No es lo mismo cliente que consumidor o
usuario
Por Enrique Reboursin
Según Tom Peters y Nancy Austin, “un cliente
no interrumpe nunca nuestro trabajo, porque él (o ella) es el objetivo de
nuestro trabajo. No le hacemos el favor de servirle... él ( o ella) nos hace el
favor de darnos la oportunidad de hacerlo (*).
El cliente
es lo más importante. El problema es que muchas empresas toman este concepto
como un simple discurso escrito en un cuadro que todos leen pero que pocos
aprehenden. La clave es generar una actitud dónde efectivamente el cliente se
transforme en el eje del negocio. En este ensayo, Enrique Reboursin presenta los
temas centrales que permiten reenfocar toda la organización en torno al
cliente.
Desde que el marketing existe, uno de los pilares que lo
sustenta como concepto es el foco en las necesidades de los consumidores, a
partir de las cuales se segmentan los mercados, se seleccionan los segmentos
objetivos, se diseñan y se implementan planes de acción para lograr la
rentabilidad deseada en el negocio, cuando esta es, por ejemplo, la meta de la
organización.
Con el correr de los tiempos, la palabra cliente fue
avanzando en los textos de marketing en detrimento de los términos consumidores
y usuarios. La diferencia, que a primera vista es sutil, ya que la palabra
cliente no es, tampoco, terminología nueva en el léxico comercial, tiene un
contenido profundo en la nueva forma de enfocar el marketing.
Este
concepto de cliente es el que está haciendo girar el enfoque de marketing, desde
los mercados masivos, en un principio, los segmentos y los nichos en segunda
instancia, para arribar finalmente al marketing uno a
uno.
Podríamos decir que al concepto de consumidores y usuarios en
los mercados masivos, estudiados como grupos de entes anónimos, se agrega como
incremento el concepto de cliente, queriéndose representar también a un conjunto
de individuos, pero más próximo a la organización. Un conjunto personalizado y
hasta nominado, al que las empresas invitan cada vez más a interactuar con su
organización.
El concepto de cliente está fuertemente atado al de
servicio. Es fácil de comprender, consecuentemente, que las empresas de
servicios, al ingresar en forma tardía pero con fuerte ímpetu en el mundo del
marketing, y las empresas productoras de bienes, añadiendo servicios a la oferta
de productos en su búsqueda de diferenciación, sean los principales vectores que
confluyen en la generación de esta tendencia.
Se podría argumentar
que el giro se está produciendo por la irrupción del marketing de servicios,
aplicado tanto por las mismas empresas de servicios como por las productoras de
bienes, que se posicionan sobre el concepto de servicio.
Como
siempre, el marketing nos propone estudiar el negocio desde afuera hacia adentro
y, en este caso, poner el foco en el cliente, en sus requerimientos y sus
necesidades.
¿Qué implicaciones tiene, entonces, el hecho de poner
el foco en el cliente?
Abrirle las puertas al cliente, invitándolo
a interactuar con la organización, significa incorporarle a la gestión del
marketing tradicional un nuevo componente llamado marketing interactivo o
marketing relacional.
Al cliente le ofrecemos una relación vincular
y pretendemos de él mucho más que un consumo eventual. Queremos una relación a
largo plazo, a través de la cual repita y aumente sus compras y consumos. Nacen
así dos nuevos conceptos: el ciclo de vida del cliente y la rentabilidad del
cliente.
El ciclo de vida del cliente tiene que ver con la gestión de las
distintas etapas de la relación con él. Hay una etapa inicial de captura del
cliente. Esta utiliza las técnicas del marketing tradicional y se basa en
seducir, con promesas de calidad de servicio, la satisfacción de las necesidades
del potencial cliente. Una vez logrado el interés, se ingresa en la etapa de
compra, en la cual el cliente interactúa con los servicios de venta de la
empresa y se desarrollan instancias del marketing relacional que se suman a las
del marketing tradicional. Finalmente se ingresa en el ciclo de consumo, donde
la interacción es con las áreas operativas de la empresa, con una participación
plena del marketing relacional.
El otro concepto del marketing
relacional es el de rentabilidad por cliente. Nuevamente, el marketing nos
enseña que hay que buscar la rentabilidad del negocio fuera de la empresa. Pero
en este caso, la ecuación de la rentabilidad tiene que ver con la cantidad de
clientes, su vida promedio dentro de la organización, el costo de inversión que
requiere su captura y la rentabilidad que genera mes a mes.
Si la
rentabilidad es función directa de la permanencia de los clientes como tales,
¿qué puedo hacer para retenerlos?
Así como la función del marketing
tradicional es la de hacer promesas para atraer clientes nuevos, la función del
marketing relacional es la de cumplir con las promesas.
