Miguel Hernández, hombre y poeta


Pocos hombres se han volcado tan íntegra y 
apasionadamente en su creación lírica como 
Miguel Hernández. Su verbo cálido y enterizo 
va marcado con el sello imborrable de la sin-
ceridad. Tal es su estilo humano y poético. 
Su actuación cotidiana, social o política, la 
llevaba a cabo con tal hombría y sin reservas 
como su quehacer artístico. Es la actitud 
radical de quien pudo decir en endecasílabos 
genialmente acuñados: "porque yo empuño 
el alma cuando canto" y "la lengua en corazón 
tengo bañada". Todo el hombre íntegro e 
ingenuo, entusiasta y apasionado, profundo e 
intenso, se ha disparado de tal modo en la 
resonancia metálica de su palabra poética que 
aún lo tenemos ahí palpitando en el misterio 
de sus versos vigorosos y sangrantes.

Lejos de la ilustrada distinción orteguiana: 
"Vida es una cosa, poesía es otra ... No las 
mezclemos", la creación lírica es para él 
proyección artística de las más hondas 
preocupaciones humanas. Precisamente es 
lo personal, "lo más humano de lo humano", 
el venero de su más conmovedora poesía. 
Su biografía, agitada y trágica, queda esculpida 
en poemas prodigiosos. El amor, la generación 
y maternidad, la esposa, son los más excelsos 
temas líricos. La guerra con sus heridos, 
sangre, muerte, soledad, hambre, inspira poemas 
impresionantes. El ronco tren maternal que 
"avanza como un largo desaliento" cargado de 
moribundos, dolor y sudor, empaña su verso, 
muy alejado de todas las purezas artificiales, 
pero en el que orean aires limpios de autenticidad 
y vibración cordial, viril y sin mixtificaciones.

Exactamente por todo ello Miguel Hernández 
tiene un extraordinario mensaje lírico y humano. 
Es capaz de levantar oleadas de entusiasmo, lo 
sentimos muy cerca de nosotros. A la distancia 
de ya algunas décadas su sensibilidad artística 
sigue siendo la nuestra y su poesía respira esa 
hombría y sinceridad que impregna toda su 
creación y que embriaga a todo ser humano de 
espíritu joven, limpio y sensible.



(Orihuela 1910-Alicante 1942) Poeta español. 
Su vocación literaria le llevó a leer a los autores 
clásicos españoles y a ingresar en el círculo El 
Radical, con Ramón Sijé, con quien tendría una gran 
amistad. Tras publicar algunos poemas en el periódico 
de Orihuela y la revista El Gallo Crisis, en 1933 
apareció su primer libro, Perito en lunas cuyo estilo 
característico caló hondo en ciertos sectores de la 
crítica y literatura de la época. En 1934 se trasladó 
a Madrid, no sin pasar dificultades al principio, y 
publicó, esta vez en la revista Cruz y Raya, su auto 
sacramental Quién te ha visto y quién te ve y sombra 
de lo que eras. En 1935 apareció El rayo que no cesa, 
integrado principalmente por sonetos escritos según 
las formas clásicas de siglo de oro. Al iniciarse la 
guerra civil española, Hernández se afilió al Partido 
comunista y se alistó en el ejército republicano. 
Durante la guerra, su producción poética tuvo un 
carácter marcadamente político, incluso propagandístico:
Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha (1939) y El 
labrador de más aire que, aunque publicado en 1937, su 
redacción es muy anterior. Ese mismo año, se casó con 
Josefina Manresa, y, a lo largo de la guerra, participó 
en actividades de izquierda comunista y antifascismo 
internacionales (II congreso de intelectuales 
antifascistas y un viaje como invitado a la Unión 
Soviética, al II congreso de teatro soviético). Con la 
victoria del bando nacional, el poeta fue condenado a 
muerte, pena que fue conmutada por la de treinta años. 
A su paso por varios penales, fue componiendo su 
Cancionero y romancero de ausencias (publicado 
póstumamente en 1958), muriendo de tuberculosis 
en el penal de Alicante, en 1942.