Judas
no fue tan «judas» Como en toda tragedia, también en la Pasión hay buenos y malos. En torno a Jesús de Nazaret figuran toda una serie de actores secundarios que, a pesar de los pesares, están con él hasta el final, como su madre, María, o Juan, el discípulo amado. Pero no hay buena película sin los malos. Son los malditos de la Pasión, encabezados por Judas, el amigo íntimo que lo entrega, supuestamente, por 30 monedas de plata. Y casi todos ellos tienen un final trágico. |
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Las
pinturas renacentistas lo muestran, tendenciosamente, con cara de judío
taimado: ojos pequeños, pelo renegrido, nariz torva y barba afilada. Una
tradición le hace ser pelirrojo, motivo por el que las personas con este
color de pelo fueron miradas con suspicacia durante siglos. Su nombre
es sinónimo de insulto: «¡Eres un Judas!» Pero... «las 30 monedas no existieron
y Judas no fue tan malo como lo pinta la tradición posterior», explica
el prestigioso biblista jesuita José Ramón Scheifler. De hecho, hace años
que la Iglesia revisa la personalidad de Judas y las razones que le llevaron
a la traición. «Judas es uno más entre los 12. Quizás sólo se distinguiese
por ser el único de Judea y celota, también Pedro era celota. Tanto uno
como el otro son idealistas e impetuosos. Pedro, más impulsivo; Judas,
más introvertido.Pedro se desahoga. Judas deja que su rabia se encone»,
añade el padre Scheifler. |
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Los
Evangelios apenas hablan de Judas, salvo para tacharle de traidor y recordar
que era el encargado de la bolsa de la comunidad de Jesús. Un signo de
confianza por parte del Maestro. Y de preparación para el cargo por parte
del tesorero. Y es que Judas era el más instruido del grupo. Los demás
apóstoles -salvo Mateo, recaudador de impuestos- eran pescadores y campesinos. Por eso, su entrega no es un acto de perversidad total, sino algo así como el asesinato de Yoyes a manos del mesianismo radical de los celotas», explica el catedrático de Lengua y Literatura del cristianismo primitivo de la Universidad Complutense Antonio Piñero. Más allá va el biblista Niels Runeberg. «Sin su acción Jesús no hubiese cumplido la voluntad del Padre. La traición de Judas fue un hecho prefijado que tiene su lugar misterioso en la economía de la redención». Y añade: «Si el cristianismo es una religión basada en el sacrificio, Judas fue el que llevó esta lógica hasta rebajarse a delator (el peor delito que la infamia soporta) y ser huésped del fuego que no se apaga». |
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UNA
ESPECIE DE ESPIA Son muchas las hipótesis que circulan, tanto sobre la persona de Judas como sobre las razones que le llevaron a entregar a su Maestro. Unos dicen que era un agente del Templo, una especie de espía que seguía a Jesús desde que éste comenzó a darse a conocer. Un infiltrado que se ganó la confianza del jefe. Hipótesis atractiva, pero sin confirmar, y que, además, no explica por qué se ahorca, después de cumplir su misión y recibir de sus jefes, además de una prima, la correspondiente felicitación. Otros exegetas aseguran que Judas obró por avaricia. Treinta siclos de plata no eran una suma pequeña. Equivalía a 120 denarios, el precio normal de un esclavo. De todas formas, representaba tan sólo cuatro meses de salario de un trabajador agrícola. Una prima que no justifica, pues, la traición a un personaje de la importancia de Jesús. Además, si Judas metía la mano en la bolsa, como sugiere el Evangelio de Juan, que llega a tildarle de ladrón, sin duda habría tenido ocasión de lucrarse mucho más con ella. Otra hipótesis que ha tenido mucho más crédito es la que se basa en el nombre que el Evangelio da a este personaje: «Judas Iscariote».Iscariote equivaldría, según esta interpretación, a sicario.Los romanos