TIPOS DE LIDERAZGO
Ricardo Jiménez Aguado
Preámbulo
Ante la pregunta ¿Cuantos tipos de liderazgos
hay?, la respuesta es muchos, muy variados y diversos, los hay
malos, exitosos y efectivos, fastos y nefastos. Inclusive los
hay para todo tipo de personas, gustos y necesidades. Hay
tantos tipos de liderazgos como tipos de líderes hay.
¿Por que entonces el interés en los tipos de
liderazgo? Precisamente, porque cuando hay tanto de donde
escoger, no siempre se elige adecuadamente.
Los Conceptos
Hablar de liderazgo es referirnos a un
concepto polémico, cuya práctica ha sido objeto de muchas
investigaciones sociales, que abarcan desde el perfil de los
líderes que han desarrollado y adaptado a lo largo de la
historia, hasta la identificación de los elementos o
circunstancias que los generan y mantienen al frente de los
grupos sociales.
En la sociedad moderna, que puede describirse
como deseosa de alguien que la conduzca, el líder de hoy, está
obligado a ser un constante agente de cambio. Por su parte,
las organizaciones demandan de una nueva generación de
directivos, capaces de retar los procesos, inspirar una visión
compartida, levantar los ánimos y canalizar positivamente la
inconformidad, así como de capacitar a otros para la acción.
El líder enfrenta el reto cotidiano de
desarrollar habilidades para conducir el cambio y a la vez
influir en su rumbo, dirección y amplitud. Algunos lo han
logrado, otros, simplemente lo han dejado pasar y otros ahora
ocupan el lugar.
Los líderes son pioneros por naturaleza, se
atreven a salir de lo convencional y buscan nuevas formas de
hacer las cosas. Esta práctica la realizan mediante dos
compromisos: la búsqueda de oportunidades y la toma de
decisiones.
No obstante, antes de poder ejercer un
liderazgo efectivo, es preciso que el líder aprenda a
autodirigirse. Es decir, genere la habilidad para dirigir su
propio avance.
El verdadero líder es quien comienza a
autoeducarse y perfeccionarse en la práctica de las virtudes
humanas. Con su ejemplo estará marcando la pauta para que
otros a su vez busquen desarrollarse y desempeñarse de una
manera integral. Debiendo de predicar con el ejemplo.
Como aspecto primordial, el líder de
cualquier grupo social, debe estar comprometido con el reto de
incrementar el valor o la importancia de su propia
organización.
En este contexto, hay un sinnúmero de
definiciones de liderazgo, en las que hay un denominador
común: influir en la conducta de los demás, persona o grupo de
personas
En general, liderazgo es aquel proceso
mediante el cual sistemáticamente un individuo ejerce más
influencia que otros en el desarrollo de las funciones
grupales. No se trata, pues, de influencias ocasionales o
esporádicas, ni de influencias ligadas al ejercicio de una
tarea grupal concreta. Se trata de una influencia permanente,
que tiene un referente colectivo, toda vez que se dirige sobre
un número relativamente amplio de personas y durante un tiempo
considerable.
Estilos de Liderazgo
El estilo de liderazgo se refiere al patrón
de conducta de un líder, según como lo perciben los demás. El
estilo se desarrolla a partir de experiencias, educación y
capacitación.
Es importante que el líder descubra su
estilo, lo conozca, lo depure y comprenda ya que afectará a
los miembros del grupo o seguidores. Y será su estilo de
liderazgo el estímulo que mueva a cada uno ante diferentes
circunstancias.
Cuando alguien adopta un papel de líder
dentro de una organización, mucho de su estilo depende de como
maneje sus habilidades, tanto técnicas, como humanas y
conceptuales.
En cuanto a la habilidad técnica nos
referimos a la capacidad para poder utilizar en su favor o
para el grupo, los recursos y relaciones necesarias para
desarrollar tareas específicas y afrontar problemas.
El otro elemento es su habilidad humana a
través de la cual influye en las personas, a partir de la
motivación y de una aplicación efectiva de la conducción del
grupo para lograr determinados propósitos.
El tercer elemento corresponde a la habilidad
conceptual, aquella capacidad que se tiene para comprender la
complejidad de la organización en su conjunto, y entender
donde engrana su influencia personal dentro de la
organización.
Conociendo a fondo estos elementos, el líder
puede actuar de forma más óptima.
