Arte y política en los 60, que se exhibe en el Palais de Glace, recupera para la memoria de todos un tiempo ominoso y rinde homenaje a los artistas propiciadores de un tiempo nuevo

Tal vez era cuestión de tiempo, o de aguzar la mirada.
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Reunidas por primera vez por el curador Alberto Giudici, bajo la convocatoria de Arte y política en los 60, las obras que se exhiben en el Palais de Glace desde el viernes son la lectura implacable de una década que pasó de la ilusión al desencanto y terminó de la peor manera.
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Nunca como en esos años resultó tan evidente el compromiso del arte con la realidad.
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Hasta tal punto fue así que la culminación de una serie de reflexiones, a partir del Primer Encuentro Nacional del Arte de Vanguardia realizado en agosto de 1968, fue la decisión de los artistas de pasar a la acción, lo que sucedió poco después con Tucumán arde. ¿ Performance, arte efímero, cruzada política?
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El curador Giudici define aquella acción como "la guerrilla del arte". Los niños mimados, protagonistas de "la manzana loca" del Di Tella, catapultados por Romero Brest y la crítica internacional a la cima del talento joven, se lanzaron a los ingenios tucumanos dispuestos a barrer con la información difundida por el Operativo Tucumán, al que consideraban "una estafa propagandística", en torno de la supuesta prosperidad de la provincia. Conscientes de su influencia, los artistas la ejercieron.

El jueves por la tarde, tras las palabras inaugurales de Aníbal Jozami, presidente de la Fundación Banco Ciudad, que patrocinó la muestra, el público atento recorrió las salas del Palais de Glace. Conmovido. Como si viera esas imágenes por primera vez.
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Las obras de Alberto Heredia, Berni, Distéfano, Noemí Scandell, León Ferrari, Ricardo Carpani, Diana Dowek, Castagnino, Roberto Jacoby, Seguí, Renzi, Grippo, Greco y la reflexión sobre la pintura de la Nueva Figuración (Noé, Macció, Deira, De la vega). La única licencia en los márgenes del período elegido es la exhibición de los dibujos de Alonso, la línea crispada ilustra la más cruel de las historias, entre el dolor y la muerte. Las obras proceden de colecciones particulares, de los propios artistas, de museos nacionales y de la Ciudad de Buenos Aires.
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Son piezas antológicas como la Figura acostada, Procedimiento II, de Juan Carlos Distéfano, y El Mudo, del mismo autor, que en la tersa superficie de la materia encierra el horror de la tortura.
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Los años sesenta están signados por acontecimientos políticos de repercusión mundial, que alteraron el frágil equilibrio establecido en un mundo polarizado por las ideologías: Vietnam, Cuba, el mayo francés o la revolución sin rostro.
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En el prólogo del catálogo de Arte y política en los 60 (300 páginas), Raúl Santana, director del Palais de Glace, escribe que en ese momento liminar, década bisagra del fin de la inocencia, confluyen por un lado las vanguardias impulsoras de nuevos lenguajes y, por el otro, el arte comprometido del Grupo Espartaco que hace de la denuncia individual un manifiesto público.
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La cronología marca como punto de arranque 1958,con el triunfo electoral de Frondizi, y cierra con la convocatoria a elecciones de 1973. Quince años con sólo dos gobiernos civiles que fueron derrocados. Plásticamente, el arranque es Villa piolín, obra decisiva de Antonio Berni, en la que el rosarino, sin abandonar los postulados informalistas (ver foto), pinta la villa, las casas de chapa, que será el paisaje de sus inmortales Ramona y Juanito Laguna.
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Entre las obras exhibidas en el Palais de Glace, hay dos piezas, ubicadas en una sala aparte que apelan a otro compromiso del espectador: Made in Argentina y Celda.
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Made in argentina fue presentada al Certamen de Artes Visuales de 1971. Cosa rara para ese momento de la vida nacional, la convocatoria no ponía límites ni condiciones. Como que estaba dirigido al arte de la última horneada, los organizadores descartaron la posibilidad de la "conexión política".
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Se equivocaron. De común acuerdo, participantes y jurados decidieron convertir el premio en una ocasión de denuncia de la represión política.
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El jurado integrado por Alejandro Puente, Yuyo Noé, Eduardo Rodríguez, Olvaldo Romberg y Gyula Kosice, votó -salvo Kósice- por otorgarle el Gran Premio de Honor a Made in Argentina. La obra de Hugo Colombres y Hugo Pereyra describía plásticamente la picana eléctrica, invento argentino.
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El Primer Premio le tocó a Celda, de Gabriela Bocchi y Jorge Santamaría. Ambos reconstruyeron fielmente la puerta de un calabozo con su mirilla de rejas. Detrás, hay un espejo donde el espectador ve reproducido su rostro. Cuenta Alberto Giudici que originalmente había una leyenda que decía "el próximo sos vos".
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Aquel premio terminó en escándalo. Finalmente, fue declarado desierto por decreto. Desde entonces, la celda quedó arrumbada en los sótanos de las salas nacionales. Desde el viernes, esa pieza, restaurada, se exhibe junto a las listas de presos por razones políticas, en 1971.
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Por Alicia de Arteaga, 22 de septiembre de 2002