Domingo 21 de abril de 2002
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 COLUMNISTAS
PRIMER NIVEL
Modelos de crecimiento



Quizás este tomando forma un nuevo modelo de crecimiento en el siglo XXI. Un país determinado cualquiera— Estados Unidos, Gran Bretaña, Japón o México— puede aprender algunas cosas de su propia experiencia.

Pero más puede aprender de la historia económica de otros países. Hoy los cubanos y los norcoreanos saben por la experiencia de los regímenes de Stalin y Mao que el sistema centralizado de planificación burocrática es un fracaso probado. No es una cuestión de ideología: los hechos hablan por sí solos y se van comprendiendo en forma gradual.

¿A qué países de América latina les fue mejor a fines del siglo pasado? ¿Por qué, en la Unión Europea, los gigantes de otras épocas —Alemania, Francia e Italia— languidecen? Y al mismo tiempo, ¿por qué Irlanda, Finlandia, Gran Bretaña, los Países Bajos y Dinamarca sorprenden por su más rápido ritmo de crecimiento dentro de la eurozona?


El modelo japonés

Hace doce años, el nuevo modelo de de lo que se llamó "Japón. Inc" habría sido el emblema del crecimiento milagroso. , sorprendiendo a todos y creando imitadores por doquier. Y, en verdad, en el período 1950-1985, países del sudeste asiático como Corea del Sur, Taiwán y Singapur parecían prosperar imitando el sistema japonés de crecimiento liderado por las exportaciones, importando tecnología occidental para ser combinada con una fuerza laboral asiática de salarios bajos pero con un muy buen nivel de educación.

Todo eso orquestado por una muy amigable combinación de burócratas gubernamentales, empresarios y banqueros —líderes de grandes empresas oligopólicas que solían tomar decisiones políticas con una cuidadosa unanimidad y poseedores de una gran solvencia económica que les permitía ignorar la psicología de los precios de las acciones de corto plazo. Los niveles de crecimiento que mostraron esos países parecieron confirmar que, efectivamente, se estaba en presencia de un nuevo paradigma del desarrollo.

Desde 1989, lamentablemente, la dependencia nipona del empleo asegurado de por vida en una misma empresa y la parálisis del país por su burocracia y por la inactividad del Banco de Japón, llevaron a la economía japonesa a la situación de ser la más estancada del mundo. La destrucción de la "burbuja" de la inversión inmobiliaria creo un peso muerto en toda la estructura financiera que todavía se siente hoy.

Países como Corea y Singapur, por ejemplo, pudieron recuperarse de los colapsos financieros de sus mercados emergentes cuando, precisamente, decidieron apartarse del viejo modelo japonés.

¿Podemos aprender algo de la presente experiencia de China? Es demasiado pronto para saber. Mikhail Gorbachev

— hoy en retiro forzoso de la vieja Unión Soviética— habría aprendido que, de haber podido hacer todo de nuevo, le habría convenido preservar el despotismo político mientras primero la "perestroika" se encargaba de la demolición de las enormes fábricas estatales inútiles para dar paso a nuevas empresas privadas de mercado. Sin embargo, la historia no da a nadie segundas oportunidades.

¿Podría pensarse que los índices difundidos por China de un 7 u 8 % de crecimiento anual de su PBI son, en realidad, de apenas un 2 o 3%? Aun así, con su vasta fuerza laboral educable —que arranca con salarios bajísimos— China se convertirá en el futuro cercano en la segunda economía del mundo, detrás de Estados Unidos y delante de Japón.

En una o dos décadas, la revitalizada India, si sigue medianamente el modelo de China, podría pasar a ocupar el tercer puesto. De todas maneras, estos gigantes en tamaño seguirán muy por debajo del Occidente industrializado en cuanto al ingreso real per cápita.

Hoy Chile es la nación más exitosa de América latina. Paradójicamente, fue allí donde gobernó la cruel dictadura de Pinochet. Afortunadamente, los chilenos votaron por el fin del régimen militar. Sin embargo, muchas de las reformas del mercado que habían sido ideadas por los "Chicago Boys" en ese tiempo de fascismo económico, se mantuvieron vigentes en beneficio del Chile democrático.

Estuve estudiando un informe de los profesores Richard Freeman, de Harvard, y David Card, de la Universidad de California. Para ellos, Gran Bretaña, que se fue retrasando en la carrera por el crecimiento económico en la época laborista de 1945-79, es el país europeo que más avanzó hacia la organización de mercado de su producción económica. Esto explicaría por qué el Reino Unido actual del centrista Tony Blair tiene un PBI per cápita superior al de las alicaídas Francia y Alemania.

Analicemos en detalle dos lecciones que nos dejó el Reino Unido. En 1850, era el número 1 en todo el mundo. En 1900, era el número dos. Luego, desde 1960 hasta 1979, descendió del tercer lugar dentro de las 13 naciones más ricas al puesto 12. (Cito de Card y Freeman: el proceso británico de reformas posterior al gobierno de Thatcher "logró que Gran Bretaña fuera un mercado más amigable que sus rivales europeos...(deteniendo) las caídas relativas en el PBI per cápita... (y), a diferencia de sus competidores de la Unión Europea, Gran Bretaña pudo alcanzar altos índices de empleo con aumentos en los salarios reales de los trabajadores.")

¿Por qué Francia y Alemania pierden terreno? Una respuesta posible es que su gente trabaja menos horas por año. A diferencia de Dinamarca, donde los despidos necesarios no son objetados por los sindicatos, las relaciones laborales inflexibles de Alemania y Francia impiden el recorte de pérdidas, inevitable en un mundo dinámico y globalizado. Las victorias sindicales de corto aliento en esos países sólo sirven para acelerar el proceso de traslado permanente de la producción a otros lugares.


Las políticas sociales

Es sorprendente que los Países Bajos, que contaron con las políticas social demócratas más sólidas desde la posguerra, hoy tengan índices de desempleo más bajos que los de Estados Unidos. No creo que Finlandia, Irlanda, Dinamarca y otros "ganadores" actuales dentro de la Unión Europea estén particularmente cautivados por la cultura estadounidense de hoy. Me parece, en cambio, que el sindicalismo no militante que prevalece en Estados Unidos se lleva gran parte del mérito por el gran crecimiento estadounidense en los pujantes años 90. Lo que funciona en un continente, funciona en otro. Lo que no sirve para A, probablemente no sirva para B.

Como bien sabe la gente joven, es más fascinante estar en un extremo de una ideología o en el otro. A menudo, estar en el medio suena aburrido. La gente se cansa de oír sobre el "justo medio" aristotélico.

La buena vida no proviene de discursos dramáticos o desfiles imponentes. En lo que respecta a la economía, hasta ahora no hay nada a la vista más prometedor que la democracia del bienestar con algunas limitaciones, en la que las leyes encauzan las energías y eficiencias del mercado más o menos libre.

Traducción de Susana Manghi


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