Cada individuo en la práctica va
perfeccionando, o en su caso, deteriorando estas habilidades
de acuerdo a su posición y resultados dentro de la
organización a lo largo del tiempo, y va conformando su propio
estilo de liderazgo. El cual puede oscilar entre los extremos
del dejar hacer sin intervenir hasta el de controlarlo todo
(fig.1) y del orientado a la persona hasta el orientado al
trabajo, las metas o resultados (fig. 2).
.
Más tarde o más temprano todos los líderes
tratan de infundir o reforzar la confianza de sus seguidores.
En el fondo de una motivación bien sustentada, están la
actitud positiva hacia el futuro, la confianza de lo que se
puede lograr con el propio esfuerzo, y la conciencia de que
nada es sencillo, y que nada es seguro para siempre.
Los líderes adoptan una personal y activa
actitud hacia los objetivos y metas. La influencia del líder
se ejerce en cambios de humor, evocando imágenes y
expectativas, y estableciendo deseos específicos y propósitos
que determinan la dirección y el enfoque hacia donde se quiere
llegar. El resultado neto del liderazgo, es lograr cambios en
lo que la gente piensa acerca de lo que es deseable, posible y
necesario.
Por otra parte, el éxito de los grandes
líderes depende también de su habilidad para construir una
base de seguidores leales y también capaces. Nutrirse de un
grupo efectivo de adeptos, requiere igualmente dejar de pensar
que el líder es el único que debe realizar el trabajo
intelectual y que los seguidores solo cumplen órdenes, para
entender ahora que es: la comunicación sincera, el esfuerzo
conjunto y la corresponsabilidad; aunados al trabajo arduo,
dinámico y comprometido la garantía del éxito del grupo.
Liderazgo y el Poder
Liderazgo inevitablemente requiere del uso
del poder para influir en los pensamientos y en las acciones
de otras personas.
El poder en las manos de una persona, supone
riesgos humanos: primero, el riesgo de equiparar poder con la
habilidad para obtener resultados inmediatos; segundo, el
riesgo de ignorar los diferentes caminos por los que se puede
acumular legítimamente poder, y caer en la ilegalidad; y
tercero, el riesgo de perder el control por el afán de obtener
más poder. La necesidad de acotar estos riesgos, implica el
desarrollo de un liderazgo colectivo y un manejo ético.
Las biografías de los líderes que han
trascendido, repetidamente han demostrado la parte importante
que juega el maestro o el guía político, en el desarrollo
individual.
Por lo que hace a los grandes maestros, estos
toman riesgos. Ellos apuestan inicialmente al talento que
perciben en la gente joven. Y ellos toman el riesgo emocional
de trabajar cercanamente con sus pupilos. El riesgo no siempre
paga, pero la buena voluntad y el interés del maestro seguirá
siendo crucial para el desarrollo de auténticos líderes.
Dentro de este marco general, por lo que
respecta al liderazgo y el poder, también han sido frecuentes
los análisis de este fenómeno, buscando insistentemente una
serie de características especiales, de rasgos y atributos,
que por su escasa frecuencia o por su intensidad inusual,
permitan comprender una supuesta excepcionalidad de la mujer o
del hombre que llega a ser líder en contextos políticos.
Una característica del líder político, es una
cierta habilidad para detectar las grietas o debilidades de
una estructura social, que le permitirán definir y encabezar
movimientos de ruptura, reforma o revolución. Pocas veces las
estructuras están tan esclerotizadas como para no permitir
márgenes de maniobra. Desde este punto de vista el líder
político no es aquel personaje revestido de características
míticas, cuasi mágicas o anormales que puede crear de la nada
a través de su dominio o de su poder, estructuras más o menos
a voluntad.
Tenemos, más bien, que entender una imagen
distinta: un líder que se mueve dentro de un grupo social, que
aprovecha sus resquicios para cambiarlo o que se beneficia de
sus posibilidades para mantenerlo.
Una y otra tarea, uno y otro objetivo, no se
pueden cumplir sin tener en cuenta el entorno y las destrezas
o habilidades de la persona concreta que desempeña la función
de liderazgo.
Es importante distinguir al dirigente del que
ejerce un liderazgo. La condición de dirigente tiene que ver
más con la legalidad estatutaria, y con el procedimiento
formal de designación, en tanto que el liderazgo se sustenta
en la legitimidad de un mandato que se asume.
El líder se inspira en la convicción, o en la
entrega emocionada de sus seguidores; en tanto que el
dirigente confía en la disciplina de sus correligionarios, y
en la solidez de la organización.
El líder debe ser y parecer, y el dirigente
basta con que lo sea. El que ejerce un liderazgo no está
sometido a términos o fechas; pero el que desempeña una
dirigencia normalmente responde a plazos estrictos.
