Viviane Forrester

Resistir significa en primer lugar rechazar.
Hoy, la insurgencia
consiste en ese rechazo que no tiene nada de negativo,
que es un acto indispensable, vital.
V. F.
 

 

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Viviane Forrester, crítica literaria del diario "Le Monde", lleva veinte años escribiendo sobre las consecuencias de las nuevas tendencias económicas neoliberales. Su primer libro titulado "La violencia de la calma" alertaba sobre el abuso del poder económico.

En 1996 publicó "El horror económico" que desencadenó las iras de los chamanes culturales del neoliberalismo, entre otras cosas porque las manifestaciones en contra del ultraliberalismo adoptaron frases del libro en sus pancartas.
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"el trabajador que pierde su trabajo, imperiosamente debe recuperarlo lo más pronto posible. Los subsidios de desempleo sólo representan una parte mínima de su salario original. Y únicamente se otorgan durante seis meses, cuando mucho. No cubren ninguna ayuda social (para vivienda o educación). En pocas palabras, [el sin empleo] se encuentra desnudo y condenado a vivir con sus propios recursos". [Pero, ¿cuáles?]. "En consecuencia, debe encontrar y aceptar cualquier empleo, aunque no corresponda a lo que busca". Y lo más grave del asunto es que, "para los trabajadores no calificados, frecuentemente es muy difícil encontrar empleo, aunque sea mal pagado" (M. Phelps, cit. por Forrester, op. cit., 134).

Los centenares de obreros belgas de Renault, en Vilvoorde, amenazados de quedarse sin trabajo por el inminente cierre de la fábrica, salieron a manifestarse por las calles enarbolando una poética pancarta: Non a l'horreur économique! La imagen no era de su invención. La habían copiado de un libro de Viviane Forrester,

Artículos, entrevistas:

L'Horreur économique. Viviane Forrester éd. Fayard, Paris, 1998.

L'HORREUR ÉCONOMIQUE. Viviane Forrester Reconquérir la dignité. (Le Monde-Diplomatique)

La révolte de Viviane Forrester Par Pascal Carreau (Regards) Mars 1997 - Les Idées.

Viviane Forrester: el ultraliberalismo no es una fatalidad

"Millones de hombres ya no sirven ni siquiera para ser explotados"

La primera voz contra la trampa de la globalización

"no hay nada más movilizador que el pensamiento; el pensamiento es político..." V.F.

Fue la primera voz que se atrevió a poner boca arriba, en palabras comprensibles, las cartas con trampa de la globalización económica. Su libro El horror económico (Anagrama) ganó en 1996 el prestigioso premio Médicis de ensayo, fue traducido a 25 lenguas y ha vendido más de un millón de ejemplares. Desde entonces, Forrester ha recorrido medio mundo dando conferencias y explicando sus ideas a sindicatos y patronos, en foros intelectuales o empresariales, como el de Davos. Su mensaje es sencillo: hemos creado un sistema económico que es una fábrica de excluidos hasta el punto de que lo que se pretende es prescindir de los seres humanos y esto resulta insostenible. El tiempo parece dar la razón a esta crítica literaria de Le Monde, novelista importante en Francia y jurado del Premio Fémina. Hija de banqueros judíos pero colaboracionistas, con una formación burguesa clásica.

Su punto de partida fue "bastante simple", confiesa la autora

"Hace muchísimo tiempo que me atormenta la evolución económica que se nos impone y, sobre todo, sus consecuencias humanas. Poco a poco empecé a sospechar una gigantesca impostura, pero, al no ser experta, me sentía perdida, desarmada. Esa sospecha se volvió obsesión. Me puse entonces a recordar artículos, a leer libros especializados bastante repelentes, a interrogar expertos. Junté las piezas de ese rompecabezas y luego me encerré unos diez meses en mi casa para escribir ese libro. Mi meta fue desnudar la lógica interna, implacable, de esa economía de mercado a escala planetaria, lógica que las declaraciones sibilinas de los tecnócratas internacionales y los discursos demagógicos de los políticos de toda índole nos impiden percibir. Después de haber entendido cómo funcionaba, me quedé estupefacta y angustiada. Pero quise ir más lejos: decidí llevar esa lógica hasta sus últimas consecuencias. Desemboqué en una verdadera pesadilla. Mientras trabajaba me daban vuelta en la mente, un poco como un estribillo, unos versos de Illuminations del poeta Arthur Rimbaud:

                             "Retirado de nuestros horrores económico

él tiembla al paso de las

      cacerías y de las hordas... "

    De allí surgió el título de ese ensayo." V.F.


