BREVERIAS 1

92.
Sentirás una noche de repente
tibio temblor que sobre tí resbala.
No es el roce de un ángel con el ala,
sino mis labios al besar tu frente.

97.
¡Cómo me sorprendió la mansedumbre
de tus manos rozando mis mejillas!
Haz de esa iniciativa una costumbre,
yo seré el río, y tú las dos orillas.

100
Me acercaré a tu espalda con ternura
Reclinando en el hombro mi barbilla,
rozaré suavemente tu mejilla, 
y anudarán mis brazos tu cintura.

106
Me esperabas con alma descubierta, 
y el alma entera con pasión te dí.
Me entreabriste tu más secreta puerta, 
y mi puerta secreta yo te abrí.
Mi vida estaba estéril y desierta, 
y entraste en ella cuando entré yo en tí.
Y sólo quiero al verme en tu mirada,
tenerte para siempre penetrada.

123
Déjame entrar en tí por las esquinas, 
tocándote la mano con la mano,
el brazo en la cintura si caminas, 
o el beso del amigo o del hermano.

Pero ábrete también a mis deseos,
con impulsos desnudos y humedades, 
sin escrúpulos y sin titubeos,
con invasiones y voracidades.

149
Derrámate en la hierba innumerable,
húmeda y fresca alfombra,
déjame que te cubra con mi sombra,
que mi boca te bese, y no te hable.
El viento arrullará los arrayanes,
y su perfume te saldrá al encuentro,
mientras en tí me adentro
inundándote el alma de huracanes.

153
No he de ser en tu vida el alfarero
que pueda moldear tu roja arcilla;
debo absorber tu espíritu primero
para que en mí germine tu semilla;
mas quiero ser el único velero
que en tu mar trace estelas con su quilla.
Tú serás tú, sin modificaciones,
susurrando en mi oído tus canciones.

 

167
Amordaza el impulso del sollozo
y suelta la gaviota de la risa
que en el azul del mar y de la brisa
alzará la blancura de su gozo.

Mas si el dolor no duerme su gemido,
no cierres los oídos ni le ignores,
mejor será que en la tristeza llores,
porque el dolor no entiende del olvido.

177
Lejos estás de mí, pero tan dentro
te llevo que jamás podré perderte.
Y tan presente estás en mí que encuentro
imposible mirar algo sin verte.

199 
Hay lágrimas en mí cuando tú lloras, 
y habrá sonrisas cuando tú sonrías; 
permíteme que arranque de tus días 
un ramillete de olvidadas horas, 
para alargar tus noches, y las mías, 
retrasando la luz de las auroras. 

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