Vision eterna... | |||||||
Felices
aquellos que tuvieron el privilegio de extasiarse ante su admirable rostro;
felices aquellos que bajo un cielo diafano, radiante bajo la luminosidad del
disco solar quedaron embelesados, suspendido el animo ante esa fantastica aparicion
de aquella pareja real, soberana sobre el imperio mas grande sobre aquel aun
primitivo planeta; felices aquellos que regocijados sintieronse participes y
creadores de aquel amanecer de lo que prometia ser una nueva era, una nueva
humanidad: el nacimiento de un nuevo dios, un unico dios; protector y comprensivo,
abarcador de pueblos, sin entender de razas y nacionalidades.
A menudo, Akhenaton y Nefertiti pasean por las calles de la ciudad sobre un esplendido carro que brilla como un sol. Una numerosa multitud grita: "¡Vida! ¡Prosperidad! ¡Salud!" mientras el rey con una mano lleva la brida de sus magnificos caballos y con la otra abraza a su esposa; perfecta imagen del amor conyugal, la pareja real evoca la felicidad de una sociedad que festeja su alegria de vivir. Con arrebato, los habitantes de Amarna contemplan esa imagen ideal, que es tambien su razon de esperar ¿Como no sucumbir ante su admirable rostro, cuya fineza se une a la serenidad?, pues asi es -y aparece- Nefertiti: enigmatica y seductora. La imaginamos en algun pabellon de su palacio, en su jardin a la sombra de un sicomoro mimando a sus hijas mientras pacificamente los anades se deslizan por los estanques, envuelta en transparentes tunicas mientras exquisitas joyas realzan su belleza... no eran excepcionales estas escenas intimas, era frecuente que dignatarios y visitantes fueran testigos de ver al todopoderoso, temido rey, jugando inocentemente con sus pequeñas; a menudo las sube amorosamente a sus rodillas y las llena de mimos y cariño y estas escenas son las que han sido inmortalizadas por los artesanos que -por vez primera en la historia- estan autorizados a representar en sus obras estas escenas de la vida familiar, casi siempre excluidas del arte oficial. Hasta entonces y para el pueblo, las representaciones eran proporcionalmente a sus colosales dimensiones, severas y solemnes. Tampoco
es raro que desde el palco de su palacio, Akhenaton y Nefertiti se asomen
-juntos y en un pie de igualdad- saludando a su feliz pueblo:
Felices los mortales que los vieron llegar esplendentes en su triunfal carro de electrum, con sus trajes de gala, listos a tributar sus pacificas oraciones y tributos a aquel dios unico, todopoderoso y omnipresente en su altar inundado con la luz solar, rodeados de su corte y los fieles, acaso sean estas brillantes, inolvidables escenas las que sus ojos guardaron celosamente hasta el dia en que su fugaz paso por el tiempo de la Tierra dio paso a las nuevas generaciones de otras edades. Pero
¡Ay! aquella utopia, aquel sueño de pueblos unidos por la
paz y felicidad no duraria demasiado en esta feroz humanidad: "Akhenaton",
el "Horizonte de Aton", hermosa ciudad "grande por su encanto,
agradable a los ojos por su belleza" como dijera un contemporaneo
gozaria apenas de quince años de bullicio y ajetreo, sus flamantes
santuarios, casas, comercios, parques y avenidas no sobrevivirian a sus
creadores y la ciudad "hereje" seria arrasada en sus cimientos,
maldecida y olvidada por la "restauracion" de los antiguos funcionarios,
sacerdotes y dioses. No
se abandona a Nefertiti sin una viva emocion. Clara
de rostro, |
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