Una extraña dictadura

"No se requiere ser autor de novelas de ciencia ficción para imaginar lo que nos espera: al lado de millones de personas definitivamente excluidas del mundo del trabajo, veremos a otros millones de esclavos laborales modernos recibiendo migajas de empleos, aceptando cualquier trabajo en cualquier condición. Luego deberán soportar períodos de inactividad, sin salario, durante los cuales deberán estar siempre disponibles, a la espera de nuevas limosnas de trabajo. Eso comienza a darse ya en Europa."V.F.

La imposición del ultraliberalismo como modelo globalizador , como régimen político único y planetario, supone una “extraña dictadura”.

Una dictadura más refinada y efectiva que cualquier tiranía institucional, puesto que no necesita de ningún golpe de estado ni de ninguna guerra civil para imponerse. Por contrario, se instaura detrás de una apacible normalidad democrática.

No es que la economía haya triunfado sobre la política y maneje sus hilos en la sombra. Por el contrario, el ultraliberalismo es una ideología política que se ha impuesto sobre la economía para reducirla a la noción de business, a lo que Viviane Forrester denomina la "neurosis del lucro".

Claro que tal lucro es el resultado de la sistemática destrucción del empleo, del desmantelamiento de toda política social, de la pérdida de toda perspectiva de futuro para el creciente número de personal que, incluso en los países ricos, caen en el abismo del desamparo.

Forrester muestra cómo las empresas crecen más cuanto más empleados despiden, convirtiendo el trabajo en residuo, en una fuerza condenada a permanecer pasiva dentro del mercado globalizado, frustrando las expectativas de progreso de millones de personas. Ya no se trata tan sólo de la destrucción del estado del bienestar, sino del riesgo de desaparición de muchas de las profesiones tradicionales, puesto que los jóvenes no se sentirán impulsados a estudiar carreras que parecen obsoletas.

Por otra parte, Forrester no pasa por alto el hecho de que el modelo ultraliberal esconde su propio punto ciego:  el del capital especulativo, el que hace a las empresas crecer en la Bolsa no por lo ricas que sean ya sino por sus perspectivas de riqueza.


BIBLIOGRAFIA

Una extraña dictadura   Anagrama

El horror económico o la crueldad del empleo. Fondo de Cultura Económica, 1998

'Ainsi des exilés',

'Van Gogh ou l'enterrement dans les blés'

'Ce soir, après la guerre'


"Sólo sé que plantear las cuestiones esenciales, significa, por lo menos, no vivir como una idiota." V.Forrester

El Banco Mundial precisa: "Una flexibilidad acrecentada del mercado de trabajo es esencial para que todas las regiones emprendan reformas en profundidad". El FMI se suma al coro: "Los gobiernos europeos deben lanzarse con audacia a una reforma a fondo de los mercados de trabajo. La flexibilización de éstos pasa por la reformulación del seguro de desempleo, del salario mínimo legal y de la legislación que protege el trabajo".


ISABEL OBIOLS | EL PAIS

En la portada de la edición española de Una extraña dictadura, un ensayo de la escritora y crítica francesa Viviane Forrester, hay una fotografía en la que se ve una señal de tráfico. Al lado del nombre de la calle, Wall Street, donde se encuentra la Bolsa más famosa del mundo, otro cartel reza: One way, que se podría traducir por 'dirección única'. La ilustración habla con exactitud del contenido del libro, un alegato contra la aceptación generalizada del ultraliberalismo como régimen único de la inevitable globalización. Una extraña dictadura (Anagrama) fue publicado el año pasado en Francia, donde ha vendido más de 400.000 ejemplares, y se ha traducido en 26 países, en los que ha llegado a vender más de un millón de libros. Es también la continuación de El horror económico (1996), considerado como el primer ensayo crítico contra el ultraliberalismo.

Para Forrester, que pasó ayer por Barcelona para hablar de Una extraña dictadura, el éxito de ambos libros 'es un signo político muy importante'. 'Hacía mucho tiempo que pensaba estas cosas. Me parecían una evidencia, pero nadie hablaba de ello. Escribiendo, he verificado que no estaba sola'. La autora distingue entre globalización, un proceso del que dijo que es 'inevitable', y ultraliberalismo, 'un régimen político planetario que controla la economía'.