Entre el líder y dirigente siempre hay una
paradoja: el dirigente aspira siempre a ser líder -aunque no
siempre lo logra- y el líder muchas veces llega a
transformarse en dirigente -aunque no lo quiera.
Aun cuando el líder y el dirigente cuentan
con el carisma para realizar su trabajo, la diferencia es
radical: el carisma del líder es personalísimo, y por ende
intransferible, y el del dirigente es institucional, y se
traspasa automáticamente al relevo en turno.
El dirigente manda, el líder convence. La
perseverancia, en el líder, llega a parecer heroicidad, en
tanto que en el dirigente apenas se considera trabajo de
rutina.
La dirigencia es un oficio, y el liderazgo un
arte. Las dos son tareas gregarias, pero una -la dirigencia-
tiene que ver con pocos, y la otra -el liderazgo- con muchos.
El líder cree en la acción, y el dirigente
confía más en la omisión. El dirigente prefiere más el
gradualismo, y el líder busca la transformación súbita.
El dirigente pugna porque los principios se
respeten; y el líder porque se disfruten. El dirigente se
inclina por la capacidad y la efectividad, el líder por la
ideología.
Al margen de líderes o dirigentes, conviene
recordar que la pasión o la emoción, no hace del hombre un
auténtico líder político, es la entrega a una causa digna que
se ejecuta en toda su magnitud,.
El dirigente debe aspirar a ser líder si
desea conducir efectivamente a su organización; y no obstante,
el líder no está llamado a ser forzosamente dirigente.
Corolario
Cada vez más las organizaciones con o sin
fines de lucro, buscan afanosamente incorporar líderes a sus
causas.
Implícita o tácitamente, buscan al menos que
los candidatos cubran siete cualidades básicas: capacidad
técnica; inteligencia social o habilidad para
motivar; entender y conducir a la gente;
experiencias en la dirección de personas hacia
objetivos o proyectos, caminos ya recorridos; saber en que
momento actuar, cuando no hacer nada, y cuando hacerlo
todo, o cuando sólo una parte, lo que implica también la
habilidad para decidir cual es la persona correcta en quien
apoyarse; capacidad de juicio, y finalmente
carácter.
Ya en el trabajo diario, la pérdida de la
capacidad técnica, no siempre se traduce en carencia de
liderazgo, y resultan determinantes, los aspectos de juicio y
lo relativo al carácter. No obstante, cada vez cobra mayor
relevancia, la responsabilidad que asume el líder de educar a
otros, que en ocasiones llega a opacar a otras cualidades.
Esto se debe a que aprender a ser líder, es
virtualmente el mismo proceso que lleva a hacer de una persona
alguien integrado y saludable. Ello significa, que cuando
hablamos de "desarrollo de líderes" inevitablemente, nos
referimos al crecimiento interior y la transformación
individual, de manera que para formar líderes, primero hay que
formar personas, para lo cual se necesitan maestros,
entrenadores (coach) o capacitadores, y que mejor que sean los
propios líderes quienes se hagan cargo de la formación de más
líderes.
Para ser un líder que forme líderes, el
primer requisito es saber escuchar y poder encontrar a las
verdaderas personas más allá de las apariencias. Por su parte
el aprendiz de líder debe tener la ambición o la convicción de
querer llegar a ser un verdadero líder.
Así como se aprende a nadar, nadando. También
se aprende a ser líder lidereando; pero no es la única manera
de aprender, también existen otras fuentes de aprendizaje, la
enseñanza individual y la que deriva del entorno
organizacional o social.
No obstante, un líder sin valores es un líder
vacío, que más tarde o más temprano dejará de serlo, su
permanencia está estrechamente relacionada con los fines que
persigue, con los valores que lo sustentan, en su capacidad
de, a su vez formar líderes; de que sus seguidores no se hagan
dependientes o adictos a su liderazgo, y que ellos mismos se
conviertan en líderes. Así el líder a la larga se convierte en
líder de líderes.
En este contexto, la fuente de aprendizaje
más valiosa del líder está en la retroalimentación directa, y
en pedir a otros que evalúen su actuación, o solicitar
consejos u opinión. Estos no son signos de debilidad, por el
contrario, son elementos que fortalecen al líder y a su
liderazgo.
No hay que olvidar que lo que es bueno para
la persona lo será también para el líder, en virtud de que
aprender a ser un líder efectivo, no es diferente de aprender
a ser una persona de éxito.
Figura 3