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Las Tecnologías de la Informacion y la Comunicación |
El segundo factor de incidencia que ha sacudido en sus cimientos
los fundamentos de la Universidad tradicional es el
advenimiento de las Tecnologías de la Información y la Comunicación
(TIC), al permitir que millones de personas puedan tener un acceso
rápido a inmensas fuentes de información procedentes de todo el
planeta. Tan es así que prácticamente todos los gobiernos del
mundo han hecho de la integración en la SI una de sus políticas
prioritarias y todas las organizaciones internacionales y todas las
instituciones públicas sin excepción respaldan esa decisión de
movilización general.
En octubre de 1998 la UNESCO organizó en París la Conferencia
Mundial Sobre La Educación Superior. Ese evento produjo el documento
Declaración Mundial sobre la Educación Superior para el Siglo
XXI que en su artículo 11 dice: “Hay que utilizar
plenamente el potencial de las nuevas tecnologías de la información
y la comunicación para la renovación de la educación superior,
mediante la ampliación y diversificación de la transmisión del
saber, y poniendo los conocimientos y la información a disposición
de un público más amplio. Ha de conseguirse el acceso equitativo a
éstas mediante la cooperación internacional y el apoyo a los países
que no disponen de la capacidad de adquirir dichos instrumentos. La
adaptación de estas tecnologías a las necesidades nacionales,
regionales y locales y el suministro de sistemas técnicos,
educativos, de gestión e institucionales para mantenerlas ha de
constituir una prioridad.”
Por su parte, el Consejo de la Unión Europa dicta, entre otras
muchas medidas, una resolución de 13 de julio de 2001 con la
finalidad de animar a los Estados miembros y a la Comisión a
emprender iniciativas destinadas a facilitar la integración de las
TIC en el ámbito de la educación y la formación debido a que
considera que la mejora de las competencias básicas, en especial en
materia de tecnologías digitales y de la información, es una
prioridad máxima de la Unión. La Resolución invita especialmente a
los Estados miembros a que:
- aceleren la incorporación de las TIC y la revisión de los
programas de enseñanza superior;
- aprovechen las oportunidades que ofrecen las TIC para
facilitar el acceso a recursos culturales públicos como
bibliotecas, museos y archivos;
- fomenten la dimensión europea del desarrollo conjunto de
programas de estudio de formación superior.
- Intensifique la investigación, experimentación y evaluación de
los aspectos pedagógicos de las TIC;
- apoye el desarrollo de recursos, plataformas y servicios
pedagógicos multilingües en Europa.
La rapidez de los cambios y la presión social e institucional
resultan ciertamente agobiantes y nuestra incorporación podrá ser
más o menos lenta, pero resulta evidente que no hay otro camino que
el de la SI.
Por otra parte, ya no es posible ignorar la existencia de las
nuevas fórmulas de creación, difusión, exploración de la información
que son Internet, los buscadores, las bases de datos, los
multimedios, etc., supuesto que son unánimemente reconocidos como
unos procedimientos muy potentes para el tratamiento del
conocimiento. No obstante, hay que decir a propósito de las TIC, que
se encuentran muy mitificadas por el discurso de vulgarización,
hasta el punto de que muchos le atribuyen poderes mágicos, creyendo
que encierran el secreto de la solución para casi todos los
problemas que plantean, sin ir más lejos, la gestión de la docencia
o de la investigación.
Conviene dejar muy claro que las TIC no manipulan ni interpretan
la información, ni siquiera manipulan los datos. Al contrario de los
humanos, (que según la famosa definición de La Rochefoucault siempre
se quejan de su falta de memoria pero no de su falta de
inteligencia), las máquinas poseen una gran memoria, pero una
inteligencia 0. Para ser rigurosos, hay que partir del hecho de que
las máquinas no piensan. Quien le transfiere su poder de generar y
vehicular el conocimiento es aquél que las maneja. Esto significa
que el valor o la pertinencia de la máquina no reside, como muchas
veces se cree, en su propia inteligencia o potencia,
sino en su adecuación para satisfacer los deseos de los
únicos creadores y gestores del conocimiento que existen: los
humanos.
