de muchos y variados recursos y de gran influencia, que se ocupa de la mayor parte de las deudas y pagos de la geisha; es alguien realmente importante para ella, porque es su camino más seguro hacia el éxito y hacia su permanencia dentro del mundo de la flor y el sauce. Podríamos considerarlos como los mecenas de esta profesión. A principios del siglo pasado, cuando las chicas a menudo eran vendidas a las casas de geishas, un danna era la única manera de escapar de esa esclavitud, porque les permitía saldar la deuda que habían contraído, voluntaria o involuntariamente, con la casa de geishas en la que vivían. Pero incluso aunque la situación hoy en día ha cambiado, y las deudas iniciales de una geisha no son tan grandes, estas mujeres se siguen distinguiendo, principalmente, por el número de quimonos que poseen, ya que por un lado necesitan muchos para poder ir en consonancia con los cambios estacionales, y además les encanta el coleccionismo de estas prendas. Los precios para los tipos de quimono que visten las geishas, normalmente de seda y con diseños pintados a mano sobre ellos, entre otras características, son prohibitivos y no están al alcance de cualquiera, y aunque las geishas ganan una buena cantidad de dinero, la gran mayoría se gasta en una gran cantidad de pequeños detalles, como las deudas contraídas en concepto de manutención y alojamiento con la casa en la que vivían, el pago de las lecciones de por vida en artes tradiciones, las constantes visitas al peluquero o al artesano que se encarga de hacer y cuidar las pelucas, cantidades ingentes de maquillaje, las tarifas para registrarse como geisha, etc. Pero no todas las geishas, ni siquiera en el pasado, encontraban a un patrón, y en la actualidad la proporción de geishas con patrón es incluso menor. No en vano, hoy en día uno de los motivos por el que las geishas dejan el trabajo a edades cada vez más jóvenes lo encontramos en la dificultad para encontrar un patrón apropiado que pueda acarrear con todos los gastos que tienen. Y es que muchos de los empresarios que en el pasado utilizaban su propio dinero, cuando las empresas eran suyas, para pagar quimonos, clases y cualquier otro tipo de gasto de las geishas, hoy suelen ser miembros de los consejos de dirección de empresas multinacionales en las que el dinero no les pertenece, sino que está en manos de los accionistas, y por el que deben rendir cuentas, motivo por el cual cada día hay menos hombres con los recursos necesarios y las ganas para ser los patrones de una geisha, y sin esta inyección monetaria estas mujeres no pueden seguir manteniendo su ritmo de vida, por lo que muchas lo dejan antes de incurrir en deudas imposibles.
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