Ser o No Ser es la Divisa

 

Julia de Burgos
"Seminario Hispano"
Nueva York, 1945

  

A esta hora de encrucijada a que ha llegado la humanidad, podemos llamar la era de las definiciones. No de las definiciones de carácter linguístico, sino de las definiciones de carácter humano que tienen su tronco en el hombre, y se esparcen sobre las colectividades en una dinámica social que rige el destino de los pueblos por el bien o por el mal. Estamos en la era de la definición del hombre.

El concepto de ser o no ser tiene diferentes acepciones que lo limitan o lo ensanchan. No estamos hablando del aspecto filosófico del concepto, que muchas veces lo limita a lo abstracto o enfático, sino del aspecto vital sociológico del hombre funcionando en su medio, que se esparce desde sus propias fronteras físicas, hasta el eco de las multitudes de polo a polo del mundo. Nos referimos, pues , al hecho social de ser o no ser. Y es en este punto donde es imperativa una definición rotunda. 

El progreso, sún en sus etapas de caídas sangrientas o atrasos tiránicos, definitivamente ha marchado y marchará siempre hacia el concepto del propio vocablo: hacia el progreso. Todo aquello que tiende a empujarlo hacia adelante en su misión suprema de conquistar el mayor bienestar para el hombre, en toda forma, es fuerza progresista que salva y que construye. Es fuerza vital, dinámica, que se adentra al futuro desde un presente fecundo que procurará bondades y justicia para la humanidad. 

En cambio, todo aquello que tienda a perpetuar circunstancias de atraso o violaciones civiles y públicas, es fuerza destructora, es fuerza criminal, es fuerza reaccionaria que destruye conquistas espirituales y vuelca el caos sobre generaciones completas. Es un despreciable paso hacia atrás, y muchas veces, por largo tiempo infructífero.

No hay otro camino para el hombre de ahora, que situarse en una de estas dos alternativas: o se sitúa al lado de las fuerzas reaccionarias, o escoge el camino del progreso, que siempre es un camino de libertad, por más que quiera ser desvirtuado por demagogos al servicio de las fuerzas retrógradas de siempre. No hya punto medio para el hombre de hoy. Ya no caben especulaciones. El hombre ha dejado de ser retórico para convertirse necesariamente, por todas las circunstancias en que vive, en un ser científicamente social. O está en un sitio o en otro; no puede estar a un tiempo en las dos posiciones antedichas.

Si se sitúa en contraposición a las fuerzas progresistas, automáticamente se coloca al lado de las fuerzas reaccionarias, convirtiéndose en cómplice de los brotes criminales del orbe.

Tomemos el caso de los pequeños tiranuelos de América. Una campaña continental se ha abierto para condenar y gestionar la liquidación de los regímenes fascistoides de Trujillo, Somoza y Carías, los monstruosos tiranos de Santo Domingo, Nicaragua y Honduras, respectivamente. O levantamos los americanos nuestra voz y nuestro esfuerzo para ayudar a destruirlos, o nos colocamos automáticamente, por indiferencia o simpatía al lado de sus gobiernos criminales.

El caso de España ofrece iguales ángulos. O estamos con la república absoluta, sin plebiscito, puesto que ya fue hecha por la mayoría del pueblo español, o seremos sostenedores del traidor Franco.

En Puerto Rico hay sólo dos caminos. O exigir el reconocimiento incondicional de nuestra independencia, o ser traidores a la libertad, en cualquiera otra forma de solución a nuestro problema que se nos ofrezca.

En cuanto a la controversia mundial de fuerzas capitalistas VERSUS el pueblo, en su aspiración a una completa justicia y equidad, no hay más alternativa que lucharl por el pueblo, si es que queremos ser dramáticos, ya que el pueblo es la mayoría; o de lo contrario ser cómplices y sostenedores de las fuerzas explotadoras e imperialistas que han sido las provocadoras de todas las hecatombes sociales, como la guerra que todavía se está peleando.

Es pues, necesario, para todo individuo de esta hora, hacer su propia definición y escoger camino en el reajuste del mundo, unos para salvarse y ayudar a salvar a la humanidad, y otros para ser aplastados irremediablemente en la suprema lucha que se libera por lasupervivencia de la decencia y la justicia.

Ser o no ser es la divisa. Lo primero nos lleva a la absoluta potencialidad del hombre, como hecho social innegable. Lo segundo nos lleva a la destrucción propia, ya que la mano del progreso no puede ser detenida, y algún día se virará contra sus detractores.

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