SAVATER NO ES SARTRE
Las comparaciones son odiosas, pero equiparar Fernando Savater con Jean-Paul Sartre es una comparación
Ahora hace quince años, el ayatollah Khomeini ponía precio a la vida de Salman Rushdie acusándolo de "infiel"
por su obra "Los versículos Satánicos". Según Bernard-Henri Lévy, "los intelectuales vascos viven hoy la misma situación que Rushdie ahora hace quince años". A su entender, estos intelectuales son objeto de una fatwa, precisando, eso sí, que no se trata de una fatwa musulmana si no de otra que poca tiene que ver con el Islam.
Los "intelectuales vascos" a los cuales se refiere Lévy son los miembros de la plataforma ¡Basta Ya! y de El
Foro de Ermua, que compara con Jean-Paul Sartre y de los cuales alaba "su coraje y su dignidad a la hora de
plantar cara al terrorismo de ETA". Como ejemplo de esta intelectualidad, Lévy cita al filósofo Fernando
Savater, que "se sitúa en la linea del mejor Sartre".
Demasiadas comparaciones hacía Lévy en su visita a Madrid el 6 de febrero pasado con motivo de la
presentación de la traducción española de su obra "Le siècle de Sartre" (EL siglo de Sartre). Nada que ver tiene, a ojos de cualquier persona, la situación de Rushdie con la de miembros de grupos como el Foro de Ermua. Valgan dos ejemplos: Jon Juaristi, que fruto de su beligerancia contra el nacionalismo vasco fue nombrado director de la Biblioteca Nacional de España, cargo donde continúa actualmente; y Mikel Azurmendi, profesor de la Universidad del País Vasco que, excedencia en mano, viajó a los Estados Unidos a impartir cursillos con una remuneración envidiable, en un viaje presentado como un "exilio" forzado en una afirmación que es una vergüenza para los miles de exiliados que, literalmente con un zapato y una espardeña, tuvieron que tomar, ellos sí, el camino del exilio después de la victoria militar fascista en el Estado español.
Al lado de la independencia de Argelia
De todos es sabido que Sartre fue un intelectual fuertemente ligado a su tiempo, esto le llevó a tomar posiciones, a s'engager, como dicen los franceses, en muchos de los conflictos que le eran contemporáneos. Durante la guerra de Argelia, manifestó a menudo su apoyo a la lucha por la independencia del pueblo argelino encabezada por el FLN. Mantenía una postura abiertamente contraria al colonialismo. La mayor parte de los medios de comunicación silenciaban la postura de Sartre, que utilizaba la revista Les Temps Modernes como principal plataforma de expresión.
Sartre nadaba contra corriente, nada que ver con Fernando Savater, que tiene una serie de medios de
comunicación que le hacen de altavoz y que cuenta con el apoyo ideológico y logístico, del Gobierno español. Y es que mientras Savater es entrevistado a menudo por TVE, Sartre era detenido vendiendo el periódico maoísta prohibido La Cause du Peuple.
Sartre se convirtió en un firme defensor permanente de todo tipo de causas justas (y a menudo perdidas) del
planeta. Son un buen ejemplo su acusación contra Nixon de perpetuar la guerra en el Vietnam, su llamada contra la represión en Chile, su solidaridad con Jèrôme Durin, un antillano encarcelado en Amiens, su protesta contra las ejecuciones en el Estado español, su solidaridad con el pintor catalán Manuel Viusà, exiliado en París y procesado por la justicia española acusado de pertenecer a EPOCA, el Ejército Popular Catalán... La lista sería larga, pero los ejemplos citados son una buena muestra del abismo que separa Sartre de Savater. ¿O es que Savater se ha atrevido a alzar la voz para denunciar la situación de los presos políticos kurdos en Turquía o el sitio mediático al cual se ve sometida Hebe de Bonafini, presidenta de las Madres de la Plaza de Mayo argentinas?.
Sartre, con el pueblo vasco
Aunque siempre es aventurado afirmar qué pensaría el filósofo francés, hoy en día, del conflicto vasco. La verdad es que no sabemos dónde estaría ahora pero sí sabemos donde estaba. Jean-Paul Sartre tenía una idea muy clara del conflicto vasco, que expresó con detalle el año 1971 cuando prologó "El proceso de Burgos", de Gisèle Halimi, donde se refirió al conjunto de naciones sin Estado y a la emergencia del movimiento nacionalitario en Europa: "Lo que ETA nos revela es la necesidad que tienen todos los hombres, hasta los centralizadores, de reafirmar sus particularidades contra la universalidad abstracta: escuchar la voz de los vascos, de los bretones, de los occitanos y luchar a su lado para que puedan afirmar su singularidad concreta es, por consecuencia directa, luchar también, nosotros, franceses, por la independencia verdadera de Francia, que es la primera víctima de su centralismo". Más adelante, el 26 de enero de 1975, Sartre ratificó su simpatía por la causa vasca subscribiendo un manifiesto que publicó Le Monde en favor de los nacionalistas vascos. Se nos hace difícil encontrar alguna cosa en Sartre que sea recogida en la última obra de Fernando Savater, un conjunto de artículos periodísticos sobre la situación política vasca que lleva por título "Perdonen las molestias" y que, según su compañero Fernando Vallespín, "Refleja un firme compromiso en favor de una serie de valores y en contra de otros", donde "el enemigo es, por descontado, la violencia terrorista; pero también todas aquellas concepciones del mundo que de forma más o menos explícita contribuyen a su legitimación: los nacionalismos substancialistas y disgregadores y sus adláteres". Y tampoco se salvan de la crítica los que propugnan el "diálogo sin condiciones" o "terceras vías" dirigidas en muchos casos más a "comprarse la seguridad" que a "mantener convicciones firmemente sentidas".
¿Quién puede ver el "gesto sartriano" en estas concepciones? ¿Quién puede verlo cuando Sartre afirmaba que entendía las acciones armadas del Frente Popular por la Liberación de Palestina al tiempo que defendía el
derecho a existir del Estado de Israel?
Si Lévy se obceca en buscar "nuevos Sartres", que lo haga entre los intelectuales críticos y los pensadores
disidentes, no entre los intelectuales orgánicos al servicio del sistema, por mucho que estos presuman de Premio
Ramon Usall Santa.
Revista "El Triangle", nº 521, 21 de febrero de 2001.
Traducido del catalán por Dionís TC
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