Opciones

'El ultraliberalismo, como toda ideología, es reversible y presentarlo como la única vía posible es dictatorial', afirmó. Sus libros caminan en este sentido. En el de convencer a los lectores, a los ciudadanos, de que hay opciones al modelo globalizador actual, al que definió como 'una dictadura sin dictador' que se mueve por la 'neurosis del lucro', según escribe en el libro. Una neurosis que tiene su motor en los conceptos de 'beneficio' y 'competitividad'. A juicio de Forrester, la existencia de bolsas de pobreza en todo el mundo demuestra que el sistema falla. Para ello, apuntó unos datos: 'En Estados Unidos, un 19% de la población vive bajo el umbral de la pobreza. Y en el Reino Unido, un 13,5%'. Asimismo, añadió: 'La demostración de que estamos en una dictadura está en que cuando pides una cosa razonable como que las empresas con beneficios no despidan a trabajadores, la respuesta tiene forma de chantaje: 'si no despedimos las inversiones irán a parar a otro país'.

La escritora, que ha sido invitada a participar en foros empresariales como el de Davos, defendió las movilizaciones ciudadanas ante las reuniones de entes como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional: 'Son manifestaciones muy importantes de malestar, pero tienen que estar muy bien pensadas. No se trata de un juego ni de un pic-nic'. Asimismo, defendió la democracia como un sistema en el que 'nadie puede ser considerado molesto o inútil'. 'Creo en la ley y no creo que la economía pueda regularse por sí misma', añadió.

Las redes tentaculares de las trasnacionales se han instalado como un poder mundial, omnímodo. Por encima de los estados, que al lado de ellas "adquieren la imagen de simples municipalidades". Si en algunos países o regiones (que antes fueron colonizados, despojados, saqueados) la mano de obra no vale nada, o casi, hacia allí se dislocan, dejando el tendal de desocupados en los países de origen. O bien superexplotan a los inmigrantes desde esas zonas, víctimas por añadidura de la xenofobia rampante. Es un neocolonialismo a dos puntas. Que tiene además los dones de la ubicuidad, de la simultaneidad, de la sincronización, porque la trama informática al servicio de las inter-multi-trasnacionales ha abolido el espacio y el tiempo. Están a la vez aquí y en todas partes, como Dios. En resumidas cuentas: "Estas redes económicas privadas dominan cada vez más los poderes estatales; lejos de estar controladas por ellos, son ell Esas organizaciones proclaman a su vez sus objetivos en lenguaje descarnado, sin muchas vueltas. "Para lograr un ajuste salarial determinado, se requiere un nivel más elevado de desempleo coyuntural" V.F.


IMANOL ZUBERO | EL PAIS

  Una extraña dictadura

El contrato social es el metarelato sobre el que se asienta la moderna obligación política. Aunque, como ocurre con todo contrato, el contrato social moderno genera procesos de inclusión a la par que de exclusión, su legitimidad estriba en su voluntad de superar cualquier forma de exclusión. En esta tarea el Estado jugó un papel fundamental, configurándose como un Estado de bienestar cuya capacidad reguladora sirvió para establecer y proteger un espacio para el desarrollo de la ciudadanía industrial. Este contrato social ha entrado en crisis. Bajo la égida del neoliberalismo se abre paso un nuevo contrato social paradójico, una parodia de contractualización basada tanto en el post-contractualismo (es decir, en la exclusión del ámbito del contrato social de personas y grupos antes incluidos; por ejemplo, los parados de larga duración) como en el pre-contractualismo (es decir, en impedir el acceso a la ciudadanía a grupos sociales anteriormente reconocidos como candidatos a la misma en el marco del ideal universalista de los derechos humanos; por ejemplo, los inmigrantes de los países del Sur).

El nuevo contrato social neoliberal se asienta sobre una contractualización individualista, 'basada en la idea del contrato de derecho civil celebrado entre individuos y no en la idea de contrato social como agregación de intereses sociales divergentes'. En esta nueva concepción, la intervención del Estado es necesariamente mínima, reduciéndose a asegurar el cumplimiento de lo acordado durante la vigencia del acuerdo, pero sin entrar en los términos o en las condiciones del mismo. Además, se trata de un contrato caracterizado por la inestabilidad: no es un acuerdo que obligue realmente, puede ser denunciado en cualquier momento por cualquiera de las partes (lo que significa en la práctica que sólo puede ser roto por aquel que tiene poder para hacerlo). De este modo, si el contrato social moderno (sea en la versión de Rousseau, en la de Hobbes o en la de Locke, en este caso es lo mismo) servía para sacarnos del estado de naturaleza y así convertirnos en ciudadanos, el nuevo contrato neoliberal genera un predominio estructural de los procesos de exclusión sobre los de inclusión, abocando a las sociedades a un nuevo estado de naturaleza al que son expulsados muchos de sus miembros.

