El RuegoEl Ruego
      Señor, tu sabes como, con encendido brio,
      por los seres extraños mi palabra te invoca,
      vengo ahora a pedirte por uno que era mío,
      mi vaso de frescura, el panal de mi boca,

      Cal de mis huesos, dulce razón de la jornada,
      gorjeo de mi oido, ceñidor de mi veste.
      Me cuido hasta de aquellos 
      en que no puse nada.
      No tengas ojo torvo si te pido por este!

      Te digo que era bueno, te digo que tenía
      el corazón entero a flor de pecho, que era
      suave de índole, franco como la luz del día
      henchido de milagro como la primavera.

      Me replicas severo, que es de plegaria indigno
      el que no unto de preces
      sus dos labios febriles,
      y se fue aquella tarde sin esperar su signo,
      trizandose las sienes como vasos sutiles.

      Pero yo, Señor, te arguyo que he tocado,
      de la misma manera que el nardo de su frente,
      todo su corazón dulce y atormentado
      y tenía la seda del capullo naciente!

      Que fue cruel? Olvidas, Señor, que le quería,
      y el sabia suya la entraña que llagaba.
      Que enturbio para siempre
      mis linfas de alegría?
      No importa!!! Tu comprendes:
      Yo le amaba, le amaba!!

      Y amar (bien sabes de eso) 
      es amargo ejercicio;
      un mantener los párpados de lágrimas mojados.
      un refrescar de besos las trenzas del cilicio
      conservando, bajos los ojos extasiados.

      El hierro que taladra tiene un gustoso frio
      cuando abre, cual gavillas las carnes amorosas.
      Y la cruz 
      (Tu, te acuredas! Oh Rey de los Judios!)
      se lleva con blandura, como un gajo de rosas.

      Aquí me estoy, Señor, con la cara caida
      lamiendo, lebrel tímido,
      los bordes de tu manto,
      y ni pueden huirme tus ojos amorosos
      ni esquivar tu pie
      el riego caliente de mi llanto.

      Di el perdon, dilo al fín! 
      Va esparcir en el viento
      la palabra, el perfume de cien pomos de olores
      al vaciarse; toda el agua sera deslumbramiento;
      el yermo echara flor y el guijarro esplendores.

      Se mojaran los ojos obscuros de las fieras,
      y, comprendiendo,
      el monte que de piedra forjaste
      llorara por los párpados blancos
      de sus neveras:
      toda la tierra tuya sabrá que perdonaste!

 

    Source: geocities.com/es/poetasporlapaz/mist

               ( geocities.com/es/poetasporlapaz)                   ( geocities.com/es)