Es a través
del marketing relacional que el cliente interactuará con la organización en
todas sus áreas de contacto y vivirá los llamados momentos de la verdad, es
decir aquellas instancias en las que evaluará la calidad del servicio entregado
por la empresa. La retención del cliente dependerá del desempeño de las áreas
que desarrollan el marketing relacional.
Además, el hecho de tener
muchos clientes satisfechos no solamente permite retenerlos en la cartera sino
que los convierte en buenos recomendadores de la empresa, sus productos y
servicios.
Si tenemos en cuenta que el marketing relacional, de
tanta importancia para la rentabilidad de la empresa, se realiza a través del
personal de contacto y con el apoyo del personal de soporte (es decir que
participa prácticamente toda la organización), ¿cómo impacta en la gestión de la
empresa la aparición del marketing relacional?
La consecuencia
es un cambio en la gestión:
Hay que lograr que el cliente sea el
foco en toda la organización.
El cliente deberá ser el
foco:
· En el diseño de la oferta de servicios: dando una
respuesta a las necesidades específicas de los clientes y conociendo qué es de
valor para ellos.
· En el diseño de las campañas de marketing
tradicional: realizando comunicaciones con promesas que la organización pueda
cumplir.
· En el diseño de las interacciones del marketing relacional
con los clientes: teniendo en cuenta la participación del cliente en la
producción del servicio.
· En el proceso de control de la calidad
entregada: mediante encuestas de satisfacción por los servicios
recibidos.
Para lograr estos objetivos es indispensable la
inclusión de una nueva herramienta de gestión: el marketing
interno.
El marketing interno
Así como el
marketing tradicional debe realizar promesas y el marketing relacional
cumplirlas, la función del marketing interno es:
· Permitir que se
hagan las promesas.
· Asegurar que se cumplan.
Esta modalidad
es condición necesaria para el éxito del marketing externo; su público objetivo
no son sólo los clientes sino también los empleados.
Es una función
privativa de la alta dirección lograr el objetivo estratégico de que los
empleados pongan interés en los clientes.
La idea central es
garantizar a los clientes el cumplimiento de las promesas de un servicio de
calidad, lo que se logra a través de:
· Asegurar que los empleados
de todos los niveles de la empresa, incluyendo los mandos medios y la alta
dirección, comprendan y experimenten el negocio y sus diversas actividades y
campañas, en un contexto que apoye el interés por el cliente.
·
Asegurar que todos los empleados estén preparados y motivados para actuar en una
forma orientada a los servicios. Desarrollar actitudes.
Es así como se
viene verificando una valorización de los recursos humanos dentro de las
estrategias competitivas de las empresas; pero, por otro lado, es poner el
énfasis en el mantenimiento de los clientes, la repetición de la compra y la
venta cruzada. Esto implica dos líneas de acción:
· Sobre las
actitudes del personal de la organización: a través de un cambio cultural
fuertemente orientado al cliente, que involucre al personal de contacto, al de
apoyo, a los mandos medios y a la misma dirección.
· Sobre las
comunicaciones bidireccionales: hacia abajo de la organización, hacer conocer
las promesas hechas a los clientes, presentándoles a los empleados los nuevos
productos y servicios y las campañas y actividades del marketing tradicional.
Hacia arriba, conocer las necesidades de los clientes internos de los procesos
de servicio y promover la transmisión de la voz de los clientes para conocer sus
deseos y mejorar el servicio.
Toda esta propuesta requiere, en
primer lugar, de un cambio de actitudes y conductas en la alta dirección, con un
estilo de liderazgo adecuado. También, hay que formar y capacitar en técnicas de
interacción y observación a toda la organización, por lo que será importante
retener a los buenos empleados.
El marketing interno deberá,
asimismo, impactar en la política de selección de recursos humanos, asegurando
los perfiles adecuados para los mandos medios y el personal de contacto. Sobre
este último deberá hacerse prevalecer lo entusiasta por sobre lo
normativo.
Se deberá cuidar que las comunicaciones internas, en sus
mensajes y estilos, reflejen esa nueva actitud de la empresa, así como también
los mandos medios deberán priorizar el intercambio de información y lograr un
ambiente de mutua colaboración. Si bien la gestión del marketing interno es un
proceso continuo, es altamente recomendable la planificación de las
acciones.
Se deberá cuidar que las comunicaciones internas, en sus
mensajes y estilos, reflejen esa nueva actitud de la empresa, así como también
los mandos medios deben priorizar el intercambio de información y lograr un
ambiente de mutua colaboración.
(*) Fragmento de “Pasión por la
excelencia”
Líderes del Tercer Milenio Clarín y
MERCADO
Material cedido por Mercado On
Line
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