|
|
|
|
Apetito
por la sangre
Cuando la corona de espinas es colocada en su cabeza y la cruz cargada
sobre sus hombros, ya está completamente irreconocible, una masa
de carne sanguinolenta y despellejada, que apenas puede pararse, gimiendo
y aullando de dolor.
La respuesta deseada de la audiencia ante este espectáculo no es
de repulsión sino algo que tiene que ver con el temor y el pavor
manifestado por María (Maia Morgenstern), María Magdalena
(Monica Bellucci) y unos pocos romanos y gente de Jerusalén sensibles
cuando se obligaron a mirar. |
|
|
|
|
|
Si
uno lo piensa, el disgusto y el temor no están tan lejos entre
sí, y en la visión de Gibson uno es el camino hacia el otro.
Al frotar nuestras caras ante la horripilante realidad de la muerte de
Jesús y al fijar nuestros ojos en cada golpe y cada herida de su
cuerpo, este film desea convertir en literal un hecho que los Evangelios
a menudo tratan con circunspección y que se tiende a presentar
como algo más bien abstracto. Miren, parece insistir la película,
cuando decimos que murió por nuestros pecados, esto es lo que queremos
significar.
Un espectador, particularmente el que acepta el sentido religioso de la
historia, queda así atrapado en una paradoja sadomasoquista al
igual que los discípulos de Cristo, para los que Jesús,
en un "flashback" que aparece hacia el final, promete sacrificar
su vida. La respuesta humana normal es desear que esa carnicería
finalice, un impulso que parece faltar en los soldados romanos y en los
santurrones fariseos. Pero sin su insondable crueldad, la historia no
llegaría a su necesario final. Detener la ejecución frustraría
los planes divinos e impediría el don de la redención.
De cualquier manera, éste es el comentario de una película,
no un sermón dominical. La paradoja de desear que algo horrible
termine aún cuando se quiera que continúe, tiene mucho que
ver tanto con la película como con la teología.
Y Gibson, ya sea inocentemente o por ingenio, ha explotado el apetito
popular por el terror y la sangre, por lo que tanto él como sus
partidarios ven como un gran final. |
|
|
|
|
|
Los
medios, sin embargo, no son diferentes de los usados por virtuosos del cine
de impacto como Quentin Tarantino y Gaspar Noé, que sometió a
Bellucci a una cruel indignidad en "Irreversible". Gibson es un productor
más imperturbable y formalmente menos atrevido, pero no desconoce la
violencia.
.
Desde el primer momento que comenzó a hablar públicamente de su
proyecto, Gibson enfatizó su deseo de realizar su "Pasión"
lo más realista posible. Con ese fin, el diálogo es en arameo
y en un dialecto latino cuyo efecto se ve afectado por la terrible dicción
que malogra a tantos films bíblicos. La ausencia de estrellas de cine
conocidas (con la excepción de Bellucci) también agrega un elemento
de verosimilitud. Pero el estilo y el tono de "La Pasión" están
lejos de lo que comúnmente significa realismo. |
|
|
|