El contrato social quiebra cada día con la ruptura de los contratos laborales o con su precarización. General Electric, la empresa más rentable del mundo, acaba de anunciar el despido de hasta 75.000 trabajadores en los próximos años. En total, una docena de grandes empresas norteamericanas han previsto deshacerse de casi 170.000 trabajadores, que se verán así convertidos en ciuadanos precarios. Las víctimas del turbocapitalismo actual (como lo ha denominado Edward Luttwak) corren así un grave riesgo de acabar expulsadas del universo de las obligaciones morales. Nada nos une a ellas, todo nos separa. Es tontería permanecer atado a quien cae por la pendiente. Los nuevos pobres acaban por ser desterrados del universo de la empatía y la solidaridad. Y es que, ¿cómo es posible ser pobre cuando se está creando tanto empleo? Se extiende así la idea del pobre como víctima, sí, pero víctima de sí mismo (de sus adicciones, de su amoralidad, de su estulticia) o de sus circunstancias (de su entorno familiar, de su fracaso escolar). La falta de trabajo y de dinero no es la causa, sino la consecuencia del modo de vida de esta nueva clase de marginados.

Es imprescindible combatir la emergencia de este fascismo societal (Santos) basado en la exclusión y la segregación social de todas aquellas personas que, por las más diversas razones, no encuentran su sitio en la nueva economía y ven así volatilizarse sus derechos bajo el empuje de procesos económicos, jurídicos y políticos impulsados por instituciones ademocráticas. Un fascismo que, a diferencia de sus antecesores, puede desarrollarse en el contexto de las actuales democracias. Se trata, como señala Viviane Forrester en su más reciente libro, de una extraña dictadura.

 


'HOY SHAKESPEARE ESCRIBIRÍA DE ECONOMÍA'

La escritora francesa, autora de El horror económico, del que ha vendido más de un millón de ejemplares en todo el mundo, vuelve a la carga cuatro años después con Una extraña dictadura, en el que arremete contra la mala gestión de la globalización y la califica de dictadura anónima.

MARGARITA RIVIERE | EL PAIS

La escritora francesa, autora de El horror económico, del que ha vendido más de un millón de ejemplares en todo el mundo, vuelve a la carga cuatro años después con Una extraña dictadura, en el que arremete contra la mala gestión de la globalización y la califica de dictadura anónima.

Día tras día somos testigos del fiasco del ultraliberalismo. Día tras día este sistema ideológico basado en el dogma (o en el fantasma) de la autorregulación de la economía llamada de mercado muestra su incapacidad para gestionarse a sí mismo, controlar lo que promueve o dominar lo que desencadena. Hasta el punto de que sus iniciativas, tan crueles para el conjunto de las poblaciones, terminan por revolverse contra él por efecto bumerán (...)'.

Así empieza Una extraña dictadura (Anagrama), el último ensayo / provocación de Viviane Forrester, la escritora francesa que a sus más de 70 años es un mito para muchos jóvenes inconformistas.

Pregunta. En cierta ocasión se defendió de los que dicen que un novelista no entiende de economía asegurando que Shakespeare hoy también hubiera escrito sobre ella.

Respuesta. ¡Es que Shakespeare habla de economía en muchas de sus obras! Habla del poder y hoy hablaría mucho más de ese enorme poder económico. Balzac también se dio cuenta de la importancia y el enigma de la economía que marca todos los destinos humanos. Cada uno de nosotros llevamos el sistema económico pegado al cuerpo.

P. Ser hija de banqueros, tener dinero y después no tenerlo, ¿facilita el espíritu de rebeldía?

R. Lo que más me afecta es ver víctimas, como son hoy los inmigrantes. Porque yo también lo fui: te quitan completamente tu identidad y eres alguien superfluo, sujeto a la indiferencia generalizada. Esto sucede hoy también en esta Francia eufórica. Se dice que hay pocos parados y ¡hay millones de personas que viven de forma precaria! Por esto escribo sobre economía y con indignación: se nos coloca ante falsos problemas y no ante los interrogantes que importan.

P. Por ejemplo.

R. ¿Por qué tan poca gente dice lo que piensa? Escribí otro libro de política e historia hace 20 años, La violencia de la calma, y me preocupé mucho porque nadie decía lo que yo me atreví a escribir. Debo delirar, pensaba, y acabarán por no hablarme. Creí que estaba aislada hasta que sucedió lo de El horror económico: muchísima gente se daba cuenta de la impostura, de las mentiras y de la urgencia de ponerse a hablar de todo eso.

P. No agotó el tema en ese libro. En este segundo precisa más.

R. Cuando se habla de globalización se pretende que la gente esté a favor o en contra. Es un error confundir globalización con ultraliberalismo. La globalización, respecto a las nuevas tecnologías y la posibilidad de la simultaneidad, puede ser algo estupendo para todos y, además, es irreversible. El problema está en cómo gestionar eso. Y entonces se da como irreversible que la única manera de gestionarlo es la ultraliberal.

