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Las
claves del éxito
¿Por
qué algo funciona bien en un país que no funciona?
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No hay misterio. Arte BA cumple once años desde su debut en el
Centro Cultural Recoleta, durante la gestión de Carlos Grosso y
Diana Saiegh, y en este tiempo de tanto desaliento no ha hecho otra cosa
que levantar la puntería. Sumar, no restar. Elegir la calidad antes
que el negocio. Aunque la feria sea esencialmente una cuestión
comercial -el objetivo es que las galerías vendan para que los
artistas vivan de su trabajo-, los integrantes del comité ejecutivo
de la Fundación Arte BA no cobran sueldo.
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Son profesionales exitosos en distintas áreas, unidos por una franca
vocación "hacedora". Esa fórmula hizo posible
que la feria creciera sin ser apabullada por la burocracia; que ganara
dinero para autofinanciarse, y, lo más importante, que se convirtiera
en un ámbito creíble, capaz de legitimar las nuevas tendencias
y consolidar las firmas ya cotizadas del arte argentino.
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Si bien todavía se puede pasar el cedazo en algunos stands, la
edición 2002, abierta hasta el domingo en el Pabellón B
de la Rural, cumplió con el optimista pronóstico de concretar
"la mejor feria en el peor momento".
Artistas como Daniel Santoro, inspirado en la iconografía de Eva
Perón, llevan vendidas más de quince obras a coleccionistas
argentinos y extranjeros, y a personas que por primera vez compran un
cuadro.
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Muchos de los coleccionistas que comenzaron a invertir en arte en los
años noventa compraron su primera obra en la feria, y hoy, con
la mirada exigente de la experiencia, siguen haciéndolo.
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En su tercera edición, la Bienal del Grabado auspiciada por el
Fondo Nacional de las Artes da pie para entender el desarrollo de esta
disciplina en nuestro país y su vasto prestigio internacional,
que alcanza a públicos con tradición gráfica, como
el alemán, por ejemplo.

¿Es acaso el arte una válvula de escape en una situación
tan compleja que muchos ni siquiera ven una salida?
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Ayer, de manera informal, Jacobo Fiterman, presidente de la Fundación
Arte BA, confirmó el optimismo inicial, tanto de ventas como de
público. Porque la feria es también un paseo "didáctico",
una oportunidad para entrenar el ojo, aprender, comparar, descubrir tendencias
emergentes y disfrutar de obras de calidad, que tienen nivel para un museo.
Como el Quinquela monumental, que fue un regalo de Marcelo T. de Alvear
al príncipe de Gales, en ocasión de su visita a Buenos Aires,
cuando Eduardo de Windsor -el hombre que no fue rey por el amor de una
mujer- se alojó en el Palacio Ortiz Basualdo, hoy sede de la embajada
de Francia.
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Las vueltas de la vida quisieron que el cuadro volviera a la Argentina,
aunque su dueño promete en público que jamás lo venderá.
Se exhiben también tres joyas del arte argentino, obras que difícilmente
el espectador vuelva a encontrar colgadas en el mismo lugar. Dos proceden
de la mayor colección privada de nuestro país y una es parte
del patrimonio de Buenos Aires. Ese encuentro efímero de Berni,
Spilimbergo y Guttero bien merece una visita al pabellón palermitano.
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Arte Ba va por más. La Feria de Galerías de Buenos Aires
tiene planes de expansión y es inminente el anuncio de nuevas autoridades.
En el Comité Ejecutivo se sentará el empresario Andrés
von Buch, filántropo y coleccionista, que ha puesto siempre el
mayor empeño por elevar el estándar de las actividades que
emprende, según lo demostró cuando participó en la
organización de los seminarios de IDEA.
Por
Alicia Arteaga, 18 de julio de 2002
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La
edición 2002 cumplió con el optimista pronóstico
de concretar "la mejor feria en el peor momento".
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