llamaban sicarios a bandidos y rebeldes, entre los que no hacían distinciones. Así, Judas, el rebelde, el independentista, se siente defraudado por Jesús al que esperaba ver encabezar una insurrección liberadora, y quiere inducirle a la acción, obligarle a pasar el Rubicón. Como sostiene el biblista Xavier Léon Dufour, «Judas pudo pensar, como los otros discípulos, que el Reino iba a establecerse por un acontecimiento fulminante. Con una lógica radical, en vista de que Jesús se obstina en abstenerse de toda intervención espectacular, Judas pasa a la acción, a fin de acelerar los acontecimientos.Al entregar a su Maestro a las autoridades del Templo, ¿no lo introducía en la fortaleza de sus adversarios, cual Sansón en el templo de los filisteos? Y Yavé, con su poder, daría un golpe de efecto para liberar e imponer su Mesías. Pero la estratagema fracasa: no se produce nada de eso y Jesús es condenado a muerte». Otra teoría exegética le convierte en chivo expiatorio de los doce. Según el biblista Danillo Nunes, «Judas era el brazo derecho de Jesús, aunque representara una tendencia nacionalista. Las diferencias se fueron agudizando conforme el Nazareno le imprimía un contenido celestial a su ministerio, mientras que Judas abogaba por la acción directa». Pero, a juicio de este autor, el traidor no es Judas sino los demás discípulos. La deslealtad comienza durante su agonía en el huerto de Getsemaní, cuando no son capaces de mantener la vigilancia (Mt 26, 40-41) y se acentúa con las negaciones de Pedro (Mt. 26, 34-35). De hecho, todos los discípulos huyen cuando Jesús es aprehendido.Sólo las mujeres de la secta, las Marías, asisten a la crucifixión.«Es perdonable que los apóstoles quisieran salvar sus vidas, pero hay que reconocer que su actitud no fue un parangón de fidelidad», dice Nunes. De ahí que, para salvarse todos, eligiesen a Judas como chivo expiatorio de su traición colectiva. En cambio, el biblista Daniel Rops se pregunta: «¿No sería el amor el verdadero móvil, no un amor radiante y desinteresado como el de Pedro y los otros 10, sino una pasión absorbente que genera celos y arrastra a las peores aberraciones, un amor que raya en el odio, que bruscamente puede convertirse en odio y que, una vez cometido lo irremediable, se recupera con dolor y desesperación?».
El caso es que Judas traiciona a Jesús y éste, en vez de proclamar su poder con gloria y majestad, como él mismo se lo había visto hacer en otras circunstancias, se entrega. Entonces Judas se derrumba. Es el primero en comprender que «el Reino no es de este mundo». Al saber que ha entregado sangre inocente inútilmente, echa a correr hasta las afueras de Jerusalén. Llega jadeando al huerto de Getsemaní, donde unas horas antes le había entregado con un beso. Agarrado a un olivo, nadie oye su llanto desconsolado, ni nadie está con él cuando se arranca de la cintura la cuerda con que se ceñía la túnica, trepa al olivo, la amarra en una de sus ramas retorcidas y, haciendo un nudo, se lo pasa por el cuello. «Dios mío, si eres Padre, como decía Jesús, tú sabrás perdonarme». No dijo más. Saltó y se ahorcó. El suicidio de Judas es el único que se relata en el Nuevo Testamento y prácticamente en toda la Biblia. Vergüenza ante sus compañeros, dolor por Jesús, rabia contra sí, desesperación ante Dios...Un suicidio que tiene mucho de deseo de expiación y de huida.Por todo ello, inspira comprensión y respeto. De traidor a héroe necesario. Los musulmanes creen que Jesús subió al cielo y Judas tomó su lugar en la cruz. Mientras el libro de los Hechos dice que «se despeñó, reventó por medio y se esparcieron sus entrañas», una antigua tradición cristiana asegura que, Jesucristo bajó a la tierra, le dio un beso y lo acompañó hasta las puertas del cielo. Por Jose Manuel Vidal, El Mundo de España |
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