P. Es decir, que está a favor de la globalización...

R. Por supuesto, es un hecho histórico que seguro que se puede gestionar de muchas formas. Y hay confusión porque se cree que lo económico destruye la política y no es cierto. Sucede justamente lo contrario: cierto tipo de política ultraliberal es la que destruye la economía, la economía real. La gestión de la globalización actualmente es totalmente ideológica y se pretende lo contrario. Por lo tanto, si estamos ante una gestión ideológica nada más normal que ponerla en cuestión y discutirla.

P. Está diciendo algo muy clásico: que la economía está politizada y que la forma de esa politización es una dictadura.

R. Sí, claro. Una dictadura, de tipo estalinista, muy bien camuflada para que no parezca que es una ideología. Cuando se habla hoy del capitalismo se tiende a decir que está más allá de la ideología y no es así.

P. En su libro dice que es una dictadura sin dictador.

R. Es que es una dictadura anónima mucho más difícil de combatir. ¿Cómo combatir un sistema dictatorial que se basa en la afirmación de que económicamente no se puede hacer otra cosa? El simple hecho de que se piense que no hay alternativas ya es un resultado de la dictadura. Claro que hay alternativas. Pero antes hay que tener claro cuál es el problema.

P. ¿Alguien se ha sentido aludido con sus libros?

R. He tenido un montón de críticas y de adhesiones. Las críticas más duras no criticaban mis argumentos, sino que yo estaba en contra de la globalización, lo cual no es cierto. Me gustaría tener críticas más serias ¡hasta las podría hacer yo misma! Mis propias críticas están en el libro siguiente, que siempre va más lejos... En Una extraña dictadura soy un poco más malvada. Podemos reír mucho con lo que dicen estos señores del Fondo Monetario Internacional. Entre mis dos libros también han pasado muchas cosas: en 1996 no había una opinión pública mundial sensibilizada sobre la mala gestión de la globalización y hoy es una evidencia que muchísima gente, reflexiona, toma nota, saca conclusiones, se expresa en Seattle y en otros sitios. El que mis libros tengan éxito es un hecho político claro y también lo es que determinados líderes políticos y empresariales me consideran ¡muy peligrosa!, ja, ja.

P. ¿Los libros sirven para cambiar las cosas?

R. En este tiempo ha crecido una conciencia, se han creado asociaciones de ciudadanos, se han alzado voces numerosas. Éste ha sido uno de mis principales objetivos: que los parados no se culpabilizaran sólo a ellos mismos de su exclusión. Pero hay que estar atentos porque nos hemos dormido y, así, se ha podido instalar esta política de hechos consumados.

P. Usted no ha estudiado nada de economía.

R. Nada absolutamente. Leo todo lo que cae en mis manos.

P. Y aun así la escuchan en Davos.

R. Me han invitado, sí, fue una experiencia interesante del poder actual.

P. Como hija de banquero, también conoció el poder de cerca.

R. Conocí los pasillos, la trastienda. Mi padre nunca me explicó nada, pero yo estaba internamente en profundo desacuerdo con todo aquello. Y lo vi en la guerra: vi las consecuencias del poder y del maniqueísmo que genera. Por esto me preocupan también las consecuencias de lo que escribo y de lo que digo, por eso, quizás, he tardado tantos años en decidirme a explicar lo que pienso y tratar de matizarlo al máximo.

P. Precíseme una palabra: ¿qué es el progreso?

R. No creo en la noción de progreso. ¿Es que Heráclito pensaba peor que Bergson? ¿O que Montaigne es inferior a un escritor actual? La idea de equilibrio que lleva a huir de las pendientes; las bajadas van siempre muy rápidas. Esto es lo que nos pasa ahora: vamos hacia abajo rápidamente, la especulación nos pone en peligro. Y decir esto es ser optimista: creer que se pueden cambiar las cosas. Sólo los conformistas, los que creen que todo está bien así, los que dicen que no se puede hacer otra cosa, los que creen que hay que adaptarse porque todo es estupendo, son pesimistas. Es el discurso de la dictadura, un discurso que incluso impide constatar dónde estamos para que surjan contrapoderes no delegados. Yo no creo en el paraíso, pero sé que nunca hay nada perdido. Eso sería como decir que hay que adaptarse al infierno.

"No hay nada más movilizador que el pensamiento. Lejos de representar una triste abdicación, es la quintaesencia misma de la acción. No existe actividad más subversiva ni temida" V.F.