Existe ciertamente en el mercado una gran gama de productos, más o
menos especializados o generalistas, que pretenden convertirse en
asistentes o ayudantes para la gestión del conocimiento, pero el más
importante de todos es, qué duda cabe, Internet ya que se considera
que es utilizado por el 90% de los usuarios de las TIC. En
términos estadístico, los primeros utilizadores de Internet
son los bancos, seguidos de los gobiernos, del mundo de la salud y
de las empresas de seguros. Detrás viene el mundo académico que es
considerado, a los efectos de esta clasificación, un sector en alza
[1].
Por su novedad y complejidad, las TIC son también una fuente de
importantes problemas. El primero es naturalmente el creado por la
magnitud de la información que circula por ellas. Encontrar,
interpretar y archivar la información son las dificultades
cotidianas a las que debe enfrentarse el usuario de Internet. En la
red, se supone que la información debería aparecer lo
suficientemente estructurada para ser interpretada. Sin embargo, la
mayor parte del contenido es de un nivel intelectual y ético
deplorable.
Los problemas son múltiples y numerosas las iniciativas
institucionales para hacerles frente, y no es aquí lugar ni ocasión
para abordar estos temas en profundidad. Pero si el de insistir en
una constatación evidente: en estos momentos, tanto a efectos de
docencia como de investigación, estamos en condiciones de acceder a
una cantidad ingente de información y de crearla en el formato que
mejor se adapte a nuestras maneras particulares de lectura y
expresión, por vía oral, por letra escrita, en el audio, en la
imagen en movimiento y en todas las combinaciones habidas y por
haber que de estos medios y de otros que se quieran inventar se
deriven.
Las TIC y la Universidad
Las llamadas nuevas tecnologías nos enfrentan irremediablemente a
la inminencia de los cambios que se están produciendo o que se
avecinan. Las vidas de los profesores e investigadores
contemporáneos están inevitablemente marcadas por los nuevos retos y
caminos que a diario nos ofrecen significados inéditos y
potencialidades renovadas para pensar, decir, imaginar, hacer y
crear.
Decía Elías Canetti [2]
que nada aterra más al hombre que ser tocado en el brazo por lo
desconocido. Las TIC han tocado nuestro brazo mientras nos
hallábamos enfrascados en la aplicación y el desarrollo metódico de
procedimientos bendecidos por tradiciones ancestrales. Ahora es
importante que nos encaremos a esa nueva realidad sin fetichismos ni
euforias irreflexivas, pero también sin intentar minimizar su
alcance, para no perder las oportunidades que nos ofrece algo que
resulta sustancial por las consecuencias que se derivan de su
presencia en la cotidianeidad de nuestros quehaceres académicos. La
SI no es ninguna ficción, ocurrencia o moda pasajera. Ahí están sus
herramientas y su vertiginoso potencial, y todo está orientado a
reconvertir el orden social partiendo de su presencia irreversible.
Si los individuos llegamos a padecer situaciones de exclusión, será
por voluntad deliberada, o porque la revolución tecnológica ha sido
y está siendo tan veloz, que dificulta gravemente los procesos de
adaptación social.
Las máquinas no nos han invadido. Son un importante
complemento al servicio de nuestro esfuerzo y talento, pero no están
para sustituir nuestra voluntad. Las técnicas, siempre fueron obras
controladas por los humanos y también una herencia de la experiencia
y desvelos de nuestros antepasados. El símbolo más emblemático de la
nueva era, Internet, es una herramienta inestimable para fomentar el
conocimiento en nuestros alumnos. Cubre necesidades de información
que no podrían ser atendidas de ningún otro modo y eso es algo que
no podemos desaprovechar.
Usar las TIC para impulsar la enseñanza en línea, de
modo exclusivo o bien como complemento de la enseñanza presencial,
es el servicio más demandado por la sociedad y con mayor
justificación económica, pues tiene el atractivo de permitir
aprovechar mejor las oportunidades que irán apareciendo.
Otra responsabilidad de la Universidad es fomentar la
conciencia social aportando información, dando recomendaciones,
señalando recursos y, en resumen, generando los estados de
intercambio opiniones típicos de los entornos universitarios.
[1] Jean Guy Meunier, Québec
[2] Masa y poder, Alianza Editorial,
1999
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